Lázaro Carreter, Fernando. Zaragoza, 13.IV.1923 – Madrid, 4.III.2004. Filólogo, lingüista, crítico teatral y literario, escritor.
Aunque de familia modesta, seguramente sus grandes dotes intelectuales animaron a sus padres a que siguiera los estudios secundarios, lo que en aquellos tiempos no era una opción ni mucho menos frecuente fuera de los ambientes de la burguesía ilustrada.
Cursó, en efecto, el bachillerato en el instituto Goya de Zaragoza, entre los años 1934 y 1941, que atraviesan el período históricamente crucial de la Guerra Civil Española (1936-1939). Allí tiene como entusiasmante profesor de Literatura a José Manuel Blecua. Siguió luego los entonces llamados Estudios Comunes de Filosofía y Letras en la Universidad de aquella ciudad (1941-1943), recibiendo las clases de Literatura de Francisco Ynduráin, y pasó a la Universidad de Madrid para poder cursar los de Filología Románica (1943-1945). Enseguida fue nombrado profesor ayudante y, al año siguiente, obtuvo por oposición la adjuntía de Filología Románica, cátedra que a la sazón regentaba Dámaso Alonso, quien le dirigió la tesis sobre Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII con la que se doctoró con Premio Extraordinario en 1947. Fue becario del Instituto Miguel de Cervantes del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, colaborador del Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española y secretario de la Revista de Filología Española (1948-1949).
En una universidad como la española de entonces, que había quedado diezmada por el masivo exilio de intelectuales, los jóvenes más brillantes tuvieron la oportunidad de optar a cátedra a muy temprana edad y Fernando Lázaro obtuvo la de Gramática General y Crítica Literaria de la Universidad de Salamanca con sólo veintiséis años. Desde 1949 hasta 1970 llevó a cabo en aquella Universidad una fecunda labor que se concretó en los más variados campos. Ejerció como director del colegio mayor de San Bartolomé, fue elegido vicedecano (1957-1962) y decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1962-1968), dirigió los Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno (1967-1970), presidió la comisión local organizadora del IV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (1968- 1971), fundó y dirigió los Cursos de Filología Hispánica de la Universidad salmantina (1950-1971), y fue codirector de la “Biblioteca Anaya” de clásicos españoles, y director de la colección “Temas y estudios”.
En 1969, se le designó “Full Member” de la Hispanic Society of America de Nueva York.
En estos años emprendió en la Editorial Anaya una ingente labor de renovación de los textos de enseñanza secundaria de la lengua y la literatura española para la que contó muchas veces con la colaboración de Evaristo Correa Calderón. El libro de ambos Cómo se comenta un texto de bachillerato, de 1957, modificado y publicado con el título Cómo se comenta un texto literario, a partir de 1960 por la Editorial Anaya y, más tarde, tras la undécima edición, por la editorial Cátedra, es en España la obra clásica de la materia durante toda la segunda mitad del siglo XX. A partir de este período, sus obras en la editorial Anaya, más adelante en colaboración con Vicente Tusón y otros, se convierten también en referencia indispensable en el mundo de los libros de texto.
No abandonó tampoco su trabajo en los campos específicos de la investigación lingüística, literaria y filológica.
De estos años son sus obras Diccionario de términos filológicos (1953), que difunde el estado de la cuestión, a la altura de los primeros estructuralismos europeos, Teatro medieval (1958), Estilo barroco y personalidad creadora (1966) y la edición de la Vida del Buscón llamado Don Pablos (1965) de Francisco de Quevedo.
Mantuvo además una vinculación constante con el mundo del teatro. Escribió crítica teatral para la revista Gaceta Ilustrada (1972-1981) y mucho antes había intentado personalmente la creación teatral, estrenando en 1956 La señal y escribiendo Un hombre ejemplar, obra publicada en el mismo año en Los papeles de Son Armadans. Casi nunca quiso hablar de La ciudad no es para mí, pieza de consumo de masas, escrita por él con el seudónimo de Fernando Ángel Lozano y llevada al cine en 1965 por Pedro Lazaga como director y el actor Paco Martínez Soria como protagonista sobre guión de Vicente Coello y Pedro Masó.
El enorme éxito del filme convertía en especialmente mortificante para él esto que alguna vez calificó de “pecado venial”.
