Sacchetti, Giovanni Battista. Turín (Italia), 17.III.1690 – Madrid, 1764. Arquitecto.
En citas y en documentos el nombre de este arquitecto aparece en una serie de variantes: Sacchetti, Saqueti, Saquetti, Sacchetti, Zacchetti.
Fue consciente de la grandeza de la arquitectura italiana y del prestigio de sus arquitectos, pero también se supo percatar de la importancia de la obra española a la que su nombre se adscribe, el Palacio Real de Madrid, cuyo acierto se debe sin duda a este arquitecto llegado del Piamonte para sustituir por su muerte a Filippo Juvarra del que había sido uno de sus primeros artífices y también su maestro.
Sacchetti nació en Turín. Los libros de actas de bautismo de la parroquia de San Giovanni de esta ciudad testifican que vino al mundo el 17 de marzo de 1690 en una dependencia de la regia residencia de los Saboya y que fue bautizado dos días después en la sede catedralicia. El dato adelanta la fecha pero no descarta las hipótesis de La Rovere, V. Viale y Bottineau que centraron su venida al mundo en los últimos años del siglo XVII.
Sus padres, Francisco Mauricio Sacchetti y María Teresa Stuarda habían contraído matrimonio en la propia Catedral de Turín el 5 de noviembre de 1685.
Juan Bautista Sacchetti era el tercero de nueve hermanos que tomaron los nombres de Michele Antonio, nacido el 27 de julio de 1686, Giovanni Antonio, que vio la luz el 27 de febrero de 1688, Isabela Margarita, nacida el 15 de enero de 1693, Michelle Vittorio, el 8 de febrero de 1695, María Magdalena, el 13 de septiembre de 1697, Ana Claudia, el 6 de octubre de 1700, Giovanni Constanzo, el 1 de febrero de 1703, y Carlo Giuseppe, el 21 de marzo de 1704. En el acta de bautismo de dos de los hermanos se les llama “Señores”, lo cual se ha interpretado como prueba de que gozaban de una cierta consideración social.
El padre de Sacchetti, Francesco Mauricio practicaba la profesión de orfebre al servicio de la Corte de los Saboya. En la Exposición del Barroco Piamontés, celebrada en Turín en 1963, A. Bargoni le atribuye una custodia enriquecida con numerosos piedras preciosas, hoy perteneciente al santuario de Oropa. Dicha custodia conservaba una inscripción grabada en la que aparece “Maria Giovanna Battista, Duquesa de Saboya, Regina di Cipro l’anno 1700”.
Llevaba también un punzón con la representación de un santo obispo y las iniciales “M. S.”. El padre fue al parecer alumno de Boucheron. Para unos autores su muerte acontece en 1720, mientras que para otros se afirma que tuvo lugar en 1733. F. J. de la Plaza, tras consultar el Archivo de Estado turinés, fija la fecha de su fallecimiento en 1733 precisión que también había sido sugerida por el conde de Vesme en sus Schede. La citada custodia fue de las llamadas “de Sol” y consta de dos cuerpos decorados con volutas, motivos vegetales y cabezas de angellos junto al famoso nudo saboyano. El tercer cuerpo estaba constituido por una corona sobre la que se sostuvo el viril rodeado de rayos de pedrería y por remate una cruz. A propósito de esta hermosa obra fue la propia duquesa de Saboya, Madama Reale y madre del primer rey del Piamonte, quien juzga la custodia como obra suntuosa y a su autor de “consumada habilidad en el oficio”.
A Francisco Mauricio Sacchetti, a pesar de estos aciertos, no le acompañó una vida sosegada ya que, como recoge Vesme, en torno a 1713 fue ordenada la venta de su patrimonio y bienes muebles para hacer frente a los acreedores. En estas circunstancias, su mujer y su hija María Magdalena interpusieron un recurso para que el taller quedase a su nombre y también algunos muebles con el objeto de que el padre pudiese seguir trabajando y atendiendo a la familia.
