Terradas e Illa, Esteban. Barcelona, 15.IX.1883 – Madrid, 9.V.1950. Ingeniero, matemático y físico.
Esteban Terradas fue un hombre polifacético y extraordinariamente dotado, más práctico y erudito que original en lo que a creación de nuevo conocimiento científico se refiere.
Su padre, Marcelino, era comerciante, pero falleció cuando Esteban tenía únicamente dos años. Pasó entonces, junto a sus tres hermanos, a la tutela de un tío suyo, Joseph Terradas, presbítero, que le envió a realizar sus estudios primarios en Charlotemburgo, en las afueras de Berlín. A los trece años, con una formación que incluía un conocimiento a fondo del alemán y el francés, regresó a Barcelona, donde con un profesor particular preparó las quince asignaturas que constituían el bachillerato. Tras aprobarlas en dos años, se matriculó en 1898 en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, con la intención de preparar el ingreso en la Escuela de Ingenieros Industriales. Empleó los tres cursos académicos comprendidos entre 1899 y 1901 en aprobar las tres asignaturas de Dibujo Industrial Preparatorio, lo que significó que no comenzó los estudios de Ingeniería hasta el curso 1902-1903. Por entonces, Terradas había decidido cursar la licenciatura de Ciencias, lo que logró en 1904, con Premio Extraordinario. Aquel mismo año se publicó (en la Revista Trimestral de Matemáticas) su primer trabajo científico: “Propiedades de las raíces de la unidad”.
Para obtener el grado de doctor, ese año se trasladó a Madrid. En junio de 1905, defendió no una sino dos tesis. Una en Física y otra en Matemáticas: Algunas propiedades sencillas de la luz absorbida por ciertos cuerpos cristalinos y Condiciones para que un hilo homogéneo flexible, inextensible e inelástico, deslice según la curva que forma, esto es, para que todos sus puntos tengan por trayectoria la misma curva que realiza. En 1905 publicó también sus primeros artículos en la entonces joven (había sido fundada en 1903) revista de la Sociedad Española de Física y Química, los Anales: “Efecto de la luz circulante polarizada al atravesar una lámina absorbente cristalina, no activa”, “Sobre algunas curvas realizadas por cuerdas en movimiento” y “Sobre el cálculo de las intensidades en una red de conductores lineales”.
El título de ingeniero industrial lo obtuvo en 1909. Años más tarde, por necesidades profesionales (cuando fue nombrado director de la Sección de Ferrocarriles Secundarios de la Mancomunidad catalana y el Cuerpo de Ingenieros de Caminos se opuso, alegando que el puesto correspondía a uno de sus miembros), también se graduó como ingeniero de Caminos, una, si no la más, de las carreras más exigentes en la España de su tiempo, examinándose en dos convocatorias (junio y septiembre de 1918), de las veinte asignaturas de la carrera.
Poseía una erudición y un amor por el saber extraordinarios. En su tiempo se contaron múltiples anécdotas relacionadas con sus conocimientos, como la que narró uno de sus colaboradores en el Instituto de Electricidad y Mecánicas Aplicadas y en la Sección de Ferrocarriles de la Mancomunidad, el arquitecto Joan Bergós, quien refiriéndose al examen que hizo para obtener el título de Ingeniero de Caminos, recordó que Terradas “era un gran experto en Arquitectura y decía que ‘no se había atrevido a estudiarla oficialmente, por miedo de que en la Escuela Superior le hubiesen hecho perder su pasión por la primera de las Artes’”. “En el examen de ‘Arquitectura’ de la Escuela de Ingenieros de Caminos —añadía Bergós— le pidieron ‘detalles de molduración de la decadencia bizantina’ que dibujó sin titubeos con estupefacción del tribunal”.
Después de ocupar una plaza de profesor auxiliar de la Universidad de Madrid en 1906, ganó por oposición la Cátedra de Mecánica Racional en la Universidad de Zaragoza. Allí permaneció sólo un año, al lograr, de nuevo por oposición, la Cátedra de Acústica y Óptica de la Universidad de Barcelona. De su corta etapa aragonesa, Julio Rey Pastor recordó en 1951, durante la sesión necrológica que en honor de su antiguo amigo tuvo lugar en la Real Academia de Ciencias de Madrid, lo siguiente: “Era ya estudiante en Zaragoza el año 1906, cuando corrió la noticia: ha llegado el nuevo profesor de Mecánica Racional, ¡pero si es un muchacho! Un muchacho, ciertamente, por la edad, pero todo un gran señor por su distinción y su cultura; un muchacho que hablaba a la perfección todas las lenguas cultas y conocía la Historia y la Literatura de todos los países, un muchacho que manejaba las funciones elípticas con la misma soltura que nuestros viejos profesores la Trigonometría”.
