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Diego Fernández de Quiñones

Biografía

Fernández de Quiñones, Diego. El de la Buena Fortuna. ?, 1370 – León, 1444-1445. Merino mayor de Asturias (1402-1444).

Hijo de Diego Fernández Vigil y de Leonor Suárez de Quiñónez y sobrino del adelantado, contrajo matrimonio con María de Toledo entre 1405 y 1406 y fue padre de cuatro hijos: Pedro, Suero, Fernando y Diego y de seis hijas: Teresa, María, Isabel, Leonor, Elvira y Mencía, que emparentan por vía matrimonial con destacados linajes castellanos, como los Enríquez, Pimentel, Acuña, Mendoza, Manrique y Bazán.

Diego interviene en los diversos avatares políticos de su tiempo de la primera mitad del siglo xv: bandos, luchas, treguas y rivalidades que constituyen el panorama de la Baja Edad Media castellana. Sus distintas intervenciones políticas son consecuencia en gran parte del desempeño del oficio de merino mayor de Asturias que ya habían ejercido sus antepasados y que él adquiere por merced de Enrique III pocos días después de producirse la muerte de su tío, el adelantado Pedro Suárez de Quiñones, que lo nombra su heredero.

El cargo que ahora le confiere el Rey no es el de adelantado mayor de León y Asturias, sino sólo el de merino mayor del principado, pues el Monarca decide, a la muerte del anterior titular, separar definitivamente una y otra circunscripción territorial, adscribiendo a Quiñones a Asturias con las consabidas competencias de gobierno del Principado, nombramiento de fieles, ejecutor de la justicia dictada por el alcalde mayor y recaudación de los diversos impuestos y derramas. Las demarcaciones de León y Asturias seguirán caminos separados desde este momento, lográndose con ello una mayor racionalización y mejor distribución geográfica de la administración castellana.

Cuatro etapas perfectamente diferenciadas y de una duración aproximada de diez años cada una, abarca la vida de este personaje que es conocido en la historia posterior como “El de la Buena Fortuna” por los copiosos bienes que consiguió y la larga vida que tuvo.

Puede considerársele buen cortesano y un notable colaborador de Fernando de Antequera (1406-1416).

En su etapa juvenil participa en todas las campañas que Fernando, desempolvando el viejo espíritu reconquistador, alienta y mantiene contra el reino de Granada.

Acude primero a Sevilla (1407) y, dispuestas sus tropas (1.000 escuderos y 250 rocines), se dirige hacia la frontera, sitia Zahara y protagoniza un fuerte ataque artillero a la plaza que finalmente se rinde. Más tarde Setenil y Grazalema, también en la Sierra gaditana, son escenario de sus ataques y de los sucesivos asaltos que ambas, con tenacidad, repelen. Diego, decidido servidor de Fernando de Antequera parte de nuevo a principios de abril de 1410, hacia la frontera participando en el asedio de la villa malagueña de Antequera.

Tomada ésta, y designado rey de Aragón el vencedor (1412) por los compromisarios de Caspe, se entabla una muy estrecha relación de amistad y confianza entre ambos personajes que se manifiesta cuando Diego, a iniciativa de Fernando de Antequera, es nombrado para representar a Castilla en el concilio de Constanza, al que después no asiste, aunque sí está presente cuando el infante don Enrique, hijo del rey aragonés, y el propio Monarca acudan a las vistas de Perpiñán donde Fernando recibe al emperador Segismundo en un intento por resolver pacíficamente el cisma que por entonces sacudía a la Iglesia.

Muerto el primer Trastámara de Aragón, se inicia para Diego la segunda etapa (1416-1429) en que se ha fragmentado su periplo vital, en la que continúa su vinculación con esta familia, en concreto con sus hijos, los infantes de Aragón, y muy en especial con el infante don Enrique con el que participa, como acto más destacado, en el denominado “atraco de Tordesillas” (1420). Sin embargo, la prisión posterior del infante en el castillo de Mora durante casi tres años debilita las relaciones de amistad y colaboración entre infantes y Quiñones y provoca, junto con otros acontecimientos, que Diego y sus hijos se integren desde 1430 y hasta aproximadamente 1438 en el bando real llegando a formar parte de la comitiva que, encabezada por Álvaro de Luna, cerca a los propios infantes en Alburquerque.

