Rodríguez Cabrillo, Juan. Palma del Río (Córdoba), 1497 – Isla de San Miguel, California (Estados Unidos), 3.I.1543. Descubridor.
Tal como Juan Rodríguez Cabrillo manifestó en 1532, era natural de la villa de Palma de miçer Gilio, es decir, de la villa de Palma del Río, perteneciente al señorío de los Bocanegra durante toda la baja Edad Media. Muy joven aprendió el oficio de carpintero de ribera, como demostraría en la conquista de América, en la aplicación de las técnicas de construcción de barcos. Sin duda, esa preparación y conocimientos náuticos le animó a enrolarse en la expedición de Pedro Arias de Ávila el 11 de abril de 1514. El veterano gobernador de Castilla del Oro partió del puerto de Sanlúcar de Barrameda con 22 naves y más de mil hombres, entre ellos el joven de 18 años, Rodríguez Cabrillo.
En 1518 arriba a las costas de Cuba con Pánfilo Narváez y en 1519 se unió a la expedición de Hernán Cortés. Tras la derrota de la Noche Triste, Juan Rodríguez Cabrillo dirigido por el carpintero Martín López construyeron en Tlaxcala 13 bergantines, que desmontados fueron trasladados a hasta Tezcoco y llevados por un canal hasta la laguna para la conquista definitiva de Tenochtitlan. Esta operación fue completada porque Cabrillo manejaba la técnica de elaborar y untar la brea, todo un maestro calafatero. El cronista Bernal Díaz de Castillo reflejó este episodio señalando “Pues como no teníamos pez para brear, ni aun los indios lo sabían hacer, mandó Cortés a cuatro hombres de la mar que sabían de aquel oficio que en unos pinares cerca de Guaxaleingo, que los hay buenos, fuesen hacer la pez. Acuérdame que fue el que llevo cargo dello e iba por capitán un Juan Rodríguez Cabrillo, que fue un buen soldado en lo de Méjico, que después fue vecino de Guatemala, persona muy honrada y fue capitán y almirante de trece navíos por Pedro de Alvarado y sirvió muy bien a Su Majestad en todo lo que le ofresció, y murió en su real servicio”.
Cabrillo prosigió en 1521 la conquista de Nueva España a las órdenes de Francisco de Orozco y Tovar, asistiendo a la fundación de Oaxaca. Con Pedro de Alvarado se interna en 1524 en la conquista de Centroamérica y participa en la fundación de Santiago de los Caballeros de Guatemala. Y en las tierras guatemaltecas consigue su fortuna y encomiendas de tierras y minas. Juan Rodríguez Cabrillo logró una posición económica cómoda que le permitió regresar en 1532 a España para contraer matrimonio en la ciudad en Sevilla con Beatriz Sánchez de Ortega, hermana de su compañero encomendero Diego Sánchez e hija del reconocido mercader sevillano, Alonso Sánchez de Ortega. En la nao San Juan partió de Veracruz rumbo a Sevilla, y en el transcurso del viaje se produjo un robo de oro, que nos ha permitido conocer datos biográficos de Juan Rodríguez Cabrillo, desde su origen en Palma del Río, su implicación en las expediciones de Pedro Arias, Pánfilo Narváez, Hernán Cortés, Francisco de Orozco y Pedro de Alvarado. Tras la unión con Beatriz regresó Juan Rodríguez de Palma a Guatemala con nuevas concesiones reales en el Tianguecillo. Se asentó en la ciudad de Guatemala donde tuvo dos hijos varones, Juan que recibió los apellidos paternos, y Diego, los maternos.