La madre de Sacchetti aparece antes de contraer matrimonio con el apellido Stuarda, lo que hizo pensar en una ascendencia inglesa. Sin embargo, F. J. de la Plaza documenta que había nacido en Turín y que su padre también tuvo el mismo origen, datos ciertos ya que también se constatan en el testamento de la madre. Parece ser que no fue mujer culta y que, sin embargo, tuvo una gran entereza en los momentos difíciles de la familia, dando siempre muestras de decisión y buen sentido. No sabía escribir, ya que ni siquiera pudo firmar su testamento. Redactó su carta testamentaria en la pieza que le servía de cocina en su vivienda en Piazza Castello, circunstancia a la que se alude en 11 de enero de 1637. La madre de Sacchetti murió el 20 de marzo de 1738, una fecha destacada para Sacchetti, ya que coinciden aquellos días con la primera piedra puesta para la ejecución del Palacio Real de Madrid. La madre dejó como heredero universal a su hijo mayor Michelli Victorio. Los tres varones que le siguieron habían muerto y también dos de las hijas. A María Magdalena le legó 150 libras y 100 a los dos hijos que emigraron a España: Juan Bautista y Carlo.
La madre y su hija María Magdalena fueron fiadoras de Francisco Mauricio. Ofrecieron la herencia y la dote para evitar el embargo de bienes del orfebre y facilitar así su trabajo. Pero, a pesar de estos hechos, no se pudo evitar la venta de muebles dando lugar a que ambas mujeres elevaran una súplica al Rey a cambio de una renuncia de la herencia que les podía corresponder.
No evitaron, a pesar de todo, una situación arriesgada, y trágica.
La hermana de Sacchetti, María Magdalena, había contraído matrimonio con Carlo Guglielmo Boggietti y se trasladaron a Madrid junto a sus dos hermanos.
Llevó consigo a sus hijos, de los cuales sólo uno, Ignacio, sería mencionado en el testamento protocolizado el 31 de enero de 1759. María Magdalena falleció el día 11 de noviembre de 1762 y fue enterrada en la iglesia de San Juan. Se ha sugerido que pudo compartir su residencia en Madrid con su hermano Carlo. Recibió los santos sacramentos y era también terciaria franciscana; sin embargo, por ser enterrada en horas nocturnas, ha creado este hecho la incertidumbre sobre si hubo por medio alguna cuestión de herejía o de peste.
Su hermano Carlo Giuseppe nacido en 1704 siguió el ejemplo de su hermano mayor formándose en el círculo del genial arquitecto Filippo Juvarra. También sirvió en el Ejército como artillero. V. Viale y L. Rovere se refieren a los dos hermanos como “Scolari de D. Filippo Juvarra”.
La llamada a Sacchetti por la Corte española abrió un nuevo horizonte de trabajo a los dos hermanos que decidieron su marcha a Madrid. Carlo vino acompañando a Juan Bautista Sacchetti, pero no se habían estipulado para ninguno de los dos contratos ni compromisos ni siquiera con Juan Bautista como más calificado. No se habían fijado sueldos ni compromisos de trabajo. Éstos se llevarían a cabo cuando se comprobasen su capacidad y sus merecimientos.
Los dos hermanos partieron de Turín el 22 de agosto de 1736; en Génova embarcaron en la nave Pinco que les llevó a Barcelona. El 6 de septiembre emprendieron viaje hasta Palazuelos de Eresma, junto al Real Sitio de San Ildefonso.
El Embajador español en Turín, Manuel de Sada, declaró que el talento de Carlo era notable. En su correspondencia con Patiño declaró que “es hombre versado en arte militar y arquitectura, a la par que buen dibujante”. En estas comunicaciones, se deja constancia de que “lleva consigo un hermano que aseguran tiene alguna inteligencia en Arquitectura civil y militar así como en Artillería en que acababa de servía y que en el dibujo no es inferior”.
Junto a su hermano, Carlo logró ser nombrado comisario general de la obra del Palacio Nuevo. El 12 de septiembre de 1738 se le concedió el sueldo de comisario de Guerra de los Ejércitos ascendiendo su sueldo a 18.000 reales anuales. El 29 de enero de 1740 recibió una ayuda de costa y en el mismo año firmó una relación de los jornaleros empleados en la Real Fábrica. Carlo en 1779 se encontraba retirado en Barcelona.
