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Antonio Majo Pérez

Biografía

Majo Pérez, Antonio. Santo Domingo de Silos (Burgos), 2.V.1559 – Madrid, 1.V.1637. Monje benedictino (OSB), obispo y teólogo.

Antonio Majo Pérez nació en el seno de una familia hidalga firmemente enraizada en la villa burgalesa de Santo Domingo de Silos, en cuya iglesia de San Pedro su abuelo, Francisco Majo, había fundado una capellanía en 1554. De niño fue monaguillo en el monasterio benedictino de la villa, dedicando las noches al estudio del latín con la esperanza de ingresar en la abadía. En 1577 recibió el hábito de manos del abad Jerónimo de Nebreda, quien le obligó a suprimir el apellido paterno y sustituirlo por el materno, pues además de no convenir tal apellido a la gravedad monástica, el joven era feo y desaliñado. Emitió su profesión monástica el 15 de marzo de 1578, siendo enviado enseguida al monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), donde por aquel tiempo sostenía la Congregación de Valladolid, a la que Silos pertenecía, un colegio de Artes. De allí, según todos sus biógrafos, pasó a la Universidad de Salamanca a estudiar Teología, pero entonces extraña que su título de bachiller, conservado en el archivo de la abadía de Silos, esté expedido el 5 de agosto de 1598 en la Universidad de Valladolid, aunque fuera revalidado en la de Salamanca veinte días después. El 23 de diciembre del mismo año se licenció en la Universidad salmanticense, formando parte del tribunal, entre otros afamados doctores, fray Domingo Báñez. Finalmente, el 21 de febrero de 1599 recibió la borla de doctor en Sagrada Teología por la misma Universidad.

No consta que fray Antonio ocupara cátedra alguna en esta Universidad, pero desde su doctorado residió en el colegio benedictino de San Vicente de Salamanca, donde sí fue profesor. Orador eminente, en 1603 publicó el primer volumen de sus sermones, que tuvieron gran difusión, siendo traducidos al latín y al italiano. En 1604 aparecieron los dos volúmenes de su Laurea Salmantina, conjunto de tesis teológicas en torno a cuestiones disputadas, que le habían servido para la obtención del grado de doctor, de talante reciamente escolástico.

De 1604 a 1607 fue abad de San Vicente de Salamanca, y comenzó la construcción de una nueva iglesia.

En el Capítulo de su Congregación, celebrado en Valladolid en mayo de 1607, fray Antonio fue elegido general y abad de San Benito. Precisamente, uno de los problemas a los que tuvo que buscar solución fue el de la forma de elección del general. Desde tiempo atrás, el monasterio de San Benito de Valladolid, cabeza de la Congregación, pleiteaba para conseguir el derecho a elegir su propio abad, que a la vez era general de toda la Congregación. Lógicamente, la Congregación se oponía a ello y el asunto llegó hasta Roma, donde el 1 de septiembre de 1609 el papa Pablo V daba el pleito por concluido mediante la bula Inter graves, concediendo a la Congregación el pleno derecho a elegir por sí misma a su general. El Capítulo General de 1610 separó este cargo del de abad de San Benito; fray Antonio, de acuerdo con las Constituciones, renunció al generalato y permaneció en San Vicente de Salamanca, aunque el Capítulo le nombró miembro de la comisión que había de redactar las nuevas Constituciones. Durante estos años siguió ejerciendo como docente, predicando y publicando libros de teología y homilética. El Capítulo de 1613 le comisionó junto a otros monjes para dirimir las diferencias entre la Congregación y el monasterio de Montserrat de Cataluña, que se negaba a aceptar las nuevas Constituciones de 1612, llamadas de Sahagún.

En 1617 fue nombrado abad de San Martín de Madrid y, una vez en la Corte, Felipe III le hizo miembro de la segunda Junta de la Inmaculada, participando también en la tercera. Fue también consultor y calificador de la Inquisición.

Terminado su abadiato en 1621, siguió residiendo en Madrid, dedicado a la impresión de sus obras. En 1622 dio su parecer negativo al casamiento entre María de Austria y el Príncipe de Gales. De 1625 a 1627 fue de nuevo abad de San Martín, monasterio en el que realizó importantes obras de mejora, edificando la iglesia del anejo parroquial de San Plácido.

En 1627, Felipe IV le propuso el Arzobispado de Santafé de Bogotá (Colombia), pero fray Antonio, que contaba ya con sesenta y ocho años de edad, renunció excusándose en sus muchos años, nada aptos para emprender travesía tan larga. Sin embargo, aceptó el Obispado de Seo de Urgel el 17 de mayo de 1627. Consagrado obispo en San Martín de Madrid, entró en su sede el 26 de septiembre del mismo año.

Nada más tomar posesión de la diócesis, convocó y celebró un sínodo en 1627 y otro en 1630. Pero fray Antonio se encontró con la oposición del Cabildo, que acusaba al obispo de infringir los preceptos de un sínodo provincial, que obligaba a los prelados de Cataluña a nombrar vicarios generales catalanes. De hecho, como era lo habitual, fray Antonio llegó a Urgel rodeado de familiares castellanos, a los que prebendó con beneficios de su diócesis.