Durante estos tres lustros participó en diversas actividades económicas: constructor de barcos, comerciante y minero, renglón este último que compartió con un cuñado, en los yacimientos de la zona entre los ríos Uzpantln y Tequiçistlan. Consolidó su amistad con Alvarado, quien en 1529 le hizo donación de los tributos de Coban y Acotenango (“Juan Rodríguez de Cabrillo —se trata del hijo—, vecino de Santiago de Guatemala con el fiscal de Su Majestad, sobre que le entregasen las tasaciones de los pueblos de Covan y Acotenango y, juntamente, se revalidase el título que de ellos tenía su padre, Juan Rodríguez, en virtud de la Real Cédula de encomienda que se expidió el 31 de marzo de 1540”. El Consejo, el 4 de abril de 1566, dictó sentencia favorable a Juan Rodríguez Cabrillo para que tuviese los mencionados pueblos y “poseyese en los mismos términos que los había tenido su padre que de ellos les hizo el adelantado Pedro Alvarado [...], y en cuanto a los productos y rentas que Juan Rodríguez pedía se le abonasen, absolvían de ello al fiscal de S. M.”. Las partes apelaron.
Se dio sentencia definitiva el 6 de abril de 1567, totalmente desfavorable al hijo de Cabrillo, que quedó desposeído de las citadas encomiendas), posiblemente, en compensación por haberse apoderado de un barco construido por Cabrillo y de su propiedad.
Posteriormente, Alvarado le encargó la supervisión de la escuadra que iba a construir en Acajutla, y que tendría por destino la Especiería. Se convertiría en la mayor flota —trece naves— que jamás se había visto en el Pacífico. Uno de aquellos barcos —el San Salvador— era propiedad de Cabrillo. Cuando los barcos estuvieron a punto, Alvarado le pidió a Cabrillo que navegará con el San Salvador, nombrándole almirante de la flota y, sin duda para compensarle la entrega del barco, le concedió las encomiendas, una vez en Michoacán, de Jumaytepeque y Tacuba, que, según su tasación, pagaban un tributo anual de 600 pesos de oro (inmediatamente, Cabrillo envió a Guatemala un representante suyo para que se posesionara de estas poblaciones, pero no pudo hacerlo. El gobernador interino, dejado por Alvarado, y cuñado del mismo, Francisco de la Cueva, decidió adjudicárselos, argumentando que los indios estarían mejor encomendados en él que en Cabrillo. Éste entabló el correspondiente pleito —6 de junio de 1542— ante el nuevo adelantado Alonso Maldonado, que dictó sentencia favorable a Cabrillo —28 de junio de 1543—. De la Cueva apeló, consiguiendo que el Consejo le diera la razón, por sentencia del 12 de diciembre de 1568.
Nueva apelación, ésta de la esposa e hijo de Cabrillo, y sentencia definitiva —12 de diciembre de 1568— que confirmaba la anterior, y, por tanto, en contra de los intereses de la familia Cabrillo).
Hacia la mitad de 1540 la escuadra zarpaba desde Acajutla hacia el Norte, hacia el puerto de Chirivito (Michoacán). Alvarado se entrevistó con el virrey Antonio de Mendoza. Ambos se asociaron y acordaron dividir la flota en dos partes; una, integrada por tres barcos y una galera, bajo el mando de Ruy López de Villalobos, zarparía rumbo a las Molucas; otra, formada por cinco naves y una barcaza, a las órdenes de Juan de Alvarado, llevaría a cabo un viaje de descubrimiento por los litorales septentrionales americanos.
Cuando Pedro de Alvarado se disponía a partir hacia la península californiana, recibió peticiones de socorro del gobernador de Jalisco, cercado por los indios.
El adelantado de Guatemala corrió en su auxilio y murió en la empresa. Antes de marchar a la guerra del Mixtón dejó su flota a cargo de Cabrillo, nombrándole capitán general de la misma. Tras la muerte de Alvarado, los barcos pasaron, por motivos prácticos, a ser propiedad del virrey, quien, compartía con el fallecido la estima por Cabrillo, confirmándole en el cargo y poniendo bajo su mando dos de aquellos barcos para realizar el proyectado periplo hacia las costas norte californianas.
