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Blas Cabrera y Felipe

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Biografía

Cabrera y Felipe, Blas. Arrecife, Gran Canaria (Las Palmas de Gran Canaria), 20.V.1878 – Ciudad de México, 1.VIII.1945. Físico.

Hijo del abogado y notario canario Blas Cabrera Topham y de Antonia Felipe Cabrera, Blas Cabrera y Felipe fue el mayor de ocho hermanos. Algunos años después de su nacimiento en Arrecife (isla de Lanzarote), toda la familia se trasladó a Santa Cruz de Tenerife, donde cursó el bachillerato en el Instituto de Canarias, situado en La Laguna. En junio de 1894 obtuvo el título de Bachiller con la calificación de sobresaliente.

En septiembre de 1894 viajó a Madrid para cursar estudios superiores en la Universidad Central. Parece que inicialmente tenía la intención de seguir los estudios de Derecho, pero pronto orientó sus energías hacia la carrera de Ciencias, influido, como él mismo reconoció en su discurso de entrada en la Real Academia Española (26 de enero de 1936), por el contacto casi diario con Santiago Ramón y Cajal en la tertulia del Café Suizo. La “predicación” de Cajal manifestó en aquella ocasión, “era incesante cerca de cuantos tuvimos la suerte de recibir su influencia directa, bien como discípulos en la disciplina que fue su especialidad, o como meros contertulios de la mesa del café Suizo donde casi a diario nos estimulaba para colaborar eficazmente en la elaboración de la ciencia, haciéndonos sentir la responsabilidad en que incurríamos como españoles al olvidar que los pueblos que se limitan a usufructuar de los beneficios que de ella derivan, sin contribuir a su gestación, se hallan expuestos a convertirse en meras colonias de los más activos. Para muchos, y en particular para mí, esta acción tuvo al menos la virtud de neutralizar el ambiente de escasa simpatía que envolvía a cuantos soñaban contribuir al progreso científico”.

Se matriculó en la Facultad de Ciencias de Madrid en el curso 1894-1895. Con la excepción de aquel primer año, siempre lo hizo como alumno libre. Casi un año después de haber aprobado la última asignatura de la carrera (curso 1898-1899), y tras pasar el oportuno examen, logró, en mayo de 1900, el título de licenciado, con la calificación de aprobado.

Tras la licenciatura, inició a comienzos del curso 1901-1902 los estudios de doctorado, grado que entonces solamente podía otorgar la Universidad Central. La memoria con la que obtuvo el grado de doctor se tituló Variación diurna del viento. Se trata de una breve pero densa monografía de cincuenta y tres páginas, plagada de tablas en las que calculaba diferentes componentes (horizontales) del viento en numerosas ciudades de ambos hemisferios, aunque prestando mayor atención a los casos de Madrid y Adelaida. Es oportuno señalar que en ningún lugar de la tesis aparece la más mínima indicación que sugiera que Cabrera recibió algún tipo de dirección durante la realización de su tesis, una situación coherente con lo que él mismo señaló muchos años después, en el citado discurso de la Academia Española: “Pertenezco yo a la última generación que se encontró huérfana de una tradición que le orientara por camino real en los años más difíciles para las grandes resoluciones que pueden guiar toda una vida”.

Entre 1902 y 1905, continuó investigando, ampliando el marco de sus intereses. Fue nombrado profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias de Madrid. La mayoría de sus trabajos aparecían firmados desde el Laboratorio de Física de la Facultad de Ciencias, que dependía de Ignacio González Martí, catedrático de Física General que, según José Rodríguez Carracido (1914), ejerció “decisivo influjo en el afianzamiento de la vocación de Cabrera, gracias a la enseñanza de laboratorio” que le ofreció. Por su parte, Enrique de Rafael (1952) recordó la actuación de Cabrera como profesor ayudante en los siguientes términos: “Conocí a Cabrera cuando él era mero encargado del curso de Física Matemática en el Doctorado, por haber sido jubilado en 1904 el titular Francisco de Paula Rojas y Caballero Infante, Ingeniero y Académico. En aquel curso Cabrera fue el primero que explicó en España las aplicaciones a la Física del Cálculo Vectorial”. Precisamente sobre este tema publicó dos artículos: “Principios fundamentales de la teoría de vectores. Crítica de las acciones a distancia” (1906) y “Sobre la teoría de tensores” (1907).

