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Gabriel Císcar y Císcar

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Biografía

Císcar y Císcar, Gabriel. Oliva (Valencia), 17.III.1760 – Gibraltar (Cádiz), 12.VIII.1829. Marino, científico y político.

Císcar fue el segundo hijo varón de Pedro Císcar Fernández de Mesa y de Rosa Císcar Pascual, una familia de hidalgos; era sobrino del conocido Gregorio Mayans y Císcar. Estudió en la Escuela de Gramática de Oliva y en el Colegio-Seminario andresiano de Valencia, tras lo cual pasó a la Universidad para estudiar Leyes; pero la abandonó sin completar estos estudios para ingresar, en octubre de 1777, en la recién creada Academia de Guardias Marinas de Cartagena. Embarcó en viaje de prácticas en abril de 1788 y llevó a cabo después diversas misiones, en el escenario de la guerra con Inglaterra; entre otras actividades, participó en el bloqueo de Gibraltar y en la expedición de José Solano a América. Ascendió a alférez de navío en 1782 y al año siguiente, finalizada la guerra, fue requerido para pasar a la Academia de Guardias Marinas de Cartagena con el fin de seguir, junto con otros nueve oficiales, un curso de estudios avanzados.

Los precedentes de este curso, llamado “de Estudios Mayores”, que se estableció en 1783 en las tres Academias de Guardias Marinas, se remontan a la arribada de Jorge Juan a la comandancia de la entonces única Compañía de Guardias Marinas de Cádiz, desde donde reformó los estudios e intentó formar un grupo seleccionado de oficiales de Marina “científicos”, impuestos perfectamente en los principios de la navegación y materias relacionadas con ella, como la Mecánica o la Astronomía. Este tipo de oficiales, de los que él mismo sirvió de primer ejemplo, podrían desempeñar las distintas comisiones científicas necesarias para la Marina y aun contribuir al desarrollo de la navegación. Sin embargo, la iniciativa no tuvo continuidad; en las décadas de 1760 y 1770 se cifró el objetivo en lograr una mayor cantidad de oficiales más que en la calidad de su formación, dado que el creciente auge de la construcción naval demandaba un aumento en el número de integrantes de la Armada, a lo que habría que sumar una cierta insensibilidad por parte del Ministerio hacia ese tipo de formación teórica.

Pero a mediados de la década de 1770, la ausencia de oficiales con esa instrucción superior se dejó ya sentir, tanto más cuanto que los proyectos sostenidos a mediados de siglo para la fundación de una Academia de Ciencias no llegaron a cuajar. La Armada carecía, así, de un organismo de consulta en materias científicas y tecnológicas. Por entonces, además, la navegación había conocido la importante innovación que supuso la introducción de dos métodos para determinar la longitud geográfica del buque en el mar, que hasta entonces había resultado impracticable, el empleo de cronómetros marinos y el conocido como “de las distancias lunares”. Así que, finalizada la guerra con Inglaterra, y en un momento en que era patente la urgencia de controlar las fronteras de los territorios coloniales y las rutas de navegación ante la irrupción de expediciones francesas e inglesas en el Pacífico, se inauguró el mencionado curso. Estos estudios estaban organizados en la Academia de Cartagena por su director Jacinto Ceruti, y se extendieron desde finales de agosto de 1783 hasta mayo de 1786.

Císcar, sin embargo, había estudiado de forma autodidacta, adquiriendo una preparación que hacía superflua su asistencia a dicho curso, tal como informó Ceruti; en su lugar, se le destinó a la enseñanza de la clase de navegación en la Academia.

Nombrado ya ayudante de la Compañía de Guardias Marinas, se le encargó la dirección del segundo Curso de Estudios Mayores en Cartagena, que se desarrolló desde principios de 1785 hasta febrero de 1789. El plan de estudios que propuso en tal ocasión mereció la aprobación unánime de los directores de las tres Academias. En esencia, se trataba de un plan que, sin descuidar los buenos fundamentos matemáticos, estaba volcado hacia la Física, en su doble vertiente teórica y experimental, y hacia la Astronomía.

Los manuales recomendados para la docencia se contaban entre las mejores obras europeas del momento. De esto da fe la lista de las materias sobre las que, finalizado el curso, disertaron los ocho oficiales destinados a él en un certamen público. Sus apartados se referían al Álgebra finita y al Cálculo infinitesimal; a la Mecánica y la Hidrostática, y las aplicaciones a la Construcción naval; a la Óptica y a la Astronomía.

