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Luis Carrillo de Toledo

Biografía

Carrillo de Toledo, LuisMarqués de Caracena (I), conde de Pinto (I). Puebla de Montalbán (To­ledo), c. 1564 – Madrid, 2.II.1626. Caballero de San­tiago, virrey de Navarra, gobernador y capitán general de Galicia, virrey de Valencia y presidente del Con­sejo de las Órdenes, consejero del Consejo de Guerra y de Estado.

Hijo segundo de Luis Carrillo de Toledo, VIII se­ñor de la villa de Pinto y de la de Caracena y su tie­rra, y de Leonor Chacón, y hermano, entre otros, de Pedro Pacheco —futuro I marqués de Castrofuerte (1627), consejero de Indias, Guerra (1636) y Es­tado (1638)—, heredó de su padre los citados seño­ríos al fallecer el primogénito Alonso siendo joven. Su primer matrimonio (1579) con Isabel de Velasco y Mendoza, dama de la reina Ana de Austria e hija de Francisco Hurtado de Mendoza, I marqués de Al­mazán y IV conde de Monteagudo, tuvo una impor­tante influencia en su carrera por la protección que le brindó su suegro.

En 1586, con poco más de veinte años y sin ape­nas experiencia en el real servicio, pasó a desempe­ñar el cargo de virrey de Navarra, del que era titular Francisco Hurtado de Mendoza, al trasladarse éste a la Corte para presidir el Consejo de las Órdenes y a ejercer su plaza de consejero de Estado, si bien Carri­llo de Toledo ocupó dicho empleo durante casi tres años como interino y sin sueldo, recibiendo del Mo­narca al finalizar este período una ayuda de costa de 4.000 ducados y la merced de que él y los señores de su casa fuesen llamados a la jura de los príncipes. Ca­ballero de la Orden de Santiago desde 1590, tras unos años de estancia en la Corte, a mediados de 1596, coincidiendo con la amenaza de un ataque a las costas gallegas por la armada angloholandesa que, al mando del almirante Howard y de lord Essex, saqueó Cádiz, fue nombrado gobernador y capitán general de Galicia, adonde llegó a finales de julio y logró detener el desembarco de esa escuadra que alcanzó la ría co­ruñesa pocos días después. En este destino permane­ció diez años “sin que ninguno huviese que no fuera forzoso estar con las armas en la mano”, en palabras suyas. En tal situación, consecuencia de la importan­cia estratégica que adquirió entonces Galicia en la guerra contra Inglaterra y las Provincias Unidas y en el apoyo a los católicos irlandeses sublevados, centró sus esfuerzos fundamentalmente en dos frentes: por un lado, en la defensa del reino, con unas plazas mal fortificadas y escasamente dotadas, ante las ofensivas marítimas de los enemigos de la Monarquía, la pira­tería y el corsarismo, y por otro, en solventar los pro­blemas de alojamiento y suministros que implicó la salida de sus puertos de varias expediciones españolas, unas hacia Flandes y otras en socorro de los rebeldes irlandeses. En 1599, después de presidir la Junta del Reino celebrada entre el 17 de febrero y el 6 de marzo en la ciudad de La Coruña con el fin de recuperar el voto en Cortes para Galicia, consiguió rechazar un nuevo ataque, iniciado el primero de junio y protagonizado en esta ocasión por una flota holandesa co­mandada por los almirantes Peter van der Goes y Jan Gerbrandtsen, la cual se dirigió luego a Lisboa, Cádiz y finalmente a las Canarias, donde logró ocupar tem­poralmente la ciudad de Las Palmas. Sus temores en la primavera de 1600 a una nueva agresión de los ingleses, le llevaron a formular al Rey varias propuestas para que destinase a Galicia algunos buques que pro­tegiesen la costa, al tiempo que solicitaba la repara­ción de las murallas de la ciudad herculina y mejoras en las fortificaciones de esa plaza. Sin embargo, aun­que en los años de su gobierno las labores de fortifica­ción en la ría coruñesa se incrementaron, muchas de sus proposiciones y sugerencias no fueron atendidas debido a los apuros financieros de la Hacienda. Por esta misma causa, para sufragar los gastos de la gente de guerra y de la Real Armada concentrada en Gali­cia, así como los de los expedicionarios a Inglaterra e Irlanda, hubo de recurrir, con frecuencia, a la soli­citud de socorros y préstamos de los concejos de La Coruña y Santiago y a incautar el dinero de las sisas de millones de esas capitales y sus provincias. La negativa de sus regidores a proporcionarle estos caudales dio origen a sonados enfrentamientos de dichas cor­poraciones municipales con el gobernador, que llegó a ordenar por este motivo la prisión de sus capitulares en 1603, 1605 y 1606.

