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Manuel Rivera Hernández

Biografía

Rivera Hernández, Manuel. Granada, 23.IV.1927 – Madrid, 2.I.1995. Pintor. Precursor en España del informalismo y la abstracción, creó su propio lenguaje con la tela metálica.

Mostró desde la infancia una gran disposición para la pintura y la escultura, por lo que su padre decidió enviarle al taller de un escultor imaginero con el que empezó a aprender el oficio. Trabajaba la madera y el yeso, pero ya sentía la necesidad de expresarse a través de la pintura. La muerte de su madre y dos de sus hermanos, siendo adolescente, afectó a su carácter, que se tornó entonces un tanto reflexivo. Con quince años, realizó su primer viaje a Madrid, donde quedó deslumbrado en su visita al Museo del Prado.

Tomó clases con Joaquín Capulino y Gabriel Morcillo (el primero le enseñó a dibujar y el segundo a pintar). Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Granada y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, donde obtuvo el título de profesor de pintura y dibujo. Durante su época de estudiante, se sentía contrario al academicismo y encorsetamiento de las normas, situándose siempre en el camino de la experimentación y la búsqueda de nuevos caminos. A los veinte años, presentó su primera exposición individual en su ciudad natal, patrocinada por el Ayuntamiento y la Asociación de la Prensa.

En 1951 fue seleccionado para participar en la I Bienal Hispano-Americana de Madrid y comenzó sus primeros ensayos abstractos con la serie de óleos titulada Los Albaycines. Ese mismo año se casó con Mary Navarro, que por entonces también se dedicaba a la pintura. El matrimonio permanecía largas estancias en Granada, donde organizaba frecuentes reuniones de pintores, escritores e intelectuales, unidos por unas mismas inquietudes, en su casa del Carril de San Cecilio, próximo a la Alhambra. Entre todos dieron a aquel grupo, que representaba a la vanguardia del momento en Granada, el nombre de Abadía Azul.

Durante el verano de 1953, fue invitado a participar en el Curso Internacional de Arte Abstracto de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que se celebró en el Palacio de la Magdalena de Santander, dirigido por el arquitecto José Luis Fernández del Amo. Fue allí donde tomó contacto con una serie de artistas que posteriormente se unirían para formar el grupo El Paso.

En aquel momento emprendió una serie de experiencias pictóricas de vanguardia, atravesando una etapa de crisis y búsqueda. En 1954 trasladó su residencia definitivamente a Madrid.

En 1956 encontró su medio de expresión en la tela metálica. Fue un encuentro fortuito al observar ante el escaparate de una ferretería, una serie de instrumentos que colgaban de un rollo de tela metálica de forma casi tan imperceptible, que parecía que aquellos objetos estaban suspendidos del aire. Compró un rollo y, casi a ciegas, comenzó a trabajar con aquel material en su estudio, abandonando definitivamente la pintura tradicional.

En 1957, junto con los artistas Antonio Saura, Manolo Millares, Martín Chirino, Rafael Canogar, Luis Feito, Antonio Suárez, Pablo Serrano, Juana Francés y los críticos de arte Manuel Conde y José Ayllón, fundó El Paso (que como tal grupo se disolvió en 1960), el cual supuso la plena introducción del informalismo en España.

El Museo de Arte Contemporáneo adquirió un cuadro suyo para la colección permanente. Durante estos años participó en importantes muestras, entre ellas las Bienales de Sao Paulo y de Venecia, ambas con salas dedicadas a su obra. Su producción comenzó entonces a gozar de una amplia difusión internacional.

