Böhl de Faber Ruiz de Larrea, Cecilia. Fernán Caballero. Morgues (Suiza), 25.XII.1796 – Sevilla, 7.IV.1877. Escritora.
Es la primogénita del matrimonio formado por Juan Nicolás Böhl de Faber y Francisca Ruiz de Larrea. El padre, nacido en Hamburgo en 1770 y residente en Cádiz desde 1785 (donde su familia había establecido una casa de comercio sólida y prestigiosa), alternará su trabajo de comerciante y cónsul de las ciudades de la Hansa en Cádiz (1804) con el estudio apasionado de la cultura española. De familia protestante y educado en un ambiente liberal, se convierte al catolicismo en 1813, influido por la lectura de los místicos hispanos. El conocimiento de las obras de Schelling y de A. W. von Schlegel le inclina hacia la estética e ideología del romanticismo alemán, que constituye, junto a su fe católica, la base de su pensamiento conservador desde el que interpreta el pasado y la realidad contemporánea de la cultura y de la política españolas. En su evolución intelectual se siente influido por su mujer, Francisca Ruiz de Larrea, nacida en Cádiz en 1775 (de padre español y madre irlandesa) y con la que contrae matrimonio el 1 de febrero de 1796. Ese mismo año viajan a Alemania para visitar a la familia de Juan Nicolás. En el trayecto pasan una temporada en la aldea suiza de Morgues, donde el 25 de diciembre de 1796 nace su hija Cecilia. Ya en Hamburgo, conviven con la familia de Juan Nicolás hasta el otoño de 1797, en el que vuelven a Cádiz. La crisis económica provocada por la política imperialista de Napoleón afecta negativamente al comercio gaditano, lo que mueve a los Böhl a trasladarse en 1805 a Alemania con el ánimo de quedarse indefinidamente. Pero Francisca, que no logra adaptarse al clima y ambiente germánicos, decide volver a España con dos de sus hijas, mientras el marido permanece en Alemania con sus hijos Juan Jacobo y Cecilia. Ésta, cuya educación primaria se había encomendado en un principio a una institutriz belga, ingresa en 1807 en un pensionado francés de Hamburgo, donde se imparte una formación similar a la que se daba en el Centre Saint Cyr de París a las jóvenes de la aristocracia. Esto le facilita una esmerada educación y un perfecto dominio del francés, lo que explica que algunos de sus primeros relatos, como La Gaviota, los redactara inicialmente en dicho idioma.
Francisca, establecida en Chiclana, escribe con frecuencia a Juan Nicolás, instándole a volver a España, retorno demorado por la invasión napoleónica hasta agosto de 1813. En 1814 regresa Fernando VII, cuya ideología absolutista comparten los Böhl, que aplauden las primeras medidas tomadas por el Rey, convencidos de que la mayoría del pueblo rechaza el sistema constitucional, según proclama Francisca en un panfleto titulado Fernando en Zaragoza, que escribe ese mismo año. Cabe subrayar, a propósito de dicho texto, que Francisca poseía unas dotes literarias nada desdeñables, como lo prueban sus diarios de viajes y su redacción de tipos y cuadros de costumbres. Este ambiente intelectual y literario de los padres favorece el temprano interés de Cecilia por la lectura y la escritura, la predilección por los temas costumbristas y, también, su inclinación posterior hacia la ideología conservadora.
En 1815 Cecilia conoce a un joven capitán, Antonio Planells, que se encontraba en Cádiz en espera de ser destinado a Puerto Rico, con el que se casa el 20 de abril de 1816; a los tres días embarcan hacia dicho país. Pero, muy pronto, les sobreviene una desgracia: “A mi marido, hermoso joven de veinticinco años, esperaba un bello porvenir, pero a los pocos meses de casado murió de repente”. Cecilia, que sufre una gran conmoción (“estuve a la muerte”), es recogida por la mujer del capitán general, y permanece en su casa hasta que, recuperada, puede volver a España el 28 de junio de 1818. De la estancia en Puerto Rico hay una alusión a la belleza del paisaje, en su novela La Farisea: “Todas las gracias de la naturaleza se aglomeran en esta isla para hacer de ella un edén”.
