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María de Austria

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Biografía

María de Austria. El Escorial (Madrid), 18.VIII.1606 – Linz (Austria), 13.V.1646. Infanta de España, reina de Hungría y emperatriz de Alemania.

Fue hija de Felipe III y de Margarita de Austria, su segunda hija de este nombre, ya que otra anterior murió al poco de nacer. Sus padrinos en el bautismo fueron su hermana Ana y el duque de Lerma. Su juventud se desarrolló en la Corte de su hermano Felipe IV por la muerte sucesiva de su madre de sobreparto, seguida pronto por la del rey Felipe III, que no pudo soportar la pena.

Siendo muy niña (1614) se iniciaron las negociaciones para su boda con Carlos, hijo de Jacobo I, rey de Inglaterra, enlace que no llegó a realizarse. Su matrimonio hay que analizarlo dentro de los conflictos que entonces había en Europa y las diferentes alianzas que se establecían, derivadas de los problemas religiosos y de hegemonía política en Centroeuropa, que darían lugar a la Guerra de los Treinta Años. En un primer momento se pensó en una alianza con Inglaterra que se iba a sellar con la boda de María con Carlos, príncipe de Gales, que luego fue rey de Inglaterra, primero de ese nombre y que murió en el cadalso como consecuencia de la revolución que encabezaba Cromwel.

Esta boda era una novedad en la Casa de Austria y suponía un acercamiento a Inglaterra, donde reinaba Jacobo I Estuardo. En la Corte de Felipe IV se intentaba establecer una alianza que reportara beneficios a la política hispana. El rey de Inglaterra aceptaba negociar un mejor trato a los ingleses cristianos y el establecimiento de una situación semejante a la del reinado de María Tudor. Esto satisfacía a la casa de Austria, muy preocupada por los problemas religiosos; además se buscaba mejorar la situación en la navegación en el Atlántico con las colonias y evitar los ataques de los corsarios ingleses a los barcos españoles; y, en último extremo, buscar un aliado que fortaleciera la posición de la Monarquía española en el contexto europeo.

La casa de Estuardo, recién llegada al trono en Inglaterra, también necesitaba establecer una alianza con la Monarquía española, para fortalecer su posición y reconocimiento. Además, Jacobo I buscaba con este enlace que se devolvieran sus estados a su yerno el duque Federico del Palatinado, que los había perdido en los avatares de la Guerra de los Treinta Años. No obstante, a pesar de todas las ventajas que la boda ofrecía, no acababa de concretarse. Sólo el conde de Gondomar, embajador de Felipe IV en la Corte inglesa, seguía los tratos para concretar el matrimonio de María y Carlos, sin éxito. Por este motivo, el príncipe de Gales decidió venir a Madrid sin el boato protocolario, para conocer a María, sólo le acompañaba su valido el duque de Buckingham. Todo ello supervisado por el conde-duque de Olivares, no demasiado proclive a este enlace. La estancia de los ingleses se prolongó desde el 7 de marzo hasta el 9 de septiembre de 1623.

María tenía diecisiete años, debía de ser una mujer bella —así la retrató Velázquez unos años después—, además de bien educada e instruida, como era tradición entre las infantas castellanas desde la época de Isabel la Católica, pero excesivamente piadosa y entregada a sus devociones, cosa que era la tónica general en la Corte de los Austrias.

La estancia de Carlos y del duque de Buckingham dio lugar a una serie de fiestas, para agasajar y mostrar a los ingleses la importancia de la Corte madrileña.

A lo largo de este tiempo se produjo una buena relación entre los futuros novios, y Carlos, posiblemente atraído por María, intentó insistentemente un encuentro a solas con ella, con diversas tretas, pero nunca lo consiguió. Al mismo tiempo que los novios se relacionaban, se llevaron a cabo intensas negociaciones, tanto en España como en Inglaterra, para establecer las bases de los futuros acuerdos. En España preocupaba que el novio fuera de la religión anglicana, lo que provocó insistentes consultas con las altas jerarquías eclesiásticas y dio lugar a varias disputas teológicas sobre la conveniencia y legalidad del matrimonio de María con un príncipe de otra religión, considerada como herética. Por otra parte, Felipe III, antes de morir, había ordenado que su hija María se casara con un príncipe de la casa de Austria, lo que constituía un impedimento para llevar a cabo la boda inglesa. A pesar de todos estos inconvenientes, el interés de Carlos por María era tan grande, que llegó hasta prometer la conversión al catolicismo y volver a la obediencia a Roma. Las promesas de tolerancia a los cristianos se habían hecho desde el primer momento de las negociaciones, pero las disputas de los teólogos se sucedían sin ofrecer solución, pues querían garantías de la conversión de Carlos y temían que, una vez realizado el matrimonio y María en Inglaterra, Carlos no abandonara sus creencias.

Llegó un momento en que, aunque las fiestas y los galanteos continuaban, las relaciones se hicieron muy tensas. Los ingleses comenzaron a pensar que les estaban engañando; el conde-duque de Olivares no quería esta boda, los teólogos tampoco eran propicios.

No obstante, y a pesar de todo ello, se firmaron las capitulaciones de compromiso el 30 de julio de 1623, pero se estableció que María no iría a Inglaterra hasta la siguiente primavera, para dar tiempo a que el Papa diera el consentimiento al matrimonio. Todo seguía adelante, aunque posiblemente nadie confiaba que lo acordado se cumpliera. El 7 de septiembre Carlos juró cumplir lo pactado e inició, no muy contento, dos días después el viaje de regreso. Sentía que en Madrid no había recibido atención a sus solicitudes y el reconocimiento que se merecería, a pesar de todos los agasajos y fiestas en su honor de los que había sido objeto. Carlos sentía un rechazo fuerte por sus creencias religiosas, lo cual había dado lugar a fuertes presiones y a que en su estancia se hubiera intentado, incluso, convertirlo al catolicismo contra su voluntad.

