Urdaneta y Cerain, Andrés de. Villafranca (Guipúzcoa), 1508 – México, 3.VI.1568. Fraile agustino (OSA), navegante, cosmógrafo.
Era hijo de Juan Ocho de Urdaneta, alcalde de Villafranca, y de Gracia de Cerain. Estudió las primeras letras en su ciudad natal y cuando contaba diecisiete años se enroló en la expedición de García Jofre de Loaisa (La Coruña, 1525), que iba hacia las islas Molucas. En la Especiería actuó como embajador ante el jefe nativo de la isla de Gilolo para buscar alianzas frente a los portugueses, cosa que logró. A continuación los supervivientes de la expedición, bajo el mando de Carquizano (anteriormente habían muerto otros predecesores tales como el propio Loaisa, Elcano y Salazar), pasaron a la pequeña isla de Tidore y Urdaneta se destacó de la actividad para mantener un equilibrio, aunque fuera precario, de forma que pronto llegó a ser capitán de grupo frente a los lusitanos (1527) y tuvo notable éxito por cuanto logró que las islas de Tidore y Gilolo o Halmahera quedaran bajo dominio español a cambio de dejar Ternate bajo mando portugués. Al poco también murió Carquizano y el mando pasó a Hernando de la Torre y, al poco llegó la expedición de Álvaro Saavedra Cerón (1528) desde base neo hispana y realizó sendos infructuosos ensayos para cruzar el océano de Oeste a Este. La experiencia fue aleccionadora y los recuerdos que Urdaneta menciona son poco entusiastas, “a las noches eran tantos los piojos que se criaban [...] por cierto, un gallego murió que todos tuvimos por cierto averiguado que los piojos le ahogaron, que no le pudimos escapar de ellos. Limpiaronle muy bien e metiéronle en una pipa abierta, con vestidos limpios, y al tercer día yo le vi que ni él ni la pipa parecían sino los vueltos todos cubiertos de piojos muy grandes, e así murió”.
El carácter observador de Urdaneta le permitió sacar algunas conclusiones al respecto durante el tiempo que residió en las islas Malucas (“los ochos años de los cuales estuve de asientos en las islas de Maluco y su comarca, sirviendo a V. M. así de soldado como de capitán, como en cargos de su real hacienda”, escribe él mismo al Rey); por otra parte, también se vio obligado a permanecer en manos portuguesas hasta 1535 en Extremo Oriente. Fue un tiempo que aprovechó para realizar viajes en el entorno de Malaca, fijarse en sus costumbres, sistemas comerciales, idiomas dominantes incluso aprendiendo un pequeño vocabulario. Como consecuencia del Tratado de Zaragoza (1529), las islas de las Especias quedaron en manos portuguesas y tanto Urdaneta como De la Torre regresaron a España vía Cochín (India), cabo de Buena Esperanza y Lisboa concluyendo una vuelta al Mundo, la segunda y en un tiempo de once años (junio de 1536). En la capital portuguesa, le sustrajeron toda la documentación que había atesorado de tanto interés geográfico, histórico y antropológico. Huido de Lisboa llegó, finalmente, a España donde puso en conocimiento del Consejo de Indias todo lo sucedido mediante informes muy interesantes y muy apreciados, como recoge Fernández de Oviedo (XX, XXXV): “este Urdaneta era sabio y lo sabía muy bien dar a entender, paso por paso, como lo vio. Y aquellos señores le mandaron socorrer con 60 ducados de oro en tanto que el Emperador, nuestro señor, venía a sus reinos de Castilla [...] y le ofrecieron de le ayudar para que Su Majestad le hiciese mercedes”.