En el dominio experimental (en el que desarrolló toda su carrera), publicó artículos sobre temas tan diversos como “la determinación de la constante del dilatómetro de le Chatelier”, “la trayectoria de los rayos catódicos en un campo magnético cualquiera”, “ionización de electrolitos”, “estado actual de la ley de Maxwell”, “calibrados eléctricos de hilos”, “la existencia del magnetismo verdadero” y “electrómetro esférico de Lippmann”. Su trabajo más importante durante aquellos años fue el que consagró a las propiedades de los electrolitos, tema sobre el que continuó investigando esporádicamente hasta 1918. La teoría de la disociación electrolítica que defendió, nueva por entonces, mantenía que la estructura iónica de las sales ya existe en el estado sólido y que la reducción de la interacción electrostática era responsable de la disociación en la solución de iones rodeados de moléculas de agua (solvatación). Estos puntos de vista fueron desarrollados de manera completa en 1923 por Peter Debye y Erich Hückel. La mayoría de sus trabajos de aquellos años aparecieron publicados en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química, órgano de la Sociedad Española de Física y Química, fundada en 1903 con Cabrera entre sus socios fundadores (entre 1903 y 1937, contribuyó a esta publicación con sesenta y ocho artículos).

El 2 de marzo de 1905, ganó la oposición a la cátedra de Electricidad y Magnetismo de la Universidad Central, siendo sus contrincantes dos jóvenes catalanes: Ramón Jardí y Borrás y José María Plans y Freyre. Al año siguiente contrajo matrimonio con María Sánchez Real, natural de La Laguna, y el 17 de enero de 1907, nacía su primer hijo, Blas Cabrera Sánchez, que con el tiempo estudiaría Medicina, convirtiéndose en un notable fisiólogo, formado en el Laboratorio de Fisiología de Juan Negrín, del que durante la Guerra Civil fue secretario particular. Más tarde tuvo otros dos hijos: Luis, que estudió Arquitectura, y Nicolás, que se distinguió en la misma disciplina que su padre, la Física.

El 7 de abril de 1909, fue elegido miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la que ocupó la Medalla número 22, sucediendo a Francisco de Paula Rojas. Un año después, el 17 de abril de 1910, leyó su discurso de entrada, titulado El éter y sus relaciones con la materia en reposo, en el que analizaba la situación de la electrodinámica, la teoría del electrón de Hendrik Lorentz y la relatividad especial, recientemente desarrollada por Albert Einstein. José Echegaray, entonces presidente de la Academia, le contestó. Al mismo tiempo que dio la bienvenida a su joven colega, el ya Premio Nobel de Literatura y catedrático de Física Matemática de la Universidad de Madrid expuso sus propias ideas sobre las cuestiones tratadas por Cabrera, y mostró su esperanza en un futuro mejor para la ciencia española, finalizando su intervención con estas espléndidas palabras: “¡Ojalá que lleguen pronto los tiempos del trabajo alegre y de la alegría trabajadora!”.

De hecho, por entonces Cabrera había comenzado a trabajar para que esos tiempos llegaran pronto, más allá de lo que aportasen sus propias investigaciones. Esto es algo que hizo con la ayuda de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), institución creada en 1903 y dependiente del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Además de conceder pensiones en el extranjero y en España, aquella Junta cumplió otras funciones, como la de establecer (o ayudar a mantener) centros de investigación. Uno de éstos fue el Laboratorio de Investigaciones Físicas, creado oficialmente en 1910 (aunque existen indicios de que ya se encontraba en funcionamiento en 1909) y a cuyo frente puso, como director, a Blas Cabrera. Instalado en el denominado Palacio de la Industria y de las Artes, un extenso edificio cercano al Hipódromo (más tarde paseo de la Castellana), que también acogía al Museo de Ciencias Naturales, al Centro de Ensayos de Aeronáutica y al Laboratorio de Automática dirigidos por Leonardo Torres Quevedo, a la Escuela de Ingenieros Industriales y a la Real Sociedad de Historia Natural, además de a un cuartelillo de la Guardia Civil. Inicialmente, las secciones del Laboratorio eran cuatro: Metrología, Electricidad (en la que Cabrera llevaba a cabo sus propias investigaciones), Espectrometría y Química-Física.