En el transcurso de 1820, Cecilia entabla relación con un aristócrata liberal, Francisco Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso, con quien se casa el 22 de marzo de 1822. El matrimonio, que residirá habitualmente en su palacio de Sevilla, pasa temporadas en la finca La Palma, propiedad del marqués en el pueblo sevillano de Dos Hermanas, estancia que será de gran importancia para la futura actividad literaria de Cecilia. Ésta, siguiendo el ejemplo de su padre, comienza a recoger canciones, relatos populares, cuentos, refranes y breves textos orales de folclore andaluz que escucha de viva voz a los empleados de la finca, textos que transcribe y que trasladará más tarde a sus novelas y cuentos. Es ahora cuando esboza sus primeras creaciones literarias, entre las que figuran, según J. Herrero, “cientos de descripciones, bosquejos e incluso dos largas novelas” donde se transcriben “fragmentos de diálogos campesinos” de sus criados o de vecinos del pueblo, algunos de los cuales van a servir de modelo para ciertos personajes de sus relatos: Simón Verde, Gil, el Sochantre, la tía Juana, etc. Lo mismo ocurre con determinados asistentes a la tertulia que los Arco Hermoso mantienen en su palacio de Sevilla, donde acuden representantes de la alta sociedad y personalidades extranjeras como Washington Irving, W. Stirling y el barón Taylor, que será el modelo del “barón de Maudes” en la tertulia de la marquesa de Algar en La Gaviota.
En cuanto a Washington Irving, había llegado a Cádiz en 1828 con el objetivo de conocer in situ las gentes, las costumbres y el folclore de España, motivo por el que entró en contacto con los Böhl y su hija Cecilia, que le ayudaron en su tarea. Irving recuerda en su Diario los encuentros mantenidos con la marquesa a partir del 24 de diciembre de 1828 y añade en una carta (6 de febrero de 1829) que la escritora redactó para él una serie de “anécdotas de la vida lugareña española”. De vuelta a Estados Unidos, en respuesta a una carta de Böhl (en la que éste le felicitaba por la publicación de Los cuentos de la Alhambra, 26 de febrero de 1833), Irving alude a un manuscrito que le había dejado Cecilia y que contenía “gran variedad de apuntes y observaciones muy interesantes y características esbozadas con mucha facilidad e ingenio”, manuscrito que dice guardar “cual tesoro” (26 de abril de 1833). En su respuesta, Böhl le comunica que Cecilia sigue ocupada en “trazar algunos bosquejos de la sociedad española y sus costumbres, y [...] pintar la alta sociedad de Sevilla”.
En 1835 aparece en El Artista su primera publicación: se trata de un relato breve titulado “Una madre o el combate de Trafalgar”. Por esas fechas, el marqués de Arco Hermoso, que desde hacía tiempo sufría una tuberculosis pulmonar, afectado gravemente por una epidemia de cólera que asoló Sevilla en 1834, muere el 17 de mayo de 1835. En marzo de 1836, Cecilia viaja a Inglaterra; durante su estancia en Londres se encuentra con un joven aristócrata inglés, Federico Cuthbert, al que había conocido en El Puerto de Santa María, y con el que vive un amor intenso, que ella mantuvo en secreto, y del que se ha tenido noticia por unas cartas de la escritora publicadas en 1953 por S. Montoto. Su contenido pone en evidencia el trasfondo autobiográfico de una de sus más importantes novelas, Clemencia, en la que su protagonista, una joven viuda, se enamora intensamente del joven aristócrata sir George Percy, “cuyas distinguidas maneras, cuyo talento, ilustración, saber y gracia” seducen a la protagonista, que, sin embargo, termina apartándose de él al constatar con profunda decepción que el joven, “hastiado de todo” y “seco de corazón”, concibe esta relación como una simple aventura. Situación novelesca que concuerda con el tremendo desencanto de Cecilia ante la actitud análoga de Cuthbert, lo que mueve a la escritora a separarse “irrevocablemente” de él. Finalmente, en el relato de ficción, Clemencia encuentra un hombre sencillo y generoso con el que termina casándose. Desenlace similar al ocurrido en la historia real de Cecilia, que, desde España, comunica en su última carta a Cuthbert la noticia de su futuro matrimonio con un hombre “cuyo corazón puro y sublime como el cielo me amó como yo misma había amado”.
