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Trojano Francesco Acquaviva d'Aragona y Spinelli

Biografía

Acquaviva d’Aragona y Spinelli, Trojano Francesco. Atri (Italia), 24.II.1694 – Roma (Italia), 20.III.1747. Cardenal y diplomático.

Hijo de Giangirolamo Acquaviva d’Aragona, XV duque de Atri (1663-1709) y de Leonor Cecilia Spinelli (1660-1710). Perteneciente a una ilustre familia de antigua estirpe aragonesa, asentada en el Reame napolitano, fiel desde muy antiguo al servicio de España, a la que representaron en Roma como embajadores.

Un tío de Trojano, Francesco Acquaviva, había sido nuncio en España al fin del reinado de Carlos II, cardenal más tarde y embajador de Felipe V ante el papa Clemente XI.

Trojano Francesco Acquaviva d’Aragona llegó a Roma llevado por su padre en 1708, cursó los estudios eclesiásticos y se adscribió prontamente al servicio de la Santa Sede. En 1713 Clemente XI lo despachó a España para llevar la birreta cardenalicia al arzobispo de Sevilla, Manuel Arias y Porres. A los veintisiete años fue nombrado vicedelegado papal en Bolonia y seguidamente gobernador de Ancona (3 de julio de 1721). Fue ordenado de presbítero y en 18 de abril de 1729 Benedicto XIII lo consagró obispo de Filipópolis en Arabia in partibus infidelium, luego lo nombró su camarero y más tarde prefecto de los Palacios Apostólicos, cargo en que fue confirmado por Clemente XII. Éste lo nombró (14 de agosto de 1730) arzobispo de Larissa (también in partibus) y asistente al solio pontificio. Finalmente le concedió la púrpura cardenalicia en la cuarta promoción de su pontificado, habida en el consistorio de 1 de octubre de 1732, con el título de los Santos Quirico y Julita (17 de noviembre de 1732), luego trasladado al de Santa Cecilia (17 de enero de 1733). Perteneció a las congregaciones del Concilio, del Consistorio, de la Consulta y de la Fábrica de San Pedro.

En 1732, en el curso de las pretensiones a la sucesión de los Estados de Italia por parte de Carlos de Borbón (futuro Carlos III de España), cuyo partido resueltamente adoptó, éste lo nombró desde Florencia y luego desde Parma su representante en la Santa Sede. Mediante su valioso intermedio, Carlos obtuvo del papa Clemente XII autorización para atravesar los Estados Pontificios y pasar a Nápoles, donde contendía por la Corona. En 1734 fue nombrado por el Papa su legado a latere en Nápoles para la coronación de Carlos como monarca de aquel reino.

Tras un viaje que efectuó a Madrid en 1734/1735, fue nombrado cardenal protector del reino de España en Roma y su Embajador ante la Santa Sede, para lo que pasó a instalarse en la residencia del palacio de España. Desempeñó el cargo desde 1735 hasta su muerte en 1747, acumulando esa representación diplomática con la del reino de Nápoles, a la sazón ya definitivamente regido por Carlos VII de Borbón, que después sería Carlos III de España por la muerte de su hermano Fernando VI en 1759. A lo largo del tiempo de su embajada, interrumpido sólo por los disturbios antiespañoles en Roma y la consiguiente ruptura desde mayo de 1736 hasta marzo de 1737, Acquaviva ejerció un gran influjo en Roma, en la vida diplomática y en la Curia papal, acumulando sobre sí honores y también tareas. Le correspondió suscribir el Concordato entre la Santa Sede y España de 26 de septiembre de 1737, así como solicitar la dispensa de matrimonio de Carlos con María Amalia de Sajonia, a la sazón de trece años de edad, lo que obtuvo por el Breve de 1 de diciembre de 1737 otorgado por Clemente XII. Acompañó a la futura Reina hasta Gaeta en 1738 y en ese año consiguió del mismo Pontífice la bula de investidura de Carlos como rey de Nápoles en fecha 10 de mayo de 1738.