Toda su vida recordaría con especial cariño esta etapa salmantina, período en el que contrajo matrimonio con Visitación Ángela Mora Salvo, nacieron sus tres hijos y contó en su trabajo con compañeros de claustro tan estimados como Michelena, Díaz y Díaz, Artola, Sánchez Ruipérez y Tovar. Al ausentarse, la Universidad de Salamanca le concedió la Medalla de Plata.
En 1970, pasó por concurso de traslado a desempeñar la cátedra de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Madrid y fue nombrado director de Departamento. En 1972, fue elegido miembro de número de la Real Academia Española, de la que había sido miembro correspondiente desde 1958. Ingresó el 11 de junio de 1973 con un discurso sobre el Diccionario de Autoridades y fue incorporado a las comisiones de Diccionarios, Gramática y Vocabulario Técnico. Dirigió en esta época la revista Ábaco (1970) y la colección “Clásicos Castalia” (1973-1976).
La labor de mantener al día los avances de la disciplina, que habían ya caracterizado el ejercicio profesional de Lázaro Carreter, se concretan ahora en la importación de los métodos de la teoría lingüística y literaria norteamericana de las últimas décadas con la que entra en contacto directo con motivo de su estancia como profesor visitante en la Universidad de Texas (1967). De una parte, publica una serie de artículos que recoge en el libro Estudios de poética. La obra en sí (1976), en el que se ofrecen investigaciones de corte estrictamente teórico, que suponen una novedad sobre su modo de hacer hasta el momento, propio de la tradicional Escuela Española de Filología, siempre ligado a la crítica de un texto. De otra, introduce en su enseñanza en la Universidad un curso de Gramática Generativa aplicada al español, que sirve de revulsivo contra la inercia académica (Lázaro lleva este estímulo incluso a los libros de bachillerato) y propicia la iniciación de una serie de jóvenes lingüistas en metodologías hasta entonces casi desconocidas en España.
Al quedar vacante la cátedra de Gramática General y Crítica Literaria de la Universidad Complutense de Madrid por fallecimiento de Rafael de Balbín Lucas, Lázaro Carreter volvió a trasladarse en 1978 para desempeñar, en la Universidad de su doctorado, su primitiva titulación de catedrático. A la vez, emprendió una ingente actividad en diversos frentes, que fue desde la continuación de las investigaciones que venía haciendo sobre lengua literaria del XVI y la investigación y docencia sobre teoría literaria, hasta la campaña sin tregua a favor del uso correcto del idioma por medio de su actuación en la Oficina del Español Urgente de la Agencia EFE, sus artículos bajo el título genérico de El dardo en la palabra y la revitalización de la Real Academia Española.
Se centra ahora en la teoría del lenguaje literario a tenor del objeto de su cátedra que se denominará bien pronto como Teoría de la Literatura, tras lograr Lázaro del Ministerio de Educación la desagregación en dos, por razón de su inabarcable amplitud, de las cátedras que llevaban el título de Gramática General (que pasa a denominarse Lingüística General) y Crítica Literaria (Teoría de la Literatura). En el volumen Estudios de Lingüística (1980) recoge estudios sobre lengua española, provenientes de su etapa inmediatamente anterior junto a dos dedicados íntegramente a cuestiones de lenguaje literario. En De poética y poéticas (1990) ilumina textos de un amplio arco de la literatura en castellano cuyas poéticas implícitas desvela.
También abrigaba la idea de escribir un tratado sobre la Lengua literaria del siglo XVI, obra que habría de redactar a partir de los antecedentes ya publicados, corregidos y aumentados, y en la que el siglo XVI se abordaría ampliado por delante (Humanismo) y, sobre todo, por detrás. Absorbido por multitud de tareas, tuvo que conformarse con la recopilación titulada Clásicos españoles. De Garcilaso a los niños pícaros (2003) que, sumada a lo anterior, lo confirman como autor imprescindible en todas las bibliografías sobre literatura española de la Edad de Oro.
Liberado de la carga docente de la Universidad Complutense en 1988 por la disposición, contra la que se indignaba, del Gobierno socialista que puso el tope inexcusable de jubilación en los sesenta y cinco años, se volcó en la tarea de modernización de la Real Academia Española, de la que fue director entre 1991 y 1998. Recabó fondos de los poderes públicos y propició la creación de la Fundación pro Real Academia Española cuya constitución se celebró en el Palacio Real, bajo la presidencia de los Reyes, con asistencia de los presidentes de todas las Comunidades Autónomas, los embajadores de todas las Repúblicas de Hispanoamérica y representantes del mundo cultural y empresarial de España, se ocupó de la rehabilitación del edificio, de la actualización de los estatutos, de la necesaria nueva planta del Diccionario y del código ortográfico. También fue suya la iniciativa de crear la serie de gramáticas titulada “Colección Nebrija y Bello”. Finalmente, incorporó los adelantos informáticos al trabajo de la Docta Casa, dejando muy adelantado el proyecto del banco de datos léxicos del español en sus dos ramas: Corpus Diacrónico del Español (CORDE) y Corpus de Referencia del Español Actual (CREA).