Aunque era el director del Laboratorio, Cabrera tuvo la independencia de juicio suficiente como para darse cuenta de que necesitaba salir al extranjero para ampliar sus horizontes y conocimientos. Solicitó, en consecuencia, una pensión a la JAE en 1912, para cinco meses “con el fin de visitar Laboratorios de Física y efectuar trabajos sobre Magnetismo en Francia, Suiza y Alemania”, que le fue concedida.

La mayor parte de sus meses de pensión los pasó en Zúrich, en el laboratorio de Pierre Weiss, en la Escuela Politécnica Federal, en compañía del químico- físico Enrique Moles (también miembro del Laboratorio de Investigaciones Físicas), que ya se encontraba allí cuando llegó. Lo notable del caso es que la pensión de Cabrera estuvo a punto de malograrse desde el principio como consecuencia de haberse presentado en el laboratorio de Weiss sin haber realizado ninguna gestión previa. He aquí cómo describía el propio Cabrera su experiencia en una carta que escribió a Castillejo desde Zúrich el 8 de mayo de 1912, sólo tres días después de haber llegado a la ciudad suiza: “A mi llegada me dijo Moles que estaba desagradablemente impresionado respecto de la posibilidad de trabajar aquí, pues en las oficinas del Politécnico le dijeron que era imprescindible haber solicitado la matrícula con anterioridad al 31 de marzo. No obstante esto, y pensando en que al hablar personalmente con el profesor Weiss se resolverían estas dificultades, fui a visitarle [...] me dijo que le era imposible darme sitio para trabajar porque tiene el laboratorio completamente lleno. Sin embargo quedamos citados para presentarme a los asistentes mayor y ponerme al corriente de los métodos y trabajos en curso, con el fin de que yo luego durante 15 o 20 días visite detenidamente el laboratorio. Del mal el menos”.

Se ve, por consiguiente, que todo un académico, catedrático de la principal universidad de la nación y director de un laboratorio, se encontraba fuera de España en una situación francamente precaria. Éste fue, precisamente, el gran reto que Cabrera tuvo que afrontar: el de establecer una estructura, una tradición, unas relaciones internacionales. Pero tuvo éxito. De hecho, ese éxito comenzó a esbozarse pronto: menos de un mes de la anterior misiva, escribía en otra (también a Castillejo): “[nuestros trabajos] marchan bien, y a juzgar por las apariencias con entera satisfacción del Prof. Weiss, que ha puesto a mi disposición un material y un local que ofrece muchas mejores condiciones que los primitivos. Dicho Prof. me visita dos o tres veces al día y en casi todas las visitas nos propone nuevos problemas a resolver, y que seguramente no podrán todos ser abordados durante nuestra estancia aquí”.

Resultado de la colaboración de Cabrera y Moles fue una publicación conjunta en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química en 1912 sobre “La teoría de los magnetones y la magnetoquímica de los compuestos férricos”, un dominio al que volvieron en otras ocasiones.

La estancia de Cabrera en Zúrich fue decisiva para su carrera: Zúrich, primero, y a partir de 1919, Estrasburgo (ese año Weiss fue nombrado director del Instituto de Física de la Universidad de Estrasburgo), fueron ciudades con las que Cabrera mantuvo una relación especial. De hecho, el magnetismo a la manera de Weiss, lo que implicaba optar por la defensa del “magnetón de Weiss” como la unidad natural del magnetismo molecular, constituiría una parte importante de sus trabajos a partir de entonces. Desgraciadamente, sin embargo, esta unidad no prosperaría, siendo sustituida finalmente por el denominado “magnetón de Bohr” que era unas cinco veces mayor que el de Weiss, al que, no obstante, Cabrera siguió apegado hasta prácticamente el final de su carrera.

En cualquier caso, esta cuestión no afectó demasiado a los trabajos (experimentales) de Cabrera en el campo del magnetismo, el auténtico núcleo central de su obra, sino a algunos comentarios de índole teórica que hacía. Y esas contribuciones al magnetismo fueron importantes. Así, cuando John van Vleck repasó la literatura de las medidas de susceptibilidades atómicas de tierras raras para incluirla en el libro que estaba escribiendo (el clásico The Theory of Electric and Magnetic Susceptibilities, 1931) se encontró con que muchas de esas medidas habían sido hechas por Cabrera, cuyo nombre apareció finalmente en el texto más veces que el de ningún otro investigador.

