Ortega, Francisco de. ?, p. m. s. XVI – México, 24.I.1601. Misionero agustino (OSA), obispo de Nueva Cáceres (Filipinas).
De la diversidad de pareceres de cronistas agustinos sobre patria y convento de profesión se puede concluir que todavía hoy ambos interrogantes siguen abiertos. Lo que sí se puede afirmar es que pasó a México en la misión de 1555 y que hasta 1571 vivió en la Nueva España, ejerciendo el cargo de maestro de novicios el año anterior a embarcarse para Filipinas, adonde llegó a finales de agosto de 1571.
En la distribución de los recién llegados al archipiélago fue asignado al convento de Manila. En carta escrita a Felipe II (Manila, 22 de junio de 1590) se atribuye el privilegio de haber sido el primer apóstol que tuvieron los de Manila al confesar que “no quiero tratar del gozo espiritual que reciví en ver esta tierra y simples ovejuelas destos pobres indios, ya convertidos y puestos en el rebaño y aprisco de Christo, apacentados con su divina palabra, que en alguna manera podría llamarlas mías, por aver sido el primer prelado que tuvieron cuando vino a esta ciudad el primer Gobernador de V. Majestad, Miguel López de Legazpi”. Más tarde, rebelados los pampangos López de Legazpi envió al maese de Campo Martín de Goyti a la pacificación de aquella provincia, llevando a sus órdenes cien soldados españoles y como capellanes a los padres Francisco de Ortega y Diego de Espinar con objeto de evitar atropellos y abusos entre los naturales, que los hubo, al parecer, según consta de diversas informaciones que relatan que “fue el padre fray Francisco Ortega el que estorbó que los naturales no fueran bejados ni molestados y, al mismo tiempo, atraerlos al servicio de Dios y de V. M.”. Buen conocedor del estado de México, Perú y Filipinas, redactó un informe en el que exponía los agravios que se cometían contra los indígenas, a la vez que sugería con altura de miras y sentimientos los remedios que creía oportunos para evitar más abusos en el futuro. Referente a Perú y México la proyección dada resultaba bastante pesimista. En lo tocante a Filipinas el panorama no resultaba tan oscuro. Recalcó, sin embargo, ante el Monarca que los visayas eran molestados por los españoles, “lo que en buena parte puédese modificar, de suerte que no sean continuamente trabajados y que sean mejor pagados”.
A todo esto contestaría Felipe III con una cédula (Aranjuez, 26 de mayo de 1609) mandando al gobernador de Filipinas “que los repartimientos se hagan en tiempo que no embaraçen o impidan la sementera y cosecha de frutos, ni las demás ocasiones y tiempos en que los indios han de acudir a la granjería y administración de sus haciendas [...] y que se les dé enteramente el jornal que merecieren por su trabajo, y se les pague en su mano cada día o al fin de la semana, como ellos escogieren”.
En 1572 fue señalado por los superiores de la Orden, juntamente con el padre Agustín de Alburquerque, para pasar a China, viaje que se vio malogrado por los chinos, que se habían comprometido a llevarlos, pero que, a última hora, desistieron de su propósito por miedo, sin duda, a las autoridades chinas y a su xenofobia. En el capítulo provincial (Manila, 3 de mayo de 1572) fue nombrado primer prior de Mindoro, desde donde pudo celebrar la victoria sobre el pirata chino Limahón, predicando el 2 de enero de 1575 en la iglesia de San Agustín de Manila y dando gracias por el suceso que significaba la supervivencia de los españoles en Filipinas, proponiendo la fundación de la Cofradía de San Andrés, en la que entró la principalía de la ciudad y del campo de soldados. Desde el capítulo provincial (Tondo, 30 de abril de 1575) ocupó el cargo de definidor y prior de Manila, denunciando enérgicamente en más de una ocasión la conducta del gobernador Francisco de Sande y pidiéndole el nombramiento de un protector de los naturales que cuidara de defenderlos.
El 8 de junio de 1578 renunció a sus cargos por haber sido nombrado comisario en las Cortes de Madrid y Roma. Para fortalecer dicho nombramiento se le dieron títulos honoríficos de los prioratos de Candaba y Bulacán. El 24 de junio de 1578 zarpó del puerto de Cavite en el navío Santiago rumbo a España. Aquí gestionó con éxito la preparación de una copiosa barcada de treinta misioneros. También luchó y se desvivió por llevar con él el regalo y cartas que Felipe II enviaba para el Emperador de China. Sin ello tornó a México y el 28 de diciembre de 1580 escribió una interesante carta a Felipe II pidiéndole que no se cambiase el comercio entre Nueva España y Filipinas por el de Perú, como pretendía ejecutar el nuevo gobernador de las islas Gonzalo Ronquillo de Peñalosa. El 2 de junio de 1587 el general de la Orden confirmó la elección hecha por el definitorio de la provincia de Castilla en la persona del padre Francisco de Ortega para visitador de la provincia de Filipinas y prior de la misión que condujese a las islas. En España recolectó un crecido número de veintidós misioneros que llegaron a Manila el 31 de mayo de 1590. Ejerció su cargo de visitador hasta finales de 1591 en que nuevamente salió para España, revestido de poderes extraordinarios para defender en la Corte asuntos de la audiencia de Manila relacionados con el obispo fray Domingo de Salazar, el gobernador y los agustinos. Fue ejemplar su actividad y celo en lo que se refiere al envío de misiones a Filipinas. Desde 1590 a 1599 todo su interés fue enriquecer con hombres a la provincia a que pertenecía. El superior general de la Orden supo reconocer sus méritos y le nombró visitador general de México (Roma, 26 de febrero de 1597) y de Filipinas (Venecia, 13 de agosto de 1598).
Pero le estaban reservados puestos más honoríficos, pues el 12 de abril de 1599 le presentó el Rey de España para obispo de Nueva Cáceres, en Filipinas, con un estipendio de 500.000 maravedís. El 13 de septiembre fue preconizado en el consistorio celebrado en el Monte Quirinal. Llegó tarde a la dignidad episcopal, pero fue el primero de la Orden de San Agustín para la mitra de Filipinas. El 31 de marzo de 1600 se le extendía la licencia para viajar a México y el 6 de junio se hacía a la vela en el puerto de Sanlúcar de Barrameda en la nao Santa Ana. Llegado a México recibió la consagración episcopal, de la que disfrutó poco tiempo. Es una leyenda cuanto se dice y escribe en torno a la fecha y lugar de su muerte. El padre Francisco Ortega falleció en la ciudad de México el 24 de enero de 1601. Se sabe esto por el testimonio de los oficiales de la Real Hacienda de Filipinas, quienes, tratándose de pagar, tuvieron noticias de este triste desenlace. El padre Gaspar de San Agustín escribe que “su cuerpo fue enterrado en la sacristía de aquel convento (San Agustín de México) a fin del año de 1601 o principio del siguiente”.
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Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA