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Joaquín del Pino y Sánchez de Rozas

Biografía

Pino y Sánchez de Rozas, Joaquín del. Baena (Córdoba), 20.I.1729 – Buenos Aires (Argentina), 11.IV.1804. Militar, mariscal de campo, gobernador de Montevideo, gobernador y capitán general de Charcas y presidente de su Real Audiencia, gobernador y capitán general de Chile y presidente de su Real Audiencia, VIII virrey de las provincias del Río de la Plata.

Recibió las aguas bautismales en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Baena. De familia hidalga afincada en Orán, fueron sus padres Francisco del Pino y Romero y María Sánchez de Rozas. Su familia se trasladó de nuevo a Orán tras su recuperación en 1732 por el conde de Montemar, quien debido a esta hazaña fue elevado a la dignidad de duque. Tras sentar plaza de cadete en el Regimiento Fijo de Orán, fue en la Real Escuela Militar de Ingenieros de esta ciudad norteafricana donde estudió Matemáticas. Ya como ingeniero pasó a Cataluña, donde se ocupó entre 1753 y 1762 de la fortaleza de Montjuic. En este último año fue destinado a Guipúzcoa, donde contribuyó, entre otros cometidos, al trazado de los límites fronterizos entre España y Francia en los valles navarros. Durante su período guipuzcoano, contrajo matrimonio con María Ignacia Rameri, recibiendo la Real Aprobación para las nupcias el 30 de marzo de 1763. De este matrimonio nacieron nueve hijos: Ramón, José María, María Josefa, Francisco Antonio, Manuela Josefa, Dionisia Joaquina, Tomás José, Pedro Juan y Juan Ramón José.

Ya teniente coronel, en 1771 fue destinado a América, de donde nunca regresó. Efectivamente, el 30 de julio de dicho año se le nombró comandante de Ingenieros del Río de la Plata, llegando a Montevideo el 6 de enero de 1772. En este destino, aunque no pudo llevar a buen término un ambicioso plan de fortificaciones de nueva planta, sí consiguió poner en estado de defensa los fuertes del litoral fluvial rioplatense; esta obra, en la que jugó tanto su pericia como ingeniero como su perseverancia en la consecución de la misma, fue considerada en la lejana Corte como un gran éxito.

Habiendo transcurrido apenas cinco años desde su llegada a la Banda Oriental del Río de la Plata, y tras haber ejercido en varias ocasiones, y aún durante largos períodos, el cargo de gobernador interino de Montevideo, éste le fue otorgado en propiedad por un Real Decreto de 4 de marzo de 1776. Se ha dicho, y Ezequiel Abásolo lo ha demostrado recientemente, que el gobierno de Del Pino en Montevideo puso los cimientos administrativos sociales y económicos de lo que luego sería la Republica Oriental del Uruguay. Fueron sus principales acciones la delimitación del territorio, la creación y asentamiento de poblaciones, el fomento de la actividad económica y la construcción de obras públicas. El 4 de noviembre de 1789, actuó como alférez real en los actos de proclamación del rey Carlos IV en el territorio de su gobernación; acuñándose con tal motivo una Medalla de Plata, que contiene en el anverso la efigie del nuevo Monarca y en el reverso las armas de la ciudad de Montevideo.

Fue también este primer período de su vida en el Río de la Plata muy importante en lo personal para Joaquín. El 17 de junio de 1780 falleció María Ignacia.

Contrajo nuevo matrimonio el 1 de marzo de 1783 con Rafaela de Vera Mújica y López Pintado, de nobilísimo linaje castellano y descendiente de uno de los grandes conquistadores de aquellas tierras: Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba del Tucumán. Una bisabuela paterna de Rafaela, Melchora Arias Montiel, esposa de Antonio de Vera Mújica, gobernador del Tucumán y del Paraguay, tenía, curiosamente, antecedentes familiares en Baena. De este segundo matrimonio, nacieron ocho hijos: Francisco Pío, los gemelos Wenceslao y Miguel, Juana — que casó con el presidente de la República Argentina Bernardino Rivadavia—, Rafael Saturnino, María del Carmen, Mariano Joaquín y Frasquita.

Tras permanecer dieciocho años en Montevideo, un Real Decreto de 21 de marzo de 1789 nombró, al ya brigadier, Joaquín del Pino presidente, capitán general y gobernador de Charcas. Supuso esta designación un notable ascenso en su carrera, pues pasaba a presidir una de las Reales Audiencias indianas en un territorio, además, que había sido vital para la Monarquía en América: el Alto Perú. En su nuevo destino, dos fueron sus principales objetivos: el aseguramiento de la paz pública en un territorio necesitado de ella y procurar la recta administración de justicia por parte de la Real Audiencia. Ambas dedicaciones no supusieron en ningún momento que abandonara su permanente interés por el aumento del bienestar de la población, reformando hospitales, fomentando la instrucción pública y construyendo importantes obras hidráulicas como principales logros. El puente de San Miguel en la ciudad de La Plata fue construido a iniciativa suya. De él destaca el Cabildo de La Plata en carta dirigida al Monarca el 28 de enero de 1793 su “amor a la justicia, desinterés, juicio y afabilidad”. El 4 de septiembre de 1795 fue promovido del Pino al empleo de mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, culminando aquella carrera militar que hacía muchos años y tres reinados había iniciado en Orán.

