Cabrera Sánchez, Nicolás. Madrid, 12.II.1913 – 14.IX.1989. Físico.
Cursó los estudios de preparatoria y de segunda enseñanza en el Instituto-Escuela de Madrid y la carrera de Ciencias Físicas en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, en la que se licenció en 1935.
Hijo del distinguido físico Blas Cabrera, se inició en la investigación en el Instituto Nacional de Física y Química que dirigía su padre, ocupando también un puesto de profesor auxiliar en la Universidad de Madrid (1935-1937). Teniendo en cuenta que uno de los principales intereses científicos de Blas Cabrera era la medida de las propiedades de las tierras raras, no es sorprendente que su hijo se dedicase inicialmente a este campo (de hecho, su primera publicación fue una breve nota en colaboración con su padre y con Salvador Velayos sobre “Constantes magnéticas de algunos sulfatos octohidratados de las tierras raras”). De aquellos años anteriores a la Guerra Civil, en un manuscrito inédito (Homenaje al profesor Salvador Velayos Hermida), Nicolás Cabrera escribió: “El período de 1930-1936 significó para un grupo de jóvenes científicos españoles una experiencia enormemente excitante sobre lo que podía ser la investigación en Física. Velayos estaba entre los mayores (con [Luis] Bru y otros) que acabaron sus tesis doctorales en dicho período, mientras que yo (con [Armando] Durán y otros) habíamos terminado la Licenciatura y nos preparábamos para iniciar nuestra tesis doctoral. Bajo la supervisión de Velayos, mi objetivo era extender a temperaturas del He líquido las medidas precisas de la susceptibilidad magnética de compuestos de tierras raras, que Velayos había descubierto en su tesis. Estas medidas eran muy importantes para compararlas a los, entonces recientes, cálculos teóricos del Prof. J. H. van Vleck [...] Después vino 1936 y la destrucción de tantas esperanzas.
Del grupo de jóvenes mencionados hubo los que se quedaron como Velayos y los que nos fuimos”.
El joven Cabrera abandonó, efectivamente, España con su padre, instalándose con él en París (se sabe que Blas Cabrera se instaló en la capital francesa hacia finales de septiembre de 1936, pero parece que Nicolás lo hizo algo más tarde). Allí consiguió el título de doctor (Docteur en Sciences Physiques) por la Universidad de París en 1944 con una tesis de Física Matemática sobre Problèmes de valeurs propres avec une frontière à distance finie. Perturbation de la frontière, bajo la dirección de Leon Brillouin y Louis de Broglie.
Su tesis doctoral marcó, sin embargo, el final de una etapa. A partir de entonces comenzó a aparecer el Nicolás Cabrera físico del estado sólido (el nombre que entonces se empleaba para esta disciplina, que más tarde se denominó Física de la materia condensada).
El primer artículo, “Sur l’oxydation de l’aluminium” (1945) es buena prueba de este hecho.
En este trabajo analizaba algunos aspectos de la teoría de la oxidación propuesta por el físico británico Nevill Mott, según la cual la oxidación estaba regida por el paso de electrones libres del metal a la banda de conductividad del óxido, seguida de su difusión hasta la superficie óxido-aire. Cabrera se ocupaba (teórica y experimentalmente) de los distintos mecanismos (efectos túnel, térmico y fotoeléctrico) por los que los electrones podían atravesar la barrera de potencial que les separaba de la banda de conducción del óxido.
Es importante señalar que Cabrera destacó como físico teórico de la Física del estado sólido. Estaba magníficamente dotado para la reflexión y análisis teórico, aunque también poseía buenas habilidades para, y estaba interesado en, el trabajo experimental. De hecho, en Madrid trabajó en el dominio experimental, y aunque los trabajos relacionados con su tesis doctoral fueron de índole teórica, en los años que permaneció en París, esto es hasta 1952 (aunque, como se verá inmediatamente, pasó algún tiempo fuera de Francia), publicó treinta y cinco artículos que trataban sobre todo de cuestiones relacionadas con calibraciones y estándares de medidas, algo, por otra parte, nada extraño, ya que su puesto de trabajo fue —entre 1938 y 1952— “científico ayudante” en el Bureau International des Poids et Mesures (Agencia Internacional de Pesas y Medidas), para la que también trabajó su padre.
