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Francisco Criado y Aguilar

Biografía

Criado y Aguilar, Francisco. Valladolid, 9.X.1850 – Madrid, 21.X.1946. Médico higienista y figura fundamental en la institucionalización de la especialidad pediátrica en España.

Estudió Medicina en su ciudad natal. Obtuvo el grado de licenciado el 7 de junio de 1871 y el de doctor en 1875, con un trabajo sobre la noción de tubérculo según las últimas corrientes de la anatomía patológica, que dedicó, en su discurso impreso, al catedrático de Anatomía Julián Calleja y Sánchez. Sus años de formación en la Facultad de Medicina de Valladolid coincidieron con un período complicado debido al incremento del alumnado, atribuido en parte a la puesta en marcha del Decreto-ley de 25 de octubre de 1868, mediante el cual se introdujo la libertad de enseñanza, y a la dificultad para la realización de la enseñanza práctica por el escaso profesorado y unas instalaciones que necesitaban ser reformadas para poder hacer frente a esta situación, en el Hospital Provincial (antiguo Hospital de la Resurrección). Ganó por oposición, en 1872, la cátedra de Patología General de la Universidad de Santiago de Compostela y en 1873 pasó a ocupar la cátedra de Higiene de la Universidad de Zaragoza. Durante los últimos siete años de estancia en dicha Universidad ocupó la cátedra de Clínica de Obstetricia y de las Enfermedades de la Mujer y de los Niños. En la ciudad aragonesa desempeñó una importante actividad científica, tanto en el marco académico como en otras instituciones médicas, como la Real Academia de Medicina y Cirugía, de la que llegó a ser elegido su primer presidente el 18 de diciembre de 1886, hasta su marcha a Madrid, sucediéndole en el cargo Nicasio Montells. Sin duda, sus contribuciones en el ámbito académico y en otros foros médicos, impulsaron y elevaron el nivel científico local a través, especialmente, de sus conferencias y publicaciones. De hecho, siempre mantuvo, en su calidad de académico correspondiente, una relación muy fluida con los personajes de mayor relieve de la Medicina aragonesa, sobre todo con los nuevos especialistas en Pediatría, como Patricio Borobio.

Los años transcurridos en Zaragoza fueron también cruciales para dar un giro profesional a su carrera, no infrecuente, por otro lado, en personajes coetáneos, al transformar su interés por la Medicina preventiva y la salud pública en general, a los aspectos de la higiene relativos a las primeras etapas de la vida y, de ahí, a la especialización pediátrica, como puede observarse en el tránsito de una a otra cátedra anteriormente indicado. De hecho, del final de su etapa aragonesa procede la primera edición de una de sus obras más conocidas, el Tratado de enfermedades de la infancia, considerado como el primer libro de la especialidad, en el género de los tratados, publicado en España.

Al crearse en 1886, en la Universidad Central, la cátedra de Enfermedades de la Infancia con su clínica, la primera en España con esta denominación, Criado fue elegido para ocupar puesto, aunque nunca llegó a perder del todo su vinculación con la institución universitaria aragonesa que le concedió el título honorífico de “catedrático a término”. A partir de esos momentos, su vida discurrirá en Madrid. En la capital fue catedrático entre 1886 y 1920, en lucha incansable por el desarrollo de la especialización y la autonomía de la Pediatría cuyos contenidos se englobaban, siguiendo una de las tradiciones más consolidadas, en las disciplinas de Obstetricia —lo más frecuente— o de Medicina Interna. Su inserción en el ambiente científico madrileño fue notable, llegando a ser, en 1913, decano de la Facultad de Medicina, cargo que desempeñó “con singular acierto”, en palabras de uno de sus coetáneos. Otro indicador de su creciente importancia fue el haber sido elegido como académico numerario, miembro nato de la Real Academia Nacional de Medicina, el 16 octubre de 1910, con un discurso sobre el tema de las miopatías que abordó con una puesta al día, fundamentada y crítica, de las últimas corrientes francesas, británicas y alemanas sobre esa patología y una visión unitaria de dichos procesos patológicos. Elaborada en un momento de madurez, incorpora interesantes reflexiones sobre el progreso de la Medicina basada en datos clínicos y de las ciencias básicas. El discurso de contestación corrió a cargo del secretario perpetuo de la Real Academia, Manuel Iglesias Díaz.

La pertenencia de Criado y Aguilar a la elite médica hizo que se le escogiera, en enero de 1919, como miembro del Comité Ejecutivo de las Juntas Directivas de Colegios Médicos de España, integrado por figuras prestigiosas de consenso, en un momento muy conflictivo. Por un lado, la reciente epidemia de gripe había obligado, entre otras cosas, a la suspensión del Primer Congreso Nacional de Medicina, y había producido una situación de caos organizativo en los colegios provinciales; en segundo lugar, existían dos tendencias opuestas dentro del Colegio de Médicos de Madrid, más tradicional y más innovadora, respectivamente, con visiones sobre la ciencia, el papel de la profesión y sus relaciones con el estado, muy divergentes. Si dicho Congreso se hubiera realizado, Criado y Aguilar habría sido nombrado, tal y como estaba previsto, presidente de honor de la sección VII, denominada “Paidopatía y Puericultura”.