El 17 de agosto de 1837 se celebra en la intimidad el casamiento con Antonio Arrom y Morales de Ayala, un jovencísimo abogado de Ronda, de veintitrés años (ella tiene cuarenta y uno), de salud enfermiza y escasa fortuna, dotado, a juicio de Cecilia, “de grandes facultades” y de notable sensibilidad artística y cultural, que se había enamorado apasionadamente de ella. Según su confesión, Cecilia se había resistido inútilmente a esta pretensión, pero, movida por un sentimiento de ternura y compasión hacia el joven, enfermo de tuberculosis, había aceptado por fin su propuesta. El insólito casamiento parece provocar comentarios malévolos y la incomprensión de los más, según palabras de Cecilia: “Me he sacrificado al ridículo y a las denigrantes críticas [...]. No hubo quien me comprendiera más que mi excelente y generosa familia”. Arrom, que para superar las dificultades económicas de la pareja, se ocupa en comisiones de venta de vinos con poco éxito, pretende, con el apoyo de su esposa, obtener un consulado, objetivo que no consigue hasta 1853. Mientras tanto, Cecilia se vuelca en la redacción y revisión de varios de sus más importantes textos literarios y realiza algunas gestiones para su publicación. Con este objetivo se dirige a un antiguo amigo de la familia, José Joaquín de Mora, director del periódico El Heraldo, en el que se publican, a partir de 1849 y en forma de folletín, cuatro de sus novelas: La Gaviota, La familia de Alvareda, Una en otra y Lágrimas. La primera, escrita originalmente en francés, fue traducida por Mora para la edición en folletín. Un dato interesante es la ocultación del nombre de Cecilia bajo el seudónimo de Fernán Caballero, ocultación que se debe, según la autora, a la defensa de la propia intimidad, la supuesta reticencia de los lectores ante la obra de una “literata” y el temor de ser tachada de extranjera por su apellido alemán, lo que podría provocar dudas sobre su capacidad para comprender y describir adecuadamente la vida popular española (carta a Juan Eugenio Hartzenbusch, 21 de julio de 1849).
De las cuatro novelas mencionadas, la primera que redactó es La familia de Alvareda, basada en el relato de una historia real ocurrida en el pueblo de Dos Hermanas (el asesinato del joven campesino Ventura por parte de su amigo Perico, al descubrir “la infamia” de que su mujer Rita le ha sido infiel y constatar “toda la traición del amigo”) que la autora escuchó y transcribió en 1828, relato que reelaboró entre 1829 y 1833 con materiales e informaciones recogidas entre los campesinos de dicho pueblo. En el prólogo de la obra se percibe ya una concepción realista de la novela (narración de un “hecho real”, del que es “una relación exacta en lo principal”), un realismo costumbrista (“pintar las cosas del pueblo tales cuales son”, “sus ideas, sentimientos y costumbres”), en el que perviven, no obstante, elementos de filiación romántica (la presencia del bandido generoso, el robo sacrílego de una “lúgubre capilla”, el ajusticiamiento de Perico en el “estremecedor cadalso”, etc.). Por este carácter realista, de haberse publicado la novela al terminar su redacción, hubiera sido contemporánea de las primeras novelas de Balzac, con lo que Fernán se hubiera convertido en “una gran figura de la incipiente novela europea” (J. Fernández Montesinos).
