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Domingo del Niño Jesús

Biografía

Domingo del Niño Jesús. ?, m. s. XVI – 1616. Monje del Císter (OCist.) en Nogales (León), místico, taumaturgo.

Son escasos los datos que se conocen sobre este monje; se sabe que en su juventud ingresó en Nogales, en una época en que los monjes destacaban por su ciencia entre los mejores de la Orden. Esta circunstancia contribuyó a que recibiera una formación adecuada que le sirvió para llevar una vida de verdadero santo y ser útil al prójimo. Esa formación científica recibida impulsó a los superiores a enviarle al monasterio de Montederramo (Orense), donde radicaba la Facultad de Filosofía, a fin de prestar servicios en las cátedras y en el campo de la espiritualidad. Ordenado sacerdote cuando tuvo la edad requerida, y dotado de una excelente preparación, siguió ahondando más y más en los misterios de Cristo, y a vivir con más hondura el carisma contemplativo, siendo útil en la dirección espiritual no solamente para sus hermanos, sino también para muchas personas que acudían demandando sus enseñanzas. Todos los días en la madrugada, antes del toque de maitines, se disciplinaba y su oración era tan ardiente que en numerosas ocasiones le vieron sus hermanos arrebatado en éxtasis.

La fama de santidad se difundió pronto por toda la comarca, y no sólo acudía la gente a pedir sus consejos, sino también le encomendaban los graves problemas para que hallara una fácil solución. Se le atribuían señalados milagros. Uno muy llamativo en toda la comarca del Ribeiro fue el conseguido para la condesa de Ribadavia, la cual, hallándose en estado, y llegado el momento del alumbramiento, peligraba su vida de tal manera que sin una intervención sobrenatural era imposible que pudiera salvarse. Acudieron los familiares al santo religioso para que interpusiera su valimiento ante Dios. Oró fervorosamente por la paciente, la cual obtuvo un parto feliz salvándose no sólo ella, sino también la prole. Este favor tan extraordinario difundió más su fama por toda la región. Auténtico contemplativo, amaba la soledad, de suerte que era raro encontrarle fuera de su celda en el tiempo que dejaban libre sus ocupaciones. Allí se entregaba a una oración personal constante, meditando día y noche en la palabra de Dios. Para vivir con más perfección el ideal monástico no sólo cortó toda comunicación epistolar con el mundo, sino que ni siquiera leía las cartas que le enviaban.

Lo que más distinguía a fray Domingo era una devoción tierna, ardiente hacia la infancia del Salvador.

Tenía en su celda una imagen de Jesús niño ante la cual pasaba la mayor parte del tiempo libre entregado a un diálogo dulce, tierno, suplicante. Su fama voló a las demás casas de la Orden, que le conocían con el sobrenombre de Fray Domingo del Niño Jesús. Cuentan que dos meses antes de su muerte tuvo una confidencia con un monje virtuoso a quien expuso los ardientes deseos de verse desatado de las cadenas de este cuerpo mortal para estar con Cristo, a imitación del apóstol. De allí a poco se le oyó decir: “¡Oh si me fuera dado ya abandonar este destierro! ¡Oh si pudiera consumar mi carrera! ¡Cuán dichoso sería yo si Dios quisiera sacarme de esta vida!”. Tales ansiedades se las expuso a su querido Niño Jesús. Sin que precediera enfermedad alguna, murió en el Señor en 1616.

 

Bibl.: C. Henríquez, Menologium cisterciense, Antuerpiae, ex oficina Plantiniana Balthasaris Moreti, 12 de septiembre de 1664, págs. 311-313.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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