Saavedra Cerón, Álvaro. ? – Océano Pacífico, 1529. Navegante y descubridor.
No se conocen muchos datos de su biografía; se ignora el lugar y fecha de nacimiento, se sabe que murió en el océano y que era familiar de Hernán Cortés, con quien residía en México cuando acabó la conquista de Tenochtitlan. Sus actividades aparecen documentadas a partir de la orden dada por Carlos V a Cortés (Granada, 20 de junio de 1526) para que enviara los navíos que había construido en el litoral del Pacífico neohispano para que cruzaran el Mar del Sur rumbo a la Especiería para averiguar lo sucedido con la nao Trinidad, bajo el mando de Gómez de Espinosa, de la expedición de Magallanes y Elcano, y en apoyo de las comandadas por García Jofre de Loaysa y Sebastián Caboto respectivamente, además de verificar la existencia de alguna otra isla y si tenía especias u otras riquezas. El Emperador le había indicado a Cortés que diera orden de que “dos de las dichas carabelas o una de ellas con un bergantín o como mejor os pareciese... vayan en demanda de las dichas islas del Maluco hasta hallar nuestras gentes que en ellas están”.
Cortés se apresuraba a realizar los preparativos en el istmo de Tehuantepec cuando apareció el Santiago de la armada de Jofre de Loaysa y de Elcano procedente de la dispersión de la escuadra de procedencia a la salida del estrecho de Magallanes y capitaneado por Santiago Guevara. Cortés concluyó los preparativos a su propia costa, pero un incendio devoró los aprestos y hubo de pagarlos también (gastó unos 130.000 ducados; un tercio de lo que Carlos V recibió poco después por las islas Malucas o Especiería) y, muerto Guevara, encomendó el mando a Álvaro de Saavedra, en premio a su fidelidad.
Saavedra Cerón inició su expedición (31 de octubre de 1527) desde Zihuatanejo, Zacatula (en el actual estado mexicano de Guerrero), con ciento diez hombres en tres naves: Florida, Santiago y Espíritu Santo, armadas con veintiocho piezas de artillería, bien abastecidas y pertrechadas tanto para un viaje exploratorio como para poner los gérmenes de una colonización. La tripulación estaba comandada por Luis de Cárdenas, capitán del Santiago, Pedro de Fuentes, patrón del Espíritu Santo, con Ortuño de Arango como piloto mayor, el maestro Francisco como cirujano; Francisco Granado iba como escribano que, como hiciera el marinero Vicente de Nápoles, redactó sendas relaciones del viaje que constituyen su fuente primordial.
La navegación por el océano Pacífico no fue fácil; enseguida el cirujano murió por enfermedad, la nave capitana hizo una importante vía de agua, lo que exigía un esfuerzo continuado, sobrehumano, de achique, que había afectado a la despensa y, además, se estropeó el timón. La escuadrilla se dispersó (15 de diciembre) sin que tuviera ocasión de reagruparse; “nunca más los pudimos ver, ni rastro de ellos”. Álvaro Saavedra a bordo del Florida avanzó por el océano hasta arribar, tras descubrir unas pequeñas islas, al archipiélago de las Marshall o las Carolinas (estaba convencido de que se hallaba en las islas de los Ladrones). Prosiguió la navegación avistando dos islas, haciendo aguada en la de Faraulep y poco después moría el piloto mayor y el herrero para alcanzar el sur de las Filipinas, arribando a la isla de Antokón y a la de Mindanao (10 de febrero de 1528) para, finalmente, rendir viaje en el archipiélago de las Malucas desembarcando en Tidore (30 de marzo).
El barco de Saavedra había sido avistado por los portugueses, en Tidore hallaron a un capitán de la expedición de Loaisa, Hernando de la Torre, que sobrevivía sobre el terreno con treinta hombres en un equilibrio más o menos estable y en continua defensa frente a los portugueses, capitaneados por Jorge de Meneses, asentados en la isla de Ternate. Saavedra, obviamente, ayudado por los nativos en cuanto a la provisión de alimentos (gallinas, arroz, batata, etc.), pudo ayudar a Hernando de la Torre y sus hombres en los aspectos nutricionales, sanitarios y de defensa; más aún, solicitó que ellos se comunicasen con los isleños para obtener tranquilidad y alimentos: “estad seguros que, aunque me pidan todo cuanto yo traigo, con tanto que no sea el navío, yo no os dejaré; hablar a los naturales y decidles cómo yo vengo en nombre del Emperador a hacer paz con ellos y que querría algunos bastimentos, que yo se los pagaré muy a su placer”.