Un acontecimiento importante de sus primeros años de investigador y profesor fue cuando ganó en 1907 el Premio Agell que la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona convocó en 1905. Lo logró con un trabajo titulado Estudios sobre los hilos. Consecuencia de este éxito fue su elección como miembro de esa corporación catalana, en la que ingresó en 1909 con un discurso Sobre la emisión de radiaciones por cuerpos fijos o en movimiento, en el que, como manifestaba José Doménech y Estapá, encargado de contestar a su disertación, trató “con verdadera maestría de las diversas teorías que acerca de la radiación se han establecido por Maxwell, Jeans, Lorentz, Planck y otros sabios, sentando los principios de la Mecánica estadística, que sirve a maravilla para ser aplicada a las teorías del electromagnetismo”. Como parte de su exposición, Terradas se refería a la entonces reciente (1905) teoría de la relatividad especial, aunque privilegiando sobre todo las aportaciones e interpretación de Hendrik Lorentz y marginando a Albert Einstein, cuyo nombre únicamente mencionaba una vez y erróneamente (escribía “Eisenstein”). En cualquier caso, contribuciones como esta (y otras —en, por ejemplo, el primer Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, celebrado en Zaragoza en 1908)— hicieron de Terradas uno de los principales y primeros introductores en España de la teoría de la relatividad especial y también de la física cuántica.
El año siguiente (1908) a instalarse en Barcelona como catedrático, y mostrando su carácter cosmopolita, viajó a Roma, para participar en el IV Congreso Internacional de Matemáticos, la reunión (se celebraban cada cuatro años) más importante en el ámbito de la matemática mundial. En aquella ocasión, únicamente fue espectador de lo que allí se dijo, pero en el siguiente congreso (Cambridge, 1912) presentó una comunicación, en francés, sobre el movimiento de un hilo; esto es, una cuestión de las que había tratado en la memoria con la que ganó el Premio Agell.
Por entonces, su prestigio en la Ciudad Condal era tal que al constituirse, el 30 de enero de 1910, la Sociedad Astronómica de Barcelona, fue elegido presidente, con Lluís Canalda y Ferran Tallada, ambos catedráticos de la Escuela de Ingenieros y, el primero, veterano miembro de la Academia de Ciencias, como vicepresidentes. En principio, tal elección sorprende, ya que Terradas no era un astrónomo. Sin embargo, sus cada vez más enciclopédicos conocimientos también alcanzaban a la astronomía. En este sentido, cabe citar lo que Ricard Cirera, entonces director del Observatorio del Ebro, manifestó en el discurso que abrió las sesiones de la (nueva) sección de Astronomía y Geodesia en el tercer Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (Granada, 1911): “No será ajeno de este lugar llamar la atención sobre una frase del Sr. Terradas en su discurso presidencial sobre los progresos de la Astronomía, descubriendo con ingenuidad que lo que mejor conoce de esta Ciencia es la Mecánica celeste, frase que sabemos lo que significa en labios tan modestos como los del Sr. Terradas y que recojo con tanto más gusto cuando que ignoro que otros se hayan dedicado a España a las altas investigaciones de esta parte de la Astronomía. Me permito añadir que los conocimientos del Sr. Terradas sobre esta difícil materia los podremos admirar pronto en la palabra ‘celeste’ del gran Diccionario que está publicando la casa Espasa, de Barcelona”.