Cuando, en 1807, Manuel Godoy fue designado almirante general de la Armada, se nombró a Císcar capitán de la Compañía de Guardias Marinas de Cartagena y se le encargó la redacción de un nuevo plan de estudios con vistas a la restauración del Curso de Estudios Mayores, que había sido interrumpido en 1793 a causa de la guerra con Francia. Finalizó la elaboración de este plan al año siguiente, pero la situación política impidió su puesta en práctica.

Entre tanto, Císcar se había casado en Cartagena, en septiembre de 1787, con Ana Agustina, hija de Félix Berenguer de Marquina, quien fue más adelante capitán general de Filipinas. Tuvieron siete hijos, de los cuales sólo dos alcanzaron la mayoría de edad. En abril de 1788 se le nombró director de la Academia, y con ello primer profesor de Matemáticas, puesto en el que permaneció diez años. Para la enseñanza redactó tres libros de texto dedicados, respectivamente, a la Aritmética (1795), a la Cosmografía (1796) y a la Trigonometría esférica (1796). Su obra docente principal, sin embargo, iba a ser el Curso de Estudios elementales de Marina. Cuando, a partir de 1790, la Armada asumió el control de las enseñanzas impartidas en todas las escuelas de navegación del país, estableciendo un plan de estudios obligatorio, comenzó a dejarse sentir la necesidad de un manual elemental, pero completo, que cubriese estas materias y fuese de uso general. La capacidad didáctica mostrada por Císcar en la redacción de los textos destinados a la Academia de Cartagena motivó que se le encomendase su redacción. En principio estaba previsto que la obra constase de seis tratados (Aritmética, Geometría, Cosmografía, Pilotaje, Maniobra y Artillería y Táctica naval), pero sólo se publicaron los cuatro primeros. Éstos vieron la luz, en dos volúmenes, en 1803; su enseñanza fue declarada obligatoria en 1805. La minuciosidad de Císcar no dejó nada al azar, y en tal ocasión complementó el Curso con una Exposición en la que detallaba el método que se debía seguir en su docencia. Reeditado en 1811, el Curso conoció en total siete ediciones, la última en 1873. Como prolongación de esta obra se le había encomendado también la redacción de un texto de nivel superior, acomodado a los conocimientos que se habían impartido en el Curso de Estudios Mayores y destinado a aquellos oficiales que quisieran ampliar su formación. Pero este último tratado, si es que llegó a escribirse, no vio la luz, y de él no se conocen rastros.

Císcar fue un reconocido admirador de la obra de Jorge Juan. Incluyó el estudio de su Examen marítimo (1771) en el Curso de Estudios Mayores que dirigió en Cartagena y, en el certamen con el que se cerró dicho curso, en 1789, anunció que se hallaba trabajando en la revisión y actualización de esta obra. Nombrado capitán de fragata en ese año, se le estimuló a rematar el trabajo, para lo que se le eximiría de sus tareas docentes a fines de diciembre de 1791. En 1793 se publicó su edición anotada del primer volumen del libro de Juan. Éste no era sólo un tratado de Mecánica: presentaba la particularidad de haberse redactado con vistas a su aplicación a la construcción naval (objeto del segundo volumen), constituyendo en este sentido una obra singular de lo que podría denominarse “mecánica para ingenieros”, cuya revisión y actualización requería una buena dosis de investigación. De modo que las anotaciones, correcciones y adiciones de Císcar, muy extensas, casi equivalieron en la práctica a la redacción de un nuevo tratado. Estas anotaciones, junto con las que incorporó P. Levêque a la edición francesa del Examen en 1783, serían insertadas en la edición italiana que vio la luz en 1819.

Este trabajo consagró su reputación como científico, pero no fue el único. A finales del siglo XVIII, el método llamado “de las distancias lunares” para la determinación de la longitud en el mar, pues se basaba en la observación del movimiento de la luna sobre el trasfondo de las estrellas fijas, se estaba difundiendo ampliamente entre el conjunto de los navegantes españoles. Más que de un método habría que hablar de varios, pues se habían propuesto distintos procedimientos para simplificar los cálculos, bastante largos, que comportaba su aplicación (proceso que se denominaba “despejar la distancia”). En 1798, F. López Royo publicó una Memoria sobre dichos métodos, en la que sugería un procedimiento gráfico, basado en el empleo de escalas. Esta idea fue recogida y desarrollada por Císcar en un Apéndice a la Memoria.