Es posible que participara económicamente en la expedición de Alonso de Camargo al estrecho de Magallanes (1538), pero es un hecho que habló con Pedro de Alvarado en Valladolid y éste le pidió que fuera como el más experto piloto del Mar del Sur en la expedición que preparaba; en su viaje de incorporación, pasó por Santo Domingo, donde tuvo ocasión de hablar con Gonzalo Fernández de Oviedo y, además, Alvarado había muerto en accidente (1541) cuando colaboraba en la pacificación de la Nueva Galicia (México), con lo que el compromiso náutico de Andrés de Urdaneta quedaba truncado. Se quedó a vivir en la capital del virreinato, actuó en la pacificación del territorio y es verosímil que fuera enrolado por la expedición al Pacífico de Ruy López de Villalobos (1542). El virrey Mendoza que le nombró (1543) corregidor de gran parte de los pueblos de Ávalos (sur de los estados mexicanos de Jalisco y Colima y noroeste de Michoacán) y visitador de Zapotlán y puerto de Navidad; en cualquier caso su actividad fue siempre a plena satisfacción “acatando la persona de vos, el capitán Andrés de Urdaneta, corregidor de los pueblos de Avalos y que sois persona que se os puede encomendar cualquier cosa que toque al servicio de S. M., y que en ella daréis la cuenta que es razón y habéis dado en lo que os ha sido encomendado”, dice el virrey. Además desempeñó otros cargos judiciales y no llegó a capitanear como almirante, por innecesaria (1547), la expedición que Mendoza iba a enviar contra los sublevados del Perú y, especialmente, contra Gonzalo Pizarro.
En 1553, se produjo un cambio de rumbo biográfico. Andrés de Urdaneta se retiró a la vida monástica, entró en la Orden de los Agustinos y, poco después, adquiría los grados sacerdotales, demostrando así una formación de mayor solidez. Que influyera en el virrey Velasco para interesarle en el tema de Extremo Oriente y Filipinas es hipótesis defendida por Mariano Cuevas; en todo caso no se precisaba influir mucho para que el virrey de Nueva España sintiera atracción en el Pacífico y Filipinas desde que Hernán Cortés mostró interés por el océano. De hecho el virrey Velasco solicitó autorización a Felipe II para realizar una expedición en el Pacífico y el Rey lo concedió (1559) bajo la condición de ir a las islas Filipinas sin tocar en el área de las Malucas, en cumplimiento del Tratado de Zaragoza, con el objetivo de descubrir la ruta de tornaviaje. Fue entonces cuando el virrey pidió a Felipe II que ordenara participar a Andrés de Urdaneta, el más experto en el Pacífico, en la expedición como cosmógrafo; tras el preceptivo permiso de la Orden, el agustino acató la orden, y actuó como se le pedía.
Su intervención, inicialmente y ya es mucho, constó de la redacción de las instrucciones para el viaje, el derrotero a seguir en la ruta de ida desde México a Filipinas o, preferentemente para él, a Nueva Guinea lo que le hubiera conducido a Australia. La muerte del virrey, el paso del gobierno a la Audiencia y la influencia del visitador Valderrama, contrario a los agustinos, determinó que la expedición quedara definitivamente emplazada hacia Filipinas con una orientación hacia China. El capitán de la expedición fue Miguel López de Legazpi y en 1564 se hacían a la mar rumbo a Filipinas como indicaban las instrucciones secretas que Legazpi abrió en altamar. La escuadra pasó por las islas Marianas y Guam y arribaron a Leyte (Filipinas) el 13 de febrero de 1565. La derrota los condujo por las islas de Samar, Bohol y Cebú, procediendo Legazpi a un plan de colonización, pero dejando que un barco tornara a México; su capitán fue el nieto de Legazpi, Felipe de Salcedo, el verdadero piloto, Andrés de Urdaneta.