Al principio de su trabajo con las telas metálicas, construía los cuadros en un solo plano, suspendiendo de un bastidor de madera o metálico, los fragmentos de tela metálica, recortados y unidos entre sí. Después descubrió que la trama de rejilla de sus cuadros se enriquecía infinitamente al superponer las redes metálicas, empezando así una nueva etapa en la que construía sus obras en dos planos, lo cual daba lugar a un misterioso juego de luces y espacios. En 1958 inició su serie de las Metamorfosis, sobre el tema de las infinitas posibilidades de un universo y unas formas en continua transformación. Al año siguiente expuso estas Metamorfosis en las salas del Ateneo de Madrid. Numerosos Museos empezaron a adquirir obras suyas. Expuso, entre otros lugares, en el Museo de Artes Decorativas de París, donde Jaime Sabartés, encargado entonces de la obra de Pablo Picasso, se interesó tanto al ver su obra, que le comentó a Picasso este hallazgo. Por aquel entonces se le concedió el Premio Lissone de Milán, en el cual se planteó el dilema de considerar su obra como pintura o escultura.

Comenzó a utilizar un tablero de fondo, como soporte de sus telas metálicas. Sobre el tablero sujetaba las mallas metálicas mediante pibotes de hierro.

De este modo logró crear unas tensiones y unas vibraciones particulares. Los juegos de superposiciones, las vibraciones conseguidas, las irisaciones de color, producían un efecto óptico de tela de muaré o aguas.

Así, el espectador al desplazarse ante el cuadro percibía el movimiento que se provocaba en el mismo. Al desarrollar un proceso de oxidación de los alambres, fue introduciendo el color en su obra —(en la que anteriormente sólo utilizaba el blanco y el negro) —, utilizando tonalidades rojizas (de óxido de hierro) y verdosas (de óxido de cobre). Paulatinamente iría haciendo uso de forma más abierta y definida, de una gama cromática más amplia.

En 1960, Pierre Matisse, hijo del famoso pintor, le pidió que entrara a formar parte de su célebre Galería en Nueva York, donde aquel mismo año presentó una exposición personal. Muchas otras muestras tuvieron lugar en importantes Instituciones. Los museos Guggenheim y el de Arte Moderno, de Nueva York y la Tate Gallery de Londres adquirieron obras suyas. Entró a formar parte, en 1961, de la Galería Biosca, dirigida entonces por Juana Mordó, que sería a partir de aquel momento, su marchante (a su muerte, y desde mediados de la década de 1980, Elvira Gonzalez pasó a ser su galerista). Continuó exponiendo en diversos lugares de Europa y Estados Unidos. Obtuvo el Premio Pittsburgh Internacional del Carnegie Institute y el Premio de Honor de la Bienal Internacional de Arte de Tokio.

Todos esos reconocimientos le iban estabilizando en su trabajo y aportando ilusión a su labor creativa.

Las telas metálicas iban adquiriendo un mayor misterio y también un nuevo sentido constructivo. Se estableció un mayor predominio del color. En 1966 comenzó la serie de los Espejos, tema que siempre le fascinó desde su infancia (de la que recordaba un cuarto lleno de espejos isabelinos en la casa familiar del barrio de San José, en el Albaycín granadino).

Descubrió nuevas soluciones pictóricas, haciendo llover el color sobre el papel, e inició los Papeles Japoneses con una fuerte influencia oriental. Aquel mismo año se inauguró el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, con Rivera como uno de los artistas más ampliamente representados en la colección, a instancias del pintor Fernando Zóbel, con el cual mantuvo una gran amistad, así como con los otros artistas del Grupo de Cuenca (entre ellos Eusebio Sempere, Gerardo Rueda y Gustavo Torner).

En 1967 terminó el cuadro Me duele España, obra emblemática por ser un compendio de lo realizado hasta entonces, en su concepción aformalista y en los hallazgos de tipo constructivista, fruto además de una mayor serenidad en su concepción.

En 1973 presentó en Granada su primera exposición antológica. El pintor Rufino Tamayo adquirió obras suyas para su Museo en México. En América el arte abstracto estaba atravesando un período de crisis y Rivera centró su atención de nuevo en difundir su obra por Europa. Continuó su actividad expositiva, en Suiza, Alemania, Francia, así como en la recién inaugurada Galería Juana Mordó (1975). Varios Museos, de Ginebra, Lausanne, Zúrich, Gotemburgo, adquirieron cuadros suyos con destino a sus colecciones.