Se refería ahí Cirera a la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, la gran empresa editorial que comenzó su andadura en 1907. De entre los redactores y colaboradores de la enciclopedia Espasa pocos, si es que alguno, fueron tan activos como Terradas, al menos en materias de ciencia y de ingeniería. Se le atribuye (aunque no es seguro, debido al incendio que destruyó los archivos de la editorial; de todas maneras en muchos casos se dispone de separatas encuadernadas en el “Fondo Terradas” del Institut d’Estudis Catalans) la escritura de 181 voces. Siguiendo el orden alfabético (que no coincide con el de la aparición de los distintos tomos), “Aberración”, es la primera (vol. 1), y “Vibraciones” la última (vol. 68, 1929), aunque también preparó algunas entradas de apéndices: “Mecánica estadística” Apéndice vol. 7; 1933), “Cálculo de probabilidades” (suplemento 1934), e “Hidrodinámica” (suplemento 1935), auténticos tratados los tres de 25 páginas cada uno. Otras voces que preparó son: Acústica, Aerodinámica, Aeroestática, Álgebra, Algebraicas (funciones, integrales abelianas, superficies de Riemann, etc.), Alternadores, Asteroides, Astigmatismo, Calor, Cálculo, Cinemática, Electricidad, Ecuaciones diferenciales, Gravedad, Locomotora, Luna, Magnetismo, Mecánica, Número, Óptica, Quanta (teoría de los) y Relatividad.
En sus primeros años como catedrático en Barcelona, Cataluña estaba experimentando una importante renovación política y educativa. Terradas participó en algunas de las iniciativas más destacadas en el ámbito educativo. Así, cuando en febrero de 1911 se creó la sección de Ciencias del Institut d’Estudis Catalans (fundado en 1907), fue elegido como uno de sus primeros miembros. Como parte de sus actividades, el Institut decidió publicar una revista de alta divulgación científica, los Arxius del Institut de Ciències, cuyo primer número apareció a finales de 1911. Terradas participó activamente en esta publicación, comenzando con aquel primer número, para el que escribió un artículo (en catalán) sobre, de nuevo, el movimiento de los hilos: “Del moviment pertorbat d’una corda”. De hecho, asistió como delegado del Institut al Congreso de Naturalistas y Médicos alemanes (Versamlung Deutscher Naturforschr und Ärtze) que se celebró en Karlsruhe en septiembre-octubre de 1912, escribiendo una reseña del mismo en el segundo número de los Arxius (uno de los tres trabajos que preparó para aquel número).
Otra iniciativa en la que tomó parte fueron los “Cursos Monogràfics d’alts Estudis i d’Intercanvi”, organizados a partir de la primavera de 1915 por el Consejo de Pedagogía de la Mancomunidad. Terradas desempeñó un papel central en su preparación. Si se piensa en los científicos extranjeros invitados, se observa que entre 1920 (la Primera Guerra Mundial impidió que antes de aquel año viajasen a España investigadores de otros países) y 1923 dieron cursos —no meras conferencias— luminarias de la talla del matemático y físico matemático italiano Tullio Levi-Civita, que disertó en enero de 1921 sobre “Cuestiones de mecánica clásica y relativista”, el matemático francés Jacques Hadamard (abril de 1921; “Poincaré y la teoría de las ecuaciones diferenciales”), el matemático y físico teórico Herman Weyl (marzo de 1922; “Análisis matemático del problema del espacio”), Albert Einstein (febrero de 1923), que explicó sus teorías de la relatividad, y el matemático húngaro Szerkeszti Bèla Kérékjártó (mayo-junio de 1923), que habló sobre topología.
Más de dos décadas después, en otro universo político, el del franquismo, cuando Terradas presidía el Patronato del Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA), e intentaba superar las dificultades existentes para que los ingenieros aeronáuticos españoles pudiesen acceder a centros aeronáuticos especializados extranjeros (estadounidenses en particular), utilizó una táctica similar a la que había empleado en Barcelona: invitar al INTA, a cuantos más expertos en aeronáutica extranjeros mejor, una actividad en la que tuvo bastante éxito (especialmente a partir de 1948, el INTA fue un lugar visitado con frecuencia por científicos extranjeros, como, Luigi Broglio, Louis Milne-Thomson, W. J. Duncan, Gaston Julia, presidente de la Academia Francesa de Ciencias, Maurice Roy y a Théodore von Kármán, el influyente ingeniero de origen húngaro instalado en Estados Unidos).
Retornando a la época barcelonesa de Terradas, es preciso señalar que en 1913 fue nombrado “consejero técnico” del Consejo de Investigaciones Pedagógicas de la Diputación de Barcelona, aunque dimitió pronto, en junio de 1915. En 1914 obtuvo, por concurso, la plaza de Automovilismo de la Escuela del Trabajo (que había sustituido en 1913 a la antigua Escuela de Artes y Oficios), que acumuló a su cátedra universitaria. La existencia de enseñanzas como ésta se debe entender en el contexto de la época; hay que recordar, en este sentido, que en 1904 se había creado la primera fábrica española de automóviles, la Hispano-Suiza, resultado del acuerdo de unos industriales de Barcelona con el ingeniero suizo Marcos Birkigt, instalado entonces en Barcelona.