En cuanto a La Gaviota, se trata de una novela realista de costumbres (pinta “el estado actual” de la sociedad española, “la índole, aficiones y costumbres” de sus habitantes, “con exactitud y con verdadero espíritu de observación”), con la que Fernán trata de incorporar definitivamente el roman des moeurs a la manera de Balzac, al tiempo que elabora una novela regional que, en cierto sentido, es también novela de tesis, análoga a las primeras de Pereda. Como en éstas, se recrea el viejo tópico del menosprecio de corte y alabanza de aldea: en la primera parte se describe un cuadro idílico de la aldea de Villamar, adonde llega exhausto, huyendo de la guerra, el médico Stein, que es recogido por personas sencillas, piadosas y solidarias (la abuela María, fray Gabriel...), que habitan en un viejo convento, símbolo de un pasado edénico, no contaminado por las “luces” de la civilización; en la segunda parte se narran los avatares de la joven pareja de Stein y Marisalada (Gaviota), dotada de grandes cualidades para el canto y el baile, que ella ambiciona desarrollar con su traslado a Sevilla y a Madrid (la “corte” corruptora), lo que va a producir su degradación moral: una ciega pasión amorosa que la arrastra al adulterio y al fracaso personal y social.
En 1849 publica también Elia, una mezcla de novela histórica y relato de costumbres, que por su temática (drama de las dos Españas: al final del relato mueren dos hermanos alistados en campos contrapuestos: Fernando —absolutista— en defensa de Fernando VII en 1822; Carlos —liberal, enamorado de Elia— luchando contra el ejército francés enviado por la Santa Alianza para acabar con el régimen constitucional en 1823) y por su género constituye un preanuncio de los Episodios nacionales de Galdós.
La acogida favorable de la crítica a estas primeras novelas anima a Fernán a volcarse en la escritura, revisión y publicación de sus textos, de forma que entre 1849 y 1853 da a la prensa un conjunto de relatos que constituyen lo mejor de su producción narrativa. En 1854 su marido es nombrado cónsul de España en Australia con residencia en Sidney. Durante su ausencia, Cecilia cuenta con el apoyo de algunos amigos: Matilde de Pastrana (condesa de Monteagudo), Fernando de Gabriel (presidente de la Academia de Buenas Letras de Sevilla), Fermín de la Puente (corrector de sus obras), los duques de Montpensier y el secretario de éstos, Antoine de Latour, que contribuye a que la obra de Fernán sea conocida en Francia gracias a un artículo publicado en Le Correspondant de París (25 de agosto de 1857), al que seguirán los de Ch. de Mazade y A. Morel-Fatio, entre otros. En 1856 comienza la edición de sus Obras completas realizada por Mellado.
La fama de esta amplia producción literaria llega hasta la Corte (ese año recibe una carta del rey Francisco de Asís elogiando los “cuadros fieles de nuestro carácter y de nuestras costumbres nacionales”, animados por “hermosos sentimientos religiosos y monárquicos”), sabedora de las dificultades económicas de la escritora, por lo que los Reyes le comunican que sentirán una “gran complacencia” si acepta residir en el alcázar de Sevilla en una zona reformada “según le acomode”. Cecilia acepta el ofrecimiento y en 1857 se traslada a la nueva residencia, donde continúa su labor literaria. Pero una nueva desgracia se abate sobre ella: su marido, que ha venido de Sidney a visitarla, de vuelta a Australia y cuando se dispone a embarcar en Londres recibe la noticia de que su socio se ha fugado dejándole en la ruina y con deudas. Desesperado, se quita la vida, después de escribir a su mujer la “última carta”, indicándole que con su decisión busca evitarle “nuevas pesadumbres” que habrían de amargarla el resto de su vida. Cecilia, desolada, pensó retirarse al convento de las Dueñas de Sevilla, pero las monjas y la familia le disuadieron del intento.
Desde 1859 lleva una vida retirada, ocupándose en la lectura, la creación literaria y su abundante correspondencia epistolar, al tiempo que se siente arropada por un círculo reducido de familiares y amigos, con los que charla sobre sus temas preferidos: literatura, sociedad y política. En este último aspecto sigue con gran inquietud los acontecimientos del Sexenio Democrático, desde la caída de la Monarquía hasta su restauración, que ella festeja postrada ya en la cama por la enfermedad. El 7 de abril de 1877 muere esta insigne escritora tan admirada por el encanto de su figura física y moral (hermosa, elegante, delicada, solidaria y creyente sincera) y por su significado en la historia de las letras españolas: es obligado destacar su labor como coleccionista y estudiosa del folclore, su autoría de cuentos y relatos breves de gran calidad estética, la promoción de una incipiente literatura infantil y (no obstante ciertas limitaciones debidas a su posición conservadora: exceso de didactismo moral y religioso y evasión de la problemática social hacia el pintoresquismo) el haber sido la iniciadora de la novela moderna en España en la etapa de transición del romanticismo al realismo.
