Aparici y Biedma, José. Valencia, 22.II.1824 – Madrid, 31.VIII.1894. Militar, mariscal de campo, procedente de ingenieros.
Era hijo del brigadier de ingenieros José Aparici y García, autor de la importante “Colección Aparici”. Ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara el 29 de agosto de 1838, cuando estaba sirviendo en el Regimiento de Infantería “Almansa”, en la clase de cadete desde el 6 de mayo de 1836. Al salir de la Academia el 12 de agosto de 1842 una vez completados sus estudios, se le destinaba al entonces único Regimiento de Zapadores Minadores, con el que tomó parte al siguiente año en el sitio de Sevilla, en rebelión contra la regencia del general Espartero, donde construyó dos baterías y un puente, poniendo en estado de defensa el convento de San Benito.
En 1844 estaba en el Archivo Nacional de Simancas, formando parte de la comisión de Historia del Arma, presidida por su padre el general Aparici. En 1845, por una real orden, era comisionado para estudiar en París el servicio interior de los regimientos de Infantería franceses y los ejercicios y aparatos gimnásticos, que eran dirigidos y realizados por el coronel español Amorós. Este último era un militar “afrancesado” que se tuvo que exiliar a Francia después de la Guerra de la Independencia, donde estableció varios gimnasios y un método de realizar los ejercicios, que adquirió un gran prestigio por toda Europa. Aparici aprendería la teoría y práctica gimnástica en el establecimiento del citado coronel Amorós, regresando en octubre de 1846 a Guadalajara, donde fundó en el Regimiento de Zapadores Minadores un gimnasio siguiendo lo aprendido en Francia. Finalmente, en 1847, el Gimnasio Central de Guadalajara abrió las puertas y Aparici se encargó de su dirección de forma ininterrumpida hasta el 20 de junio de 1856 en que ascendía a comandante del Cuerpo. También en el citado año de 1847 estableció en el Regimiento de Ingenieros un parque contra incendios, al tiempo que se encargaba del mando de la Sección de Zapadores jóvenes, organizada por iniciativa del ingeniero general Antonio Remón Zarco del Valle, con la idea de crear un plantel de donde salieran no solamente buenos cabos y sargentos, sino incluso celadores y conserjes instruidos.
En 1849, publicó una breve memoria titulada Manual del zapador bombero y en 1852 fue nombrado director del parque de incendios (que él había creado) de Guadalajara. En ese mismo año vio la luz otra de sus obras, Instrucción para la enseñanza de la gimnástica en los cuerpos de tropas y establecimientos militares, con la intención de implantarlas en el Ejército español. Este texto, por real orden de 16 de diciembre de 1885, fue declarado texto oficial para los primeros gimnasios militares. Aparici también tradujo al castellano la Instrucción práctica para la enseñanza elemental de la natación en el ejército y posteriormente, unas Lecciones elementales de fortificación, además de numerosos trabajos en la revista Científico-Militar.
Durante su estancia en Melilla, a partir de 1856, realizó el proyecto y la construcción de una torre vigía de planta cuadrangular de dos plantas, que posteriormente haría la función de faro hasta la construcción del faro actual en la isla de Isabel II. También redactó un informe, con fecha 28 de febrero de 1857, totalmente contrario al abandono de las islas Chafarinas. Reiteraba sus críticas a las fortificaciones realizadas hasta el momento, así como la inexistencia de puerto, puesto que la idea central de Aparici era que “el puerto de Melilla está en Chafarinas”. Como consecuencia de este informe, el ingeniero general ordenaba a Aparici, el 7 de agosto de 1857, iniciar un nuevo proyecto de defensa de las islas, respondiendo Aparici con una memoria de obras que firmó el 23 de septiembre del mismo año. Una de las primeras preocupaciones de Aparici fue computar la mano de obra necesaria para su proyecto (en esa mano de obra contaba con confinados), así como la previsión de su alojamiento y los servicios necesarios para su estancia en las islas. En consecuencia, planteaba un nuevo cuartel de confinados, edificio, que, una vez terminadas las obras, podría servir para ubicar los talleres y maestranza de Ingenieros. Otro de los problemas fundamentales era la previsión del agua necesaria para las obras. El único sistema viable era traer agua en barcos a un alto coste o bien hacer aljibes nuevos que permitieran utilizar el agua de lluvia, descartando el uso del agua salobre. De los aljibes, señalaba Aparici que existía uno y otros dos en construcción, en los que faltaba solamente revestir las paredes y hacer las bóvedas, con lo que podría almacenarse agua suficiente.
