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Víctor Hernández y Fernández

Biografía

Hernández y Fernández, Víctor. ?, 12.IV.1844 – Madrid, 1.III.1899. Teniente coronel de Ingenieros.

Procedía del arma de Infantería, en la cual ingresó como cadete el 8 de enero de 1860, distinguiéndose por su aplicación, gracias a lo cual fue nombrado sargento segundo alumno al terminar el 3er. semestre de estudios y promovido a subteniente el 1 de julio de 1862, con destino al regimiento de Borbón. Un año más tarde fue baja en este cuerpo por pase a la Academia especial de Ingenieros de Guadalajara, donde tuvo entrada en septiembre de 1863 y de la que salió con el empleo de teniente el 18 de agosto de 1870.

Destinado al 2.º regimiento del arma, estuvo con su compañía de guarnición en Tarragona primero y en Zaragoza y Madrid después, y tomó parte en los sucesos ocurridos en la capital en la noche del 11 de diciembre de 1872, contribuyendo al restablecimiento del orden, gravemente amenazado en aquella fecha.

A principios del año 1873 pasó con su batallón a formar parte del Ejército del Norte, en el marco de la Tercera Guerra Carlista, ocupándose en trabajos de fortificación, en el servicio de vigilancia de la vía férrea desde Vitoria a Zumárraga y en la reparación de las líneas telegráficas. Estuvo en la acción que el entonces brigadier Ignacio María del Castillo sostuvo en febrero contra la facción capitaneada por Iturbe y, cuando a fines del siguiente mes, al producirse la proclamación de la Primera República, se vio gravemente perturbada la disciplina de las fuerzas que componían la columna, Hernández acudió a ponerse a la cabeza de sus fieles soldados, con los cuales, y en unión de otros, logró reducir a la obediencia a las tropas sublevadas.

Reorganizadas las tropas de Ingenieros y formado el 4.° Regimiento, con él continuó, integrado en la columna Castillo y más tarde de la del brigadier Loma, con la cual asistió a la acción de Jaraspi, sostenida el 13 de abril de 1873 contra las facciones navarras mandadas por Dorregaray, mereciendo, en recompensa del mérito que en ella contrajo, el grado de capitán de Ejército (los oficiales de Ingenieros, Artillería y Estado Mayor podían ascender en tres escalas: la de su Cuerpo, por antigüedad, y por méritos en las de grado del Ejército, y efectivo en el mismo). Poco después (en agosto de aquel año) obtenía la Cruz roja de 1ª clase y luego el empleo efectivo, por distintos servicios prestados en acciones de guerra.

Posteriormente se halló en el sitio de Tortosa, en las acciones de Villabona, Oriamendi, Oyarzun, Zubieta, Usurbil y Velavieta, por la última de las cuales se le concedió el grado de comandante de Ejército. A petición propia fue agregado a la compañía de Ferrocarriles, que formaba parte del ejército que, al mando del duque de la Torre, iba en socorro de la plaza de Bilbao y a la vanguardia de una de las columnas que atacaron las formidables posiciones de San Pedro Abanto, siendo gravemente herido el 27 de marzo de 1874. Su valiente proceder era consignado en la orden general del Ejército y recompensado con el empleo efectivo de comandante del Ejército.

Por otro lado, la gravedad de su herida no le permitió en más de dos meses salir del hospital de Castro-Urdiales y, una vez en Madrid, en cuya Subinspección del Cuerpo había sido destinado, no pudo en el resto del año y en la mitad del siguiente prestar servicio alguno, por impedírselo el mal estado de salud en que se encontraba.

Ascendido a capitán del Cuerpo por antigüedad el 30 de junio del 75, desempeñó el cargo de jefe del detall de los Talleres y sirvió en la Subinspección de Castilla la Nueva, hasta que, en junio del 76, marchó a encargarse interinamente de la Comandancia de Toledo, destino que continuó desempeñando no obstante sus ascensos a comandante (12 de agosto de 1885) y teniente coronel (17 de mayo de 1893), en ambos casos del Cuerpo de Ingenieros.

El trabajo desarrollado en la imperial ciudad fue de gran importancia, gracias a su inteligencia y su talento artístico, puestos a prueba en la difícil empresa de restauración del alcázar, desde el momento en que se encargó de la dirección de las obras en diciembre de 1876.

El buen gusto del teniente coronel Hernández se puso de relieve en multitud de ocasiones, ya en la restauración de las “basas” de las columnas del hermoso patio, en la construcción de los elegantes artesonados de las galerías, en la decoración de la cámara real y en otros varios trabajos, tales como la composición y dibujo de las rejas y verjas, que alcanzó unánimes elogios de la Academia de Bellas Artes.

Cuando la restauración del alcázar llegaba a su término, un violento incendio, ocurrido el 9 de enero de 1887, destrozó en pocas horas, y por tercera vez, tantas riquezas artísticas como en él había, dejando solamente en pie los muros, la escalera principal y la arquería del patio. Consignado un nuevo crédito para la restauración, prosiguió el teniente coronel

Hernández su labor, que mereció ser recompensada con el grado de coronel del Ejército, primeramente, y con la cruz blanca del Mérito Militar pensionada, después.

Además de las condecoraciones reseñadas anteriormente, poseía la Cruz de la Real Orden de San Hermenegildo y las Medallas de Bilbao y de la Guerra Civil, 1873 y 1874.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia (AGMS), Exps. Personales.

Estados (Escalillas) del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, 1871-1899; “Necrologías”, en Revista del Memorial de Ingenieros, 54, 3 (marzo de 1899), págs. 80-82; J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño

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