En esta época inició la serie de los Mandalas, estructuras concéntricas de imágenes y formas que invitaban a la meditación. Se producía una vuelta al hermetismo y una tendencia espiritualizante. Hizo la serie sobre papel de las Estelas Segalianas, en homenaje al poeta Víctor Segalen (para el que la antigua civilización china fue trascendental). En este período surgieron las transparentes y sutiles Tiritañas, cuadros en los que prescindió del tablero de fondo, proyectándose así leves sombras sobre la pared. Organizó en Pamplona, junto con los pintores Lucio Muñoz y Eusebio Sempere y el músico Cristóbal Halfter, un seminario sobre arte contemporáneo. Realizó el montaje escénico de la obra El Adefesio de Rafael Alberti, con quien mantuvo una estrecha amistad y una larga colaboración, como las serigrafías que realizó para la obra Diálogo de Manuel Rivera con los tres adefesios (1979), los dibujos del libro Golfo de Sombras (presentado en1986) y las ilustraciones de El ceñidor de Venus desceñido (1989). En 1976 el Museo de Arte Moderno de la Villa de París le dedicó una gran exposición retrospectiva. Un año más tarde concluyó el Retablo para las víctimas de la violencia (propiedad, entre otras obras, del Museo Reina Sofía), con el cual rompió bruscamente con el período lírico anterior, volviendo al dramatismo y a los negros. En 1978 inauguró, con una exposición personal, el Centro Manuel de Falla en Granada.

Al inicio de la década de 1980 recibió del Ayuntamiento de Madrid, la Medalla de la Ciudad. Había terminado un gran mural para el Museo de Escultura al Aire Libre, situado en el Paseo de la Castellana. El desarrollo del mural le introdujo en un período escultórico que influyó sobre su obra, especialmente a mediados de la década de 1980, en que los volúmenes de las telas metálicas traspasaban los límites del cuadro, sobresaliendo desde el soporte del tablero hacia el exterior. En 1980 comenzó la serie de las Albercas, evocación muy granadina, en la que el agua (uno de los temas recurrentes en su obra) era la protagonista.

Obra muy lírica y dotada de cierto ritmo geométrico.

El guitarrista Andrés Segovia, gran amigo suyo, lo denominaba música líquida. En 1981 tuvo lugar en las Salas de la Biblioteca Nacional, en Madrid, una amplia muestra retrospectiva que mostró su obra desde 1956 hasta entonces. Fue nombrado vicepresidente del patronato del Museo Español de Arte Contemporáneo, siendo director Álvaro Martínez Novillo.

Obtuvo la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Le fue concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Consiguió la Medalla al Mérito en las Bellas Artes.

En 1984 fue elegido académico de número de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, donde, desde su sillón, representó a una generación comprometida con su tiempo. El Gobierno francés le concedió la Cruz de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. En 1985 llevó a cabo El Testamento Andaluz (propiedad actual del Parlamento Andaluz); un conjunto de ocho cuadros dedicados a las ocho provincias andaluzas, acompañados de veinticuatro dibujos, con poemas de Antonio Gala. Al año siguiente, fue nombrado miembro del Patronato de la Alhambra y el Generalife, cargo que recibió con entusiasmo y que desempeñó hasta el final de su vida. En 1987, la Asociación de Escritores y Artistas Españoles le concedió la Medalla de Honor de las Artes. En aquella etapa realizó los Espejos rotos y Espejos Heridos.

Fue miembro del Jurado para el Premio Príncipe de Asturias en 1988 y 1989. Le fue concedido el título de Hijo Predilecto de Andalucía y también se le nominó Andaluz del año.

En 1990 realizó las Mutaciones, obras dramáticas de formas mutantes y desgarradas y las Voces de La luz, obras muy líricas, en las que el color se descomponía en todas sus facetas. Propuesto por la Fundación de Amigos del Museo del Prado, pronunció la conferencia Ganas y desganas acerca de su percepción de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1991 emprendió la serie de las Puertas del agua, poéticas e irradiando azules. A partir del verano de 1991 hizo La voz quebrada y la serie Saetas, de especial fuerza trágica.