La expedición de Cabrillo hay que inscribirla en el proceso expansivo de la Nueva España y, en concreto, dentro de la campaña náutica iniciada por Cortés hacia el Pacífico Norte. A éste le interesaba, sobre todo, descubrir si California era isla o península, si existía o no un paso interoceánico al Norte, y la proximidad o lejanía de China. Las cuatro sucesivas expediciones remitidas por el conquistador azteca no fueron en absoluto afortunadas, aunque mediante ellas se fueron adquiriendo inapreciables noticias para la geografía californiana; a la par que mostraron las dificultades que para la navegación presentaba el gofo californiano debido a los vientos contrarios, las fuertes corrientes y los ciclones, causantes de los infortunios.
Los reveses sufridos por Cortés no desanimaron al primer virrey novohispano Antonio de Mendoza que va a tomar el relevo en los planes cortesianos. Era necesario superar el límite geográfico alcanzado por la última de las navegaciones organizadas por aquél, la de Francisco de Ulloa (1539). Éste había logrado reconocer el final del golfo californiano y grandes sectores de la costa pacífica, alcanzó y tomó posesión de la isla de Cedros, en 28º largos de altura, y aun llegó al cabo del Engaño, hacia una latitud septentrional de 30º. Averiguar la posible existencia de un estrecho que uniese los dos grandes océanos era el otro gran objetivo. Tales fueron los propósitos que animaron al virrey cuando en 1540 se puso al habla con el gobernador guatemalteco.
El virrey, a pesar de la muerte de Alvarado, no cejó en sus proyectos. Envió a Jalisco por tierra una expedición punitiva; hacia las islas de Poniente a Ruy López de Villalobos; y para llevar a cabo el nuevo intento de exploración en los mares californianos organizó el viaje de Juan Rodríguez Cabrillo. Le acompañó el piloto Bartolomé Ferrelo, que algunos tienen por portugués, otros por italiano y de quien la relación del viaje dice que era “natural de levantisco”.
El 27 de junio de 1542 zarpaba la flotilla del puerto de Navidad. La componían el mencionado San Salvador (capitana) y el Victoria, más un pequeño bergantín, adecuado para explorar parajes difíciles.
Tras alcanzar el puerto de Santa Cruz y doblar el cabo de San Lucas, navegaron toda la costa occidental de la península de la Baja California. El 5 de agosto arribó la expedición a la ya conocida, por Francisco de Ulloa, isla de los Cedros, desde donde continuaron su singladura costeando y levantando mapas. Descubrieron los puertos de San Pedro y San Diego, así como las islas de San Miguel, que bautizaron de Posesión, y Santa Rosa. En la primera, se detuvieron para dar descanso a la tripulación, y Cabrillo se fracturó un brazo, lo que no le impidió seguir al frente de las naves. Posteriormente siguieron otras referencias costeras que fueron denominados isla de San Agustín, cabos de San Martín y de la Cruz, puertos de San Mateo y San Miguel —la actual bahía de San Diego—, islas de San Salvador y la Victoria (topónimos, estos últimos en recuerdo de ambos navíos), bahía de los Humos, pueblo de las Canoas, cabo de Galera —actual punta Concepción— enfrente del cual hallaron dos grandes islas —San Lucas—, separadas a 10 leguas de la costa, pueblo de las Sardinas, puerto de Todos los Santos, sierra de San Martín, cabo Miño, bahía de los Pinos (Monterrey), sierras Nevadas y cabo de Nieve.
A lo largo de la singladura fueron continuas las referencias costeras y sus peculiaridades, vientos, corrientes, así como su latitud, distancias recorridas y otros pormenores, algo muy lógico tratándose de un viaje de descubrimiento. También se dejaron pinceladas de la cultura material y espiritual de los naturales con los que se establecieron contactos, y breves anotaciones de la zoología y botánica de las tierras visitadas (así, al referirse a los indios de la isla de San Miguel —Posesión— dicen que “son muy pobres, son pescadores no comen otra cosa sino pescado, no duermen en el suelo, todo su negocio y ejercicio es pescar; en cada casa hay 50 animas, viven muy apocadamente, andan desnudos”. Del puerto de San Mateo señalan que se encontraba en 33º 1/3 y que era “un puerto bueno y cerrado [...], es buena tierra al parecer, hay grandes cabañas, e la hierba como la de España, es tierra alta y doblada [sic], vieron unas manadas de animales como ganados, que andaban de ciento en ciento, e más que parecían en el parecer y en el andar como ovejas del Perú, y la lana luenga, tienen cuernos pequeños de un xeme [sic] en luengo y tan gordos como el dedo pulgar, y la cola ancha, y redonda, e de un longor de un palmo”. Sin duda se trataba del rebeco blanco americano del que los españoles no tendrían noticias, al menos carecían de ellas los integrantes de la expedición.