Convertido en defensor de la utilidad de este tipo de procedimientos, abundó en su estudio en su obra Explicación de varios métodos gráficos..., publicada en 1803, y de nuevo en 1806, sugiriendo en esa ocasión la manera en que se podía adaptar el método desarrollado por J. Luyando. Con todo, el procedimiento que finalmente alcanzó una muy amplia aceptación, también a escala internacional, fue el que, basado en el empleo de tablas, desarrolló J. de Mendoza y Ríos.

Entre las actividades científicas de Císcar destaca también su participación en la elaboración del sistema métrico decimal, algo de lo que se sentiría orgulloso el resto de su vida. La necesidad de un conjunto unificado de medidas, de utilización lo más amplia posible, era ya urgente a finales del siglo XVIII, por obvias razones políticas y económicas —también científicas, al haberse desarrollado la experimentación cuantitativa en la segunda mitad del siglo—. En ese momento estaba claro que el nuevo sistema debía ser decimal, para facilitar los cálculos, y contar con patrones basados en la naturaleza, para que tuviesen un carácter universal y fuesen aceptables para todos por encima de los patrones empleados en las distintas regiones y países. El escenario revolucionario francés, con su espíritu reformista, constituyó el marco del proyecto.

Cuando, en 1798, se intentó extenderlo internacionalmente, se invitó a acudir a París a representantes de las naciones entonces neutrales o aliadas, una reunión que se califica en ocasiones como el primer congreso científico internacional. Por parte española el Ministerio de Marina designó a Císcar, aunque poco después el Ministerio de Estado nombró además a otro comisionado, el matemático Agustín de Pedrayes, quien había sido profesor de esta disciplina en el Real Seminario de Nobles.

Císcar llegó a París el 7 de octubre de ese año de 1798, y se integró pocos días después en una comisión destinada a examinar los trabajos efectuados para la determinación de los patrones, llevar a cabo los cálculos definitivos y dirigir la confección de los prototipos. Dividido el trabajo en subcomisiones, Císcar intervino en la encargada de fijar la longitud definitiva del metro —tal como se definió entonces, la diezmillonésima parte del cuadrante de un meridiano terrestre— a partir de las medidas del arco de meridiano entre Dunkerque y Barcelona que habían efectuado los astrónomos franceses P. D. Méchain y J. B. Delambre. Los trabajos finalizaron con la presentación oficial de los nuevos patrones el 22 de junio de 1799, aunque la comisión todavía prolongó sus reuniones durante el mes de julio. Císcar remató su estancia en París ocupándose de supervisar la confección de cuatro juegos adicionales de los nuevos patrones —como comisario ya había recibido uno— y la construcción de cuatro péndulos. La longitud del péndulo que bate segundos a la latitud de 45º había constituido la primera propuesta para el patrón de longitud, pero su determinación fue considerada menos exacta que la de la unidad obtenida a través de la medida del arco. Esta longitud del péndulo que bate segundos, variable con la latitud —y aun distinta en diferentes lugares por las irregularidades locales de la fuerza de gravedad—, está relacionada con el achatamiento de nuestro planeta por los polos y, por tanto, con las mediciones geodésicas, por lo que su determinación a distintas latitudes constituía un atractivo proyecto de investigación sobre la figura de la Tierra en el que Císcar se interesó, llegando a efectuar algunas mediciones.

A su regreso a Madrid, Císcar recibió la Orden de Carlos III y publicó una Memoria para dar a conocer, con el objeto de su divulgación, los nuevos patrones. En ella defendía la racionalidad del recién determinado sistema y proponía nombres castellanos para sus unidades. La cuestión no dejaba de ser importante porque, consideraciones lingüísticas aparte, una nomenclatura mal aceptada podía complicar la ya de por sí muy difícil implantación en la vida pública de un nuevo conjunto metrológico. Bajo estas consideraciones, aun prefiriendo los términos procedentes del griego y del latín, propuso otros con cierto parecido a las viejas medidas. Sugirió para el metro la denominación de “vara decimal” o “medidera”; para el litro, la de “unera”, “celeminillo” o “azumbre decimal”, y para el kilogramo, la de “unal” o “libra decimal”. De hecho, la implantación del sistema métrico no se legisló en España hasta 1849, teniéndose que reiterar su obligatoriedad en 1892 —en Francia se suspendió en 1812 y no se restauró hasta 1837—. Entre tanto, durante el Trienio Liberal se resucitó la idea, y Císcar volvió sobre el tema en unos Apuntes publicados en 1821, aunque en esta ocasión adoptó ya, castellanizándola, la nomenclatura francesa.

