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García Jofre de Loaysa

Biografía

Loaysa, García Jofre de. Ciudad Real, s. m. s. xv – Océano Pacífico, 30.VII.1526. Comendador de Ocaña de la Orden de San Juan, jefe de la flota al Maluco de 1525.

En 1518 participó en unas embajadas ante los sultanes turcos Selim I y su hijo Solimán II el Magnífico. Era hermano del obispo de Mondoñedo, Juan, y del comendador de Paracuellos, Álvaro. Asimismo, tenía lazos familiares con el arzobispo de Sevilla, fray Francisco García de Loaysa, confesor de Carlos V, y a su vez presidente del Consejo de Indias e inquisidor general. Posiblemente debido a las influencias de su pariente, obtuvo el cargo de jefe de la flota que, por orden del monarca Carlos I, se organizó en La Coruña, dejando a Juan Sebastián Elcano, mucho más experto en las artes del mar y en la navegación, en segundo lugar. La expedición fue patrocinada por diversos armadores y comerciantes, a los cuales se les compensaba con la supresión de impuestos por aportar los buques a la flota. Los fines principales del viaje eran el comercio de las especias y la búsqueda de los tripulantes supervivientes de la nao Trinidad de la anterior expedición de Magallanes-Elcano. Otra de las premisas que tendrían que cumplir fue que dos de las naves de la flota deberían quedar en la colonia que se formaría en las Molucas.

La flota partió de La Coruña el 24 de julio de 1525 al mando de García Jofré de Loaysa. Se componía de siete naves, cinco eran naos: Santa María de la Victoria, de 300 toneladas, donde iba Loaysa; Sancti Spiritus; de 240, al mando de Juan Sebastián Elcano; Anunciada, de 204, cuyo capitán era Pedro de Vera, y San Gabriel, de 156, a cargo de Rodrigo de Acuña; las carabelas Santa María del Parral, mandada por Jorge Manrique, y la San Lesmes, de 96 toneladas, por Francisco de Hoces, y el patache Santiago, de 60 toneladas, a cargo de Santiago de Guevara. Entre los cuatrocientos cincuenta hombres que componían la tripulación había personajes conocidos, como Andrés de Urdaneta, más tarde fraile y cosmógrafo, los pilotos Martín de Uriarte y Rodrigo Bermejo, el factor general Diego de Covarrubias, los contadores Toribio Alonso de Salazar y Martín Íñiguez de Campuzano y el tesorero Diego Alonso de Solís, entre otros.

El 2 de agosto hicieron aguada y recogieron víveres en la isla de la Gomera. Loaysa reunió a los capitanes de las naves, quienes acordaron en consejo seguir el viaje por el recién descubierto estrecho de Magallanes. Zarparon las naves el 14 de agosto de la isla canaria siguiendo rumbo a la isla de Annobón, donde repostaron víveres para atravesar el Atlántico. Navegando rumbo suroeste, arribaron a las costas brasileñas y después a las argentinas. Se detuvieron en el río de Santa Cruz y el día 14 de enero de 1526 penetraron en el río Gallego, que habían confundido con el estrecho magallánico. Siguieron de nuevo viaje hasta la proximidad del estrecho de Magallanes en el cabo de las Vírgenes, donde una fuerte tormenta hizo naufragar contra la costa a la Sancti Spiritus, perdiendo la vida nueve hombres, y dejando la nao prácticamente destrozada. El resto de la tripulación y lo que se pudo recuperar de la nao fueron transportados a las otras naves.

La nao Anunciada salió hacia el Atlántico en clara deserción y debió de intentar llegar a las Molucas por el océano Índico, pero nunca más se supo de ella. Las cinco naves restantes, debido a las fuertes borrascas, tuvieron que volver hacia el río Santa Cruz, para guarecerse y reparar averías. En este tiempo hubo una nueva deserción de la nao San Gabriel, al mando de Rodrigo de Acuña, que regresó a España por el Atlántico. Con las cuatro naves que quedaban Loaysa atravesó el estrecho de Magallanes en cuarenta y ocho días, desde el 8 de abril hasta el 26 de mayo. El hambre, el frío y las enfermedades causaron el fallecimiento de varios tripulantes, entre ellos el factor real Diego de Covarrubias. De nuevo, un fuerte temporal en el océano Pacífico volvió a separar a las cuatro naves definitivamente. Sólo la capitana Santa María de la Victoria llegó a las Molucas, la San Lesmes se perdió en el Pacífico, el patache Santiago, navegando próximo a la costa sudamericana, llegó a Nueva España y la Santa María del Parral arribó a la isla de Sangi, en el archipiélago de las islas Célebes, donde los indígenas mataron a la mayoría de la tripulación y a los pocos que quedaron con vida los vendieron como esclavos a los reyezuelos de otras islas. Se supo la verdad de lo que sucedió a la citada carabela por los informes de dos supervivientes rescatados por Saavedra. Hubo un motín y mataron a su capitán, Jorge Manrique, y a otros de sus compañeros. La travesía de la Santa María de la Victoria fue muy penosa por la escasez de alimentos, en parte por el aumento de la tripulación al pasar los hombres de la Sancti Spiritus, naufragada cerca del estrecho de Magallanes, y los continuos destrozos de los materiales de la nave por los temporales.

Loaysa murió el 30 de julio de 1526, lo mismo que el piloto Bermejo. Le sucedió en el cargo Juan Sebastián Elcano, que moriría también cinco días después, el 4 de agosto. Se eligió como nuevo capitán al contador Toribio Alonso de Salazar, que había sido trasladado desde la San Lesmes, quien siguiendo las indicaciones dadas por Elcano navegó rumbo noroeste hacia las islas Marianas. El 21 de agosto avistaron la isla de San Bartolomé, actual Taongi, continuando viaje hasta la isla de Guam, donde quedaron sorprendidos al encontrar entre los isleños de una canoa al español Gonzalo de Vigo, desertor de la nave Trinidad de la expedición de Magallanes. Después de recuperar fuerzas la tripulación enferma, conseguir víveres y agua, siguieron viaje hacia el Maluco. Nuevamente tuvieron que elegir nuevo capitán, pues a los tres días de dejar Guam, el 13 de septiembre, moría Salazar. Dos contadores se repartieron el cargo de capitán, Martín Íñiguez de Carquizano y Fernando de Bustamante. Dirigieron la nave hacia la costa de Mindanao y desde allí a la isla de Sarragán, ahora denominada Sarangani, en el mar de las Célebes, arribando después a las islas Talaud. Allí realizaron nueva parada, repararon el barco y se prepararon para entrar en las islas del Maluco. El 29 de octubre llegaron a Gilolo o Batachina, hoy conocida por Halmahera, isla de la especiería. Aquí puede decirse que terminaba el viaje que partió de La Coruña y al que sólo llegaron las ciento cinco personas que iban a bordo de la capitana, pero la expedición siguió su curso.

Los expedicionarios supervivientes se refugiaron en Tidore, donde tuvieron que luchar contra los portugueses establecidos en Ternate. Ocho años de luchas continuas, además de traiciones de régulos indígenas y deserciones, hicieron insostenible la resistencia. Al morir Íñiguez de Carquizano, fue elegido nuevo capitán Hernando de la Torre, que quedó al mando de los diecisiete españoles que permanecían vivos, quienes, enterados de la venta de las Molucas por el monarca español al rey de Portugal de acuerdo con el tratado de Zaragoza de 1529, decidieron entregarse al gobernador de Ternate y ser repatriados a España por la ruta africana, llegando a su tierra los pocos que quedaron vivos en 1536.

 

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Francisco Mellén Blanco