El interés de Cabrera por los trabajos de Nevill Mott, entonces uno de los protagonistas destacados del desarrollo de la Física del estado sólido, le llevó, como research associate, en 1947, al H. H. Wills Physical Laboratory de la Universidad de Bristol, en aquellos años uno de los mejores centros del mundo en aquella rama de la Física. El principal responsable de este hecho era Mott, que había sucedido en la cátedra de Física Teórica de la universidad a John E. Lennard-Jonnes en 1933. Con Mott, Cabrera publicó en 1948 un importante trabajo sobre la teoría de oxidación de metales, aunque la perla de su estancia en Bristol —y de toda su carrera científica— fue el trabajo que, en colaboración con F. C. Frank y W. K. Burton, publicó en 1951 sobre el problema de la estructura atómica de las superficies cristalinas (incluyendo dislocaciones) y del proceso de crecimiento de cristales.
En 1980, treinta años después de su publicación, todavía era citado, según el Science Citation Index, en más de un centenar de artículos.
En Bristol, Cabrera estuvo hasta 1950, año en que regresó a París, al Bureau International de Poids et Mesures. Dos años más tarde aceptó un puesto en la Universidad de Virginia (Estados Unidos), primero (1952-1954) como associate professor (profesor asociado) de Física y después como full professor (catedrático), puesto que compartió a partir de 1962 con el de chairman (director) del Departamento de Física, que mantuvo hasta 1968. Cuando él llegó a Virgina, este departamento era pequeño, con sólo cinco profesores, sin apenas actividad en el campo de la Física del estado sólido. Gracias a él, la situación mejoró. Durante su mandato como director, el departamento se desarrolló notablemente, alcanzando los treinta profesores y el centenar de estudiantes graduados. La Física del estado sólido fue una de las ramas de la Física que más se benefició, pero no la única, ya que Cabrera apoyó la introducción en el departamento de otras disciplinas, como la Física Nuclear y la Criogenia.
En reconocimiento al importante trabajo que estaba realizando, tanto en el plano científico (se dedicó sobre todo al estudio de colisiones inelásticas de átomos con sólidos, tratados clásicamente, y al movimiento de defectos en sólidos) como en el organizativo, fue elegido miembro de diversos comités en Estados Unidos, como el Panel para la Ciencia del Estado Sólido, el Research Council, el Comité Asesor de la División del Estado Sólido del Oak Ridge National Laboratory y también del National Bureau of Standards.
Durante sus años estadounidenses, efectuó varias estancias en Hispanoamérica: profesor de Física en la Universidad Central de Venezuela, Caracas (seis meses en 1963), y profesor de Física en el Instituto Politécnico Nacional, México D. F., como experto de la Unesco (curso 1968-1969).
Cuando a finales de la década de 1960 el Gobierno español pensó en introducir algunas novedades en el sistema universitario que aumentasen, al menos en algunos casos, su autonomía, Cabrera fue uno con los que se entró en contacto. El 3 de junio de 1968, Enrique Gutiérrez Ríos, catedrático de Química Orgánica en la Universidad Complutense, le escribía una carta en la que se puede leer: “Recuerdo mucho la grata conversación que tuve con Ud. hace años acerca de su posible incorporación a nuestra Universidad.
Aquellas gestiones que yo realicé con el mayor interés tropezaron con dificultades administrativas prácticamente insalvables. Ahora la situación ha cambiado esencialmente, porque en Madrid se ha constituido una segunda universidad que empezará a funcionar a partir de Octubre próximo, en ella los catedráticos podrán ser nombrados por designación directa. Hace dos días hablé con el actual Ministro de Educación y Ciencia profesor Villar Palasí sobre el caso de Ud. con vistas a la nueva Universidad y me encargó especialmente que le escribiera en su nombre, proponiéndole su incorporación a esa nueva”.