Criado participó intensa y apasionadamente en el proceso de institucionalización de la Pediatría en España, muy en especial, en lo tocante a la enseñanza.

Previamente, a partir de 1876, había comenzado en España el establecimiento de puestos de especialización con la fundación del Hospital del Niño Jesús en Madrid, primer hospital especializado de una beneficencia provincial y, a partir de él, en otros hospitales benéficos, en especial los vinculados a las Facultades de Medicina, se dotaron de salas de clínicas para niños desde los años ochenta del siglo xix. Para que los niños se hicieran visibles para la Medicina, los nuevos especialistas se apoyaron en un doble eje: la intensa preocupación social por el problema de la mortalidad infantil y una elaboración doctrinal que, partiendo de la Medicina anatomoclínica, se completó con la Medicina de laboratorio aplicada a las edades tempranas de la vida. No obstante, en la orientación profesional de Criado siempre predominó la vertiente más estrictamente clínica, sobre las cifras y los datos proporcionados por el laboratorio: “El médico tiene que vivir continuamente bajo la tutela de la ciencia, pero a la cabecera del enfermo debe actuar como individuo emancipado”, es decir, atenido en todo momento a lo que le dicte su experiencia clínica.

Este proceso de capacitación técnica de los nuevos pediatras, en la que intervino activamente como uno de sus líderes Criado y Aguilar, se sustentó en la institucionalización de unos espacios de formación y práctica en hospitales, cátedras y dispensarios, en unos circuitos de publicación —las revistas especializadas— y en el asociacionismo. Desde esos tres frentes su aportación fue crucial. Luchó por la cristalización definitiva de cátedras especializadas en enfermedades infantiles desgajadas de la Obstetricia y la Ginecología. En 1886 y mediante el plan de estudios diseñado por Montero Ríos, la Pediatría alcanzó autonomía propia.

Por Real Decreto de 16 de septiembre se creó la cátedra de “Enfermedades de la Infancia con su Clínica”.

El primer titular en la Universidad de Madrid fue, como ya se ha dicho anteriormente, Francisco Criado. Su nombramiento tuvo lugar el 3 de noviembre de 1887, y tomó posesión de la plaza el día 14 de ese mes. Un mes más tarde, un nuevo catedrático, Patricio Borobio, hizo lo propio con la de Zaragoza y a ambas les siguieron en poco tiempo las cátedras de Barcelona, Granada, Valencia y Valladolid, ganadas respectivamente por Enrique Iranzo, Andrés Martínez Vargas, Ramón Gómez Ferrer y Luis Roa y Valdorf.

Un importante banco de pruebas para la nueva especialidad fue el contar con salas propias en los hospitales generales. En Madrid, Criado consiguió que le destinaran unas estancias y, con mucho esfuerzo, logró ver instaladas en ellas la Clínica de Niños. En 1890, Letamendi describe esas salas como dos verdaderas mazmorras sin luz ni ventilación, hasta el punto que se trasladó provisionalmente a los pacientes a un salón destinado inicialmente para instalar allí un Museo Anatómico, hasta que, al cabo de unos años, se pudo construir un nuevo pabellón de clínicas, donde se ubicaron las salas pediátricas.

Criado y Aguilar formó parte del grupo de médicos que, encabezados por Andrés Martínez Vargas, que había sido alumno de Criado en Zaragoza, introdujeron en nuestro país la ciencia pediátrica positivista europea. La traducción al castellano del monumental Handbuch der Kinderheilkunde, de Max Pfaundler y Arthur Schlossmann, constituye todo un hito en la historia de la Pediatría española. Para facilitar su distribución en los diferentes países, la editorial alemana solicitaba que, junto a la traducción, se incorporasen algunos capítulos redactados por profesores de reconocida fama. En el caso de España, las personas elegidas fueron Criado, Patricio Borobio, Martínez Vargas, Enrique Suñer, García Duarte y Gómez Ferrer. De hecho, puede afirmarse que el desarrollo de la especialidad pediátrica en España, hasta los años veinte del siglo xx, fue obra de este reducido número de médicos entusiastas que estuvieron detrás de la creación, en 1913, de la primera asociación propia, la Sociedad de Pediatría de Madrid. Criado presidió dicha sociedad, así como también la Sección de Pediatría del XIV Congreso Internacional de Medicina celebrado en Madrid en 1903, cuyo tema genérico fue la alimentación en la primera infancia. El papel de la alimentación en relación con la salud, la enfermedad y la muerte de los niños fue allí analizado por Criado como un agente etiológico esencial, por ser la causante de estados de debilidad y vulnerabilidad que acarrean, a no muy largo plazo, la aparición de enfermedades infecciosas y, por otro lado, porque una alimentación cuantitativa o cualitativamente deficiente, estaba detrás de la enfermedad diarreica, la responsable de una gran parte de la mortalidad infantil.