Entró a formar parte de la Galería Thessa Herold de París en 1993. El mismo año fue elegido miembro titular de la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Europa. Durante esa época y dentro de una gran actividad experimental, trabajó en la serie denominada Estorzuelos y llevó a cabo un grupo de pinturas sobre táblex de sorprendente color. En 1994 trabajó en la serie Oráculos, obras de pequeño formato en las que predominaba el lirismo tonal, a la vez que continuaba trabajando con las Saetas y realizaba las que serían sus últimos Espejos, Albercas, Voces, y el último cuadro Mutación, inacabado. Ese mismo año tomó parte en varias exposiciones y presentó muestras individuales en la Fundación Rodríguez Acosta de Granada, en Córdoba y en Alemania —en los Museos Folkwang de Essen y Lindenau Museum de Altemburg— a donde viajó para asistir a la presentación de un importante conjunto de sus primeras obras, de 1956 a 1966, con las que se reencontró al cabo de su vida.

 

Obras de ~: Metamorfosis (serie), 1958; Espejos (serie), 1966; Papeles Japoneses (serie), 1966; Me duele España, 1967; Mandalas (serie), 1975; Estelas Segalianas; Tiritañas (serie); Diálogo de Manuel Rivera con los tres adefesios, 1979; Golfo de Sombras, 1986; El ceñidor de Venus desceñido (ilustraciones), 1989; Retablo para las víctimas de la violencia, 1977; Albercas (serie), 1980; El Testamento Andaluz, 1985; Espejos rotos y Espejos Heridos, 1988; Puertas del agua (serie), 1991; poéticas e irradiando azules. A partir del verano de 1991 hizo La voz quebrada, 1991; Saetas (serie, 1991; Estorzuelos (serie); Oráculos (serie), 1994; Mutación.

Escritos: “La tela de araña”, en Papeles de Son Armadans (Palma de Mallorca), t. XIII, 38 (abril de 1959); “Un Museo abandonado”, en ABC (Madrid), 20 de junio de 1973; Ganas y desganas, doce artistas de vanguardia en el Museo del Prado, conferencia, Madrid, Fundación Amigos del Museo del Prado, Mondadori, 1980; “El toro de la pintura”, en El País (Madrid), 22 de mayo de 1982; “Rafael Alberti, pintor”, en Primer Acto (Madrid), n.º 196 (marzo, de 1983); Las vanguardias históricas en España, discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1985; “La última vanguardia no fue sólo una tendencia, fue una sensibilidad de la época”, en El País, 11 de junio, 1985; “A la memoria del maestro Segovia”, en Boletín de la real Academia de Bellas Artes de San Fernando (separata) (Madrid) (1987); “Sonoridad (a Andrés Segovia)”, en ABC, 1987; “Arco 87. Así opinan cinco artistas con prestigio”, en El Punto de las Artes (Madrid) (febrero de 1987); “Granada, capital cultural de Europa en 1992”, en Ideal (Granada), 18 de junio de 1987; “Viola, último combate con la luz”, en ABC, 9 de marzo de 1987; “Reflexiones sobre un retrato”, en ABC, 24 de marzo de 1988; La palabra y el signo, contestación al discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Rafael Alberti, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1989, págs. 33-38; Rafael de Penagos, Madrid, 1989; Presentación del libro de Camilo José Cela: Noticia de algunos amigos, Madrid, Ayuntamiento, 1991; El intelectual y su memoria, conferencia pronunciada durante el homenaje que le rinde la Universidad de Granada, Granada, Universidad, 1992; Paseo por la luz de la Alhambra (edición de la conferencia del mismo título patrocinada por el Patronato de la Alhambra y Generalife), Cuadernos de la Alhambra, Granada, 28, 1992; “Antonio Mingote”, en ABC, junio de 1993; Después de Picasso, conferencia en el Museo de Picasso de Málaga, Málaga, Museo Picasso, 1996; Vázquez Díaz, Madrid, s. f.

 

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María Luisa Rivera Navarro