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Luis Ponce de León

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Biografía

Ponce de León, Luis. Conde de Villaverde (IV). Marchena (Sevilla), 11.VI.1605 – Milán (Italia), 29.III.1668. Soldado, cortesano, ministro y diplomático.

Hijo menor del marqués de Zahara y nieto del III duque de Arcos, Luis Ponce de León descendía por parte de madre de los marqueses de Villafranca.

Nació el mismo año que el futuro Felipe IV, y pasó su infancia en Marchena, antes de trasladarse a Madrid cuando este Rey subió al Trono. En 1610, y con la edad de sólo cinco años, recibió hábito de la Orden militar de Alcántara, en la que fue admitido formalmente en julio de 1621. A partir de entonces, el resto de su vida se dividiría en tres grandes etapas: juventud como mando militar empleado en distintos teatros de la Guerra de los Treinta Años; madurez transcurrida en España como cortesano y experto en asuntos de guerra; y vejez en Italia como embajador en Roma y gobernador de Milán. Su carrera también estuvo marcada por dos desgracias familiares: la caída de su cuñado y tío Fadrique de Toledo en 1634; y la deshonra que padeció su hermano, el IV duque de Arcos, al no poder impedir la revuelta de Nápoles de 1647 a 1648. En parte a causa de estos hechos desafortunados, Ponce quedó aislado políticamente, siendo considerado altivo, caviloso, impenetrable, algo desabrido, pero también respetado y conocido como alguien que había medrado por sus propios méritos.

La primera de las tres vocaciones de Luis Ponce se inauguró en 1629, cuando reclutó un tercio de Infantería en Andalucía, que llevó a Italia en las mismas galeras que conducían a la hermana de Felipe IV en su jornada a Viena para casarse con el rey de Hungría.

Llegado a Milán en el verano de 1630, Ponce presenció el segundo sitio de Casale, antes de trasladarse a Flandes con el ejército del marqués de Santa Cruz, donde asistió al socorro de Brujas en junio de 1631.

Después, pasó unos meses en el Palatinado bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, pero regresó a los Países Bajos para tomar parte en las fracasadas tentativas de impedir la rendición de Maastricht a los holandeses en 1632. El año siguiente se encontró otra vez de vuelta a la Corte y a la búsqueda de mercedes. Entre un centenar de nobles segundones, y aun titulados, que se marcharon para servir en el extranjero, Ponce era un instrumento más de una política de prestigio concebida por el conde-duque de Olivares con el doble fin de restaurar las fortunas de la Monarquía y de justificar su propia usurpación de la autoridad regia. En 1634, Ponce fue premiado por sus servicios al recibir la llave dorada de gentilhombre de la cámara sin ejercicio, cargo honorífico que le dio la oportunidad de tratar personalmente con la Familia Real. Si bien pasó poco tiempo en Madrid durante esta primera etapa de su carrera, la distinción de gentilhombre de la cámara le daba más autoridad ante sus soldados porque éstos estarían al tanto de que su comandante había formado parte —aunque fuera sólo por unos meses— del círculo íntimo del Rey.

A partir de 1635 —año del comienzo del largo conflicto con Francia— Luis Ponce comenzó a servir como valorado experto en asuntos de guerra en una serie de campañas, y sus frecuentes movimientos entre los distintos teatros y la Corte son difíciles de reconstruir con precisión. En enero de 1637, estaba en Navarra; el año siguiente en Madrid, con plaza en el Consejo de Guerra. En junio de 1638 se marchó a Milán para servir como maestro de campo bajo el mando del marqués de Leganés. Allí presenció la toma de Cenchio de las Langas, Asti y Trino, además de apoderarse de su propia cuenta del castillo de Moncalvo, pero discutió con Juan de Garay durante el sitio de Turín, y volvió enojado a Madrid en agosto de 1639. El mes siguiente, el Rey le promocionó al rango más elevado de gentilhombre de la cámara con ejercicio, privilegio que le dio aún mayor acceso dentro del palacio; y en abril de 1640, salió de la Corte con el cargo de general de la Caballería del Ejército de Alsacia, cuerpo militar que por lo visto fue formado al vaciar los cuarteles de Portugal. Su paradero durante los dos años siguientes no se conoce con claridad, pero se puede conjeturar que hubiera acompañado a Francisco de Melo y a Carlos Guasco, los otros cabos de este ejército, desde Ratisbona por Tréveris y Luxemburgo para llegar a Flandes justo a tiempo para socorrer la ciudad de Lila en septiembre de 1641. Estas campañas constituyeron la última etapa de su carrera como soldado en ejercicio, ya que en febrero de 1642 regresó a España, donde iba a permanecer durante los próximos dieciocho años.