Dos contribuciones particularmente destacadas del físico español fueron la modificación de la ley de Curie- Weiss para las tierras raras y la obtención de una ecuación para el momento atómico magnético que incluía el efecto de la temperatura.

Con sus trabajos, experimentales, y la conexión con Weiss, que más tarde se amplió a otros físicos destacados, Cabrera logró el reconocimiento internacional, como atestiguan sus muchas publicaciones en revistas internacionales (al menos treinta y cinco), sus participaciones en congresos y el que fuera elegido, en 1928, miembro de la Commission scientifique internationale del Institute Internationale de Physique Solvay (de la que formaban parte Langevin, Bohr, Marie Curie, de Donder, Einstein, Guye, Knudsen y Richardson). Como tal participó en dos de los Consejos Solvay (en el VI y el VII, 1930 y 1933), selectos congresos que se celebraban en Bruselas y en los que participaban por invitación los mejores físicos del mundo. En el primero, el celebrado en 1930, presentó un extenso (y uno de los más importantes que escribió) trabajo titulado L’étude experiméntale du paramagnétisme. Le magnéton.

En 1929, y sustituyendo a Leonardo Torres Quevedo, entró a formar parte del Comité Internacional de Pesos y Medidas, el órgano encargado de supervisar el funcionamiento del Bureau International des Poids et Mesures, la agencia internacional, situada en París, dedicada a mantener la uniformidad en las unidades de medidas, y cuya autoridad tenía como origen la Convención del Metro, firmada por diecisiete países en París en 1875. En 1933, fue nombrado para el puesto de secretario de ese Comité (en octubre de aquel mismo año se celebró la Octava Conferencia Internacional del Metro, a la que Cabrera asistió). El 12 de noviembre de 1928, fue elegido miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de París, a propuesta de los físicos Paul Langevin y Maurice de Broglie, ocupando la vacante dejada por Arrhenius. Únicamente otros dos españoles eran entonces miembros de esa corporación: Leonardo Torres Quevedo, como asociado, y Santiago Ramón y Cajal, como correspondiente.

También mantuvo relaciones con Hispanoamérica. La primera vez que viajó allí fue en 1915, acompañado de Fernando de los Ríos. Regresó de nuevo en 1916 para inaugurar en México el Instituto Hispanomexicano como profesor extraordinario. En 1920, invitado por la Institución Cultural Española de Buenos Aires desarrolló dos cursos paralelos sobre la Estructura de la materia y Teoría del magnetismo en, respectivamente, el Colegio Nacional Central y la Facultad de Ciencias, además de pronunciar diversas conferencias (también disertó en Córdoba y Rosario de Santa Fe). A Cuba viajó en 1927 (también acompañado de Fernando de los Ríos) para inaugurar el curso de conferencias de la Institución Hispano-Cubana de Cultura. En el curso de aquellos viajes, fue nombrado profesor extraordinario de las Universidades de México y Buenos Aires, miembro de las academias de Lima y Bogotá, además de doctor honoris causa en varias universidades (más tarde, recibió este título por la Universidad de Estrasburgo, en la que, como se señaló, trabajaba Weiss).

En España ocupó puestos muy diversos. Nombrado Elías Tormo rector de la Universidad de Madrid, a propuesta de éste el 28 de septiembre de 1929 Cabrera fue designado vicerrector encargado de asuntos docentes. Pronto, sin embargo, tuvieron lugar acontecimientos políticos que afectaron a Cabrera. El 30 de enero de 1930, el general Berenguer sustituía a Primo de Rivera (que había nombrado a Cabrera para la Academia Nacional que instituyó) en la Presidencia del Gobierno y Elías Tormo fue elegido ministro de Instrucción Pública. Para sucederlo en el rectorado madrileño, designó (el 3 de marzo) a Cabrera. Como rector vivió una época difícil debido a las movilizaciones de estudiantes que se produjeron entonces, en el marco de las reformas del bachillerato propuestas por el Gobierno. El 4 de febrero de 1931, la principal organización estudiantil, la FUE, convocó una huelga general universitaria, de carácter claramente republicano. El 4 de febrero, una Real Orden disponía el cierre de las universidades bajo la denominación de “vacaciones extraordinarias”. En el clima de gran inestabilidad política que se produjo, Alfonso XIII cesó al Consejo de Ministros en pleno. Al abandonar el Gobierno Tormo, con quien Cabrera estaba comprometido, éste decidió dejar el rectorado, intención que cumplió el 28 de marzo cuando Pío Zabala y Lera, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, fue nombrado en su lugar.