Se le considera “de calidad conocida, buena conducta y sin nobleza de sangre”. Tenía entonces setenta y cinco años y una salud quebrantada. Su carrera militar acredita su valía. De comisario extraordinario pasó a capitán y a continuación a teniente coronel y coronel. Tales datos fueron acreditados por Sacchetti en su testamento. Las guerras italianas movidas por Isabel de Farnesio le devolvieron a su tierra natal, pero en la ciudad de Parma cayó prisionero y se le rindieron todos los honores militares. Se documenta que estuvo casado y pudiera estar entre sus descendientes un Cayetano Sacchetti que se titula alférez en 1788.
También se tienen noticias de Francisco Sacchetti que en 1745 era ayudante de líneas en la fábrica del Palacio Real con un sueldo de 12 reales de vellón diarios.
También se menciona a un Giovanni Sacchetti orfebre, tal vez hermano de su padre.
Al arquitecto Juan Bautista Sacchetti se le ha considerado como orfebre y pintor. En este arte se le han atribuido los cuadros que decoran la capilla del Santísimo o del Crucifijo en la Catedral de Chieri, como se atestigua en una guía y en un escrito de Gaudenzio Claretta. Aunque rebatida tal atribución, el problema ha quedado en paréntesis al considerarle Fernández de los Ríos “caricaturista ingenioso”, además de escultor y arquitecto.
Se ha considerado a Juan Bautista Sacchetti de carácter tímido y con cortedad de palabra. Su mejor analista, F. J. de la Plaza, sin embargo, lo considera un solitario vocacional y que por ser un incansable y minucioso profesional fue poco propenso a la fantasía.
Conocía a la perfección la obra de Filippo Juvarra y se dice de él que fue el artista más idóneo para la misión que se le encomendara: la construcción del Palacio Real de Madrid. Y fue su capacidad de trabajo, su honradez profesional y sus conocimientos sólidos lo que le permitieron el total apoyo real en tan dura empresa.
Varios testimonios se refieren a este punto en el que se valora profesionalmente muy alto al artista, por encima de su introversión.
También se asegura que Sacchetti tenía un carácter de una cierta sequedad en el trato. Se resiente así en el terreno de subordinados y compañeros de trabajo aunque en trances de este tipo tuvo siempre el apoyo del Rey. Tuvo algunos enfrentamientos con Ventura Rodríguez y se cree que la razón fueron los celos del español por excederse en considerarse hábil delineante y querer ejercer una carrera rápida para demostrar su talento. Sacchetti sufrió algunas acusaciones.
Tuvo ciertas fricciones también con el Padre Sarmiento cuyas ideas para el programa iconográfico del Palacio contradecían las suyas propias como también las del escultor Olivieri.
En cuanto a la formación de Sacchetti, se ha de tener en cuenta en primer lugar el hecho de que en 1729 año en el que se estableció un Reglamento para la Real Universidad de Turín y se publicaron las llamadas Constituciones Victorianas, no existía en el Piamonte una distinción entre arquitectos e ingenieros, otorgándose el título indistintamente. A partir de la citada fecha, se exigió un examen obligatorio para la obtención de cada uno de los títulos, y cuyo examen era realizado por expertos autorizados. Sacchetti no figura en los registros de tal institución, ni tampoco su hermano Carlo.
El trabajo de su padre y el de su tío seguramente cubrieron los primeros pasos de su formación, y se sugiere que la importancia concedida a la enseñanza de Hidráulica le fuera muy útil a su formación; es muy posible que Sacchetti se beneficiara y que las llevara a la práctica cuando alcanzó en Madrid el nombramiento de fontanero mayor de la villa.
Sus primeros pasos profesionales, sin duda, los dio en Turín, siguiendo al maestro Filippo Juvarra. Se documenta que en alguna contribución arquitectónica de Juvarra, Sacchetti prestara una parcial asistencia.
Se menciona su asistencia en los trabajos artísticos realizados con ocasión del funeral de la princesa de Carignano, en el túmulo por la muerte de Ana de Orleans y en el funeral de Víctor Amadeo II de Saboya.