El establecimiento de Luis Ponce en Madrid da la oportunidad de valorar su situación con relación al entramado de redes familiares y políticas de la Corte. En mayo de 1642, se casó con Mencía Pimentel de Guzmán. Era la heredera de la III condesa de Villaverde, y, en razón al enlace, el novio adoptó el apellido de Guzmán, estilándose de aquí en adelante como Luis de Guzmán Ponce de León. El hecho de que el apellido lo compartiera también con Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, no era más que coincidencia. El título de Villaverde fue creado en 1602 para el sobrino de la marquesa del Valle, dueña de honor y confidente de Margarita de Austria.

El II conde había sido gentilhombre de la boca en la Casa del Rey hasta su muerte en 1626. El padre de Mencía era Diego Pimentel, hijo del conde de Benavente y general de las galeras de Nápoles. El casamiento de 1642, entonces, era sólo una sencilla unión entre dos familias con tradiciones de servicio en la Corte y en el Ejército.

En efecto, Luis Ponce se caracterizó por actuar con una extraordinaria independencia política. Durante una época en la que la prosperidad y el éxito personal se relacionaban en gran medida con la ayuda que se podía recibir de los validos, él dependía casi exclusivamente de los miembros de las dos ramas principales de su propia familia: las casas de Toledo y de Ponce de León. Al ser vástago de tales personajes como el gran duque de Alba, los marqueses de Villafranca y los duques de Arcos, no iba a ser ni servidor ni hechura de nadie. Pero su alcurnia podría volverse en estorbo cuando sus ilustres parientes empezaran a sufrir desgracias. El tío y cuñado de Luis —casado en 1627 con su hermana Elvira— era Fadrique de Toledo, capitán general de la Armada del Mar Océano y héroe de la reconquista de Bahía de 1625. En 1634, Fadrique de Toledo se enfrentó con Olivares, y fue encarcelado, falleciendo en prisión a finales del año. Faltan evidencias para decir que las repercusiones de esta tragedia afectaran la carrera de Luis Ponce, pero es poco probable que se quedara éste sin rencores en contra del conde-duque. Años después recordaría con alguna nostalgia mordaz la celebración de un desfile de soldados en presencia de Olivares, el duque de Villahermosa, el marqués de Castrofuerte, “y otra gente más menuda como yo”. Dio cuenta de cómo el conde-duque, al preguntar a Castrofuerte su opinión de la gala de la formación, recibió la respuesta de “que más parecía máscara que gente de quien se pudiese esperar ningún buen suceso”. Por estos meses durante la primavera de 1642 Ponce también acompañaba a la Reina en el curso de otros espectáculos. Isabel de Borbón era una de las muchas personas sospechosas de haber predispuesto a Felipe IV en contra de su valido durante los meses antes de su caída. Pero la asistencia de Ponce al lado de la Reina en algunos actos públicos de la Corte no sería de tan gran significado, si no fuera por el hecho de que también por estos meses se encontrara batiéndose en duelo con el marqués de Mairena, hijo bastardo del conde-duque.

Medrando por su experiencia militar, y no por sus relaciones dentro del gobierno, Luis Ponce consiguió una serie de cargos durante la primera mitad de la década de 1640: sargento mayor de la coronelía del príncipe Baltasar Carlos (marzo de 1642), comisario general de la Caballería de España (julio de 1643), y miembro de la Junta de Guerra de España, la Junta de Fortificaciones y una Junta Particular que trató de la elección de cabos para los Ejércitos a principios de la campaña de 1644. Fue considerado ministro capacitado para desempeñar un papel técnico dentro de la administración militar, pero no consiguió ninguna influencia efectiva en el gobierno. Su aislamiento político se evidencia de una carta que escribió a su hermano desde Zaragoza en octubre de 1642, cuando se describía a sí mismo como uno de los “hombres que dicen son dificultosos de manejar”. En efecto, al regresar a Madrid le quisieron apartar de la presencia del Rey nombrándole gobernador y capitán-general de Galicia, destino del que sólo escapó con la caída del propio conde-duque en enero de 1643.