Urdaneta puso la nave rumbo NE (1 de junio de 1565) hasta alcanzar los 42.º de latitud N, a la altura del norte del Japón, impulsado por la corriente cálida del Japón, alejándose de la influencia de alisios, puso rumbo al este para aprovechar los vientos del oeste, a aquellas latitudes que le condujeron suavemente hacia las Californias; navegando hacia el sur alcanzó fácilmente Acapulco (8 de octubre de 1565); acababa de descubrir e inaugurar la que fue denominada “ruta del galeón”, la carrera de Acapulco a Manila en sus dos trayectorias de ida y, lo que era más importante, de retorno fuera de aguas de influencia portuguesa y, fundamentalmente, de forma accesible desde la Nueva España. Los pilotos escribieron relaciones sobre la derrota que constituyeron el meollo de la documentación sobre este viaje; es el caso del piloto cuyo título es todo un resumen del texto: “Derrotero de la navegación de las islas del Poniente para la Nueva España, hecho por Esteban Rodríguez, piloto mayor de la armada que llevó a su cargo el general Miguel López de Legazpi al descubrimiento de las mismas islas, y volvió por su mandato en la nao capitana nombrada San Pedro, de la que era capitán Felipe de Salcedo [...] en cuyo viaje murió entre las 9 y las 10 de la mañana del día 27 de septiembre de 1565, después de doblar el cabo de San Lucas, de la California, viniendo en demanda del Puerto de la Navidad (ya abandonado por ser malsano), por cuya causase halla incompleto este derrotero, que solo alcanza hasta 14 del mismo mes de septiembre” (Archivo General de Indias).
El denominado tornaviaje lo inició la San Pedro el viernes 1 de junio de 1565 desde la isla de Cebú, bordeando la isla de Leyte y Samar, salvando numerosos islotes y turbulencias, avistaron numerosas islas que menciona la documentación para surgir en el océano abierto dejando atrás Luzón (10 de junio), a través del estrecho de San Bernardino. Los pilotos iban anotando rumbo y distancias y el día 17 creían hallarse en 18.º N y poco después (21 de junio) avistaron una isla que verosímilmente es el punto que hoy se denomina Parece Vela (20.º 32’ N, 136.º 13’ E); era el día del Corpus. El 4 de agosto alcanzó la nave el punto más septentrional de la travesía, 40.º aproximadamente latitud desde la que los vientos O y SO facilitaron su rumbo E, hasta que el día 26 los vientos rolaron, cayeron fuertes aguaceros y sufrieron algunas calmas; los tripulantes calcularon que se encontraban no demasiado lejos de Nueva España y determinaron poner rumbo al SO. Hubo alguna incertidumbre pero el 18 de septiembre de 1565 avistaron una isla, el topónimo que se le impuso fue el pertinente, Deseada, situándole en una latitud de 33.º 45’; era un espacio que ya había sido explorado por otros protagonistas españoles tales como Rodríguez Cabrillo y Francisco de Ulloa. El 21 se septiembre se encontraban a la vista de la península de California cuando los tripulantes se hallaban en situación precaria “en la nao, al presente, no había más de diez hasta dieciocho hombres que pudiesen trabajar porque los demás estaban enfermos y otros dieciséis que se nos murieron”. El capitán puso rumbo a Acapulco.
Andrés de Urdaneta volvió a España y, pronto, regresó a México donde falleció el 3 de junio de 1568.
Bibl.: F. de Uncilla, Urdaneta y la conquista de Filipinas. Estudio histórico, San Sebastián, Imprenta de la Provincia, 1907; M. Cuevas, Monje y marino. La vida y los tiempos de fray Andrés de Urdaneta, México, Galatea, 1943; G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Atlas, 1959 (Biblioteca de Autores Españoles); M. Mitchel, Fr. Andrés de Urdaneta.O.S.A., Londres, 1964; J. Guillén, “Urdaneta, el piloto y fraile”, en Revista General de Marina (Madrid) (1965); E. Cárdenas de la Peña, Urdaneta y el “tornaviaje”, México, Secretaría de Marina, 1965; R. Ezquerra, “Urdaneta, Andrés”, en G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, vol. III, Madrid, Alianza Editorial, 1981, págs. 847-849; VV. AA., El Pacífico español. De Magallanes a Malaspina, Brisbane-Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1988; M. Fernández de Navarrete, Colección de viajes [...], t. V, Madrid, Atlas, 1992 (Biblioteca de Autores Españoles); A. Herrera y Tordesillas, Historia general de los hechos de los castellanos [...], Madrid, Universidad Complutense, 1992; “Urdaneta y la vuelta de Poniente”, en VV. AA., Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, t. II, Madrid, ed. Naval, 1992, págs. 493 y ss.; J. Laínz, La nación falsificada, Madrid, Encuentro, 2006, págs. 50-55.
Mariano Cuesta Domingo