La mayor notoriedad de Lázaro Carreter en el mundo hispánico internacional se deriva de la mencionada colección de artículos que bajo el título común de “El dardo en la palabra” publicó durante muchos años, a partir de 1975 en el diario Informaciones, luego, en varios periódicos, servidos por la Agencia EFE, y, después, en el diario ABC (en cuyo suplemento cultural también escribía crítica literaria), siempre de la mano de Luis María Ansón, sucesivamente director de la agencia y del periódico. Se trata de originales de dos páginas en los que comenta uno o varios casos de mal uso del lenguaje observado en la prensa escrita, la radio, la televisión o la experiencia ordinaria del día a día. Más allá de la enorme influencia que consiguieron para la conformación de la norma culta del español, sobresale en estos textos la capacidad del Lázaro como escritor que ofrece, al hilo de la peripecia lingüística, una escena pintoresca, una pincelada de carácter, una crítica de costumbres o una instantánea social. Hasta tal punto es esto así, que la publicación como libro en 1997 de una selección de los artículos se convirtió en el fenómeno editorial del año con una venta de cientos de miles de ejemplares.
Leídas aquellas páginas, desligadas del contexto inmediato en que habían surgido, se convertían en un género novedoso de periodismo literario, que, según todos los críticos, no había conocido propiamente precedente en nuestra historia literaria. Al calor de este éxito, Juan Luis Cebrián consiguió que siguiera escribiendo “dardos”, ahora para el diario El País, los cuales también formaron colección en El Nuevo dardo en la palabra (2003).
Además de su estancia americana, Lázaro había enseñado como profesor visitante en las Universidades de Heilderberg (1959) y Toulouse (1962), y como profesor asociado en la Sorbona, París III (1978- 1980). Había pronunciado conferencias en casi todas las universidades de España y en otras universidades de Francia, Italia, Inglaterra, Alemania, Marruecos, Estados Unidos, Venezuela, México y Japón. Había sido miembro de las Juntas Directivas de la Federación Internacional de Lenguas y Literaturas Modernas (1951-1953), presidente de la Asociación Española de Literatura General y Comparada y presidente de honor de la Asociación Española de Teoría de la Literatura.
Fue también vicepresidente de la Asociación Internacional de Hispanistas (1971-1977), de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez para el fomento del libro y la lectura. Pertenecía al Colegio de Aragón y era correspondiente de las Academias Hondureña de la Lengua, Buenas Letras (Barcelona) y Nobles y Bellas Artes de San Luis (Zaragoza). En 1979 el Gobierno francés lo nombró Commandeur dans l’Ordre des Arts et des Lettres. Fue también condecorado con la Creu de Sant Jordi y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Había sido distinguido con ocho doctorados honoris causa y obtuvo, entre otros, los premios Manuel Aznar, Mariano de Cavia, Delibes, Menéndez Pelayo y el Premio Aragón de las Letras.
Lázaro terminó sus días siendo una referencia indispensable en la cultura española. Aunque se autodefinía como liberal, nunca tuvo compromiso político de partido. Un Gobierno del Partido Popular le concedió la Cruz de Alfonso X y el candidato socialista Rodríguez Zapatero lo invitó a formar parte del comité de expertos que prometía crear, si ganaba las elecciones de 2004, para redactar un informe sobre la reforma de la televisión pública. Aunque Fernando aceptó y efectivamente Rodríguez Zapatero se convirtió en presidente del Gobierno de España, no le alcanzó la vida para poder participar en esta tarea.