Cuando se tuvo conocimiento por la Gaceta de Madrid de las abdicaciones de Bayona, el 23 de marzo de 1808, el pueblo de Cartagena se sublevó a favor de Fernando VII. Se instituyó una Junta Gubernativa, formada por autoridades civiles y militares y por representantes del pueblo, de la que Císcar formó parte. También figuró en la Junta de Guerra que se constituyó unos días después. Tras su dedicación a la ciencia, comenzaba ahora una carrera política como liberal moderado, que le llevó a ocupar cargos cada vez más elevados. Formó parte de la Junta General Militar, creada en el seno de la Junta Central. A fines de febrero de 1809 fue ascendido a jefe de Escuadra y pasó a integrarse en el recién formado Supremo Consejo de Guerra y Marina, pero pocos días después tuvo que desplazarse a Cartagena al ser nombrado gobernador militar y político de esa ciudad. El 10 de enero de 1810 fue nombrado ministro de Marina, cargo en el que figuró hasta el 23 de octubre del año siguiente, aunque durante todo este tiempo permaneció en Cartagena y no llegó a tomar posesión del mismo. Su cese fue seguido por un nuevo nombramiento como miembro del segundo Consejo de Regencia, junto con el general Blake, entonces jefe del Ejército del Centro, y el marino Pedro Agar, comandante de las Compañías de Guardias Marinas. Ocupó el cargo hasta que, en enero de 1812, fue cesado el Consejo. Pasó a integrarse entonces en el Consejo de Estado y, a partir del 8 de marzo de 1813, formó parte de la cuarta Regencia, junto con Pedro Agar y el cardenal Luis de Borbón.

Napoleón, presionado por los resultados de la guerra contra la coalición, decidió abandonar el teatro de operaciones español y apoyar la restitución de Fernando VII. Con tal fin, el 11 de diciembre de 1813 firmó con él un tratado de paz en Valençay. De acuerdo con la legislación entonces vigente, emanada de las Cortes, la Regencia se negó a ratificar este tratado, pues Fernando VII aún no había abandonado Francia y no había prestado juramento ante las Cortes.

Por otra parte —sin contar con los perjuicios que le habían sobrevenido a la nación española por sus pactos con Francia—, la situación política del momento aconsejaba no romper la alianza con Inglaterra a favor de un acuerdo con Napoleón. Fernando VII cruzó la frontera el 13 de marzo siguiente, recibiendo adhesiones y preparando la toma del poder absoluto, lo que consiguió con el golpe de Estado anunciado en un Real Decreto fechado el 4 de mayo, pero que no fue difundido hasta el 11. Las Cortes y su legislación fueron anuladas y los liberales perseguidos, abriéndose una etapa de oscurantismo. En la madrugada del día 11, Agar y Císcar fueron detenidos. En un primer momento no se hallaron motivos para procesar a Císcar y éste fue desterrado a Murcia, aunque a petición propia se cambió esta ciudad por Cartagena.

Entre tanto se fueron preparando los cargos, y Císcar fue detenido el 29 de octubre y trasladado a Madrid, donde fue acusado —como por lo demás lo fueron otros liberales— de una serie de cargos de índole política urdidos con poco fundamento. El día 15 de diciembre fue finalmente condenado por el Rey a destierro en su ciudad natal de Oliva, en la que residió hasta 1820. En el intervalo falleció su esposa Ana Agustina, en mayo de 1816, y Císcar contrajo segundas nupcias al año siguiente con Teresa Císcar de Oriola, con quien tuvo dos hijas.

Como consecuencia del pronunciamiento liberal de 1820, Císcar, que vivía retirado de la política, fue nombrado, el 18 de marzo de ese año, consejero de Estado. El 17 de junio de 1820 ascendió a teniente general, lo que significaba la culminación de su carrera en la Armada, y el 6 de noviembre, al cumplir los requisitos para ello, obtuvo la Gran Cruz de San Hermenegildo. En aquellos años su salud comenzó a resentirse; por este motivo, en diciembre de 1820 tuvo que regresar a Oliva, donde permaneció casi un año. Su renuncia al cargo, presentada en esa ocasión, no fue atendida.