Del litoral limítrofe al pueblo de las Canoas y sus habitantes, nos expresan que “el Capitán siempre les daba muchos rescates, e toda esta costa por donde han pasado esta muy poblada, traíanles mucha sardina fresca y muy buena, dicen que la tierra adentro hay muchos pueblos e mucha comida, estos no comían cosa de maíz, andaban vestidos de pellejos, y traen los cabellos muy largos e revueltos con unos cordeles muy largos, y metidos por entre los cabellos, y aquellos cordeles muchas dagas de pedernales y de huesos y de maderas: la tierra es muy excelente al parecer”.
Y de las Sierras Nevadas dicen: “hay montañas que se van al cielo, y la mar bate en ellas, yendo navegando cerca de tierra parece que quieren caer sobre las naos, están llenas de nieve a la cumbre; pusiéronles nombre las Sierras Nevadas [...], no parece que habitan indios en esta costa, está este cabo de Nieve en 38º 2/3 y siempre que ventaban nordeste hacia claro y limpio el tiempo”).
En las inmediaciones del cabo de la Nieve (38º 2/3), un fuerte temporal separó los barcos, por lo que decidieron poner proa al sur para buscar un refugio aceptable.
A fines de noviembre de 1542, ya juntas las naves, arribaron nuevamente a la isla de San Miguel, donde murió Cabrillo, verosímilmente, de la infección de la herida de su brazo. “Estando invernando en esta isla de Posesión a tres días del mes de enero de 1543 falleció desta presente vida Juan Rodríguez Cabrillo capitán de los dichos navíos de una caída que dio en la dicha isla al tiempo que la otra vez estuvieron en ella, de que se quebró un brazo junto al hombro”.
Escribe Holmes que la muerte de Cabrillo es un asunto algo misterioso, no hay unanimidad sobre su causa. Así, en las actas del juzgado, fue la espinilla destrozada la causante; en la relación, atribuida a Juan Páez, lo sería la rotura del brazo. Y hay también diferentes versiones con respecto al tiempo que vivió después de la lesión. Las actas del juzgado señalan que fue de diez o doce días; según el relato de Páez, Cabrillo sobrevivió un mes y diez días después de su herida, que se produjo el 23 de noviembre. Argumenta Holmes que es posible que esta fecha fuese el 23 de diciembre.
Antes de su fallecimiento, Cabrillo nombró jefe de la expedición al piloto Bartolomé Ferrelo, encargándole, es lo que escribe Páez, “que no dejasen de descubrir cuanto les fuese posible por toda aquella costa”.
Como homenaje a quien había sido su capitán, los expedicionarios cambiaron el nombre de la isla (Posesión) por el de Juan Rodríguez, actual San Miguel.
Ferrelo cumplió fielmente las instrucciones recibidas.
Tras soportar fuertes temporales, el 28 de febrero alcanzó la mayor latitud hasta entonces lograda por las naves españolas, próximas a los 43º, en las inmediaciones del actual cabo Blanco. Un día después no les quedó más remedio que emprender el retorno, las tempestades, el frío, el escorbuto y la escasez de alimentos fueron la causa: “en amaneciendo saltó el viento al sudoeste con mucha furia, y los mares venían de muchas partes que les fatigaba mucho e pasaba por encima de los navíos, que a no tener puentes si Dios no los socorriera no pudieran escapar[...], e tuviéndose ya por perdidos se encomendaron a Nuestra Señora de Guadalupe [...] e porque había mucha mar del sur embestiales cada vez por la proa y pasaba por ellos como por una peña, y saltó el viento al noroeste con mucha furia [...], con tanta mar que los traía desatinados que si Dios y su bendita Madre milagrosamente no los salvara no pudieran escapar [...]; en la comida también pasaban fatiga, por no tener sino solo bizcocho e dañado [...], pasaban mucho frío”.
