Bernardo Pérez, Ricardo. Solares (Cantabria), 17.VII.1897 – Marsella (Francia), 12.XI.1940. Pintor español.
Era el cuarto de los seis hijos de Rafael Bernardo Lastra y de Rufina Pérez Portilla. Desde muy pequeño mostró inclinación al dibujo, consiguiendo en 1909 la mediación del Ayuntamiento de Medio Cudeyo-Solares para que la Diputación de Santander le concediera una beca de estudios. En 1913, aprobó el examen de ingreso en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, donde comenzó sus estudios al año siguiente. Estudió con Muñoz Degrain, de quien se aprecia cierta influencia en alguna de sus primeras obras.
En 1917, tras la muerte de su madre en 1910 y de su abuelo, su padre decidió trasladarse con sus hijos al pueblo cántabro de Ibio. El 2 de febrero de 1918 se inauguró su primera exposición en el Ateneo de Santander. Entre los lienzos expuestos estaban La rámila (actualmente propiedad del Ateneo de Santander), Retrato del pintor Saturnino Canales, Marianita y Un filósofo rural.
En 1919, volvió a exponer en el Ateneo de Santander; sus obras fueron tan bien recibidas que llegó a ser considerado “el Pereda del lienzo”. Todas sus obras, enraizadas en la temática literaria, mostraban una clara exaltación del regionalismo; destacaba entre ellas el lienzo Los piteros (propiedad del Museo Municipal de Bellas Artes de Santander).
En 1920, gracias a una nueva beca de la Diputación de Santander, viajó a París, con la intención, según sus propias palabras, de “estudiar escuelas, y procedimientos en los grandes museos”. Allí, se relacionó con José Luis Sert y Beltrán Masses. En 1923 participó en la Exposición de Artistas Montañeses con La chica de la calabaza, Conchín y La nave del tesoro. Al final del año se recluyó en Ibio con la intención de preparar lo que él denominaba “las cosas americanas”, motivo por el que también se trasladó a pintar a Laredo. En mayo de 1924 viajó a La Habana, donde había conseguido que la directiva de la Asociación de Pintores y Escultores le permitiera exponer en sus locales. En abril de 1925 regresó de Cuba, de donde volvería cambiado: “Quiero pintar cosas que acaso no gusten, cosas para mi contemplación particular, pero en las que no haya un adarme de condescendencia para nadie.
Es un camelo eso de que podemos observarnos el alma con solo mirar para adentro. No; el alma hemos de apreciarla proyectada en obras, y yo quiero saber cómo es la mía”, le dirá a su amigo Gabino Teira. En junio de ese mismo año viajó a Madrid para contemplar la Exposición de Artistas Ibéricos. Pronto, Ricardo Bernardo se imbuiyó de este espíritu de cambio, ruptura y modernidad, y se convirtió en uno más de esa enorme generación que puede denominarse, de un modo amplio, como Generación del 27.
De vuelta a su tierra, expuso de nuevo en el Ateneo de Santander, esta vez junto a Gerardo de Alvear. Entre las obras mostradas estaban Consuelito Mañach, El negrito, pintado en Cuba, La chica de la calabaza y Matinal. De este año merece ser destacado un lienzo titulado Isabel, pieza que por sí sola habla de un pintor de gran interés. Se trata de una obra de síntesis, con una importante dosis de simbolismo. Este cuadro es interesante para poder encajar el viraje posterior que experimentaría su creación artística. En marzo de 1926 emprendió de nuevo viaje a Madrid. En esta ocasión iba acompañado del dibujante y pintor Rivero Gil, con quien compartiría estudio.
En agosto de 1928 expuso en la Sala Buick de Santander obras como Isabel, Alfredo Velarde, Hermano Artola, El pintor Rufino Ceballos, Jesús Cancio, Galatea y Elanchove desde el puerto, entre otras. Esta muestra hablaba de un pintor capaz de producir una obra personal, en la línea del vanguardismo; sin embargo, no fue entendida por el público santanderino. Ese mismo mes de agosto, participó en la exposición de Artistas Montañeses, realizada en el Ateneo de Santander.
En el mes de diciembre expuso en la Biblioteca Popular de Torrelavega un total de veinticuatro lienzos y varios dibujos. Durante este año también tuvo importancia la labor de Bernardo como dibujante; publicó sus dibujos en El zarramaco en la danza de la flor, que ilustraban el libro Del Solar y de la Raza, de Adriano García Lomas y Jesús Cancio, y concluyó los dibujos para Doce Viñetas de Víctor de la Serna.
En septiembre de 1929 se inauguró en Santillana del Mar la Primera Exposición de Pintura y Escultura de Castilla y León. En esta ocasión, Bernardo presentó cuatro obras: Veramón y lata de aceite, Tres objetos sobre mesa de cristal, Calma y Rincón de la dársena, que servía de ilustración al catálogo de la exposición. En marzo de 1930 expuso en el Ateneo de Santander treinta obras, agrupadas en naturalezas muertas, paisajes y dibujos. En esta ocasión el pintor publicó en la prensa su declaración de intenciones, en su artículo “Autocrítica”. En abril de este mismo año se inauguró en la Biblioteca Popular de Torrelavega una nueva exposición, resumen de lo expuesto en Santander. En mayo de este año se trasladó al pueblo almeriense de Mojácar a pintar. De este viaje surgieron unos bellos y rotundos paisajes de gran belleza, cercanos en estética a Vázquez Díaz, Arteta o Guezala.