Gutiérrez Ríos añadía que el puesto para Cabrera sería “como el actual de Catedrático en España”, pero con un salario a convenir y le preguntaba si podría incorporarse a “primeros de Octubre, o en caso negativo, en qué fecha”. Por último, señalaba que “como le dije en aquella ocasión, un campo de trabajo que sería para la Universidad de mucho interés es el de Física del Estado Sólido, aunque también interesa la Física Teórica”.
Cabrera contestó (en inglés) rápidamente, el 11 de junio, proponiendo algunas ideas, aunque señalando que le era imposible incorporase en octubre, ya que tenía planificado el próximo curso; de hecho, estaba a punto de salir para México, en donde iba a pasar el curso 1968-1969 como profesor en el Instituto Politécnico Nacional. Su respuesta indicaba que no estaba cerrado a romper con más de treinta años de exilio.
El contexto en el que se realizó la propuesta de Gutiérrez Ríos era el de la Ley de Autonomía Universitaria que se aprobó con José Luis Villar Palasí como ministro de Educación, y gracias a la cual se crearon en 1968 las universidades autónomas de Madrid (a la que se invitaba a Cabrera), Barcelona y Bilbao. Gutiérrez Ríos pasó la contestación de Cabrera a Villar Palasí, y éste expresó por escrito al químico sus impresiones el 26 de junio. Al ministro le interesaba especialmente lo que Cabrera decía sobre “la recogida de científicos y humanistas sobresalientes [...] porque éste es, justamente, el espíritu con que quiero que empiece a funcionar la nueva Universidad, al menos en los primeros años hasta que se creara un cierto espíritu entre los catedráticos más acorde con la dedicación tal como lo entienden fuera y bastante diferente a como lo entendemos aquí. Convendría seguir manteniendo el contacto con Cabrera y que te informara si esta posibilidad y, sobre todo, estas cantidades pudieran ser suficientes para él”.
El final del proceso que comenzó entonces, y durante el cual Cabrera recabó la opinión, e información, de viejos amigos suyos en España, como Salvador Velayos y Luis Bru, al igual que de otros que se habían exiliado como él (Francisco Grande Covián, entonces en el Laboratorio de Higiene Fisiológica de la Universidad de Minnesota, y Severo Ochoa, que trabajaba en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Nueva York), condujo a que finalmente Nicolás Cabrera aceptase la oferta española.
Se incorporó a la Universidad Autónoma de Madrid, que entonces no disponía aún de las instalaciones del campus de Cantoblanco, en 1969. Cabrera creó en la Autónoma de Madrid una División de Física, que constituyó un elemento muy importante en la modernización y revitalización de la Física en España. La Física del Estado Sólido, que cuando él llegó se había desarrollado poco en España, salvo por el esforzado trabajo que con pocos medios realizaban unos pocos científicos, fue una de las disciplinas que se benefició especialmente de su trabajo, enseñanzas e iniciativas, pero no fue la única. También atrajo Cabrera a la nueva División físicos nucleares, de altas energías y relativistas, algunos físicos españoles que, como él, habían desarrollado su carrera en el extranjero (los casos de Oriol Bohigas, Luis Bel y Javier Solana).
Sin embargo, la autonomía anunciada no se mantuvo en los términos prometidos y algunos de estos científicos (Bohigas y Bel, por ejemplo) abandonaron España al cabo de pocos años, frustradas sus esperanzas.
Nicolás Cabrera no fue uno de ellos, manteniendo un comportamiento que difícilmente se puede entender sin pensar en términos no sólo científicos, sino también patrióticos, él que había pasado toda una vida, por motivos políticos, fuera del país que le vio nacer.
