Huerta y Vega, Francisco Javier Manuel de la. Alcalá de Henares (Madrid), 1.I.1697 – Madrid, 30.V.1752. Eclesiástico, vicario general, cronista, académico.
Personaje marcado por su afán de notoriedad, protagonizó sonados escándalos en los círculos intelectuales de la primera Ilustración. Doctorado en Cánones en Alcalá (1717) y profesor en esa Universidad, se ordenó en Toledo y obtuvo la tenencia de la vicaría general alcalaína. En 1723 pasó a Santiago de Compostela, donde fue párroco y miembro del claustro de la Universidad y, amparado por el arzobispo José del Yermo, titular de importantes cargos diocesanos, en 1731 participó en una controvertida oposición a la doctoralía de la catedral de Mondoñedo, acabando en prisión. Ese primer escándalo no le impidió ser nombrado cronista del reino de Galicia y, como tal, escribió Anales del Reino de Galicia; esta obra salió protegida por las dedicatorias que Huerta dirigió al Cabildo compostelano y al reino, y por una serie de censuras que revelan su red de influencias, pero, aun así, fue objeto de un fuerte debate, por su condición de foráneo y por su aceptación de elementos de aspectos legendarios o dudosos, de lo que fue acusado por el padre Sarmiento.
En 1736 se trasladó a Madrid, en donde la obra y el título de cronista lo ayudaron a entrar en los círculos cortesanos, incorporándose a la tertulia de Hermosilla y contactó con Agustín de Montiano y Luyando, con Juan Martínez Salafranca y con Leopoldo Jerónimo Puig, con quienes fundó el Diario de los Literatos de España, al que debió de financiar en parte; además, entró como numerario en la Academia de la Historia (8 de octubre de 1736), emanada del grupo del Diario, y como supernumerario de la Real Academia Española (14 de marzo de 1737).
El primer escándalo madrileño de Huerta fue su salida del Diario en 1737 tras ser acusado por el padre Jacinto Segura, autor de Norte Crítico, y por el Mercurio Literario, de haber manipulado un manuscrito del marqués de Mondéjar. Era la antesala del más grave: en 1738 Huerta pidió licencia para constar como académico en la publicación de su España Primitiva, obra rápidamente aprobada tras las censuras encargadas por la Academia a Manuel de Villegas Piñateli y Manuel de Villegas y Oyarbide. Pero la publicación fue retenida por el juez de imprentas tras un informe radicalmente negativo redactado por Mayans —y corroborado por Sarmiento— y, si finalmente salió a la calle, fue por el respaldo dado por la Academia. La obra se inserta en el contexto de la cultura oficialista, la de los diaristas de la tertulia en la Biblioteca Real, en la que Feijoo y Mayans tenían su espacio, y en donde se pretendía recuperar la historia de España tras el vacío desde la obra del padre Mariana: aprovechando esto, Huerta “escribe” el primer volumen de España Primitiva, que en realidad era el falso cronicón de Pedro Cesaraugustano, obra del falsario Pellicer de Ossau. La publicación de este engendro contrastaba con la retirada, ordenada por el Consejo de Castilla, del Norte Crítico de Segura, que planteaba la utilidad de la historia “para la nación” y el método crítico y la verdad como fundamento de esa utilidad, por lo que Mayans denunció la situación como un ataque al honor de la Corona, a Huerta por hacerlo y a la Academia por encubrirlo, ya que la falsificación salía con una dedicatoria al Rey, bajo el amparo de la Biblioteca Real e impresa en la Imprenta Real. Con sus malos usos históricos, Huerta pretendía demostrar la antigüedad y continuidad de la Monarquía hispana, buscando sus orígenes antes de Abraham, y esto explica que el poder se dejara engañar por la utilidad política del texto. Mayans, que identificaba hacer historia con un deber moral y con la verdad, tuvo que exiliarse de la Corte a consecuencia de su actuación. Por su parte, Huerta también puso tierra por medio, pasando en 1741 a Alemania como asesor del conde de Montijo, pero, tras su regreso (1744), ascendió a numerario en la Real Academia Española (1746) y a censor en la de la Historia (30 de junio de 1747), en cuya condición redactó unas severas reglas de crítica para evaluar obras de historia, lo que no deja de parecer una ironía.
Obras de ~: Anales de el Reyno de Galicia, Santiago de Compostela, Imprenta de D. Andres Frayz, Imprenta de Ignacio Guerra, 1733 y 1736, respect.; España Primitiva. Historia de sus Reyes y Monarcas, desde su población hasta Christo, Madrid, 1738-1740; “Disertación sobre si la mitología es parte de la historia y cómo debe entrar en ella”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, 1796; “Disertación sobre cuál de los Reyes Godos fue y debe considerarse primero de los de su nación en España”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, 1796; La Cruzada de España, s. f. (ms. en la Biblioteca Nacional de España).
Bibl.: J. Castañón, La crítica literaria en la prensa española del siglo xviii, 1700-1750, Madrid, Taurus, 1973, págs. 110- 133; G. Stiffoni, Verità della storia e ragione del potere nella Spagna del primo ‘700, Milán, Franco Angeli, 1989, págs. 224-225; J. Santos Puerto, “La censura de la España Primitiva: una aclaración historiográfica”, en Hispania (1999), pág. 202; E. Velasco Moreno, La Real Academia de la Historia en el siglo XVIII. Una institución de sociabilidad, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Boletín Oficial del Estado, 2000, pág. 77.
Ofelia Rey Castelao