Cabrera fue también vocal de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria (1931), y presidente de la Real Academia de Ciencias (1934-1938) y de la Sociedad Española de Física y Química en 1916 y 1923. El 26 de enero de 1936 tomó posesión de la plaza en la Real Academia Española para la que había sido elegido para ocupar la plaza (Silla I) que había quedado vacante, en 1934, a la muerte de Santiago Ramón y Cajal. Disertó entonces sobre Evolución de los conceptos físicos y lenguaje. El entomólogo Ignacio Bolívar le contestó, iniciando su intervención con las, ya citadas, palabras con que Echegaray había finalizado su discurso al recibirlo, veintiséis años antes, en la Real Academia de Ciencias: “¡Ojalá que lleguen pronto los tiempos del trabajo alegre y de la alegría trabajadora!”.

También se ocupó Cabrera de difundir la física en la sociedad. Además de pronunciar numerosas conferencias, publicó algunos libros de carácter general, como ¿Qué es la electricidad? (1917), Principio de relatividad (1923) y El átomo y sus propiedades electromagnéticas (1927). Los dos primeros fueron frutos de cursos que dio en la Residencia de Estudiantes y que ésta publicó en 1917 y 1923, respectivamente. Se distinguió especialmente en difundir las teorías de la relatividad (especial y general) de Albert Einstein, al que acompañó cuando éste visitó Madrid en 1923. Formó parte del círculo de José Ortega y Gasset, aconsejándole en temas científicos para la Revista de Occidente, en la que él mismo publicó algunos artículos (“Proceso de extensión del conocimiento”, 1927; “Los mundos habitables”, 1929; “La imagen actual del universo según la relatividad”, 1931).

En 1934, fue nombrado por el Gobierno de la República rector de la Universidad Internacional de Verano de Santander, creada por un decreto firmado por el ministro Fernando de los Ríos el 23 de agosto de 1932. Sucedió en este puesto a Ramón Menéndez Pidal. Fue precisamente en Santander, mientras desempeñaba su cargo, donde le sorprendió el comienzo de la Guerra Civil. Como máximo responsable de la universidad, Cabrera dirigió la expedición de profesores y alumnos destinada a regresar a Madrid. Al estar cortadas las comunicaciones en el norte de Castilla e Irún en poder de los sublevados, se solicitó a Francia que enviase un barco de guerra a San Sebastián, para ir desde allí a San Juan de Luz, y por Cerbère y Barcelona, regresar a Madrid. El Gobierno francés accedió a la petición, y tras un cierto número de avatares la expedición llegó a Madrid, parece que el 13 de septiembre.

Pronto, sin embargo, Cabrera abandonó la capital y España, ya que existen evidencias de que el 9 de octubre se encontraba en París, acompañado por su esposa, alojado en el Colegio de España de la Cité Universitaire, que sería su residencia, al igual que de otros intelectuales españoles exiliados en París, durante toda su estancia en la capital francesa.

En París, Cabrera trabajó en el Bureau International des Poids et Mesures, en su calidad de secretario del Comité que supervisaba las tareas de éste (él continuó realizando sus investigaciones en los laboratorios de la Escuela Normal de Sèvres: durante sus años en Francia publicó doce artículos). Una vez finalizada la guerra, el Gobierno presidido por el general Franco, que consideraba a Cabrera uno de sus enemigos (fue expulsado de su cátedra por una orden publicada en el Boletín Oficial del Estado el 14 de febrero de 1939), se esforzó para que abandonase su puesto en el Comité métrico. Entre las acusaciones que se le imputaron figuraba la de tener parte de responsabilidad en la detención de varios estudiantes de inclinaciones derechistas que seguían los cursos de la Universidad Internacional de Santander en el verano de 1936. De hecho, Cabrera había intentado que fuesen liberados, aunque no lo logró. Los estudiantes fueron internados en el buque-prisión Alfonso Pérez, anclado en la bahía de Santander, cuando los miembros de la universidad abandonaron la ciudad. El 27 de diciembre de 1936, la aviación nacional bombardeó intensamente Santander, con el resultado de unos sesenta muertos. Como consecuencia de este hecho, una multitud enardecida se dirigió al buque-prisión, clamando venganza. Seis estudiantes detenidos figuraron entre el centenar y medio de víctimas.