El 14 de agosto de este mismo año ingresó en el Partido Republicano Radical Socialista. En octubre se publicó El Romancero del mar de Jesús Cancio, con siete ilustraciones de Bernardo. En diciembre expuso en la Asociación de Artistas Vascos de Bilbao. La muestra resultó un éxito, siendo Bernardo ensalzado en la prensa del momento; gracias a ello el Museo de Bellas Artes le compró una de sus telas de Mojácar.
A partir de la instauración de la Segunda República, la capacidad creativa del pintor menguó, puesto que se dedicó a dar diversos mítines políticos por la provincia. El 1 de noviembre fue iniciado en el Triángulo Masónico Augusto G. Linares, número 9 de Santander con el grado de aprendiz. Su nombre simbólico era Rousseau. El 22 de octubre de 1932 tomó posesión de una plaza como profesor interino de Dibujo en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Torrelavega.
Pocos días después contrajo matrimonio civil con Carmen Ganza Muñiz. En 1934 reanudó y finalizó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Madrid. Es muy posible que el motivo fuera presentarse a las oposiciones de catedrático de Dibujo, convocadas por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, para lo que necesitaba estar en posesión del título de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1935 pintó Naturaleza muerta con discóbolo, actualmente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, donde también se conserva el lienzo de grandes proporciones, Daniel Ganza vestido de torero.
Al comenzar la Guerra Civil, abandonó la docencia, pues fue encargado de presidir la Comisión de Bellas Artes en la Dirección de Instrucción Pública de Santander. El 27 de julio fue nombrado vocal de la Junta Delegada de Protección, Incautación y Salvamento del Tesoro Artístico, con jurisdicción en las provincias de Santander, Palencia y Burgos, ocupación a la que apenas tuvo tiempo de dedicarse, puesto que el 9 de agosto de 1937 embarcó, camino del exilio, en el barco francés Somne. Comenzó a partir de entonces una desgraciada existencia en el exilio, cambiando constantemente, con su familia, de lugar. A finales de octubre de 1940, partió hacia Marsella con la intención de embarcar para Cuba, donde residían unos familiares. El 2 de noviembre le sobrevino una hemiplejia que le causó la muerte diez días después.
Obras de ~: Los piteros, 1919; Pedro Lorenzo, 1920; Isabel, 1925; Elanchove desde el puerto, 1928; Teresa, 1929; Veramón y lata de aceite, 1929; Mojácar, 1930; Pinocho, 1930; Desnudo, 1930; Día de mercado, 1934; Naturaleza muerta con discóbolo, 1935; Daniel Ganza vestido de torero, 1936.
Ilustraciones: J. Cancio, Romancero del mar, Santander, Aldus, 1930; A. García Lomas y J. Cancio, Del Solar y de la Raza, t. I y t. II, Pasajes (Guipúzcoa), M. Bermejillo, 1928, 1932; V. de la Serna, Doce Viñetas, Santander, Ediciones Estudio, 1975 (ed. facs.).
Escritos: “La romería de Miera”, en El Cantábrico (EC), 24 de septiembre de 1918 y en La Montaña (LM) (La Habana), 21 de diciembre de 1918; “Nuestros grandes maestros.
Antonio Muñoz Degraín”, en EC, 19 de marzo de 1920; “Exposición de Artistas Noveles”, en La Atalaya (Santander), 3 de septiembre de 1925; “El homenaje al pintor Riancho. Consideraciones en torno”, en EC, 10 de octubre de 1928, y LM, 15 de diciembre de 1928; “Después del homenaje al maestro”, en EC, 18 de octubre de 1928; “El pintor y su obra. Autocrítica de Ricardo Bernardo”, en La Región (Santander), 10 de marzo de 1930; “Mis palabras en este momento”, en Catálogo del Primer Salón de Verano, Santander, 1931.
Bibl.: VV. AA., Catálogo de la exposición Ricardo Bernardo (1897-1938), Santander, Museo de Bellas Artes, 1978; L. Rodríguez Alcalde, Retablo biográfico de montañeses ilustres, Santander, Librería Estudio, 1978; E. López Sobrado, Ricardo Bernardo pintor (1897-1940), Santander, Ediciones Tantín, 1987; S. Carretero Rebés, Guía del Museo de Bellas Artes de Santander, Santander, Museo de Bellas Artes, 1993; E. López Sobrado, Ricardo Bernardo (1897-1940), Santander, Museo de Bellas Artes-Ayuntamiento de Santander y Ayuntamiento de Medio Cudeyo, 1997; Ricardo Bernardo, Santander, Aulas de la Tercera Edad, 1998; “Cincuenta aniversario de la muerte del pintor Ricardo Bernardo”, en Alerta, 9 de noviembre de 1990; “Ricardo Bernardo en el cincuentenario de su muerte”, y J. R. Saiz Viadero, “Reivindicación de un pintor”, en RS, n.º 60 (1990); E. López Sobrado, “Boceto para una pintura regionalista. La pintura cántabra a finales del siglo xix y comienzos del xx”, en Historias de Cantabria (RC) (Santander), n.º 1 (1992); “Ricardo Bernardo, crítico de arte: su opinión sobre los pintores montañeses”, en RC, n.º 4 (1992); S. Carretero Rebés y J. Díaz López, La pintura de Cantabria en la modernidad (1919-1957), Santander, Museo de Bellas Artes, 1998; E. López Sobrado, “Los pintores cántabros en el exilio de 1939”, en Actas IX, L’Exili Cultural de 1939, Valencia, Universitat, 2001.
Esther López Sobrado