Durante los años siguientes, mientras Felipe IV se fue con sus ministros favorecidos a la Corona de Aragón para acercarse más a la guerra contra los rebeldes de Cataluña, Luis Ponce pasaba su tiempo en Madrid, donde asistía al Consejo de Guerra y a las juntas para la provisión de los Ejércitos. También parece haber realizado unos breves viajes a Cantabria y al País Vasco en 1643, y a Valencia en 1644, cuando tomó parte en la defensa de la ciudad contra un ataque de las galeras francesas. En la primavera de 1645, surgió la posibilidad de que su hermano Rodrigo Ponce, el IV duque de Arcos, fuese nombrado gobernador de Milán, con Luis Ponce acompañándole como maestro de campo general, pero el duque rehusó el cargo y su hermano se negó a servir bajo otro cabo. Por fin, en junio de 1646, partió de Madrid rumbo a Navarra, donde le habían nombrado virrey (el título está fechado el 6 de mayo de 1646), cargo que —como el de gobernador de Galicia— se consideraba destino de jubilación para antiguos soldados. Aquella primavera, Felipe IV había celebrado Cortes en Pamplona, pero Luis Ponce no se encontraba con él; sólo llegó a la ciudad después de que la Corte se había trasladado a Zaragoza. Ésta iba a ser la última de las jornadas regias a los otros reinos de la Península. A finales de 1646, Felipe se restableció de forma permanente en Madrid, y Luis Ponce se quedó en Pamplona, ocupándose de las mismas labores logísticas en apoyo del Ejército de Aragón que había realizado antes desde Madrid. Cuando estaba en Pamplona tuvo lugar el segundo gran desastre de la familia. Su hermano Rodrigo había sido nombrado virrey de Nápoles a la vez que Luis Ponce empezó su mandato en Pamplona.

Pero en julio de 1647 estalló una revuelta en Nápoles y el virrey tuvo que regresar desacreditado a sus fincas en Andalucía.

En ausencias de su hermano, Luis Ponce no tenía más remedio que aceptar el favor que le ofrecía el segundo valido de Felipe IV, Luis Méndez de Haro, que por estas fechas iba paulatinamente introduciéndose como jefe del gobierno. La influencia de Haro con el Rey se debía en gran medida al papel importante que tenía dentro del séquito regio, y a su trabajo en la dirección de la guerra. En las dos esferas es probable que Ponce y Haro hubieran estrechado relaciones: ya dentro de la Casa Real, ya en las numerosas juntas para el reclutamiento y aprovisionamiento de los Ejércitos. Además, los dos ministros estaban emparentados a raíz de casamientos celebrados por ambas familias con hermanas del duque de Segorbe. En agosto de 1645, el padre de Haro tuvo que renunciar a su puesto de capitán de las guardas españolas para tomar el cargo más prestigioso de caballerizo mayor.

La capitanía quedó vacante durante un tiempo antes de ser concedido en Luis Ponce, probablemente en 1648 cuando Haro asumió la caballeriza mayor, al fallecer su padre. En junio de 1649 Ponce fue retirado de Navarra con el expreso propósito de que ejerciera sus nuevas funciones de palacio con ocasión de la llegada de Mariana de Austria, segunda consorte de Felipe IV. Estas funciones consistieron en el mando y jurisdicción sobre un cuerpo de doscientos soldados de noble nacimiento encargados de la protección de la Familia Real. El favor se remató unos años después en enero de 1654, cuando Elvira Ponce de León fue nombrada camarera mayor de la Reina, puesto de los más importantes de la Corte que, junto con la capitanía de una de las guardias de palacio, dotaría hermano y hermana con pleno acceso a la Familia Real.

Tales avances, sin embargo, no llegaban a más, y probablemente la razón era de nuevo relacionada con la personalidad de Luis Ponce. Un señor que prefería guardar su propio consejo y no tener confidentes, no temía enemistarse con los parientes favorecidos de Haro como Pedro de Aragón y el marqués de Heliche.

Por ello, pasó la década de 1650 sin más influencia de la que ejerciera sobre la guardia de palacio y dentro de la administración de la guerra. Como ministro aislado e independiente, se encontraba siempre con las maletas hechas para alejarse a los altos puestos de virrey de Valencia, o de Sicilia, embajador en Viena y Roma, gobernador de Milán, todos convenientes destinos para un desafecto al régimen. Incluso fue sospechoso en la primavera de 1659 de haber conspirado contra el valido. Pero su carácter, que algunos consideraban mudable y aún alevoso, en realidad ocultaba una auténtica sinceridad que se mostraba más en sus acciones que en sus palabras. Ésta era la conclusión de los pocos nobles que trataron estrechamente con él durante la década de 1650. El marqués de Osera describía a Ponce como una persona de quien “no hay que tomar punto fixo de lo que dixere, bien que yo tengo en él gran confianza”. Dos años después, consideraba que “debemosle mucho, pero es muy difícil de comprender, y muy fácil de perder”, conclusión que le fue confirmada en parte por el marqués de los Balbases, quien ponderó “lo que obraba Ponce, su fineza, y grandes cosas en su alabanza y favor”.