La primera noticia recibida en París de que el Gobierno español deseaba que Cabrera dejase su puesto en París fue a través de una carta que A. Pérard, presidente del Bureau International des Poids et Mesures, recibió. La misiva llevaba el membrete de Presidencia del Gobierno. Dirección General del Instituto Geográfico y Catastral, estaba datada en Madrid el 29 de febrero de 1940 y firmada por “El Presidente”, aunque la firma era ilegible. En ella se decía lo siguiente: “Tengo el honor de proponer a V. E. sea nombrado representante de España en el ‘Bureau International des Poids et Mesures’ que tan dignamente preside, en sustitución del Ilmo. Sr. D. Blas Cabrera Felipe y que en la actualidad se encuentra ausente, el Ilmo. Sr. D. José Galbis Rodríguez, que perteneció a la Comisión Permanente de Pesas y Medidas, como Presidente de la Subcomisión técnica desde 6 de Junio de 1924, y asistió como Delegado de España a la Octava Conferencia General de Pesas y Medidas, que se celebró en París en Octubre de 1933”. La situación era delicada, como reconoció Pérard a uno de sus colegas el 29 de marzo de 1941: “Jamás el Bureau International se ha opuesto a una petición de un Gobierno; pero, sobre todo en las circunstancias actuales, la resistencia podría ser funesta para nuestra Institución y no he podido disimulárselo a M. Cabrera, que en consecuencia ha puesto su dimisión a disposición [nuestra]”.

Uno de los problemas era que si el Bureau se negaba a la petición del Gobierno español se arriesgaba a que éste dejase de satisfacer las cuotas que como miembro debía abonar anualmente, y en aquellos años de guerra mundial la situación de la institución era muy precaria. Para no perjudicar a la institución, Cabrera dimitió. El 4 de octubre de 1941, Cabrera escribía a Pieter Zeeman, Premio Nobel de Física y alto dirigente del Bureau, manifestándole: “Mi querido presidente y amigo: No quiero abandonar Francia sin expresarle una vez más mi sincera devoción personal y mi solidaridad en tanto que presidente del Comité del que he sido ferviente miembro durante una quincena de años y que he tenido que abandonar por razones que usted conoce muy bien [...] Parto para la isla de Cuba, en donde seguiré continuando a su disposición”.

Finalmente, y ya muy debilitado por un trastorno del sistema nervioso —la enfermedad de Parkinson— que padecía (durante la epidemia mundial de gripe de 1918 sufrió un ataque de encefalitis letárgica del que le quedaron lesiones que se fueron agravando en el curso de los años), se instaló en la ciudad de México, donde la Universidad Autónoma de México le acogió como profesor. Allí continuó publicando artículos de carácter general (algunos en la revista Ciencia, fundada por los exiliados españoles, que él mismo dirigió tras el fallecimiento de Ignacio Bolívar), y una monografía en la que resumía sus trabajos: El magnetismo de la materia. En la universidad enseñó Física Atómica e Historia de la Física. Falleció en 1945.

 