En cuanto a las fortificaciones de la isla de Isabel II se limitaban a lo proyectado anteriormente: las dos baterías de la Conquista y la de Isabel I, la batería de Piles y la muralla de la zona este/sureste de la isla. El puerto sería una parte importante del plan de defensa de Aparici, al estar convencido de que, sin un nuevo puerto, el sistema defensivo sería inútil. En 1859 se redactaba un ambicioso nuevo proyecto debido a los ingenieros Juan Manuel Lombera y José María Aparici. De haberse llevado a cabo hubiera permitido contar hoy con uno de los conjuntos fortificados más interesantes del siglo XIX, basado en el sistema de fortificación poligonal con casamatas flanqueantes.
En 1859 pasó de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, nuevamente al Regimiento de Zapadores Minadores. Con su unidad, y al mando de una media brigada, en ese mismo año formó parte del ejército expedicionario de África (Guerra de África, 1859-1860). En el transcurso de la campaña, destacó en numerosas acciones como las batallas de Castillejos, Tetuán y Wad-Rass, acciones en las que obtuvo como recompensa a su valor en el desempeño de sus trabajos facultativos, dos Cruces de San Fernando de 1ª Clase y la Encomienda de Isabel la Católica.
Ascendido a teniente coronel de Ingenieros el 15 de junio de 1860, al crearse en ese año el 2º Regimiento de Zapadores Minadores, pasó destinado al mismo y, al ser promovido a coronel del cuerpo el 21 de julio de 1864, fue nombrado jefe de la Comandancia de Ingenieros de Madrid. En 1874 ascendía a brigadier de Ingenieros con destino en la dirección general del Cuerpo, pero conservando la dirección de las obras del palacio de Buenavista (Madrid), que hasta ese momento haba ejercido. En 1886 ascendió a mariscal de campo, siendo destinado como jefe de la dirección-subinspección de Castilla la Nueva, cargo en el que permaneció hasta su pase a la reserva en marzo de 1892.
Formó parte, durante muchos años, de la Junta Directora del Memorial de Ingenieros, primero como vocal, y posteriormente como presidente. Publicó numerosos trabajos en la Revista Científico-Militar y en el Memorial de Ingenieros.
Obras de ~: Manual completo del zapador bombero o lecciones teórico prácticas para la extinción de los incendios, Madrid, Imprenta Nacional, 1840; Lecciones teórico-prácticas para la extinción de los incendios, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1849; Instrucción para la enseñanza de la Gimnasia en los cuerpos de tropas y establecimientos militares, Madrid, Rivadeneyra, 1852; Lecciones elementales de fortificación de campaña [...], Madrid, 1864; Nuevos estudios sobre el equilibrio de Bóvedas, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1880; Organización del servicio de incendios en América, París y Madrid, Madrid, Moreno y Rojas, 1883; C. Promis, Vida de Francesco de Giorgio Martini, Arquitecto é Ingeniero militar del siglo XV, trad. de ~, Madrid, Fortanet, 1883; “Programa para proyecto de edificios militares”, en Revista del Memorial de Ingenieros, Madrid, 1884.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia, Exps. personales; Instituto de Historia y Cultura Militar, Colección Aparici.
J. Almirante, Bibliografía Militar de España, Madrid, 1876; Boletín de la Real Academia de la Historia (Publicaciones periódicas), 5 (1884); “Necrologías”, en Memorial de Ingenieros del Ejército, Revista mensual, septiembre de 1894; M. Ponce Ortiz de Insagurbe, “Las fuentes documentales para el estudio de la historia de la construcción militar de los siglos XVIII y XIX” en Actas del Tercer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Sevilla, 26-28 octubre 2000, Madrid, Instituto Juan de Herrera – CEHOPU - Universidad de Sevilla, 2000, págs. 859-868; J. Carrillo de Albornoz y Galbeño, “Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando pertenecientes al Arma de Ingenieros”, en Memorial de Ingenieros (Madrid), n.os 63-66 (2001-2002); R. Fernández Sirvent, “Memoria y olvido de Francisco Amorós y de su modelo educativo gimnástico y moral”, en Revista Internacional de Ciencias del deporte, vol. III, año III, nº 6 (2007), págs. 24-41; A. Bravo Nieto, “Fortificaciones y Arquitectura Militar de las Islas Chafarinas durante el siglo XIX”, en Aldaba, 37 (2013), págs. 221-262.
Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño