Medina Manrique, Pedro. Ángel Manrique. Burgos, 28.II.1577 – Badajoz, 28.II.1649. Historiador de Císter (OCist.), general de su Congregación, obispo de Badajoz y predicador real.
Pedro Medina Manrique, quien su nombre cambió en religión por el de Ángel Manrique, nació de noble e hidalga familia antigua. Su padre, Diego Medina de Cisneros, era corregidor de la ciudad; su bisabuelo paterno provenía de la ciudad de Tournai (Bélgica). Su madre, María Manrique, de quien tomó el apellido, era descendiente de los duques de Nájera y del adelantado Pedro Manrique.
Tres hermanos tuvo fray Ángel, el primero, que se llamaba Diego González de Medina, fue corregidor de la ciudad natal, como su padre; luego estaban su hermana, Beatriz, y otro hermano, que fue cisterciense y que quizá tuviera por nombre fray Bernardo. También tenía dos tías cistercienses en el Monasterio del Renuncio, extramuros de Burgos, Inés y Beatriz. A la muerte de su hermano mayor, heredó el mayorazgo, de cuyas rentas gozó siempre el Monasterio de Santa María de Huerta, donde hizo su profesión Manrique. De niño conoció a Santa Teresa, cuando ésta estaba fundando en Burgos y tuvo que relacionarse con la familia de Manrique A los trece años, ingresó en el Colegio de Santiago de Alcalá, llamado comúnmente de los Manrique, porque era exclusivo de ese linaje. Aquí surgió su vocación a la vida monástica y cisterciense, sin duda influenciado por su familia y también por el contacto con el colegio que los cistercienses tenían en Alcalá, enfrente del Colegio de los Manrique. Aquí recibió una buena formación humanista; más adelante, sus biógrafos hablarán de su conocimiento y afición por las matemáticas y la arquitectura; cuando fue abad del Colegio de los Bernardos de Salamanca, llamado de Nuestra Señora de Loreto, hizo unas reformas muy elogiadas en el claustro y, sobre todo, por el proyecto de una escalera famosa, llamada del Aire.
Cuando cumplió los dieciséis años, por mediación del colegial fray Baltasar de Peralta, solicitó el hábito de novicio en Santa María de Huerta, que recibió del venerable fray Luis de Ribera, el 16 de abril de 1592; este mismo abad lo admitió a la profesión monástica, el 18 de abril de 1593. Por esta misma época recibieron en Huerta el hábito de novicio fray Pedro de Oviedo y fray Vicente de Guevara; los dos fueron obispos, como Manrique, y el tercero, también como él, general de la Congregación. Al año siguiente, su abad, fray Bernardo Gutiérrez, lo envió a estudiar Filosofía, juntamente con fray Pedro de Oviedo, al Monasterio de Meira, en Galicia; fueron condiscípulos suyos tres generales, cuatro obispos, dos abades perpetuos y un general de Frontera. Tres años después, fue a estudiar Teología al colegio que tenía la Congregación en Salamanca.
Fue calificado de ingenio agudo, siendo la admiración de los teólogos y catedráticos de los colegios y universidades por donde pasó. Terminados sus cursos de oyente, pasó a maestro de estudiantes en el Colegio de Loreto de Salamanca. No se ciñó a los límites de la escolástica, sino que se entregó a lo expositivo, a lo predicable y a la historia de la Orden, materias que dominó y le hicieron realmente famoso. A partir de 1605 empezó a publicar, principalmente sermonarios y libros de hagiografía, empezando por la áurea evangélica. Muchas de sus obras se tradujeron al francés, italiano, alemán y flamenco.
La predicación fue uno de los campos que desarrolló con más éxito, sin dejar por ello las cátedras de universidad. En primer lugar se graduó con brillantez, en Teología en 1613, licenciatura y maestría; e igualmente, en 1621, en Artes. Al mismo tiempo y gradualmente, por oposición y concurso, fue pasando por diversas cátedras de la Universidad de Salamanca.