En 1633 fue preconizado obispo de Lérida, haciendo entrada solemne el 9 de junio. Como en Urgel, también aquí quiso celebrar sínodo diocesano, pero se encontró con la cerrada oposición del Cabildo, que le puso pleito. Por esta razón, y aprovechando que la sede primada tarraconense se encontraba vacante, fray Antonio fue promovido a arzobispo de Tarragona el 28 de noviembre del mismo año 1633. Entró en la ciudad el 8 de mayo del año siguiente, celebrando Concilio Provincial en 1636. Esta asamblea determinó, entre otras cosas, prohibir la predicación en castellano en toda la provincia eclesiástica tarraconense, dado que el pueblo no entendía otra lengua que la catalana. El arzobispo, gran predicador, pero que no sabía catalán, debió de sentir mucho esta determinación, lo que, unido a otras diferencias habidas con la ciudad de Tarragona y su Cabildo catedralicio, le movieron a renunciar a la sede a finales de 1636 y volverse a Castilla. Felipe IV le otorgó el Obispado de Ávila, pero murió en San Martín de Madrid el 1 de mayo de 1637 (cuando le faltaba un día para cumplir setenta y ocho años) antes de que llegaran las bulas de provisión del nuevo Obispado.

A pesar de no haber residido casi nunca en Santo Domingo de Silos, fray Antonio no olvidó su pueblo natal y su monasterio de profesión. A la iglesia parroquial de San Pedro de Silos regaló una reliquia de san Blas guarnecida en plata, y mandó ser enterrado en la iglesia abacial junto al sepulcro de santo Domingo de Silos. El mausoleo que allí ordenó levantar debía de ser tan suntuoso que contrastaba con la pobreza del sepulcro del santo abad. Escandalizados los monjes, decidieron destruirlo en 1676, colocando los huesos del arzobispo en sitio más humilde.

La obra teológica de fray Antonio demuestra sus sólidos conocimientos patrísticos y escolásticos, aunque adolece de la falta de originalidad característica de todos sus contemporáneos. En su tiempo tuvo una gran influencia, sobre todo en el seno de la Congregación benedictina de Valladolid. Su Comentario a la Regla de San Benito, empapado también de teología escolástica, es considerado como el mejor de los escritos por benedictinos españoles.

 

Obras de ~: Apuntamientos de todos los sermones dominicales y sanctorales de primero de deziembre y de Adviento hasta último de febrero y principio de Quaresma, Medina del Campo, Christoual Lasso Vaca y Francisco García, 1603; Laurea salmantina, Salamanca, Artus Taberniel, 1604, 2 vols.; Apuntamientos quadragesimales desde el miércoles de ceniza hasta la dominica tercera, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1608; Apuntamientos quadragesimales desde el domingo tercero de Quaresma hasta el viernes de Lázaro, Valladolid, Christoual Lasso, 1610; Apuntamientos quadragesimales desde el viernes de Lázaro hasta la mañana de Resurrección, Valladolid, 1610; Pentateuchum Fidei, Madrid, 1620; Commentaria in regulam SS. P. Benedicti, Lyon, 1625; Authentica sanctorum quatuor evangelistarum fides, Lyon, 1626; Authentica actuum apostolorum et epistolæ ad Romanos fides, Lyon, 1626; Authentica fides Matthæi, Barcelona, Petri La Cavalleria, 1632; Commentariorum in regulam Sanctissimi Patris Benedicti volumen primum [-secundum], Barcelona, Petri La Cavalleria, 1632, 2 vols.; Authentica fides Pauli, Barcelona, Petri La Cavalleria, 1632.

 

Bibl.: M. Martínez Añíbarro, Intento de un diccionario biográfico y bibliográfico de autores de la provincia de Burgos, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1889, págs. 387-393; M. Férotin, Histoire de l’Abbaye de Silos, Paris, E. Leroux, 1897, págs. 240-242 J. Pérez de Urbel, Varones insignes de la Congregación de Valladolid, Pontevedra, Museo Provincial, 1967, págs. 182-189; T. Moral, “Pérez, Antonio”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 1960-1961; E. Zaragoza, Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid (1568-1613), Silos, Stvdia Silensia V, 1980, págs. 235-263; Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid (1613-1701), Silos, Stvdia Silensia VIII, 1982, págs. 439-441; “Pérez, Antoine”, en M. Viller et al., Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique, vol. XII, Paris, Beauchesne, 1984, cols. 1059-1060; S. del Cura Elena, “Cuestión de Dios y teología trinitaria en la obra Laurea Salmantina del teólogo silense Antonio Pérez (1559-1637)”, y C. Serna González, “El comentario a la Regla de San Benito del abad Antonio Pérez”, en Stvdia Silensia, XXV (2003), págs. 213-242 y págs. 243- 268, respect.

 

Miguel C. Vivancos Gómez, OSB

 

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