Obras de ~: “La madre o el combate de Trafalgar”, en El Artista (Madrid), II (1835), n.º XX, págs. 232-236; “Sola”, en Literarische und Kritische Blätter der Börsenhalle (Hamburgo), n.º XIV (1840), págs. 737-743 (versión española en Semanario Pintoresco Español (SPE) [Madrid], n.º XIV [28 de octubre-4 de noviembre de 1849], págs. 342-350); “La Gaviota”, en El Heraldo (Madrid), n.os 2136-2187 (del 9 de mayo al 9 de julio de 1849); “La familia de Alvareda”, en El Heraldo, 2239-2255 (del 7 al 26 de septiembre de 1849); “Una en otra”, en El Heraldo, 2257-2296 (del 28 de septiembre al 14 de noviembre de 1849); “Elia”, en La España (Madrid), diciembre de 1849; “La hija del Sol”, en La Ilustración (Madrid), I (18 de julio de 1849), págs. 174-175; “Los dos amigos”, en SPE, XIV (22 de julio de 1949), pág. 231; “La suegra del diablo”, cuento popular, en SPE, XIV (25 de noviembre de 1849), pág. 371; “Lágrimas”, en El Heraldo, 2416-2453 (del 6 de abril al 22 de mayo de 1850); “No transige la conciencia”, en El Heraldo, 2540-2561 (del 1 al 25 de septiembre de 1850); “El exvoto”, en La España, n.os 705-707 (del 26 al 28 de julio de 1850); “El sochantre”, en La España , n.os 835-838 (del 27 al 29 de diciembre de 1850); “Callar en vida y perdonar en muerte”, en La España, 5 y 7 de julio de 1850; “El Paraíso y la Peri”, en SPE, XV (del 1 al 8 de diciembre de 1850), págs. 379- 385; “Un quid pro quo”, en SPE, XV (30 de junio de 1850), pág. 202; “El convidado”, en SPE, XV (10 de noviembre de 1850), pág. 357; “Matrimonio bien avenido, la mujer con el marido”, en SPE, XVI (del 29 de junio al 6 de julio de 1851), págs. 205-214; “Con mal o bien los tuyos te den”, en SPE, XVI (del 2 al 23 de marzo de 1951), págs. 69, 78, 85 y 92; “El Eddistone”, en SPE, XVI (28 de diciembre de 1851); Clemencia, novela de costumbres, Madrid, Imprenta de C. González, 1852, 2 vols.; Cuadros de costumbres populares andaluces, Sevilla, Geofrin, 1852; “Más largo es el tiempo que la fortuna”, en SPE, XVIII (del 8 al 22 de mayo de 1853), págs. 150, 156 y 167; “Un tío en América”, en La España, n.os 1550 y 1554 (del 21 al 26 de abril de 1853); “Tres almas de Dios”, en Revista de Ciencias, Literatura y Artes (Sevilla), I (1855) y II (1856) (reed. con el título Un servilón y un liberalito, o Tres almas de Dios, Madrid, Mellado, 1857); Un verano en Bornos, Madrid, Mellado, 1858 (reed. junto con Lady Virginia, Madrid, Mellado, 1864); La estrella de Vandalia, Madrid, A. A. Babi, 1855; Relaciones (contiene Justa y Rufina, Más largo es el tiempo que la fortuna, No transige la conciencia, La flor de las ruinas, El exvoto y Los dos amigos), Madrid, Mellado, 1857; Cuadros de costumbres, Madrid, Mellado 1857; Colección de cuentos y poesías populares andaluces, Sevilla, Imprenta de la Revista Mercantil, 1859; Vulgaridad y nobleza, Sevilla, E. de Rojas, 1860; La farisea y Las dos gracias, Madrid, Imprenta T. Fortanet, 1863 (y Madrid, Sáenz de Jubera, 1865); La mitología contada para niños, Barcelona, Bastinos e Hijos, 1867; Cuentos, oraciones, adivinas y refranes populares e infantiles, Madrid, 1877; Obras completas, Madrid, Tipografía de Mellado, 1856-1858, 19 vols.; Obras completas, Madrid, Atlas, 1961 (col. Biblioteca de Autores Españoles).