Posiblemente fueron contribuciones de poca consideración; sin embargo, su intervención pudo ser más decisiva en las obras de la iglesia de San Felipe Neri, de Turín, que Chueca ha relacionado con la capilla del Palacio Real de Madrid y con la iglesia de San Marcos. Hay algunas obras más que se le atribuyen y se puede sugerir que por su valía Juvarra lo tuviera como discípulo principal, pues no se duda su intervención en la obra del Palacio Real de Turín, en el que fue arquitecto principal Juvarra.
Con referencia a la obra principal en la que Sacchetti se implicó, se ha de recordar que, muerto su primer artífice Filippo Juvarra en enero de 1735, se buscó de inmediato un maestro cercano a su categoría para sustituirle. El cardenal Acquaviva llevó a cabo una serie de gestiones en Roma proponiendo a Antonio Canevari que había trabajado en el Palacio napolitano de Portici. Este arquitecto, sin embargo, se excusó por su falta de salud. En otra tentativa, se pensó en F. Fuga, famoso por sus múltiples realizaciones palaciales en Roma, pero tampoco aceptó, sin que se hayan dado a conocer las razones de la renuncia.
Fue entonces cuando se solicitó a Turín algún artista consagrado y en relación con el abate Juvarra.
Manuel de Sada, representante de España en el Piamonte, llevó a cabo la cuestión. Se conocía que Sacchetti era un conocedor práctico de Juvarra. En contacto con él se le pidió que especificase sus condiciones económicas de trabajo. Los honorarios que aceptó son prueba de que aún no tenía una posición profesional muy brillante. También se le hizo venir con la duda de que su trabajo podría ser supeditado a un arquitecto de gran prestigio por lo que podría convertirse en un subordinado.
En principio, se concertó que Sacchetti sirviese tan solo de aparejador de las obras. Se expresa incluso su falta de talento. Al final de la gestión de contratación, se le ofreció la quinta parte del dinero que se había negociado con Juvarra.
En 1736, los dos hermanos habían salido de Turín camino de España. Dos días después de su llegada, fueron presentados a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio en Palazuelos de Eresma, entre Segovia y San Ildefonso. El diplomático Carpene le dio instrucción de su conducta en la vida palatina. Los Reyes se mostraron satisfechos de sus buenas condiciones profesionales y acogieron a Sacchetti con honores y nombramientos sobre su persona. Le llegó la satisfacción mayor cuando recibió el título de maestro mayor del Rey y a continuación el de maestro mayor de las Obras Reales por muerte de Juan Román. En 1740 también se le concedió el cargo de ayuda de la furriera aunque sólo en su valor honorífico. También se le adscribió a cargos que había desempeñado Pedro de Ribera como maestro mayor del Ayuntamiento y el de fontanero mayor. A ello también hay que agregar la manifiesta protección real que recibió.
En 1745 fue nombrado miembro de la Academia de San Lucca y Santa Martina de Roma. Se especifica que es académico de gracia y no de mérito o de honor.
También fue nombrado director de Arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid con carácter honorífico. En este caso, su intervención fue muy escasa por su intenso trabajo y no conocer bien el castellano.
Superó los primeros días en Madrid “viviendo en una casa decente”, pero poco después, Sacchetti se acomodó en la Real Casa del Tesoro donde el Rey hospedó a personajes importantes. En diciembre de 1736, gozó de un sueldo de 400 doblones de oro efectivos cada año. Un año después, percibió 500 ducados anuales “para que pueda mantener coche”. El total que percibió fue de 41.901 reales de vellón y 2,67 maravedís cantidad a la que se agregaron 200 reales como maestro mayor de las Obras de la Villa.
El sueldo ascendió en poco tiempo a 44.107 reales de vellón. También se consideran las asignaciones dadas por el Rey “por estar enfermo”.
La actividad arquitectónica de Juan Bautista Sacchetti comenzó con su intervención en la fachada oriental del Palacio de La Granja de San Ildefonso. En 1746 intervino también en el trabajo del túmulo levantado por la muerte de Mariana de Austria. La misma labor la realizó también para el túmulo erigido por la muerte de Felipe V en el año 1746. Como maestro mayor del Concejo de la Villa, tuvo algunas intervenciones en la Plaza Mayor de la que se conservan unos sencillos dibujos. También tuvo una participación en la disposición del nuevo Hospital General y en un edificio religioso destinado a la Congregación de San Ignacio. Fue también el creador de la Fuente de la Plaza de la Villa que lució las armas de Castilla y de León asentada sobre un pedestal con cuatro leones, un castillo que sostenía a una mujer con traje militar y un estandarte.