La intervención militar francesa —los Cien Mil Hijos de San Luis— enviada para restaurar el poder de Fernando VII encontró poca oposición en su avance, y las Cortes, llevando consigo al Rey, tuvieron que trasladarse a Sevilla. Ante la negativa del Monarca a pasar desde allí a Cádiz, donde las Cortes esperaban poder renovar la resistencia de la Guerra de la Independencia, se declaró que Fernando VII se encontraba en un estado de enajenación transitoria y se nombró un Consejo de Regencia en el que de nuevo participó Císcar, esta vez junto a Cayetano Valdés y Gaspar Vigodet. La Regencia, realmente efímera —del 11 al 15 de junio— sólo se ocupó de disponer el traslado del Rey a Cádiz. De todos modos, esto no sirvió de gran cosa, pues la ciudad fue sitiada y, ante la imposibilidad de resistir, las Cortes tuvieron que pactar con el Rey. Tras retomar el poder, Fernando VII hizo caso omiso de sus promesas y los liberales fueron duramente perseguidos. Un incrédulo Císcar se enteró por los mandos militares franceses de su condena a muerte, y pudo salvarse gracias a que éstos simularon su arresto y lo trasladaron a un buque inglés, que el 7 de octubre lo llevó a Gibraltar.

Desde Gibraltar, Císcar hizo varias gestiones, primero ante las autoridades militares y luego ante el mismo Rey, reivindicando sus actuaciones, siempre movidas por su sentido del deber, y solicitando que se le permitiese el regreso; pero no obtuvo respuesta. En mayo de 1824 se promulgó finalmente una amnistía, pero, como miembro de la última Regencia, Císcar quedó excluido. Una nueva defensa presentada ante la Audiencia de Sevilla sólo tuvo por resultado que, el 20 de abril de 1825, se le condenase nuevamente a muerte, condena que confirmó el Rey en noviembre del año siguiente.

Císcar pudo subsistir en Gibraltar gracias a una modesta pensión de 1.000 reales mensuales que le ofreció el duque de Wellington, con quien había trabado buenas relaciones con ocasión del tratado de Valençay.

Durante este último exilio, abandonada la política, publicó en 1825 unos Ensayos poéticos y, tres años después, un Poema Físico-Astronómico, en tono didáctico, en el que reflejó los conocimientos del momento en estas materias y la contribución a ellos de los científicos más importantes. Destaca, en este poema didáctico, su esfuerzo por crear un vocabulario científico en castellano, desterrando los galicismos y recogiendo así en cierto modo, un cuarto de siglo después, los objetivos que le guiaron en relación con la nomenclatura del sistema métrico. Fue su última obra. No resignado al exilio, que consideraba injusto, separado de su familia y con el sentimiento de que su honor había sido mancillado, su salud se fue deteriorando hasta que finalmente, el 12 de agosto de 1829, le sobrevino la muerte, que se atribuyó a “consunción”, a los sesenta y nueve años de edad. Reivindicada posteriormente su memoria, sus restos fueron trasladados en 1860 al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz), donde reposan en la actualidad.

 