Pese a que durante su estancia en Galicia sus ser­vicios le fueron recompensados con la concesión del condado de Caracena (1599) y el disfrute de la enco­mienda de Estriana en la Orden de Santiago (1603), pidió en diversas ocasiones su relevo de la Goberna­ción y Capitanía General del reino. Propuesto en agosto de 1602 para virrey de Perú sin éxito, su mar­cha sólo se produjo en 1606 tras ser designado en mayo lugarteniente, capitán general y virrey de Va­lencia, cargos de los que tomó posesión en noviembre de ese año. Su mandato en Valencia, uno de los más largos de este virreinato, fue además uno de los de mayor trascendencia histórica, al acometerse en él la expulsión de los moriscos. Aquí destacó igualmente por su persecución del bandolerismo y por la organi­zación de las milicias, y obtuvo la concesión del mar­quesado para su condado de Caracena y el goce de las encomiendas de Montizón y Chiclana en la Orden de Santiago (1609). Finalmente abandonó estos empleos en octubre de 1615 al ser promovido a la presidencia del Consejo de las Órdenes, que ocupó hasta su falle­cimiento. Fue asimismo gentilhombre de la Cámara de Felipe III con ejercicio, aunque ya en 1618 elevó un memorial al Rey en que solicitaba otras mercedes y puestos, y hubo de esperar al relevo en el trono para ascender a consejero de Guerra y de Estado fue tam­bién Felipe IV quien le concedió el título condal para su señorío de Pinto en julio de 1624.

Fallecida su primera esposa, Luis Carrillo de Toledo contrajo segundas nupcias en 1617 con Juana de No­ronha, dama de la reina Margarita de Austria e hija de Alfonso de Noronha, virrey de la India portuguesa, y en mayo de 1624 casó de nuevo con Ana María de Acuña y Guzmán, dama de Isabel de Borbón e hija del influyente Juan de Acuña, marqués de Valle Ce­rrato, consejero de Estado y presidente de los Conse­jos de Hacienda, Indias y Castilla. Padre de quince hi­jos, habidos todos con su primera mujer, dos de ellos fallecieron cuando él estaba en La Coruña, a conse­cuencia de la peste, y únicamente le sobrevivieron tres hijas: Mariana Carrillo y Mendoza —marquesa de Orellana por su casamiento con Pedro Rodríguez de Fonseca y Orellana—, Luisa Carrillo y Toledo —condesa de La Coruña tras su enlace con Sebastián Suárez de Mendoza— y Ana Carrillo y Toledo. Esta última, casada con Luis de Benavides, cuarto mar­qués de Frómista, fue la sucesora en los títulos y ma­yorazgos de su casa, que pasaron luego a su nieto Luis de Benavides Carrillo y Toledo, tercer marqués de Caracena, gobernador y capitán general de los Países Bajos y de Milán y uno de los más afamados hombres de armas y mecenas del siglo XVII español.

 

Bibl: F. Fernández de Béthencourt, Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española. Casa Real y Grandes de España, vol. III, Madrid, Est. Tipográfico de Enrique Teo­doro, 1901, págs. 220-226; A. y A. García Carraffa, Dic­cionario Heráldico y Genealógico de Apellidos Españoles y Ameri­canos, vol. XXII, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo, 1926, págs. 216-218; L. de Salazar y Castro, Los Comendadores de la Orden de Santiago, I. Castilla, pról. del marqués de Ci­doncha, Madrid, Patronato de la Biblioteca Nacional, 1949, págs. 186-187; Duque de Frías, “Memorial de servicios del primer Marqués de Caracena a Felipe IV”, en Hispania (Ma­drid, Consejo Superior de Investigaciones, Científicas Ins­tituto Jerónimo Zurita), XXIII, n.º XCI (1963), págs. 455-466; J. Mateu Ibars, Los virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, Ayuntamiento, 1963, págs. 205-216; Duque de Frías, “Algunas noticias del Reino de Galicia, du­rante el mando en él de don Luis Carrillo de Toledo de 1596 a 1605”, en Revista del Instituto José Cornide de Estudios Coru­ñeses (La Coruña), V-VI (1969-1970), págs. 67-102; A. He­redia Herrera (dir.), Catálogo de las consultas del Consejo de Indias (1600-1604), vol. I, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1983, pág. 227; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española, 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984, págs. 357 y 372; J. R. Soraluce Blond, Cas­tillos y fortificaciones de Galicia. La arquitectura militar de los siglos XVI-XVIII, La Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1985, págs. 42-45, 96, 120, 124, 137 y 160; M. del C. Saave­dra Vázquez, Galicia en el Camino de Flandes. Actividad mili­tar, economía y sociedad en la España noratlántica, 1556-1648, La Coruña, Edicións do Castro, 1996, págs. 120-129.

 

Luz Rama Patiño y José Manuel Vázquez Lijó

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