Fueron pocos los trabajos emprendidos, pues centraba sus fuerzas y su tiempo en las trazas y ejecución del Palacio Real. Fue la obra que define su estilo y donde se encuentra su gran talento.
Pero no fueron felices los últimos años de su vida.
Sacchetti quedó exonerado de su empleo por Real Orden el 11 de julio de 1760 y cesado también a continuación como maestro mayor del Ayuntamiento de la Villa. El día 2 de diciembre de 1764 redactó su testamento.
Murió al día siguiente y fue enterrado en la iglesia de San Juan. Después de su fallecimiento, se procedió a la puesta al día de sus cuentas y a la venta de sus bienes no sin antes haber dispuesto que la octava parte de éstos fuesen para su hermano Carlo.
Al frente de la obra del Palacio Real, Sacchetti había sustituido a Filippo Juvarra y cumplió ampliamente en el plano profesional. Nunca, sin embargo, alcanzó la poderosa vitalidad de su maestro Filippo Juvarra en su ardiente imaginación creadora.
Además de su gran incursión en la vida arquitectónica y urbana municipal, Juan Bautista Sacchetti levantó una obra en Madrid de extrema consideración: el Palacio Real, sustituto del viejo Alcázar.
La primera piedra del Palacio Real Nuevo se puso el 5 de abril de 1738. El edificio sustituía al antiguo Alcázar destruido por un incendio en la Navidad de 1734. Los Reyes estimaron que llevase a cabo el nuevo palacio el famoso arquitecto Filippo Juvarra que había levantado los palacios europeos de mayor esplendor. También era famoso por una importante tarea arquitectónica civil y religiosa y una destacada aportación a la escenografía. Juvarra estaba en España en 1735 para hacerse cargo del Palacio Real de Madrid.
Trabajó intensamente en su planificación, a lo largo del año, que ha quedado plasmada en importantes dibujos. Era un edificio colosal de 1700 pies de fachada, 34 entradas y 23 patios. Se proyectó para ser ubicado en los Altos de San Bernardino en descenso al río Manzanares. Le había servido de inspiración la arquitectura palacial de H. Mansad y Van Brugh.
Tras un año de trabajo en el proyecto, en el mes de enero de 1736 Juvarra murió. Su fallecimiento creó un grave problema para la obra del Palacio Real. Se iniciaron de inmediato una serie de gestiones para encontrar un digno sustituto. El barón de Carpene, embajador sardo en Madrid, sugirió la conveniencia de buscar a un discípulo de Juvarra. Se recurrió entonces al conde Gian Pier Baroni di Tavigliano, colaborador que había sido de Juvarra, pero no aceptó por motivos familiares. Tratando de encontrar un buen conocedor de la arquitectura juvariana se llegó a Sacchetti. En agosto de 1736, Juan Bautista Sacchetti en unión de su hermano Carlo, partieron para España.
Con la muerte de Juvarra, los Reyes reflexionaron sobre el emplazamiento del nuevo palacio. Decidieron situarlo sobre el propio solar del antiguo Alcázar.
Los trabajos comenzaron en el mes de diciembre de 1737 y una de las intervenciones primeras de Sacchetti fue la de agilizar la demolición de las ruinas del Alcázar. Estos trabajos se iniciaron el 7 de enero de 1737 y para tales labores Sacchetti informó sobre la necesidad de reunir a mil ochocientos hombres con los que poder iniciar también el macizado de los cimientos. Esta cuestión estaba resuelta en el mes de marzo de 1738.
Fue entonces cuando Juan Bautista Sacchetti procedió a la planificación del nuevo Palacio Real. Desde un pabellón de oficinas instaladas para el seguimiento de las obras, el arquitecto italiano trabajó con aparejadores y delineantes y a sus órdenes procedieron al levantamiento de una serie de planos y que es material en gran parte conservado. Se sirvieron también de algunas maquetas a las que debió servir de guía la maqueta trazada por Juvarra y que fue ejecutada por José Pérez. Con las maquetas se incide en la pormenorización de escaleras, capilla, plaza, bajada al parque...