Un paso importante en la carrera de Terradas, que le introdujo con claridad en el mundo de la industria, tuvo lugar en 1916, cuando ganó el concurso para ocupar la dirección de la Sección de Teléfonos de la Mancomunidad. Se trataba de un puesto de alta responsabilidad técnica, pues debía intentar cumplir con la voluntad política de la Mancomunidad de hacer llegar el teléfono a todos los rincones del territorio catalán. Mantuvo el puesto hasta que dimitió el 8 de abril de 1924, poco antes de que la red telefónica mantenida por la Mancomunidad pasase a formar parte (el 5 de noviembre de 1925) de la red de la Compañía Telefónica Nacional de España. Durante su mandato, la red telefónica catalana amplió notablemente sus servicios, transformando el mapa telefónico de Cataluña.
Inmerso como estaba en todas estas actividades, encontró tiempo para, a comienzos de 1917, y como otra de las acciones del regeneracionismo catalanista en el ámbito tecnológico, aceptar un nuevo encargo: organizar un nuevo centro técnico en la Escuela Industrial de Barcelona. En julio de aquel mismo año, el Consejo de Pedagogía aprobó la propuesta de Terradas de un Instituto de Electricidad Aplicada, aunque posteriormente amplió sus competencias a la mecánica convirtiéndose en un Instituto de Electricidad y Mecánica Aplicadas, para formar no sólo “directores de industrias” (ingenieros con títulos reconocidos por la Diputación, pero no por el Estado), pasando a estar también dotado de laboratorios de prácticas y ensayos. Terradas dirigió este Instituto hasta 1927, al mismo tiempo que participaba en las tareas docentes. Otra actividad que realizó en aquellos años fue dirigir, como se ha indicado antes, la sección de Ferrocarriles Secundarios de la Mancomunidad, puesto para el que fue nombrado en 1918. Bajo su dirección se planteó establecer cuatro líneas: Reus-Montroig, Lleida-Fraga, Tàrrega-Balaguer y Tarragona-Ponts. Sin embargo, y aunque los trabajos de construcción se iniciaron, el golpe de estado de Primo de Rivera dificultó la continuación de las obras, que finalmente se abandonaron.
La experiencia en proyectos ferroviarios favoreció el que fuese elegido para dirigir las obras del Metropolitano Transversal de Barcelona, un proyecto que había planteado en 1913 el ingeniero Ferran Reyes, pero que había encontrado muchos inconvenientes. Terradas se incorporó a la empresa en 1923, y su contribución fue básica para que el proyecto concluyese con éxito en 1926, cuando entró en funcionamiento el tramo Cataluña-La Bordeta.
En 1927, se trasladó a Madrid. Eran los años de la dictadura de Primo de Rivera, en la que se vio implicado al ser nombrado miembro de una Asamblea Nacional que Primo de Rivera creó (se constituyó en octubre de 1927) y con la que pretendía sustituir a las Cortes. Terradas fue incorporado a ella como representante de la Universidad, junto con otros científicos notables (como Blas Cabrera). Por este motivo, decidió residir en Madrid, y esto hizo que varios profesores de la Universidad pensasen en proponerlo para ocupar la Cátedra entonces vacante de Ecuaciones Diferenciales. Utilizando un procedimiento extraordinario previsto por la ley, y tras pronunciarse a favor el claustro de la Facultad de Ciencias, el rectorado de la Universidad Central, además de la Real Academia de Ciencias de Madrid, el gobierno de la dictadura lo nombró para el puesto en 1928. En la capital, también se incorporó a los trabajos del Laboratorio y Seminario Matemático de la Junta para Ampliación de Estudios, aunque su actividad en él no fue demasiado intensa ni continuada (de todas maneras llegó a ser su codirector, junto con Rey Pastor, buen amigo suyo). Continuando con su costumbre de simultanear diversos puestos, en 1929 se incorporó como profesor a la Escuela Superior Aerotécnica fundada por Emilio Herrera, instalada en Cuatro Vientos, no lejos de Madrid.
