Hijo de Enrique Zóbel de Ayala, industrial español, y de Fermina Montojo y Torrontegui, nació en el seno de una familia de alta posición económica y social, arraigada en Filipinas desde nueve generaciones atrás y vinculada al mundo de los negocios inmobiliarios e industriales. Después de pasar su infancia entre Filipinas, España y Suiza, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos) entre 1946 y 1949, donde se licenció con una tesina sobre García Lorca. De formación autodidacta, empezó a pintar en esos años y al finalizar, prolongó su estancia allí trabajando como ayudante del Departamento de Artes Gráficas del Harvard College Library, con el fin de seguir pintando e investigando.

La educación anglosajona y la influencia del ambiente artístico y académico que le rodeó durante estos años marcaron su posterior evolución como artista, mecenas y estudioso. En 1951 regresó a Manila y allí compaginó su trabajo en el mundo empresarial —al que estaba vinculado por lazos familiares— con la pintura, el mecenazgo, la investigación y la docencia, hasta, que en 1961, trasladó definitivamente su residencia a España y decidió dedicarse por entero a la pintura. En 1954 regresó a Estados Unidos, a la Rhode Island School of Design de Providence (Massachusetts) como artista residente, donde pintó y estudió técnicas de grabado, y posteriormente viajó a Francia, Italia y España, lo que le permitió conocer directamente el Expresionismo Abstracto americano y el Informalismo europeo. El descubrimiento de la obra del pintor americano Mark Rothko y de la fotografía, como un medio de trabajo, provocó su paso hacia la abstracción y abandonó la pintura figurativa y romántica de su etapa anterior. En España conoció y entabló amistad con artistas de la nueva generación abstracta como Gerardo Rueda, Antonio Lorenzo, Luis Feito, Gustavo Torner y miembros del grupo El Paso. Los viajes a España empezaron a repetirse, pues encontró una pintura y una generación de pintores con los que se identificaba. En estos años empezó a coleccionar obras de artistas abstractos españoles, con las que creó en 1966 el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, situado en las Casas Colgadas de dicha ciudad. Desde entonces alternaba estancias entre Madrid, Cuenca y Sevilla. Sus primeras obras abstractas, las llamadas “Saetas” (1957-1959), son caligrafías sobre fondo de color, en donde el tema, inspirado en los jardines de arena japoneses, era el “movimiento expresado metafóricamente” y en las que influyen la estética oriental y el Expresionismo Abstracto americano. Posteriormente, en la “Serie Negra” (1959-1962), su paleta cromática se reduce al blanco y negro, y la luz, la línea y el movimiento entran de lleno en su obra. En 1963 se produce una vuelta al color y hacia 1970 comienza a organizar su pintura en series que tratan temas como el paisaje conquense, el río Júcar e interpretaciones de obras de la historia del arte, que se desarrollan en un complejo sistema de trabajo que empieza con dibujos, apuntes, fotografías y acuarelas que va recogiendo en sus cuadernos de apuntes. Este proceso de trabajo continúa en la “Serie Blanca” (1975-1979) y en el regreso, de nuevo, al color que se produce en la última etapa de su obra. En uno de sus frecuentes viajes por Europa para visitar museos, un infarto acabó con su vida a los sesenta años. Su personalidad generosa y afable, su altísimo nivel intelectual, su conocimiento profundo de la cultura y su innata capacidad para detectar la excelencia fueron rasgos que dejaron su huella en las numerosas actividades, además de la pintura, que desarrolló a lo largo de su vida, como fueron la de fotógrafo, escritor, investigador, profesor, coleccionista y mecenas. [...]