La actividad profesional y el enfoque dado a los problemas de la infancia por parte Criado y Aguilar hay que enmarcarlas en el contexto del regeneracionismo, como la de tantos otros médicos coetáneos.

El influjo del positivismo en Criado iba más allá de la pura utilización de analogías y terminología científicas a la hora de diagnosticar los problemas sociales que aquejaban a la infancia e incluía una visión modernizadora y transformadora que centraba en el niño sano el futuro de la nación, dentro del común denominador de las corrientes eugenésicas de mejora de la raza, de las que participaron todos los pediatras de su generación. Un buen indicador de que estuvo atento a las novedades que en el amplio campo de la pediatría se estaban produciendo, es la actitud que se refleja en el prólogo de su importante Tratado teórico-práctico... de 1902 cuando indica que los casi veinte años transcurridos desde la edición de su primer tratado, le habían hecho modificar los contenidos de forma sustancial, con la incorporación plena de la medicina de laboratorio, de tal forma que, en sus propias palabras, “tanto desde el punto de vista de los límites y de la estructura, como de la doctrina, debe considerarse el presente Tratado, y yo así lo conceptúo, como una obra completamente nueva”. Aunque sin llegar a alcanzar la importancia y difusión que otros tratados pediátricos franceses y alemanes tuvieron en la época, dicha obra fue, sin embargo, bien conocida y valorada en el ámbito francés, gracias a la traducción que de la versión española se hizo tres años después. Asimismo, revistas médicas prestigiosas en el mundo angloamericano, como The Lancet o el New York Medical Journal, acogieron en sus páginas reseñas bibliográficas que resaltaban la importancia del trabajo del autor español.

 

Obras de ~: Anatomía de los tubérculos en general. Discurso del Doctorado, Imprenta Hijos de Rodríguez, Valladolid, 1875; La vida es esencialmente distinta de las fuerzas del reino inorgánico. Discurso leído en la inauguración del curso académico de 1882-83 en la Universidad Literaria de Zaragoza, Zaragoza, Est. tipográfico de Calisto Ariño, 1882; Tratado de las enfermedades de los niños, Zaragoza, Imprenta de “La Derecha”, 1883-1884, 2 vols.; La naturaleza medicativa. Discurso leído en la Academia de Medicina y Cirugía de Zaragoza el 20 de enero de 1884, Zaragoza, 1884; Fuerza o naturaleza medicatriz, Zaragoza, 1884; Elementos de higiene de la infancia y sus aplicaciones a la Paidopatía, Madrid, Gregorio Estrada, 1885; Tratado teórico-práctico de las enfermedades de los niños, Madrid, Imprenta del Asilo de huérfanos del S. C. de Jesús, 1902, Madrid, 1907 (2.ª ed.); Traité théorique et pratique des maladies de l’enfance, Madrid, 1907; Algunas reflexiones sobre Medicina sociológica. Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico de 1908 a 1909, Madrid, Imprenta Colonial, 1908; Enfermedades tuberculígenas en el niño. Conferencia dada en el Primer Congreso Nacional contra la Tuberculosis, Madrid, 1908; Naturaleza de las miopatías primitivas progresivas. Discurso leído en la Real Academia Nacional de Medicina para la recepción del Dr. F. Criado y Aguilar. Contestación de D. Manuel Iglesias y Díaz, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús, 1910; De los fundamentos que hacen de la Pediatría una indudable especialidad. Discurso leído en la sesión inaugural de la Sociedad de pediatría de Madrid, Madrid, 1912; La mortalidad en España. Discurso leído en la Real Academia Nacional de Medicina en la solemne sesión inaugural del curso de 1926, Madrid, Julio Cosano, 1926.

 

Bibl.: A. Martínez Vargas, “Historia de la Pediatría en España”, en Acta Pediátrica. Revista española de maternología, puericultura, medicina, cirugía e higiene infantil, 35 (1945), pág. 57; L. S. Granjel, Historia de la Pediatría Española, Salamanca, Universidad, 1965, págs 61-72; E. Guasch Jordán y J. Villatoro Ferres, “La Pediatría en España: primeras revistas de la especialidad”, en Medicina e Historia, 55 (1976), pág. 29; F. Zubiri Vidal, Historia de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, Zaragoza, Real Academia de Medicina, 1976, págs. 148-149; R. Ballester Añón, “Francisco Criado y Aguilar”, en VV. AA., Gran enciclopedia aragonesa, vol. IV, Zaragoza, Unión Aragonesa del Libro, 1980, págs. 987-988; G. García del Carrizo San Millán, “Las enfermedades de los niños en la Facultad de San Carlos (1843-1931), en Jano, XXXII (1987), págs. 819-820; A. Albarracín Teulón, Historia del Colegio de Médicos de Madrid, Madrid, 1998; E. Rodríguez Ocaña, “La construcción de la salud infantil. Ciencia, medicina y educación en la transición sanitaria en España”, en Historia Contemporánea, 18 (1999), págs. 19- 52.

 

Rosa Ballester Añón

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