Además, entre el pueblo de Madrid, los ingleses fueron muy impopulares.

Tras la marcha de Carlos a Inglaterra, aunque durante un tiempo las negociaciones se mantuvieron, ninguna de las dos Cortes manifestó interés por llegar al acuerdo. Además, Felipe IV no procuraba la devolución del Palatinado al duque Palatino, cuñado de Carlos. Todo esto motivó que las relaciones se fueran enfriando, se iniciara un nuevo distanciamiento entre España e Inglaterra y ninguna de las dos Cortes se preocupara por la culminación de los acuerdos en boda. Además, Carlos subió al trono en 1625 tras la muerte de su padre, y, pronto, se inició un acercamiento a la Monarquía francesa.

Buckingham, que mantenía la confianza del Rey y guardaba resentimiento por los engaños que consideraba que la Corte de Felipe IV les había hecho, a pesar de los continuos agasajos, pronto ordenó un ataque sin éxito de la armada inglesa a Cádiz (1625).

Al mismo tiempo, se negoció el matrimonio de Carlos con Enriqueta María, hermana de Luis XIII, rey de Francia.

Ante esta situación, en la Corte de Felipe IV se optó por cumplir lo dispuesto por Felipe III y se trató un matrimonio con la rama austríaca de la casa de Austria. Por otra parte, la alianza anglofrancesa hacía que la alianza hispanoaustríaca volviera a afirmarse. Se trató, por todo ello, la boda de María con su primo Fernando, hijo de Fernando II y, por tanto, hermano de Margarita de Austria, la madre de María.

La boda se hizo por poderes el 25 de abril de 1629 sin celebración ninguna, Felipe IV representó al novio, que envió una embajada para que estuviera presente con múltiples regalos para la novia. María tenía veinticuatro años, que era mucha edad para aquel tiempo. No parecía muy dispuesta a partir hacia su nuevo reino, pues el viaje se retrasó bastante. Partió, al fin, el 26 de diciembre de 1630, acompañada por sus hermanos hasta Zaragoza. El rey Felipe IV y los otros infantes regresaron sin despedirse de ella, para no causarle más pena, lo cual parece indicar que no estaba muy dispuesta a abandonar la Corte. El duque de Alba fue quien la acompañó hasta Austria. Éste era persona de muy mal carácter, lo que dio lugar a que todo fuera mucho peor de lo que las dificultades propias de cualquier traslado suponían. María sufrió bastante durante el viaje, que no fue bueno. La tristeza de María se agudizó por ello. Es difícil saber su sentimiento por el fracaso de la boda inglesa, tampoco puede conocerse su inclinación por el príncipe de Gales que la galanteó asiduamente en su estancia en Madrid, ni intuir su preocupación por una boda con un novio desconocido. Además, debía abandonar su casa y su familia e ir a un nuevo país e integrarse en una nueva Corte.

Al fin, María llegó a Viena, donde se ratificó el enlace y se hizo la boda solemne en 1631. Fernando era rey de Bohemia desde 1617 y de Hungría desde el año siguiente. Tenía desde entonces una decidida intervención en los asuntos de Centroeuropa en defensa de la religión católica y para mantener el prestigio de la Casa de Habsburgo. Mantenía muy buenas relaciones con sus primos los archiduques de la casa de Austria que le designaron para que ocupara el Imperio (1635), lo que hizo a la muerte del emperador Rodolfo II, que era alemán. La llegada al Imperio de Fernando II (1637) supuso el afianzamiento de la política de las dos casas de Austria, el matrimonio con María venía a fortalecer las buenas relaciones con la Corte de Felipe IV y a intensificar la intervención de la Monarquía hispana en la Guerra de los Treinta Años. La política del nuevo Emperador supuso el fortalecimiento de la Liga Católica. Pero las sucesivas derrotas de los tercios hispanos y del ejército austríaco, que llevaron a la Paz de Westfalia (1648) dieron lugar a la libertad de cultos en Alemania y al acrecentamiento del poder de los príncipes alemanes. También a la independencia de los Países Bajos con respecto a la Monarquía hispana. Todo ello dio lugar al fin de la hegemonía de las dos ramas de la casa de Habsburgo, unidas una vez más en el matrimonio de María con Fernando. La Monarquía hispana culminó su decadencia en Europa y el imperio austríaco cambió su política exterior. La pérdida de influencia del Emperador en Alemania dio lugar a que se orientase hacia Austria, Hungría y la zona de los Balcanes en poder de los turcos. También contribuyó a la consolidación del sistema hereditario en Austria.

María tuvo varios hijos. El primogénito, Fernando, elegido rey de Romanos y, por tanto, sucesor en la Corona imperial, murió antes que el padre, por ello fue Leopoldo quien heredó el imperio. María también fue madre de Mariana, que casó con Felipe IV, su tío, enlace del que nació el rey Carlos II de España.

Otros hijos de María fueron Leonor, que casó con el duque de Lorena, y Mariana Josefa, que casó con el conde de Neoburgo.

 

Bibl.: E. Flórez de Setién, Memorias de las Reinas Católicas de España, Madrid, Aguilar, 1964; R. A. Shadlin, Felipe IV y el gobierno de España, 1621-1665, Madrid, Cátedra, 1989; J. Deleito y Piñurlo, El rey se divierte, Barcelona, Altaza, 1997; J. H. Elliott, El conde duque de Olivares. El político de una época de decadencia, Barcelona, Crítica, 2004; G. Redworth, El Príncipe y la Infanta, una boda real frustrada, Madrid, Taurus, 2004.

 

Cristina Segura Graiño

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