Este individualismo también se encuentra reflejado en su modo de vivir. Tenía su casa en las Vistillas de San Francisco, que por aquel entonces era una zona ubicada en las afueras de Madrid, y apartada de los barrios más frecuentados por la nobleza. Allí pasó su tiempo con su esposa, para quien —y a pesar de tener fama de mujeriego— guardaba un fuerte amor.

Tuvieron una larga sucesión de hijos, todos los cuales fallecieron en infancia, salvo María de Atocha Guzmán Ponce de León, que llegaría a suceder a su padre como V condesa de Villaverde. Esta situación doméstica algo incierta quedaría desmejorada si la familia tuviera que mudarse al extranjero. Por ende, se comprende la renuencia que tenía Luis Ponce a la hora de trasladarse a la embajada en Roma. Le habían nombrado al puesto en febrero de 1657, pero tardó más de dos años en salir de Madrid, a finales de abril de 1659. Temeroso de viajar con hijos muy pequeños y una mujer que estaba permanentemente embarazada, Ponce tardó otros siete meses en el viaje, y no hizo su entrada pública en Roma hasta principios de diciembre de 1659. El ínterin lo había pasado en el castillo de Gaeta, como huésped del conde de Peñaranda, virrey de Nápoles. Éste confió a Luis de Haro su esperanza de que Ponce iba a ser un gran embajador, “porque tendrá suma atención, mucho lucimiento, una casa muy compuesta y muy ajustada [y] grandísima aplicación a los negocios”, pero el conde temía socarronamente que la entereza de Ponce le fuera de estorbo en la Corte donde entraba.

De hecho, el ambiente político de la ciudad de Roma aún se inclinaba a favor de España, y el papa Alejandro VII fue considerado como partidario de Felipe IV.

Luis Ponce fue acompañado durante su embajada por el obispo de Plasencia, Luis Crespí, que había sido nombrado embajador extraordinario para el asunto de la Inmaculada Concepción, en el cual se hicieron algunos importantes progresos. El problema era que, después de la paz con Francia de 1659, todos los recursos de la Monarquía se concentraban en los preparativos para una invasión del Reino rebelde de Portugal. Por suerte, Luis Ponce no se encontraba en Roma al estallar la crisis de los guardias corsos en agosto de 1662.

En febrero había llevado su embajada a un desenlace prestigioso con las celebraciones que organizó en honor del nacimiento del futuro Carlos II. Hubo varios días de banquetes y fuegos artificiales, y el cúmulo de las fiestas consistió en un espectáculo teatral en que se dio alegórica representación al estatus especial de la Monarquía como única heredera del antiguo Imperio Romano. El mes siguiente fue nombrado gobernador de Milán (título fechado el 19 de marzo de 1662), y haría su entrada en la ciudad en secreto el 1 de mayo.

Durante los últimos seis años que le quedaban de vida, Luis Ponce gobernó el Estado de Milán en un tiempo de paz complicada por problemas domésticos, trastornos internacionales y un marcado debilitamiento de su propia salud. El principio de su gobierno fue señalado por una crisis financiera que sucedió durante el invierno de 1662-1663 con muertes y quiebras de unos de los más importantes banqueros del Estado.

También tenía que mantener unas relaciones dificilísimas con el arzobispo Alfonso Litta, que llegarían a una ruptura completa en 1667. Durante estos años se encontraba el gobernador gravemente enfermo, pero todavía seguía su trabajo logístico al disponer el envío de soldados italianos para los Ejércitos que se formaban en las fronteras con Portugal. El 15 de enero de 1666, fue nombrado consejero de Estado, decisión que probablemente había adoptado Felipe IV antes de su muerte. Aunque no llegaría a ocupar el puesto, remitió un largo voto desde Milán aconsejando que la regencia de Carlos II llegara a un acuerdo con el Reino de Portugal. Lo escribió en el conocimiento de que las prioridades de la Monarquía iban transfiriéndose hacia el norte. Luis XIV quería hacer valer los derechos de su consorte española, María Teresa, al estado de Brabante, y desde el invierno de 1664-1665 Ponce había empezado a proponer la remesa de soldados italianos a Flandes por el antiguo Camino Español.