Una vuelta no exenta de dificultades. El temporal separó de nuevo las naves que debieron realizar su retorno pegadas a la costa para registrar sus particularidades.
Fue así como Ferrelo descubrió, a más de 40º, el que bautizó como cabo Mendocino en honor del virrey; y una gran ensenada, que nombró de los Pinos.
También es posible que hallase el mencionado cabo e isla en su singladura hacia el norte. El 26 de marzo las dos embarcaciones volvieron a encontrarse en la isla de los Cedros “de que se holgaron mucho e dieron muchas gracias a Dios”. En la isla se decidió regresar a México, porque, según Páez “no tenían bastimentos para tonar a acometer a descubrir la costa”.
El 14 de abril arribaban al puerto de la Navidad.
Después de 292 días de durísima navegación, padeciendo las inclemencias del tiempo y la escasez de alimentos, Cabrillo y Ferrelo recorrieron el litoral californiano, sobrepasando sin verla la bahía de San Francisco y descubrieron buena parte del actual estado de Oregón. Ellos fueron los verdaderos descubridores de la Alta California y no Francis Drake, que cincuenta años más tarde se ufanaba de ello.
La presencia de Drake (1578) y de Tomás Cavendish (1587) motivó un nuevo interés por los litorales californianos, olvidados tras la expedición de Cabrillo.
Ello se tradujo en la remisión de varias expediciones, de entre las que destacan la protagonizada por Sebastián Vizcaíno, que lograron un mejor conocimiento del mapa del noroeste americano.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Justicia, legs. 280, 286 y 290.
E. R. Stewart, “Translation from the Spanish of the account by the pilot Ferrel of the voyage of Cabrillo along the west coast of north America in 1542”, introd. y notas de H. W. Henshaw, en Report Upon United States Geographical Survey west of One Mundreth Meridian, vol. VII, Washington, 1879; G. Davidson, An examination of some of the early vogages of discovery and exploration on the northwest coast of America, fron 1539 to 1603, Washigton, Govt. Print. Off., 1886; H. E. Bolton, “The Cabrillo-Ferrelo expedition, 1542-1543”, en Spanish exploration in the southwest 1542-1706, New York, Charles Scribner’s sons, 1916; B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Espasa Calpe, 1928; H. R. Wagner, Spanish voyages to the northwest coast of America in the sisteenth century, San Francisco, California Historical Society, 1929; C. Soares, California and the Portuguese, Lisboa, Secretariado de Propaganda Nacional, 1939; Juan Rodríguez Cabrillo, discoverer of the coast of California, San Francisco, California Historical Society, 1941; J Páez, Viaje por las costas de las Californias de Juan Rodríguez Cabrillo, Colección de diarios y relaciones para la historia de los viajes y descubrimientos, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1943 (copia ms. de la relación original en Museo Naval, ms. 198, fols. 47-59); M. G. Holmes, Fron New Spain by Sea to the Californias 1532-1650, Glendale, A. H. Clark Co., 1963; A. del Portillo, Descubrimientos y exploraciones en las costas de California 1532-1650, Madrid, Ediciones Rialp, 1982; H. Kelsey, Juan Rodríguez Cabrillo, San Marino (California), Huntigton Library, 1986; W. Kramer, El español que exploró California: Juan Rodríguez Cabrillo (c. 1497 - 1543). De Palma del Río a Guatemala, Córdoba, Diputación, 2018.
Isabelo Macías Domínguez
Manuel Muñoz Rojo