Bibl.: A. Latour, “Litterature espagnole. Fernán Caballero”, en Le Correspondant, 25 de agosto de 1857, págs. 605-634; Ch. de Mazade, “Le roman des moeurs en Espagne: Fernán Caballero et ses récits”, en Revue de Deux-Mondes, 15 de noviembre de 1858, págs. 352-380; A. Morel-Fatio, “Fernán Caballero d'après sa correspondence avec Antoine de Latour”, en Bulletin Hispanique, III (1901), págs. 252-382; S. T. Williams, “Washington Irving and Fernán Caballero”, en Journal of English and German Philology, XXIX, 3 (1930), págs. 352- 356; E. H. Hespelt y S. T. Williams, “Washington Irving’s Notes on Fernán Caballero’Stories”, en Publications of the Modern Language Association, XLIX (1934), págs. 1129-1139; B. Croce, “Fernán Caballero”, en Poesia e non poesia. Note sulla letteratura europea del secolo decimonono, Bari, G. Laterza e Figli, 1946, págs. 201-219; J. Fernández Montesinos, Fernán Caballero. Ensayo de justificación, University of California y Colegio de México, 1961; J. M. Castro Calvo, “Fernán Caballero y su obra”, est. prelim. a F. Caballero, Obras completas, vol. I, op. cit., 1961; J. Herrero, Fernán Caballero, un nuevo planteamiento, Madrid, Gredos, 1963; J. Horrent, “Sur La Gaviota de Fernán Caballero”, en Revue des Langues Vivantes, XXXII (1966), págs. 227-237; S. Montoto, Fernán Caballero. Algo más que una biografía, Sevilla, Gráficas del Sur, 1969; I. M.ª Zavala, “La novela polémica de Fernán Caballero”, en Ideología y política en la novela española del siglo xix, Salamanca, Anaya, 1971, págs. 123-166; L. Rodríguez Luis, “La Gaviota: Fernán Caballero entre romanticismo y realismo”, en Anales galdosianos, VIII (1973), págs. 123-136; L. H. Klibbe, Fernán Caballero, TWAS 259, New York, Twayne, 1973; G. Gullón, “El costumbrismo moralizante de Fernán Caballero”, en El narrador en la novela del siglo xix, Madrid, Taurus, 1976, págs. 29-42; G. Carnero, Los orígenes del romanticismo reaccionario español: el matrimonio Böhl de Faber, Valencia, Universidad, Facultad de Filología, Departamento de Lengua y Literatura, 1978; M. Domínguez Iglesias, “Fernán Caballero y la sociedad andaluza de su tiempo”, en Anuario de Historia Moderna y Contemporánea, Granada, VI (1979), págs. 193-206; M. A. Langa Laorga, “Fernán caballero: el reflejo de una época”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, Madrid, VII (1986), págs. 141- 161; R. de Fuente, “Bibliografía para un centenario: Fernán Caballero (1796-1996), en Siglo xix (Literatura Hispánica), n.o 2 (1996), págs. 121-128; M. Fernández Poza y M. García Pazos (eds.), Actas del Encuentro Fernán Caballero hoy: homenaje en el bicentenario del nacimiento de Cecilia Böhl de Faber, 1996, El Puerto de Santa María, Ayuntamiento, 1998; D. Estébanez Calderón, “Introducción” a F. Caballero, La Gaviota, Madrid, Cátedra, 1998, págs. 11-117; R. E. Montes Doncel, Del estilo a la estructura en la novela de Fernán Caballero, Sevilla, Diputación, 2001.
Demetrio Estébanez Calderón