Alternó sus cátedras con los más altos cargos de la congregación. Fue cuatro veces abad del Colegio de Loreto, de Salamanca; y en 1626 fue elegido general de la Congregación; su gobierno fue de entrega y servicio; dejó a sus sucesores el ejemplo de un gobierno prudente y sabio. Durante su generalato, se intentó la incorporación de los monasterios navarros a la Congregación de Castilla, que al final no se logró; visitó los monasterios de la Congregación y dictó sabias disposiciones.
Al final de su mandato, volvió a su Cátedra de Salamanca y en abril de 1636 era nombrado predicador de Su Majestad, coronación de una vida dedicada en gran parte al púlpito; muchas de sus predicaciones pasaron a la imprenta, constituyendo una parte importante de sus obras. Ya antes, el Capítulo General de la Congregación le encargó que escribiese los Annales, crónica general de la Orden, obra que le inmortalizó y que por sus muchas actividades no pudo terminar; publicó cuatro tomos, el último póstumo, y dejó otros tres manuscritos, que se pudrieron en su Monasterio de Huerta, en la inundación de 1707. Por las mismas fechas, fue nombrado prior del gran Convento de Calatrava.
En 1645, ya sexagenario, recibió el nombramiento de obispo de Badajoz; lo mismo que, cuando su graduación, tuvo el Monasterio de Santa María de Huerta que pagarle las bulas. Se puede decir que fue un obispo en todo fiel, según las disposiciones del Concilio de Trento. A pesar de sus muchos años, se entregó de lleno a su labor pastoral, siendo el siervo fiel de su Iglesia, que visitó totalmente, y al final celebró Sínodo, regulando la vida diocesana con sabias disposiciones.
Fray Ángel Manrique falleció en el mismo día que había nacido, el 28 de febrero de 1649, a los setenta y tres años de edad; se le dio honrosa sepultura en la capilla del Sagrario, de la catedral pacense. El 14 de abril de 1649, los monjes de Huerta pidieron, al Cabildo de Badajoz, que les concediera el cuerpo del que fue y siempre se sintió monje de Huerta; pero el Cabildo no quiso desprenderse del cadáver de quien consideraban venerable y santo.
Obras de ~: Laura evangélica, hecha de varios discursos predicables, Salamanca, Arturo Taberniel, 1605 (Barcelona, 1608; Salamanca, 1608, 1609, 1610 y 1614; Barcelona, Esteban Liben, 1625; trad. al fr., Le Lauriel de l’Evangile, I Baudoin, Paris, Eustase Foucault, 1612); Santoral Cisterciense (Sermones), Salamanca, J. Bautista Baresio, 1610 (Valladolid, 1613; Barcelona, 1623; Salamanca, Susana Muñoz, 1620); Sermón de la Beatificación de San Ignacio, Salamanca, 1610; Meditaciones para los días de Quaresma (Sermones), Salamanca, Francisco de Cea Tesa, 1612 (Valencia, 1613; Zaragoza, 1614); Meditación del Martirio espiritual que padeció la Virgen Santísima en la pasión de su hijo, Sevilla, 1612; Santoral y Dominical cristiano para las fiestas de Nuestra Señora y de otros Santos, Salamanca, 1620, 2 vols.; Apología por la Mujer Fuerte, Doña María Vela, Monja Cisterciense en el de Santa Ana de la Ciudad de Ávila, Salamanca, 1620 (Madrid, 1674); Discurso sobre el socorro del Clero al Estado Español, Salamanca, 1624; Memorial por la Universidad de Salamanca, presentado a la M. de Felipe IV sobre ciertos recursos en puntos Teologicos y Tratado de Charitate, Salamanca, 1627; Historia y Vida de la Venerable Madre Ana de Jesús, Discípula y Compañera de la Santa Madre Teresa de Jesús, Fundadora en las provincias de Francia y Flandes, Bruselas, 1632; Cisterciensium seu verius Ecclesiasticorum Annalium a condito Cistercio, Lugduni, vol. I sumptibus Haered. G. Boissat et Laurentii Anisson, 1642; vol. II, sumptibus Haered. G. Boissat et Laurentii Anisson, 1643; vol. III, sumptibus Laurentii Anisson, 1649 y vol. IV, sumptibus Laurentii Anisson et Jo. Bapt. Davenet, 1659.
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Agustín Romero Redondo, OCist.