Un destino americano seguía a otro en la vida de Joaquín. El 19 de octubre de 1797 fue nombrado gobernador y capitán general del Reino de Chile y presidente de su Real Audiencia. En los pocos años que estuvo al frente de aquel territorio —menos de tres— del Pino desarrolló una actividad extraordinaria que se manifestó en tres campos: aseguramiento de costas, saneamiento de aguas y construcciones públicas. Destaca, entre estas últimas, la reparación y mejora de los tajamares que encauzaban las aguas del río Mapocho a su paso por Santiago. También en esta ciudad dio término a la Casa de la Moneda y mandó fundir en honor de Carlos IV una reja para este edificio. Fue célebre el bando de buen gobierno para la ciudad de Santiago que promulgó del Pino el 1 de diciembre de 1799, constituyendo una pieza modélica en su género, que no repite de una manera traslaticia los promulgados por sus antecesores. También en 1799 mandó del Pino acuñar una medalla, esta vez para recordación de su gobierno, en su anverso, rodeando a su escudo de armas, una leyenda con su nombre y sus cargos; en el reverso, a modo de empresa un árbol y sobre éste un león coronado portando una espada y una balanza, al pie un hombre genuflexo de cuya boca sale la leyenda “ad te confugio” y alrededor, en dos líneas continuas, se puede leer: “semper honos nomenque utm laudesque manebunt” y la fecha en números romanos en la exterior, mientras en la interior figura la frase evangélica “ex fructu agnoscitur”. Las tres leyendas tienen mucho que ver con la personalidad y modo de actuar de Joaquín del Pino.

En marzo de 1801 el gobernador del Pino recibió en Santiago la noticia de su designación como virrey de las provincias del Río de la Plata. El 20 de mayo ya estaba en Buenos Aires, tomando solemne posesión de su cargo al día siguiente. Había alcanzado el cargo más honroso de la administración de la Monarquía, ya que el virrey representaba a la persona del Soberano como alter ego del Monarca, correspondiéndole honores que sólo se podían dispensar al propio Rey. Su actividad en el Río de la Plata, pese a lo corto de su mandato, no pudo ser más fructífera.

Así, puso orden en la economía del virreinato, prestando especial atención a la represión del contrabando, tan habitual como dañino por aquellos pagos; defendió las fronteras del dilatado territorio que se encontraba bajo su gobierno; contribuyó a la ordenación urbana de Buenos Aires, con efectos beneficiosos que aún perduran y destacó en el campo de la cultura con la creación de cátedras y el fomento de la imprenta en el virreinato. El 11 de abril de 1804 murió en Buenos Aires el virrey Juan del Pino y Sánchez de Rozas, ejemplo de servidores de la Corona en la América española.

Entre los gobernantes de la América hispana del siglo xviii ocupa un lugar de honor por su ejemplar trayectoria administrativa. Durante treinta y seis años desempeñó importantes puestos en el gobierno de las Indias, significándose en todos ellos por su amor a España, su lealtad a la Corona y su honradez personal.

 

Bibl.: “Los del Pino en el Río de la Plata”, en VV. AA., II Congreso Internacional de Historia de América, t. II, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1938; J. M. Martínez Vivot, Un epistolario virreinal. Cartas familiares de Don Joaquín del Pino y Rozas, VIII Virrey del Río de la Plata, Madrid, Fundación Rafael del Pino, 2001; M. Horcas Gálvez, Joaquín del Pino. Un gobernante español en América, Baena, Ayuntamiento, 2001; J. Barrientos Grandon, “Don Joaquín del Pino y Rozas, Gobernador del Reino de Chile (1799- 1801)”, en Jornadas Virreinales del Río de la Plata, Madrid, Fudación Rafael del Pino, 2002, págs. 57-162; J. M.ª Mariluz Urquijo, “Joaquín del Pino”, en Memoria de las Jornadas Virreinales del Río de la Plata, Madrid, Fundación del Pino, 2003, págs. 29-55; E. Abásolo, Amor al Real Servicio. Don Joaquín del Pino y la organización del Uruguay hispánico, Madrid, Azarosa Gil, L. E., 2006.

 

Feliciano Barrios Pintado