Así, renunció definitivamente a su cátedra en Virginia, que había retenido estando fuera con permiso, el 14 de mayo de 1974. En Madrid, Cabrera fue catedrático contratado hasta 1978, cuando obtuvo plaza de catedrático numerario de Física del Estado Sólido.
Una muestra de sus esfuerzos por mejorar la situación de la Física en España es el Simposio que sobre “La Física en España” dirigió en 1975 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, y en el que participaron muchos de los físicos españoles más destacados. Entre las cuestiones tratadas en aquella ocasión figuran: “Actividades en España en los distintos campos de la Física. Conclusiones sobre las diversas actividades futuras y métodos de soporte de la investigación correspondiente”, “Colaboración en Física entre las Universidades y las instituciones científicas estatales y privadas” y “Métodos de selección de personal científico necesario para desarrollar la Física”.
Al año siguiente, 1976, Cabrera participó de nuevo en las actividades de la universidad santanderina (de la que su padre había sido rector), esta vez ya en su especialidad, dirigiendo un curso sobre Física del Estado Sólido, en el que participaron científicos extranjeros junto a españoles. “Estamos discutiendo sobre física de los sólidos y el tema de las propiedades ópticas de los sólidos”, manifestó entonces a El Diario Montañés, añadiendo que el objetivo del curso era “fomentar la investigación fundamental y aplicada en nuestro país, y, para lograr esto, es básico que los distintos grupos de jóvenes físicos de la nación tengan la oportunidad de reunirse para conocerse a fondo desde el punto de vista científico y humano, y también la necesidad de mantener este mismo tipo de contacto con científicos extranjeros”.
Además de las tareas de dirección y administrativas que desempeñó (fue también decano, entre 1978 y 1980, de la Facultad de Ciencias) en Madrid, Cabrera trabajó especialmente en el estudio de la dispersión elástica e inelástica de átomos de helio sobre la superficie de sólidos. Recibió numerosos premios: la Cruz de Alfonso X el Sabio (1973), las Medallas de Oro de la Universidad Menéndez Pelayo, de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Comunidad de Madrid.
Fue muy querido por sus compañeros y discípulos de la Universidad Autónoma de Madrid, en la que continuó trabajando como emérito hasta que, no mucho antes de su fallecimiento, sufrió un rápido deterioro físico.
Como homenaje a su memoria, se bautizó una de las calles del campus en Cantoblanco con su nombre.
Obras de ~: con B. Cabrera y S. Velayos, “Constantes magnéticas de algunos sulfatos octohidratados de las tierras raras”, en Boletín de la Academia de Ciencias de Madrid, I, 2 (julio de 1935), págs. 1-2; “Sur l’oxidation de l’aluminium et l’influence de la lumière”, en Comptes rendus, 220 (1945), págs. 111-113; con N. F. Mott, “Theory of the oxidation of metals”, en Reports on Progress in Physics, 12 (1949), págs. 163-184; con W. K. Burton y F. C. Frank, “The growth of crystals and the equilibrium structures of their surfaces”, en Philosophical Transactions of the Royal Society, 243 (1951), págs. 299- 358; con V. Celli, F. O. Goodman y R. Manson, “Scattering of atoms by solid surfaces I”, en Surface Science, 19 (1970), págs. 67-92.
Bibl.: J. Solana y S. Velayos, “Nicolás Cabrera. A biographical sketch”, en Philosophical Magazine, 45 (1982), págs. 223- 225; J. M. Sánchez Ron, Cincel, martillo y piedra, Madrid, Taurus, 1999, 11; S. Viera Díaz, “Nicolás Cabrera, un físico creador y organizador. Dos facetas de un gran científico”, en F. González de Posada, F. A. González Redondo y D. Trujillo Jacinto del Castillo (eds.), Actas del II Simposio “Ciencias y Técnica en España de 1898 a 1945: Cabrera, Cajal, Torres Quevedo”, Madrid, Amigos de la Cultura Científica, 2002, págs. 13-27.
José Manuel Sánchez Ron