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Gonzalo Fernández de Córdoba

Biografía

Fernández de Córdoba, Gonzalo. Titular de la casa de Córdoba (IV), señor del estado y mayorazgo de Aguilar (I). ?, p. m. s. xiv – Córdoba, 1384. Noble, caballero.

Hijo y heredero de Fernán Alfonso de Córdoba y nieto de Alfonso Fernández de Córdoba. Este personaje dirigió los destinos del linaje entre los años 1343 y 1384, un período crucial en el reino castellanoleonés, en el que se sucedieron los reinados de Alfonso XI y Pedro I, la guerra civil, con la instauración de Enrique II de Trastámara, y los inicios del gobierno de Juan I. En esta nueva generación se produjo un importante incremento en las bases del poder social, político y patrimonial del linaje, acompañado de un cambio cualitativo sustancial, que afectó a su esencia misma. Dichas realidades, profundamente relacionadas, fueron consecuencia de las específicas circunstancias acontecidas en el reino, especialmente con ocasión de las luchas políticas y la consiguiente instauración de la nueva dinastía de los Trastámara.

En su trayectoria política, y en la evolución del linaje, se detectan tres períodos. En el primero se observa su presencia en las campañas contra Granada, y su responsabilidad en la alcaidía de Alcalá la Real, manteniendo esta villa gienense y su fortaleza por la Monarquía, estaba al frente de una guarnición —no muy numerosa, pese a tratarse de una localidad de gran valor estratégico— para cuyo sostenimiento recibía una asignación económica, o tenencia, de la Hacienda regia.

A continuación, en el reinado de Pedro I, el desempeño del servicio regio le proporcionó algunas recompensas importantes, como la dehesa y la torre de Almenara. Después, en plena guerra civil, y tras una primera fase de inserción en el partido petrista, entre 1366 y 1367, la ciudad de Córdoba acogió a Enrique de Trastámara y Gonzalo Fernández de Córdoba, junto a otros nobles cordobeses, fue objeto de la ira de Pedro I, que, vencido su enemigo, encomendó a Martín López de Córdoba la ejecución de los traidores, entre los que se encontraban tres miembros de la casa de Córdoba: Alfonso, señor de Montemayor; Diego, alcaide de los Donceles, y Gonzalo Fernández de Córdoba.

La ejecución no se cumplió, pero la amenaza inclinó a este último a integrarse abiertamente en el bando enriqueño, y esto le proporcionó un firme trampolín de promoción, al calor de un nuevo régimen monárquico impelido a premiar colaboraciones y asegurar lealtades.

Así empezaba una nueva etapa, en la que su autoridad señorial se amplió de forma muy considerable.

Además del señorío de Cañete que había heredado, recibió por donación de Enrique II un extenso dominio señorial ubicado al sur del reino de Córdoba, articulado en dos ámbitos: el núcleo señorial de Priego, al sudeste, y el estado de Aguilar, en el sector suroccidental. El 30 de julio de 1370 tuvo lugar la donación de Priego, en la que pesó, además de las razones relacionadas con la necesidad de recompensar la ayuda política y militar de Gonzalo Fernández de Córdoba, la conveniencia de confiar la defensa de esta villa tan próxima al reino de Granada a alguien como él, experto militar y de probada fama como conocedor de la realidad fronteriza. Gonzalo Fernández de Córdoba recibió también de Enrique II un dominio señorial de extraordinario interés, encabezado por Aguilar, la antigua Poley, que, junto a una serie de villas cercanas, habían formado un estado señorial concedido tiempo atrás por Alfonso X a Gonzalo Yánez Do Vinhal, ricohombre de origen portugués.