En la construcción, se emplearon maderas de las Indias occidentales, mármoles de Portugal y de Italia.
El granito y la caliza fue transportada desde los alrededores de Madrid y algunos mármoles y jaspes también fueron procedentes de Guipúzcoa, Cataluña, Valencia, Andalucía y Extremadura. La madera de pino vino de Cuenca y de Soria; el hierro fue de procedencia vasca y el cobre, de Chile. En el palacio se le dio una distinción a la piedra rosada de Sepúlveda y a la de San Agustín de Guadalix.
En la traza del palacio, Juvarra había tenido en cuenta el proyecto de Bernini con destino al palacio del Louvre datado en 1655. Sacchetti no olvidó las ideas que había creado Juvarra.
Sacchetti planteó la construcción del Palacio Real sobre una planta cuadrada protegida por una serie de malecones que había de salvar los derrumbaderos del Campo del Moro. El cuadrado quedó centrado en torno a un patio de robustos cuerpos salientes en los ángulos a los que arrecian otros salientes en los ejes de cada fachada. El edificio se levanta sobre un alto zócalo almohadillado con dos pisos en la fachada sur y este y tres en la norte y oeste. Toda la superficie se articula por un orden gigante de pilastras dóricas y medias columnas de orden compuesto con balcones entre los órdenes cubiertos por un frontón. En la parte superior se insertan dos órdenes de ventanas y sobre la cornisa se eleva un ático rematado en balaustrada.
Los sucesivos plintos se disponen para sustentar la serie de estatuas de los reyes de España. La fachada principal fue orientada al sur y fue rematada con un amplio cuerpo donde se sitúa el reloj coronado por escudo de armas. Se complementa con imágenes alegóricas.
La fachada contraria orientada al norte se alza sobre terrazas y escaleras. Es también majestuosa al ser coronada por la hermosa cúpula de la capilla con su cruz de bronce dorado.
Las diferentes estancias se distribuyen en torno al patio principal cerrado por un pórtico de arcos entre pilares dóricos, y sobre el que apoya una amplia galería con pilastras jónicas entre las arcadas. Rompe con la composición habitual berniniana de sucesión de cámaras en hilera.
En la escalera principal respetó la composición dada por Juvarra trazando un esquema de dos escaleras elevándose en direcciones opuestas desde un mismo punto de origen. Sacchetti realizó varias ideas y diseños para la escalera y su solución fue el resumen de una serie de aportaciones, rectificaciones y cambios. Incluso fue enviado un proyecto a Roma para que un tribunal formado por F. Fuga, N. Salvi y L. Vanvitelli dieran su opinión. El veredicto fue favorable a la propuesta, pero ello no evitó que se convocara un concurso de maquetas en el que participó F. Sabatini como maestro mayor del Rey. La escalera al fin fue ejecutada siguiendo las ideas de Sabatini que tomó como modelo la construida en el Palacio Real de Caserta.
La capilla, tras varias deliberaciones, fue obra de planta rectangular cubierta por bóveda con lunetos cuyo centro se decoró al fresco. Se asemeja en sus alzados a la escalera principal y al salón de columnas.
Sacchetti tuvo en cuenta en su ubicación la que fue dada a la capilla del antiguo Alcázar. Aparecía detrás del salón de embajadores aislada por un corredor y flanqueada por dos escaleras. Sacchetti la mantuvo allí hasta 1742, pero manifestando el Rey su situación incomoda fue emplazada definitivamente en la crujía norte. A pesar de una posible y destacada aportación en la capilla de Ventura Rodríguez, es obra de espíritu piamontés con alguna característica hispánica, En la planta se ha visto también una influencia italiana de línea borrominesca por la yuxtaposición de óvalo y círculo. La unificación mural fue conseguida por un orden gigante de columnas adosadas y arquivoltas cassetonadas.
El apartamiento de Sacchetti de esta magna obra del Palacio Real de Madrid no evitó que en sus bases principales quedara la huella de su gran hacer arquitectónico.