Obras de ~: Variación diurna del viento, tesis doctoral, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta de A. J. Benítez, 1902; “Algunas consideraciones sobre la ionización de los electrolitos”, en Anales de la Sociedad Española de Física y Química (ASEFQ), 1 (1903), págs. 131-148; “Principios fundamentales de la teoría de vectores. Crítica de las acciones a distancia”, en Revista de la Real Academia de Ciencias, 4 (1906), págs. 532-577; “Sobre la teoría de tensores”, en ASEFQ, 5 (1907), págs. 111-119; El éter y sus relaciones con la materia en reposo, Madrid, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1910; con E. Moles, “La teoría de los magnetones y la magnetoquímica de los compuestos férricos”, ASEFQ, 10 (1912), págs. 316-344, 394-431; ¿Qué es la electricidad?, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1917; “Mecanismo de disociación electrolítica”, en ASEFQ, 16 (1918), págs. 186-225; Momento actual de la física, Madrid, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1921; Principio de Relatividad, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1923; “Le magnétisme et la structure de l’atome et de la molécule”, en Journal de Physique et le Radium, 6 (1925), págs. 241-258 y 273-286; El átomo y sus propiedades electromagnéticas, Madrid, Editorial Páez, 1927; “La théorie du paramagnétisme”, en Journal de Physique et le Radium, 8 (1927), págs. 257-275; “L’étude experiméntale du paramagnétisme. Le magnéton”, en Le magnétisme, París, Gauthier-Villars, 1931, págs. 81-160; Evolución de los conceptos físicos y lenguaje, Madrid, Academia Española, 1936; Dia- et paramagnétisme et structure de la matière, Paris, Hermann, 1937; El magnetismo de la materia, Buenos Aires, Institución Cultural Española, 1944. La mayor parte de la obra de Cabrera ha sido reeditada, dirigida por Francisco González de Posada, por Amigos de la Cultura Científica.

 

Bibl.: J. Rodríguez Carracido, “Discurso de contestación al de ingreso de Ignacio González Martí”, Madrid, Real Academia de Ciencias, Físicas y Naturales, 1914; J. Baltá Elías, “Noticia biográfica del Excmo. Sr. D. Blas Cabrera y Felipe”, en Anales de Física y Química, 41 (1945); A. Madinaveitia, “Don Blas Cabrera”, en Ciencia, 6 (1945), págs. 241-242; VV. AA., “El curso del profesor Blas Cabrera”, en Anales Institución Cultural Española, I (1947), págs. 527-599; E. de Rafael, Momento actual de la Física, discurso inaugural del curso 1952-1953 en la Real Academia de Ciencias, Madrid, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1952; N. Cabrera Sánchez, “Apuntes biográficos de mi padre D. Blas Cabrera y Felipe (1878-1945)”, En el centenario de Blas Cabrera, Universidad Internacional de Canarias Pérez Galdos, 1978, págs. 59-73; “Blas Cabrera Felipe (1878-1945)”, en Boletín Informativo Fundación Juan March, Madrid, abril de 1986, págs. 3-22; J. M. Sánchez Ron y A. Roca Rosell, “Spain’s first school of physics: Blas Cabrera’s Laboratorio de Investigaciones Científicas”, en Osiris, 8 (1993), págs. 127- 155; F. González de Posada, Blas Cabrera: Físico español, lanzaroteño ilustre, Madrid, Amigos de la Cultura Científica, 1994; J. M. Sánchez Ron, Miguel Catalán. Su obra y su mundo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994; B. Rodríguez Ríos, “Ensayo introductorio” en En torno a Blas Cabrera Felipe, II-12 (Dia- et paramagnétisme et structure de la matière), Madrid, Amigos de la Cultura Científica, 1998, págs. 13-46; A. Romero de Pablos, Cabrera. Moles. Rey Pastor. La europeización de la ciencia. Un proyecto truncado, Madrid, Nivola, 2002; F. A. González Redondo y M. A. Villanueva Valdés, “Blas Cabrera, rector de la Universidad Central entre la Dictadura y la República, 28 de febrero de 1930-28 de marzo de 1931”, en F. González de Posada, F. A. González Redondo y D. Trujillo Jacinto del Castillo (eds.), Actas del II Simposio “Ciencia y Técnica en España de 1898 a 1945: Cabrera, Cajal, Torres Quevedo”, Madrid, Amigos de la Cultura Científica, 2002, págs. 47-72; D. Trujillo, El exilio de Blas Cabrera, Arrecife, Academia de Ciencias e Ingeniería de Lanzarote, 2003; J. M. Sánchez Ron, “La dimisión de Blas Cabrera del Comité Internacional de Pesas y Medidas”, en F. González de Posada, F. González Redondo y D. Trujiilo Jacinto del Castillo (eds.), Actas del III Simposio “Ciencia y Técnica en España de 1898 a 1945: Cabrera, Cajal, Torres Quevedo”, Madrid, Amigos de la Cultura Científica, 2004, págs. 67-74.

 

José M. Sánchez Ron

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