El mismo año que se instalaba en Madrid, viajó a Argentina, para ocupar la Cátedra de Cultura Española de la Institución Cultural Española de Buenos Aires. Además de dictar allí, durante un mes, un cursos de índole técnica (sobre la estabilidad), pronunció diversas conferencias (por ejemplo, una en el Centro Argentino de Ingenieros sobre la construcción de túneles en las grandes metrópolis; también disertó en Rosario), viajó por Chile, Uruguay y Bolivia, donde estableció contactos con el mundo técnico y empresarial.
En 1929, fue nombrado director general de la Compañía Telefónica Nacional de España, en un momento en que se estaba introduciendo la automatización del servicio telefónico entre las principales ciudades españolas. En junio de 1931, esto es, después de la proclamación de la Segunda República, dejó el puesto. De hecho, con la República le surgieron importantes problemas. En septiembre de 1931, el Ministerio de Instrucción Pública decidió revocar su nombramiento de catedrático de Ecuaciones Diferenciales. Se convocó una oposición a la que se presentó. Sin embargo, y después de un escándalo, no obtuvo la plaza, lo que en Barcelona, Eduard Fontserè, antiguo profesor de Terradas y catedrático de Mecánica Racional desde 1900, aprovechó para intentar recuperarlo. Utilizando los nuevos estatutos de la Universidad de Barcelona, Fontserè consiguió ser nombrado catedrático de Geofísica, dejando vacante su Cátedra de Mecánica Racional. Como Terradas era catedrático en excedencia de esta materia, el Ministerio aceptó que se incorporase a esta cátedra, lo que hizo a partir del curso 1932-1933.
El 15 de febrero de 1933, Terradas leyó su discurso de entrada en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, para la que había sido elegido el 4 de febrero de 1931. Como tema de su disertación eligió Programa de un curso sobre ecuaciones diferenciales. Se trataba del programa que había preparado para la oposición en la que había fracasado hacía poco. “Por singulares motivos —comenzó diciendo— he venido ocupándome en la preparación de un curso sobre ecuaciones diferenciales. Cuanto requiere trabajo es amado con ahínco proporcional, y me he forjado la ilusión de que tal vez no desmereciera de solemnidad como la presente una breve relación de métodos, horizontes y problemas que se ofrecen al estudioso al recorrer el campo de las funciones definidas por dependencia entre sus valores en lugares bien determinados, especialmente cuando se hallan indefinidamente próximos”. En su intervención al recibirlo en la corporación, Julio Rey Pastor aludió con elegancia a los sucesos que Terradas había sufrido últimamente: “Bajo la Mancomunidad catalana tuvo ocasión de desplegar sus múltiples actividades en la organización del Institut d’Estudis Catalans, y en la construcción de la red telefónica, de los ferrocarriles secundarios [...] Y viendo en el llamamiento de la primera dictadura la posibilidad de laborar por España, sacrificó sus opiniones íntimas para trabajar conjuntamente con otros distinguidos compañeros nuestros, dentro del radio de sus posibilidades; y lo mismo habría hecho bajo cualquier régimen político orientado hacia el punto cardinal opuesto”.
Tachado de conservador (con lo que semejante calificativo significaba en la Barcelona del otoño de 1936), abandonó esta ciudad y España hacía finales de octubre de 1936, dirigiéndose a Argentina, en donde permaneció hasta 1941. Y allí fue feliz. “Yo me consideraba tan argentino como cualquiera de Uds.”, escribió, ya de vuelta a España, al ingeniero Julio Zuker en mayo de 1943. “Jamás —añadía— me hallé extranjero y nunca podré pagar mi deuda con Argentina. A todos envío mi abrazo, el abrazo de desterrado, como casi reza mi apellido. Desterrado de su patria con nostalgia de aquélla que al acogerle le trató con hidalga y noble cortesía, le otorgó distinciones y honores al recibirlo, náufrago de la guerra civil”.