Este estado señorial se mantuvo en la familia hasta la tercera generación, cuando la muerte de su nieto sin descendencia, en 1343, provocó la desaparición biológica del linaje, con la consiguiente reversión del dominio a la Corona. Ahora, por tanto, la donación de Enrique II a Gonzalo Fernández de Córdoba, el 30 de julio de 1370, venía a llenar ese vacío señorial en una comarca de extraordinario interés, por tratarse de fértiles tierras en la campiña cordobesa y, al mismo tiempo, muy vulnerables por su cercanía al reino de Granada. Así fue como los Fernández de Córdoba se convirtieron en los nuevos señores de Aguilar, Montilla, Monturque, Puente de Don Gonzalo y Castillo Anzur, en un claro despegue en el proceso de consolidación y engrandecimiento, iniciando una nueva etapa como casa de Aguilar, en la que modificaron sus armas, que en adelante se constituyeron de este modo: “De oro, las tres fajas de gules (que es Córdoba), el escudo puesto sobre el águila de sable coronada de oro (que es Aguilar)”. Gonzalo Fernández de Córdoba fue, por tanto, un claro ejemplo de la nobleza promocionada por la nueva dinastía. Conoció también los primeros momentos del reinado de Juan I, del que recibió diversas confirmaciones de las mercedes enriqueñas.

Fernández de Córdoba destacó, además, en el desempeño de cargos concejiles en la ciudad —el alguacilazgo mayor, para el que fue nombrado por Enrique II— y en el ejercicio de responsabilidades en la frontera granadina, como la tenencia de la importante fortaleza de Alcalá la Real, situada en primera línea fronteriza, y la alcadía mayor entre cristianos y musulmanes en los obispados de Córdoba y Jaén.

En este contexto de engrandecimiento del linaje, tuvo cabida su decisión de constituir, en 1377, un sólido mayorazgo, ajustado el modelo trastámara, en el que incorporó los señoríos de Cañete, Aguilar, Montilla, Monturque, Priego, Castillo Anzur y las numerosas propiedades acrecentadas por donaciones reales, así como también por compras, junto a algunos objetos dotados de especial valor simbólico, como unas espadas que recibió del propio rey Enrique II.

Hizo testamento en Córdoba, en 1379, disponiendo su enterramiento en la iglesia cordobesa de San Hipólito. Su voluntad fue la de establecer, con la aquiescencia regia, un patrimonio vinculado firmemente en el mayor de sus hijos vivos —habidos de su matrimonio con María García, hija de Pedro Ruiz Carrillo—, el segundogénito, Alfonso Fernández de Córdoba, después del fallecimiento temprano del mayor.

Esto no le impidió, sin embargo, la sustracción de un núcleo de propiedades con las que otro de sus hijos, Diego Fernández de Córdoba, puso en marcha la línea familiar de los futuros condes de Cabra, la última de las cuatro en que se dividió la potente estructura familiar de la casa de Córdoba.

 

Bibl.: F. Fernández de Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española. Casa Real y Grandes de España, Madrid, Enrique Teodoro, 1897-1920 (reed., vol. 6, Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2003, págs. 53- 64); R. Ramírez de Arellano, Historia de Córdoba desde su fundación hasta la muerte de Isabel la Católica, Ciudad Real, Est. Tipográfico del Hospicio Provincial, 1919; F. Fernández de Córdoba (abad de Rute), “Historia y descripción de la antigüedad y descendencia de la Casa de Córdoba”, en Boletín de la Real Academia de Córdoba, 70-92 (1954-1972); M. Peláez del Rosal y M.ª C. Quintanilla Raso, Priego de Córdoba en la Edad Media, Salamanca, Kadmos, 1977; M.ª C. Quintanilla Raso, Nobleza y señoríos en el Reino de Córdoba. La casa de Aguilar (siglos xiv y xv), Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1979, págs. 47-67; “El señorío de la Casa de Aguilar: un dominio en la Campiña y un núcleo frente al Islam”, en C. Torres Delgado et al., Andalucía Medieval. Nuevos Estudios, Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1979, págs. 105-145; “Cañete de las Torres en la Baja Edad Media”, en J. Cosano Moyano et al., Cañete de las Torres. Visión histórica de un pueblo andaluz, Cañete de las Torres, Ayuntamiento, 1987, págs. 63-112; “Los grandes linajes. Una investigación histórica sobre el linaje de Fernández de Córdoba”, en M.ª C. Iglesias (coord.), Nobleza y sociedad en la España Moderna, Oviedo, Nobel, 1996, págs. 79-110; “Propiedades y derechos en los señoríos nobiliarios cordobeses de la Baja Edad Media. Nuevas interpretaciones”, en Historia, Instituciones, Documentos, vol. 24 (1997), págs. 381-404.

 

María Concepción Quintanilla Raso

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