Un trimestre fue suficiente para estas actividades y las propias de descanso, reavituallamiento, cargazón de especias y Saavedra partió (junio de 1528) con sus hombres, sin capacidad para llevarse a los supervivientes de De la Torre.
La expedición prosiguió en su viaje descubridor con rumbo al sur: “Salí de Tidore la primera vez en la noche víspera de Corpus Christi y torné viernes tarde; torné a salir, que se contaron 12 de junio de 1528” hasta alcanzar la costa septentrional de Nueva Guinea y entrar en contacto con los papúa (“los maluqueses llaman a estos hombres los papúas por ser negros, de cabello rizado, y así les llaman los portugueses que lo tomaron de ellos”); allí desertaron los portugueses que llevaba, cuyo final se hallaría en manos de De la Torre, a su regreso a las Molucas. Saavedra siguió su navegación hasta las islas Almirantazgo, para poner rumbo norte navegando hasta las islas de los Barbudos hasta alcanzar las de los Ladrones. Alcanzó la latitud de 14.º N, donde encontró insuperables dificultades náuticas para proseguir rumbo a Nueva España. Se vio obligado a virar y seguir la navegación hasta retornar por Midanao (“de allí fuimos a Sarragan, a donde habíamos dejado un español cuando pasamos por allí, tomamos puerto y estuvimos dos días esperando indios que nos diesen agua y nos dijesen del español [los portugueses se lo habían llevado a Malaca] y como no teníamos barca ni remedio con qué tomar agua, ni los indios nos la quisieron dar, tiramos nuestro camino” hasta Tidore concluyendo este fracasado ensayo de tornaviaje (19 de noviembre de 1528).
Saavedra volvió a hacer las reparaciones precisas en su navío Florida, y comenzó un nuevo ensayo para hallar la ruta desde el Extremo Oriente hacia la Nueva España o México (que sería superada por Urdaneta años después); en ningún momento quiso oír a De la Torre, que le recomendaba regresar a España vía el cabo de Buena Esperanza. Cuando España había vendido o empeñado las Malucas a Portugal (22 de abril de 1529), Saavedra partió (3 de mayo de 1529) y navegó en dirección este a la altura del Ecuador y más al norte hasta las islas Carolinas después, hasta alcanzar la latitud meridional de Japón y luego rumbo norte hasta los 26.º de latitud septentrional; entonces y en medio del océano Pacífico murió Álvaro Saavedra Cerón. Había sido una navegación lamentable, con calmas de larga duración. El final de la expedición se halló inmerso en la actividad de ensayos y errores para buscar la ruta para alcanzar México desde el Oriente. La tripulación de Saavedra capitaneada por Pedro de Laso ascendió hasta los 31.º N y se dieron por vencidos en su pretensión de alcanzar la Nueva España, tornaron por el archipiélago de las Ladrones hasta el de Molucas, en la isla de Gilolo o Halmahera, donde los veintitrés supervivientes se unieron a los hombres de De la Torre para concluir su particular aventura; hallaron la muerte paulatinamente ya bajo el gobierno de los portugueses al mando de García de Saa, en Malaca, y concluido el litigio hispano portugués por la Especiería.
Verdaderamente la expedición de Saavedra Cerón no fue un éxito deslumbrante; el fracaso en la búsqueda insistente de una ruta de tornaviaje a México dejó incomunicado el Extremo Oriente español con la metrópoli, demostrando lo infructuoso de la creación de la Casa de Contratación de la Especiería de La Coruña. Es cierto que hallaron algunos de los españoles que se les encomendaba en su misión, pero también lo es que les sirvió de poco. El éxito de la expedición se halla en el descubrimiento de algunas islas del Pacífico, como la legendaria Isla del Oro (Payme) y otras más, así como algún atolón. También merece ser reseñado el amplio espacio oceánico explorado desde el sur del Ecuador hasta la latitud del sur de Japón.
Bibl.: M. Fernández de Navarrete, Colección de viajes y descubrimientos que [...], ed. de C. Seco Serrano, Madrid, Atlas, 1955; J. Génova Sotil y F. Guillén Salvetti, “Viaje de Saavedra, desde Nueva España”, en Descubrimientos españoles en el Mar del Sur, vol. I, Madrid, Ed. Naval, 1992, págs. 221 y ss.; A. Herrera y Tordesillas, Historia general de los hechos de los castellanos [...]¸ Madrid, Universidad Complutense, 1992.
Mariano Cuesta Domingo