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Francisco Fernández de Castro Andrade Lignano de Gattinara

Biografía

Fernández de Castro Andrade Lignano de Gattinara, Francisco. Conde de Lemos (IX). ?, p. s. xvii – 6.XII.1662. Virrey.

Hijo de Pedro Fernández de Castro y Portugal, capitán general y virrey de Nápoles, embajador de Felipe IV en Roma, y de Lucrecia Legnano de Gattinara, duquesa de Taurisano.

Recibió por parte de su padre los títulos de IX conde de Lemos, V conde de Andrade, VII conde de Villalba y de Castro, VI marqués de Sarriá y el de duque de Taurisano, por parte de su madre. Casó con Antonia Girón Enríquez de Rivera, hija de Pedro Téllez de Girón, III conde de Osuna, y de Catalina Enríquez de Rivera.

Fue caballero de Santiago, comendador de Hornachos y de Palomas, y también gentilhombre de cámara de Felipe IV. Se desconocen muchos aspectos de su carrera administrativa en la Monarquía española, aunque son muchas las informaciones que se tienen de él como virrey de Aragón.

Tras jurar su cargo el 2 de abril de 1650, y como resultaba preceptivo en la metropolitana de La Seo de Zaragoza, intervino en la resolución de varios litigios que habían enrarecido el ambiente político entre algunas instituciones aragonesas, especialmente con la Diputación, con el gobernador y con los jurados de Zaragoza. Su llegada a esta ciudad coincidió con el contencioso que mantenían la Diputación y numerosas poblaciones aragonesas por el problema de los alojamientos de la tropa en un Aragón que se debatía en tiempos de guerra. De igual forma, solicitó la mediación del Consejo de Aragón en el conflicto institucional mantenido con el gobernador, Pedro Fernández de Heredia, dadas las acusaciones mutuas de injerencia en sus funciones. Por último, también tuvo que mediar en distintos momentos con los jurados de Zaragoza para que no impidieran el tránsito por la ciudad y sus términos de víveres, bagajes y material de guerra con destino al frente de Cataluña y que la Corona pretendía eximir del pago de derechos a su paso por la capital del Ebro.

Durante los cuatro años de su gestión como virrey de Aragón se produjo en 1652 la finalización del conflicto catalán con la toma de Barcelona por Juan José de Austria. La contribución aragonesa a la Monarquía de Felipe IV se enmarca, en todo este período, en el capítulo de las relaciones político-institucionales entre el reino y la Corona, tanto desde el punto de vista económico como humano para subvenir las distintas prestaciones militares. La guerra con Francia desde 1635 y, fundamentalmente, la rebelión catalana, entre 1640 y 1652, habían planteado unas necesidades nuevas en Aragón, abarcando nuevos métodos de acción y de recluta que pasaban necesariamente por arbitrar recursos alternativos a los ya conocidos.

La intervención de la Monarquía en la organización de la guerra determinó tanto los planes estratégicos de carácter militar como la línea de actuación con respecto a las instituciones aragonesas. Así, Corona y reino buscaron, a través del virrey Francisco Fernández de Castro, fórmulas que les permitieran afrontar una defensa del reino tal y como se había proclamado en las Cortes de Zaragoza de 1645, donde la Corona logró el respaldo de los aragoneses, aprovechándose de la difícil coyuntura internacional que atravesaba la Monarquía española y la proximidad del conflicto bélico al reino de Aragón. Sin embargo, la finalización de la guerra de Cataluña no supuso el ansiado fin de las contribuciones para Aragón, puesto que el enfrentamiento francoespañol se prolongó hasta la Paz de los Pirineos, en 1659, tres años antes de la muerte de Francisco Fernández de Castro.

Durante doce años la guerra de Cataluña convirtió al principado en un foco de tensión bélica permanente, mientras el reino de Aragón era requerido sistemáticamente para contribuir al esfuerzo de la Corona, a través del llamado Tercio de Aragón, un contingente armado que el virrey se encargó de propiciar y cuya finalidad quedó definida por su integración dentro del dispositivo defensivo catalán. Fue una colaboración no exenta de conflictos y fricciones, dadas las quejas de los diputados del reino al virrey Fernández de Castro, por las pesadas contribuciones y el alojamiento de una soldadesca que cargaba habitualmente sobre los escasos recursos de la población aragonesa.

A lo largo del virreinato del conde de Lemos se activaron distintas medidas para poner en funcionamiento la antigua ceca de Zaragoza, a fin de evitar los problemas que suscitaba la circulación de la llamada moneda “perulera”, con falta de peso y de ley, y las negativas consecuencias que suponía para la contratación y el comercio del reino.

En 1654, Francisco Fernández de Castro era relevado de sus funciones y a mediados de agosto del mismo año se incorporaba el nuevo virrey, Francisco Pignatelli, duque de Monteleón. Tras abandonar Aragón con destino a la Corte, se pierde el rastro del IX conde de Lemos en los últimos años de su vida.

Falleció el 6 de diciembre de 1662.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 1708; Alcántara, exp. 510.

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Porfirio Sanz Camañes

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