Durante estos últimos años mantuvo una correspondencia con su coetáneo, el marqués de La Fuente, que por entonces servía la embajada de España en Francia. Ponce actuaba de anfitrión para la hija y nuera del marqués, cuyo hijo servía en el Ejército de Milán. El viejo soldado aún mantenía el donaire para galantear a estas señoras, y sus cartas muestran un lado más íntimo de su carácter. Tenía mucho en común con el marqués, encontrándose los dos señores implicados en una serie de crisis internacionales, y anhelando volver a Madrid. Pero Luis Ponce se encontraba más melancólico y amargado que su bondadoso corresponsal. En enero de 1666, se confesaba incapaz de satisfacer las órdenes que llegaban diariamente de la Corte; e incluso expresó ganas de renunciar a la cultura de servicio que era tan intrínseca de los ministros de los Austrias al escribir que: “es menester, Señor Marqués, que nos desnudemos de la embestidura de buenos criados del amo para vivir bien hallados en el mundo presente y en la confusión que reconocemos”. Un poco más de dos años después fallecería.

 

Fuentes y bibl.: Archives du Ministère des Affaires Étrangères, t. 17, fol. 242 (memorial de don Luis Ponce de León, fechable a 1633). (Debo esta referencia a la amabilidad de John Elliott); Archivio di Stato di Modena, Cancelleria Ducale, Spagna, Busta 55 (cartas de Pietro Giovanni Guidi, 15, 22 y 29 de marzo y 22 de abril de 1645); Archivio Segreto del Vaticano, Segretaria di Stato, Nunziatura di Spagna, Busta 119, fols. 193r., 229r.-v., 266r., 287r. y 322r.; Archivo de los Duques de Alba, Fondo Carpio, caja 233/20 (cartas del conde de Peñaranda a don Luis de Haro, 11 de julio y 14 de diciembre de 1659); Fondo Montijo, caja 17 (diario del marqués de Osera, apuntes para las fechas: 28 de agosto de 1657; 21 de enero de 1658; 13, 19 de enero, 2, 16, 19, 23 de febrero, 25, 26, 29 de marzo de 1659; cartas de Osera a don Joseph de Villalpando, 13 de octubre y 17 de diciembre de 1657); Archivo General de Palacio, Exps. personales, caja 840/20; Reinados [Felipe IV], leg. 8; Archivo General de Simancas, Estado, leg. 2103 (consulta del Consejo de Estado, 13 de diciembre de 1664); leg. 2104 (consultas del Consejo de Estado, 8 de enero y 22 de febrero de 1665); leg. 2683 (consulta del Consejo de Estado, 19 de agosto de 1665); leg. 2684 (consulta del Consejo de Estado, 3 de junio de 1666); Guerra Antigua, legs. 1516, 1517, 1521, 1522 y 1524 (consultas del Consejo de Guerra, y de juntas particulares, 1643-5); Archivo Histórico Nacional, Consejos Suprimidos, lib. 530, fols. 125v.-126r. y 250v.; lib. 531, fol. 16; Estado, leg. 248/13; lib. 104 (carta del duque de Montalto al marqués de Castel Rodrigo, 25 de abril de 1659); Órdenes Militares, Alcántara, exp. 1201; Biblioteca Nacional de España, ms. 5742, fols. 227v.-8v., 256 y 279-81; ms. 18,195, fol. 174v.; British Library, Additional, ms. 24947, fol. 135; Egerton, ms. 2050, fols. 33v., 52v., 135r.- 136v., 146r.-v., 151r. y 159r.-160v.; Public Record Office (Londres), State Papers, 94/43, fol. 246v.

