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Francesco Acquaviva d'Aragona y Caracciolo

Biografía

Acquaviva d’Aragona y Caracciolo, Francesco. Nápoles (Italia), 14.X.1665 – Roma (Italia), 8.I.1725. Religioso y diplomático. Vicedelegado pontificio en Ferrara, inquisidor en Malta, obispo de Larissa, nuncio apostólico en España, embajador hispano ante la Santa Sede y cardenal protector de España.

Hijo de Giosia Acquaviva, XIV duque de Atri, y de Francesca Giuseppa Caracciolo della Torella, nació en Nápoles en 1665 en el seno de una de las grandes familias nobiliarias del reino partenopeo. Desde su juventud inició la carrera eclesiástica, obteniendo los cargos de camarero de honor del papa Inocencio XI, vicedelegado pontificio en Ferrara y, en 1690, inquisidor en Malta. El nuevo pontífice Inocencio XII, que lo nombró clérigo de cámara, le otorgó en 1697 el obispado de Larissa, y en 1700, tras ser designado nuncio en Suiza —puesto que nunca llegó a ocupar— fue destinado para ocupar la nunciatura española, en la que permaneció hasta julio de 1706.

Tras un accidentado viaje, una vez en la Corte hispana Acquaviva se declaró partidario de Felipe V en la Guerra de Sucesión, lo que supuso para la familia del cardenal la pérdida de todos sus bienes en el reino de Nápoles cuando éste fue tomado por los austríacos en 1708. El apoyo de Acquaviva a la causa del soberano Borbón le llevó incluso a fundir su vajilla de plata para financiar el coste de la contienda y acompañar, a petición del Monarca, a la Reina en la huida a Guadalajara y Burgos ante la llegada a Madrid de las tropas del archiduque en junio de 1706.

Nombrado cardenal de San Bartolomeo all’Isola el 17 de mayo de 1706, tras su regreso a Italia en agosto de dicho año Acquaviva continuó manteniendo buenas relaciones con la Corte española, y en 1708 Felipe V le nombró cardenal protector de España. Acquaviva debió desempeñar este puesto en una situación bastante incómoda, debido al cese que se produjo en las relaciones diplomáticas entre la Corona hispana y el papado en 1709 a causa del reconocimiento de Clemente XI del archiduque Carlos de Austria como rey católico.

El 28 de enero de ese mismo año recibió el título de cardenal de Santa Cecilia in Trastevere, iglesia en la que permaneció hasta el 12 de junio de 1724, cuando Benedicto XIII le nombró cardenal obispo de Santa Sabina. Durante los años de ministerio en Santa Cecilia, Acquaviva se ocupó de la remodelación de la deteriorada iglesia, en la que ya habían ejercido su patronato anteriores miembros de la familia durante el siglo xvii, y en la que años más tarde le sucedería su sobrino Troiano.

En 1714 Francesco Acquaviva se convirtió, junto con Giulio Alberoni, en uno de los artífices del matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio, encargándose además de viajar a Parma para pedir la mano de la novia y de redactar las capitulaciones matrimoniales. Y en 1716 el cardenal fue nombrado embajador hispano ante la Santa Sede, tocándole vivir momentos delicados, como la expulsión de los españoles residentes en la Ciudad Santa en 1718, debido a la política regalista de Felipe V.

Gracias a este nombramiento, los monarcas españoles, y en especial Isabel de Farnesio, pudieron contar con un eficaz representante en Roma no sólo en temas políticos y diplomáticos, sino también en asuntos relacionados con las bellas artes, dado que Acquaviva era un buen conocedor del medio artístico romano. En calidad de patrono y embajador, el cardenal protegió a distintos artistas —entre los que destacaban el arquitecto Domenico Paradisi y los pintores Sebastiano Conca, Plazido Costanzi y Pietro Bianchi— para la remodelación de su residencia del palacio de España en Roma, sede de la diplomacia hispana, y la basílica de Santa Cecilia in Trastevere que se hallaba bajo su protección.

El cardenal promovió además las relaciones entre dichos artistas y la Corte española, bien con el envío de obras de sus protegidos para la decoración de los sitios reales, o incluso con el traslado de algunos de ellos a Madrid, como el pintor Andrea Procaccini. Asimismo, gracias a los contactos y la mediación de Francesco Acquaviva los monarcas lograron adquirir para la decoración del nuevo palacio real de La Granja de San Ildefonso importantes colecciones de obras de arte, entre las que destacaron la de esculturas que había pertenecido a la reina Cristina de Suecia o la de pinturas de Carlo Maratta.

Falleció en Roma el 8 de enero de 1725, siendo sepultado en la Ciudad Santa en la basílica de Santa Cecilia in Trastevere junto a varios miembros de su familia.

 

Obras de ~: Verba quibus signum bellicum de Mauris, septensi obsidione soluta, anno 1721, ereptum, nomine regis catholici papae obtulit.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Secreto Vaticano, Secretaría de Estado, España, legs. 182-183, 186, 189, 191, 193, 195 (despachos enviados desde la Nunciatura de Madrid a Roma); Archivo General de Simancas, Estado, legs. 4766-4767, 4772-4775, 4777-4785, 4787-4792, 4799-4804, 4807-4810, 4814-4818 (correspondencia como embajador de España ante la Santa Sede. Hay copias en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Santa Sede, legs. 277-286).

B. Storace, Istoria della famiglia Acquaviva reale d’Aragona, Roma, 1738; F. Nicolini, “Francesco Acquaviva d’Aragona”, en Dizionario biográfico degli italiani, vol. I, Roma, Istituto Della Enciclopedia Italiana, 1960, págs. 191-192; Y. Bottineau, El arte cortesano en la España de Felipe V (1700-1746), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, págs. 374, 450, 475-476; D. Ozanam, Les diplomates espagnols du xviiie siécle, Madrid-Burdeos, Casa de Velázquez-Maison des Pays Ibériques, 1998, pág. 144.

 

Mercedes Simal López

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