Es obra que puede parangonarse con las mejores realizaciones del barroco europeo en materia palacial. Fue síntesis de la mejor arquitectura barroca occidental.
En La Granja de San Ildefonso también dejó Sacchetti otra muestra de su talento artístico. La fachada frente a los jardines fue proyectada por Juvarra pero fue Sacchetti el autor de su realización. En ella se empleó también la piedra rosada de Sepúlveda y fue compuesta por un cuerpo central enriquecido con medias columnas adosadas y rematada en su eje medio por un cuerpo de columnas coronado con balaustrada con estatuas blasones y trofeos. La excesiva horizontalidad fue interrumpida por pilastras corintias pareadas que separan los huecos. Se despliegan con magnificencia ante los jardines teniendo como último horizonte la verde colina.
Obras de ~: Palacio Real (Madrid), 1737-1764.
Escritos: Catalogo dei disegni fatti dak signor cavalieri et Abate don Flippo Juvara del 1714 al 1735 compilato dal suo discepolo G.B.Zacchetti, ms. Perugia 1874.
Bibl.: J. Ürgens, “G. B. Saquettis Umbestalungpl Äne für die Umgebung des Königlichen Schlosses in Madrid”, en Mitteilungen aus Spanien, año I (1918), pág. 331; M. Durán Salgado, “La construcción del Palacio Real”, en Arquitectura (Madrid) IX (1927); G. Pucci, Sacchetti, Roma, Enciclopedia Italiana, 1936; M. Lorente y Junquera, “El Palacio Real de Madrid en el barroco de Bernini”, en Arte Español, XIV (1943), pág. 21; E. Varela Hervías, Casa de la Villa de Madrid, Madrid, Ayuntamiento-Comisión de Cultura, 1951; S. M. López Serrano, “El Palacio de Oriente de Madrid”, en Reales Sitios, año II, n.º 3 (1965), pág. 144; M. Bernardi, Early Art Treasures in Piedmont, Torino, 1969; F. Chueca Goitia, Guarino y el influjo del barroco italiano en España y Portugal, Torino, 1970; F. J. de la Plaza Santiago, “Para la biografía de Giovanni Battista Sacchetti”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSEAA), t. 36 (1970), pág. 525; “La escultura del siglo XVIII en Turín y sus contactos con España”, en Goya. Revista de Arte (Madrid), n.º 110 (1972), págs. 68-77; “El Testamento de Sacchetti”, en BSEAA, t. XXXVIII (1972), pág. 439; El palacio Real Nuevo de Madrid, Valladolid, Universidad, 1975; Y. Bottineau, El arte cortesano en la España de Felipe V (1700-1746), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986; B. Blasco Esquivias, “El maestro mayor de Obras Reales en el siglo XVIII, sus Aparejadores y Ayudas de Trazas” y D. Rodríguez Ruiz, “Del palacio del Rey al orden español. Usos figurativos y tipológicos en la arquitectura del siglo XVIII”, en El Real Sitio de Aranjuez y el Arte Cortesano del siglo XVIII, Congreso-Exposición, Madrid, 1987, pág. 271 y pág. 287, respect.; D. Rodríguez Ruiz, “Los lenguajes de la magnificencia: la arquitectura madrileña durante el reinado de Carlos III”, en Carlos III Alcalde de Madrid, Madrid, Ayuntamiento, 1988, pág. 265; “El Palacio Real de Madrid”, en VV. AA., Palacios reales en España: historia y arquitectura de la magnificencia, Madrid, Fundación Argentaria-Visor, 1996, pág. 153; “Monarquía y Arquitectura: Las reformas de las obras reales y la construcción del Palacio Real Nuevo”, en VV. AA., Arquitecturas y ornamentos barrocos. Los Rabaglio y el arte cortesano del siglo XVIII en Madrid, Madrid, Real Academia de Bellas Artes, 1997, pág. 73; V. Tovar Martín, Lo tradicional, lo ideal y lo universal del Palacio Real de Madrid”, en Arbor (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), CLXIX, 665 (mayo de 2001), págs. 1-13.
Virginia Tovar Martín