Obras de ~: Discurso que en los certámenes públicos de los oficiales que han concluído el curso de estudios mayores en el Departamento de Cartagena, leyó el Teniente de Navío D. ~ el día 11 de febrero de 1789, Murcia, 1789; Examen Marítimo teórico y práctico o Tratado de Mecánica aplicado a la construcción, conocimientos y manejo de los navíos y demás embarcaciones, por D. Jorge Juan. Edición 2.ª aumentada con una exposición de los principios del cálculo, notas al texto y adiciones, por ~, Madrid, 1793, t. I; Tratado de Aritmética para la instrucción de los Guardias Marinas, Murcia, Imprenta de Manuel Muñiz, 1795 (2.ª ed., Madrid, 1803); Tratado de Cosmografía, para la instrucción de los Guardias Marinas, Cartagena, Oficina de Marina de este Departamento, 1796 (siete eds. sucesivas hasta 1860, esta última adicionada por C. Fernández Duro); Tratado de Trigonometría Esférica para la instrucción de los Guardias Marinas, Cartagena, Oficina de Marina de este Departamento, 1796; “Apéndice en que se explica un método gráfico para corregir las distancias de la Luna a otro astro, y se deducen de él algunas consecuencias”, en F. López Royo, Memoria sobre los métodos de hallar la longitud en la mar por las distancias lunares, Madrid, 1798, págs. 53-91; Memoria elemental sobre los pesos y medidas decimales fundados en la naturaleza, Madrid, Imprenta Real, 1800 (2.ª ed. en Madrid, 1803); Explicación de varios métodos gráficos para corregir las distancias lunares con la aproximación necesaria para determinar las longitudes en la mar y para resolver otros problemas interesantes de la astronomía náutica, Madrid, Imprenta Real, 1803; Curso de estudios elementales de Marina, escrito por orden de S. M. (t. I: Aritmética; t. II: Geometría; t. III: Cosmografía; t. IV: Pilotaje), Madrid, Imprenta Real, 1803 (diversas eds. hasta 1873); Exposición del método que conviene observar en la enseñanza del curso elemental de estudios de marina en las escuelas náuticas secundarias, s. l., [1805]; “Discusión sobre las longitudes de algunos puntos en que se observó el eclipse de Sol del 11 de febrero de 1804”, en Almanaque Náutico para el año 1806 (1805), págs. 175-177; “Consecuencias que se deducen de las observaciones con el péndulo invariable. Por D. ~ brigadier de la Real Armada”, en Memorias del Depósito Hidrográfico (1807), págs. 190-212 (también en J. espinosa y Tello, Memorias sobre las observaciones astronómicas hechas por los navegantes españoles en distintos lugares del globo, Madrid, Imprenta Real, 1809, 2 vols.); “Ventajas de una nueva braza, comprendida seis millones de veces en el cuadrante del meridiano”, en Almanaque Náutico para el año 1810 (1807), págs. 152-154; “Darstellung der im Laufe einer Welt-Umsegelung von der spanischen Korvette “Descubierta” und “Atrevida” in Europa, America, Asia, dem stillen Ocean und in New-Holland Gemackten Pendel- Beobachtungen”, en Correspondence du Baron Von Zach, 25 (1812), págs. 467-471; Apuntes sobre medidas, pesos y monedas, que pueden considerarse como una segunda parte de la Memoria elemental sobre los nuevos pesos y medidas decimales, fundados en la naturaleza, publicada en 1800, Madrid, Imprenta Real, 1821; Ensayos poéticos, Gibraltar, Librería Militar, 1825; Poema Físico-Astronómico en seis cantos, divididos en artículos, Gibraltar, Librería Militar, 1828 (publ. y anotado por M. Lobo, Madrid, M. de Rivadeneyra, 1861).

 

Bibl .: R. del Solar y Vives, Apuntes para la vida del Excmo. Sr. D. Gabriel Císcar y Císcar, almirante de la Armada, regente del reino, Valencia, Doménech, 1926; J. B. Robert, “El teniente general de la Armada don Gabriel Císcar y Císcar (1760-1829)”, en Revista General de Marina, 158 (1960), págs. 279-289; J. M.ª Núñez Espallargas, “Gabriel Císcar y su Poema Físico-Astronómico”, en Llull, 8 (1985), págs. 47- 64; A. Lafuente y M. A. Sellés, El Observatorio de Cádiz (1753-1831), Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1988, págs. 236-241; J. Segura Obrero, “Aportaciones al estudio de un marino ilustre: Don Gabriel de Císcar y Císcar”, en Revista de Historia Naval, año VII, n.º 25 (1989), págs. 89-100; A. E. Ten, “El sistema métrico decimal y España”, en A. E. Ten (comp.), La Revolución Francesa y la ciencia española, número monográfico de Arbor, CXXXIV (1989), págs. 101-121; VV. AA., Academia de Cultura Valenciana, serie Histórica, n.º 4 (1989); J. F. López Sánchez y M. Valera Candel, “Métodos gráficos de corrección de las distancias lunares. Introducción a los métodos de Gabriel Císcar (1760- 1829)”, en M. Valera y C. López Fernández (eds.), Actas del V Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Murcia, DM y PPU, 1991, vol. 3, págs. 1928- 1943; J. L. Peset, “Gabriel Císcar y el sistema métrico decimal”, en Instituto de Historia y Cultura Naval (ed.), La Escuela Naval Militar en el cincuentenario de su traslado, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1993 (Cuadernos monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, 21), págs. 39-47; J. F. López Sánchez y M. Valera Candel, “Gabriel Císcar en el Congreso de unificación de pesas y medidas de París de 1798”, en Asclepio, XLVI (1) (1994), págs. 3-25; E. la Parra López, El Regente Gabriel Císcar. Ciencia y revolución en la España romántica, Madrid, Compañía Literaria, 1995; J. Gutiérrez Cuadrado y J. L. Peset, Metro y kilo: El Sistema Métrico Decimal en España, Madrid, Akal, 1997; M. A. Sellés, Navegación astronómica en la España del siglo XVIII, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2000, págs. 237-239 y 282-288.

 

Manuel Sellés

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