Relación detallada de todo lo sucedido entre D. Luis Ponce de León y Don Juan de Garay en el sitio de Turín desde el 8 de abril al 17 de mayo de 1639 y resolución que acordó el marqués de Leganés para resolver el asunto, s. f.; L. de Salazar y Castro, Árboles de costados de las primeras casas de estos reynos, año 1683, Madrid, Imprenta de D. Antonio Cruzado, 1795, pág. 151; P. de Gayangos (ed.), Cartas de algunos Padres de la Compañía de Jesús sobre los sucesos de la Monarquía entre los años 1634 y 1648, en Memorial Histórico Español, Madrid, Real Academia de la Historia, 1861-1865, vol. xiv , págs. 7 y 434; xvi , págs. 257, 319 y 479-481; xvi , págs. 38 y 491; xvi , págs. 8, 45, 63, 86, 328; xix , pág. 355; C. Coloma, “Relación del socorro de Brujas”, en VV. AA., Varias relaciones de los Estados de Flandes, 1631 a 1656 en la serie Colección de libros españoles raros o curiosos, vol. xiv , Madrid, Miguel Ginesta, 1880, págs. 3 y 14-15; J. Sancho Rayón y F. de Zabálburu (eds.), Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, vol. lx , Madrid, Miguel Ginesta, 1863-1890 (112 vols.), págs. 59-60, 70 y 187; J. A. Vincart, Relación de la campaña de Flandes de 1641, ed. de A. Rodríguez Villa, Madrid, Sucesores de Rivadeneira, 1890, págs. 109-111, 174-175 y 182-183; A. Rodríguez Villa, Etiquetas de la Casa de Austria, Madrid, Jaime Rates, 1913, págs. 58-60; C. Gutiérrez, “España por el dogma de la Inmaculada. La embajada a Roma de 1659 y la bula ‘Sollecitudo’ de Alejandro VII”, en Miscelánea Comillas, 24 (1955), págs. 1-480; J. de Barrionuevo, Avisos de don Jerónimo de Barrionuevo: 1654-1658, ed. de A. Paz y Meliá, vols. I y II, Madrid, 1968-1969, págs. 118 y 220 y págs. 18, 26, 63, 77-78, 84-85, 154, 162, 168, 180, 186, 201 y 254, respect.; F. Arese, “Le supreme cariche del Ducato di Milano”, en Archivio Storico Lombardo, serie 9, vol. ix (1970), págs. 59-156 (pág. 79); R. A. Stradling, “A Spanish Statesman of Appeasement: Medina de las Torres and Spanish Policy, 1639-1670”, en The Historical Journal, 19/I (1976), págs. 1-31 (pág. 31, nota 121); J. H. Elliott y J. F. de la Peña, Memoriales y cartas del conde-duque de Olivares. Tomo II: Política interior, 1627 a 1645, Madrid, Alfaguara, 1981, págs. 111- 127 y 265 (n. 43); F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española, 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984, pág. 387; J. H. Elliott, The Count-Duke of Olivares: The Statesman in an Age of Decline, New Haven y Londres, Yale, 1986, págs. 478-479; F. González de León, ‘The Road to Rocroi: The Duke of Alba, the Count-Duke of Olivares and the High Command of the Spanish Army of Flanders in the Eighty Years’ War, 1567-1659’, tesis doctoral, The Johns Hopkins University, 1991, págs. 126-151; I. A. A. Thompson, “Aspects of Spanish Military and Naval Organization during the Ministry of Olivares”, en War and Society in Habsburg Spain: Selected Essays, Aldershot y Vermont, Variorum, 1992, págs. 18-21; G. Signorotto, Milano spagnola: guerra, istituzioni, uomini di governo, Milán, Sansoni, 1996, págs. 91, 252-254, 294 y 299-300; M. Morán, B. J. García y J. Vidaurre Jofre (eds.), El Madrid de Velázquez y Calderón. Villa y Corte en el Siglo xvii, vol. II, Madrid, Ayuntamiento y Fundación Caja Madrid, 2000, págs. 119-120; O. Caporossi, “Una jurisdicción militar en palacio: las guardias reales de Felipe IV”, en J. Alcalá- Zamora y E. Belenguer (coords.), Calderón de la Barca y la España del Barroco, vol. II, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001, págs. 121-130; T. J. Dandelet, Spanish Rome, 1500-1700, New Haven y Londres, Yale, 2001, págs. 202-203; A. de Almansa y Mendoza, Obra periodística, ed. por H. Ettinghausen y M. Borrego, Madrid, Castalia, 2001, pág. 190; J. Pellicer de Tovar, Avisos, 17 de mayo de 1639-29 de noviembre de 1644, ed. de J. C. Chevalier y L. Clare, vol. I, Paris, Editions Hispaniques, 2002-2003, págs. 40, 45, 72-73, 110, 337, 358, 374, 384 y 411; J. Brown y J. H. Elliott, A Palace for a King: The Buen Retiro and the Court of Philip IV (2.ª ed.), New Haven y Londres, Yale, 2003, págs. 181-182; J. L. Sánchez, “Luis de Guzmán Ponce de León y Toledo, Conde de Villaverde” (http://www.tercios.org/personajes/ ponce_de_leon_luis.html) (9 de diciembre de 2006).

 

Alistair Malcolm