Muchas y diversas fueron las actividades que Terradas llevó a cabo durante sus años en Argentina. En la Universidad de Buenos Aires dictó cursos de Matemáticas e Ingeniería, y en la de La Plata estuvo asociado al Observatorio Astronómico, participando en la medición de un arco de meridiano, que cubría desde el extremo norte argentino hasta el sur (su labor consistió en dirigir los trabajos hidrográficos asociados con el proyecto, en particular determinar las alturas promedio del mar a lo largo de la costa atlántica). Asimismo, entre sus actividades no faltaron las relacionadas con la aeronáutica, disciplina con la que se había relacionado en España, como profesor de, entre otras materias, Mecánica Racional y Resistencia de Materiales, de la Escuela Superior de Aerotécnica: en la Universidad de Buenos Aires dictó en 1940 un curso de “Aerotécnica teórica”, y en La Plata promovió un grupo que se ocupaba del estudio de problemas relacionados con la ingeniería de la aviación, dictando cursos y seminarios sobre “Teoría de la elasticidad (pandeo)” y “Aerodinámica y problemas técnicos de la aviación” (la construcción de pistas de aterrizaje entre ellos). De hecho, uno de los pocos artículos que publicó en Argentina estuvo dedicado a la aeronáutica. Se trata de un trabajo titulado “Hélices de avión”, que constituyó una conferencia de extensión universitaria pronunciada en la Universidad de La Plata el 24 de junio de 1937, y que formaba parte también de su curso sobre Aeronáutica. No parece, por tanto, que Terradas estuviese exagerando cuando en 1943 escribía a Rey Pastor que “en la idea y gestación de adecuados medios para la enseñanza de la Aerodinámica en La Plata me corresponde al menos la iniciativa”. No obstante, su actividad más importante en el dominio de la aeronáutica no fue docente sino de otra índole: su participación en un proyecto de aeropuerto terrestre y marítimo para Buenos Aires, que serviría también para La Plata, y que estaría ubicado al sur, junto al río, en la isla denominada Demarchi. En este proyecto Terradas mostró, como en pocos otros lugares, su capacidad en el ámbito de la ingeniería aeronáutica.
Teniendo en cuenta estos intereses y saberes suyos, no es sorprendente que a finales de 1941 el entonces ministro del Aire, general Juan Vigón, le pidiera y animara a regresar a España, ni que a su regreso, tuviese mucho que ver con el ya citado INTA, que el propio Vigón promovió y fundó en 1942, esto es, inmediatamente después del retorno del polifacético ingeniero y científico barcelonés. Fue el primer presidente del Patronato del INTA, institución a la que, en honor suyo, se bautizó en julio de 1950 (esto es, tras su fallecimiento) “Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial ‘Esteban Terradas’”. Y no se limitó su actuación dirigiendo el Patronato (hasta su muerte), sino que también participó en otras tareas; así, mientras se encontraba la persona adecuada, el 19 de septiembre de 1944 se le nombró jefe del Departamento de Motores.
La aeronáutica no fue sino una entre un enorme número de actividades y responsabilidades que desplegó a su vuelta a España. Volvió a Madrid para ocupar la Cátedra de Física Matemática en la Facultad de Ciencias. Fue uno de los fundadores del grupo de trabajo del que nació la Junta de Energía Nuclear. Participó en los trabajos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (fue presidente del Instituto Nacional de Electrónica y vocal consejero del Patronato Juan de la Cierva), y también presidente del Consejo de Administración de la Central Térmica que la Empresa Nacional de Electricidad, filial del Instituto Nacional de Industria, iba a construir en Ponferrada. Fue, asimismo, representante de España en algunas misiones oficiales, como la que, en mayo de 1947, le llevó a viajar a Montreal para participar en una reunión de la Organización Provisional de Aviación Civil Internacional (OPACI), un organismo que formaba parte de la Organización de Naciones Unidas. Precisamente en aquella conferencia, España fue expulsada, siguiendo las directrices generales de la ONU, de la OPACI. Tal decisión afectó profundamente a Terradas, como se puede apreciar por los siguientes comentarios que incluyó en una carta que escribió el 4 de agosto, ya de regreso en Madrid, a Rey Pastor: “Estuve en Montreal donde pasé una de las mayores amarguras de mi vida; procuré dejar a mi país en la disposición más favorable posible dada la tremenda hostilidad del ambiente... El país no ha manifestado la menor gratitud ni ha hecho el menor caso del accidente ni nadie me ha preguntado nada. En sobre aparte le envío mi defensa de España, a la que ha importado un bledo todo lo actuado a juzgar por el silencio y frialdad con que se ha recibido mi actuación. Cada día estoy más convencido de mi incapacidad para interesarme por la política y más desalentado al par que estupefacto al ver qué excelentes trepadores de toda opinión triunfante mantienen, con la escarapela y buhonería de ideas universales y utópicas. Claro que no es eso todo.