Obras de ~: Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1949 (2.ª ed., con pról. de M. Breva Claramente, Barcelona, Crítica, 1985); Diccionario de términos filológicos, Madrid, Gredos, 1953 (3.ª ed., 1968, varias reimprs.); con E. Correa Calderón, Cómo se comenta un texto en el bachillerato, Salamanca, Anaya, 1957 (3.ª ed. corr. y aum., con el tít. Cómo se comenta un texto literario; a partir de la 11.ª ed., Madrid, Cátedra, 1974, múltiples reimprs.); Significación cultural de Feijoo, Oviedo, Universidad, 1957 (“Cuadernos de la cátedra Feijoo”); Teatro medieval, Valencia, Castalia, 1958 (2.ª ed. renovada, 1965, varias reimprs.); Tres historias de España: Lázaro de Tormes, Guzmán de Alfarache y Pablos de Segovia (discurso de apertura del curso académico 1960-1961), Salamanca, Universidad, 1960; Lope de Vega y su época. Vida y obra del Fénix, Salamanca, Anaya, 1961; Lope de Vega, El villano en su rincón, ed., est. y notas de ~, Salamanca, Anaya, 1961; Vida y obra de Menéndez Pelayo, Salamanca, Anaya, 1962; M. Menéndez y Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, antología, introd. y notas de ~, Salamanca, Anaya, 1962; con C. de Lara, Manual de Explicação de Textos, São Paulo, Centro Universitário, 1962; J. Benavente, Los Intereses creados, ed., pról. y notas de ~, Salamanca, Anaya, 1965; F. de Quevedo, La Vida del Buscón llamado Pablos, ed. crít. con dos nuevos manuscritos, Salamanca, CSIC-Acta Salmanticensia, 1965 (Clásicos Hispánicos) (reed., Salamanca, Universidad, 1980); La enseñanza de la Gramática en el Bachillerato, Madrid, Publicaciones de la Dirección General de Enseñanza Media, 1965; Lope de Vega. Introducción a su vida y a su obra, Salamanca, Anaya, 1966 (reproduce Lope de Vega y su época, 1961); Estilo barroco y personalidad creadora, Madrid, Anaya, 1966 (2.ª ed. aum., Madrid, Cátedra, 1974); F. de Quevedo, La Vida del Buscón, ed., pról. y notas de ~, Madrid, Salvat y Alianza Editorial, 1969; L. Fernández de Moratín, Teatro Completo, vol. I, ed. crít., est. y notas de El Viejo y la niña y El Sí de las niñas a cargo de ~, Barcelona, Labor, 1970; Crónica del Diccionario de Autoridades (1713-1740) (discurso de Ingreso en la Real Academia Española, leído el 11 de junio de 1972), Madrid, Real Academia Española, 1972; Lazarillo de Tormes en la picaresca, Barcelona, Ariel, 1972 (2.ª ed., 1978); “El lugar de La literatura en la educación”, en E. Alarcos et al., El Comentario de textos, Madrid, Castalia, 1973, págs. 7-29; “Epílogo”, en Literatura y educación: Encuesta, Madrid, Castalia, 1974, págs. 328-339; “Presentación” y “Apéndice”, en S. R. Levin, Estructuras sintácticas de la poesía, Madrid, Cátedra, 1975, págs. 9-18 y págs. 97-105, respect.; Estudios de poética (la obra en sí), Madrid, Taurus, 1976 (2.ª ed. 1979); “El lenguaje periodístico entre el literario, el administrativo y el vulgar”, en F. Lázaro Carreter et al., Lenguaje en periodismo escrito, Madrid, Fundación Juan March, 1977, págs. 7-32; Manual de Estilo, Madrid, Agencia EFE, 1978 (2.ª ed., 1980); Introducción a la poesía de Vicente Aleixandre, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979; El buen ánimo de Manuel Halcón, Madrid, Club Urbis, 1980; “Leo Spitzer o el honor de la Filología”, pról. a L. Spitzer, Estilo y estructura en la literatura española, Barcelona, Crítica, 1980; Estudios de Lingüística, Barcelona, Crítica, 1980; “Prólogo”, en R. Tomachevski, Teoría de la literatura, Madrid, Akal, 1981; con R. Lapesa, M. Seco, M. García Posada y M. Rivera, Terminología gramatical para su empleo en la Educación General Básica, Madrid, Dirección General de Ordenación Educativa, 1981; De poética y poéticas, Madrid, Cátedra, 1990; El dardo en la palabra, Madrid, Galaxia Gutenberg, 1997; El Nuevo dardo en la palabra, Madrid, Aguilar, 2003; Clásicos españoles. De Gacilaso a los niños pícaros, Madrid, Alianza Editorial, 2003; Azaña, Lorca, Valle y otras sombras, Madrid, 2004.
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Miguel Ángel Garrido Gallardo