Comienza a partir de ese momento la que se puede denominar tercera etapa de su vida (1430-1438). Codicioso de buscar lo mejor para su numerosa familia, había confiado la custodia y formación de sus dos primeros vástagos varones a la noble casa del condestable de Castilla con quien participan Pedro y Suero por primera vez en la guerra contra los moros como “continos de la Casa del Rey” e integrarse ambos hermanos en las tropas que dirigidas por el condestable derrotan a los musulmanes, el 1 de julio de 1431, en la batalla de la Higueruela. Un brillante episodio caballeresco que sirvió a los hermanos Quiñones para impregnarse de ese espíritu, en un auténtico bautismo de guerra. Uno y otro intentarán emular sus hechos bélicos, sobre todo Suero, cuando tres años más tarde (1434) protagonice el famoso Paso Honroso como prisionero de amor de Leonor de Tovar, su dama. Al poco tiempo comienza a manifestarse una escisión en la oligarquía que, al menos, en apariencia tiene el gobierno de Castilla. Los parientes de Quiñones, los Enríquez, almirantes de Castilla, y Manrique, adelantados de León, entre otros, caen prisioneros de Álvaro de Luna (1437), lo que desencadena un movimiento político de alcance insospechado; Diego y, sobre todo, sus jóvenes hijos se unen de nuevo a los infantes de Aragón oponiéndose tanto al condestable como a su Rey, Juan II, que en este tiempo había desposeído a Fernández de Quiñones de los concejos asturianos de Cangas, Tineo y Allande, que eran de la familia, alegando que pertenecían, como toda la región, a su hijo el Príncipe de Asturias. El resultado es un evidente enfrentamiento con el condestable y el inicio del último período de la vida de este personaje (1438-1442).

Diego, viejo ya, cultiva en sus últimos años la poesía y entrega la dirección de la casa de Quiñones a sus dos hijos mayores, Pedro y Suero, quienes siguen participando muy activamente en la lucha de bandos, grupos y facciones nobiliarias que invade el territorio castellano por estas fechas y, en parte debido a sus gestas, consigue del Rey, en 1440, licencia y facultad para fundar cuatro mayorazgos en las personas de sus cuatros hijos varones, tal como se recoge en su testamento otorgado —poco antes de morir—, el 3 de febrero de 1442, en su casa-palacio de Palat de Rey de la ciudad de León cuyas obras él había concluido. En él establece como mayorazgo principal el perteneciente a su hijo mayor en el que se incluyen la mayoría de los bienes inmuebles que por herencia, compra, trueque o donación regia había recibido durante su vida, situados en las actuales provincias de Oviedo, Valladolid, Toledo y, sobre todo, León. Un conjunto señorial que no ofrece una gran unidad pero sí un control de comarcas fundamentales de la provincia leonesa: la Montaña, el Páramo y las Riberas de los ríos Órbigo, Bernesga y Torío, además de poseer importantes enclaves en torno a la ciudad de León. El conjunto patrimonial, mayoritariamente entregado a su hijo primogénito, Pedro, y núcleo básico de lo que constituirá, años más tarde, el futuro condado de Luna, está formado por villas como Laguna de Negrillos o Llanes, que recibe de Juan II en 1440, o concejos, entre los que cabe destacar: Valdellamas, que incorpora en 1408, Ordás, Luna, Villamor, Paredes, Omaña, Laciana, Ribadesil, Gordón o Lillo, además de múltiples lugares dispersos por los alrededores de la ciudad de León, casas fuertes, alcázares, castillos como los de Aguilar, Luna y Benal, torres como Villanueva de Jamuz, Ordás y Villablino, mandadas construir por él, además de las de Lillo, Tapia o Velliza, cuya fecha de construcción se desconoce; ferrerías, bodegas, molinos, prados, suelos, tierras, rentas, foros, derechos y patronazgos así como la merindad de la ciudad de Oviedo. Su segundo hijo, Suero, el del Paso Honroso, recibe en herencia también por vía de mayorazgo los concejos de Valdejamuz con su casa y torre, Ribadesil de Yuso y la villa de Gordaliza del Pino. Su tercer hijo, Fernando, los lugares de Barcial de la Loma, Valdepalacios y Torrico y, finalmente, Diego igualmente por vía de mayorazgo, los lugares de Ardoncino, San Cebrián, Grañeras y Villaornate.

Diego fallece en la ciudad de León a la edad de setenta y cinco años cuando transcurren los días finales de 1444 o los primeros meses de 1445 tras haber logrado aumentar considerablemente su señorío jurisdiccional con diversas mercedes, honores y cargos y haber colocado a la familia entre los más egregios linajes castellanos y, probablemente, en el más destacado de León. Su cuerpo será enterrado en el monasterio de San Isidoro de León del que había sido encomendero en “çiertas sepulturas de labastro” que él mismo había dispuesto construir en una de sus capillas. Hoy no se conserva nada en la Real Colegiata del posible panteón aunque sí una capilla con el escudo y armas de la casa de Quiñones.

 

Bibl.: M. de Alcedo y de San Carlos, Los Merinos Mayores de Asturias (del apellido Quiñones) y su descendencia. Apuntes genealógicos, históricos y anecdóticos, Madrid, 1918 y 1925, 2 ts.; C. Á lvarez Álvarez, El condado de Luna en la Baja Edad Media, León, Colegio Universitario de León, 1982; “Castillos, palacios y torres de los Quiñones en la Baja Edad Media leonesa”, en Castillos medievales del Reino de León, Madrid, S.A. Hullera Vasco-Leonesa, 1989, págs. 83-100; Los Quiñones, señores de Valdejamuz (1435-1590), Astorga, Centro de Estudios Astorganos, 1997.

 

César Álvarez Álvarez