Se habla de libertades, y unos y otros no pueden vivir sin cercenar las pocas que quedan; hay en todas las naciones imposición de servicio ‘obligatorio’; de guerra ‘obligatoria’ precedida de una propaganda falaz y no se sabe bien en qué puede consistir el concepto de libertad para la conciencia o para el acto volitivo del individuo. Sólo compensa al ánimo contristado el adelanto de las Ciencias Físicas”.
El 13 de octubre de 1946, tomó posesión del sillón “g” de la Real Academia Española para el que había sido elegido, con una impresionante disertación sobre Neologismos, arcaísmos y sinónimos en plática de ingenieros, todo un tratado-diccionario de vocablos técnicos.
Obras de ~: Algunas propiedades sencillas de la luz absorbida por ciertos cuerpos cristalinos, tesis doctoral de Física, Barcelona, Imprenta de la Casa de Caridad, 1905; Condiciones para que un hilo homogéneo flexible, inextensible e inelástico, deslice según la curva que forma, esto es, para que todos sus puntos tengan por trayectoria la misma curva que realiza, Barcelona, Imprenta de la Casa de Caridad, 1905; Estudios sobre los hilos, Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, IX (1911), 224 págs.; “Sur le mouvement d’un fil”, en Proceedings of the Fifth International Congress of Mathematicians, vol. II, Cambridge, University Press, 1913, págs. 250-255; Els elements discrets de la materia i de la radiació, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1916; Integrales de Fourier-Stieljes (Examen de Estudios recientes), discurso leído en la inauguración del curso académico 1930-1931, Madrid, Universidad Central, 1930; Programa de un curso sobre ecuaciones diferenciales, discurso de entrada en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid 1933; “Hélices de avión”, Publicaciones de la Universidad Nacional de La Plata, 20 (1938); Del arrastre por corrimiento relativo de estratos fluidos, discurso de apertura del curso 1942-1943 en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1943; Lecciones de Hidrodinámica, Madrid, Academia Militar de Ingenieros Aeronáuticos, 1943; Lecciones de Física de Materiales Sólidos, Madrid, Academia Militar de Ingenieros Aeronáuticos, 1943, 1945, 2 vols.; Neologismos, arcaísmos y sinónimos en plática de ingenieros, discurso de entrada en la Real Academia Española, Madrid, 1946; con R. Ortiz Fornaguera, Relatividad, Buenos Aires, Espasa Calpe Argentina, 1952.
Bibl.: J. Rey Pastor, “Esteban Terradas, su vida y su obra”, en Discursos pronunciados en la sesión necrológica en honor del Ecmo. Sr. D. Esteban Terradas e Illa, Madrid, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1951, págs. 35-49; Institución Cultural Española, “El curso del ingeniero Esteban Terradas en la universidad de Buenos Aires”, en Anales, 3 (1952), págs. 425-452; E. Ortiz, A. Roca y J. M. Sánchez Ron, “Ciencia y técnica en Argentina y España (1941-1949), a través de la correspondencia de Julio Rey Pastor y Esteban Terradas”, en Llull, 12 (1989), págs. 33-150; A. Roca Rosell y J. M. Sánchez Ron, Esteban Terradas. Ciencia y técnica en la España contemporánea, Madrid-Barcelona, INTA-Ediciones del Serbal, 1990; A. Roca Rosell (ed.), Esteban Terradas, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1991; R. Soler i Módena, Catàleg del fons bibliogràfic Esteve Terradas, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1994; A. Roca Rosell, “Esteve Terradas i Illa. La Física técnica”, en Ciencia i técnica als països catalans: una aproximació biográfica, Barcelona, Fundació Catalana per la Recerca, 1995, págs. 1177-1207; J. M. Sánchez Ron, INTA. 50 años de Ciencia y Técnica Aeroespacial, Madrid, Ministerio de Defensa/Doce Calles, 1997; A. Roca Rosell (coord.), Esteban Terradas Illa (1883-1950). Ingeniería, arquitectura y ciencia en el siglo xx, Barcelona, La Salle, 2004; J. M. Sánchez Ron, “Esteban Terradas and Spanish technoscientific modernity”, en Contributions to Science, 2 (2004), págs. 551-564.
José M. Sánchez Ron