Carlos, ya rey de las Dos Sicilias, le confirió honores y distinciones. Además de conferirle la representación diplomática de su reino ante la Santa Sede en Roma, lo nombró caballero de la Orden de San Gennaro. A propuesta de Felipe V, rey de España y padre de Carlos, el Papa le concedió el 4 de mayo de 1739 el arzobispado de Monreale, la sede metropolitana más pingüe e importante del reino de Sicilia, en la que sucedió al cardenal Álvaro Cienfuegos.

Al influjo de Trojano Acquaviva debiose en gran parte la elección pontificia del cardenal Próspero Lambertini, que fue Papa con el nombre de Benedicto XIV, en agosto de 1740. Prestó asimismo grandes servicios a la causa borbónica española durante el conflicto europeo de la Guerra de Sucesión de Austria en 1744.

Troyano Acquaviva fue un personaje sobresaliente en la Roma papal, hombre de cultura ilustrada y de vida relajada y elegante. Lo citaron dos buenos conocedores de la época, el presidente francés Charles de Brosses, en su Viaje a Italia, y Giacomo Casanova en sus Memorias; a ambos llamó la atención como conspicuo personaje de la alta sociedad romana y famoso como el más relevante gran señor de la Urbe, más poderoso que el propio Papa y generoso por naturaleza y por la fortuna de que disponía. Se le describía como hombre de una alta y noble apostura, aunque un poco tosca de aspecto, un carácter altivo, pero franco en sus maneras, muy cortés con todos y muy dado a degustar toda clase de placeres.

Desempeñó un papel en el incidente que se produjo cuando Benedicto XIV aceptó por su indicación y la de sus colegas de púrpura Passionei y Quirini, la dedicatoria del drama Maomet de Voltaire, que su autor hizo llegar al Pontífice, lo que causó críticas en la Curia. Por su parte, el propio cardenal fue objeto de la dedicatoria que le hizo Gianbattista Vico de su Scienza Nuova en 1744.

Durante el ejercicio de su embajada, se produjo en el palacio de España el deplorable accidente de un incendio que arruinó parte del edificio y consumió mucho de su valioso archivo. En otra ocasión, el palacio estuvo a punto de ser asaltado y quemado por la muchedumbre amotinada que se agolpó en la plaza para celebrar la elección imperial de Francisco I en 1745. El cardenal se impuso y el edificio se salvó.

En 1746 intervino en los asuntos internos de la política de Nápoles, donde favoreció las reformas de Tanucci y consiguió que se relevara como ministro al marqués de Montealegre y se le reemplazara por su candidato Giovanni Fogliani d’Aragona.

Aquejado en sus últimos años por graves trastornos de salud, falleció en Roma en 1747. Tanto sus restos como los de su tío el cardenal Francesco hallaron sepultura en la bella Basílica romana de Santa Cecilia, donde se muestran sus tumbas, y a cuya ampliación y embellecimiento el cardenal había contribuido generosamente.

 

Bibl.: B. Storace, Istoria della famiglia Acquaviva reale d’Aragona, Roma, 1738; P. Richard, “Acquaviva”, en A. Baudrillart (dir.), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie eclesiastique, I, Paris, Letouzey et Ané, 1912, pág. 362; S. Berton, Dictionnaire des Cardinaux, Paris, J.-P. Migne, 1857; F. Nicolini, “Acquaviva”, en VV. AA., Dizionario biografico degli Italiani, vol. I, Roma, Istituto della Enciclopedia italiana, 1960, págs. 198 y ss.; Conde de Altea, Historia del Palacio de España en Roma, Madrid, Direccion General de Relaciones Culturales, 1972; D. Ozanam, Les diplomates espagnols du xviiie siècle, Madrid-Bordeaux, Casa de Velázquez-Maison des Pays Ibèriques, 1998.

 

Miguel Ángel Ochoa Brun

 

 

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