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Diego Messía Felípez de Guzmán

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Biografía

Messía Felípez de Guzmán, Diego. Marqués de Leganés (I). Madrid, 7.II.1582 baut. – 16.II.1655.

Consejero de Guerra y Estado, embajador extraordinario en Inglaterra y Francia, presidente del Consejo de Flandes, gentilhombre de la cámara del Rey y primer caballerizo, gobernador de Milán, gobernador del ejército del Cardenal Infante en su paso por Alemania, virrey y capitán general del Ejército de Cataluña y capitán general del Ejército de Extremadura.

Aunque 1577 ha sido la fecha más difundida como la de su nacimiento, consta su partida de bautismo en la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de Madrid con fecha de 7 de febrero de 1582 (Jaime de Salazar). Hijo menor del marqués de Loriana, Diego Velásquez Dávila Messía de Ovando, y de Leonor de Guzmán, tía del conde-duque de Olivares y, por tanto, primo del valido de Felipe IV. Alcanzó gran protagonismo político y militar, particularmente en el período en el que actuó como hombre de confianza del conde-duque de Olivares. Fue considerado “el valido del valido”. A pesar de tener diez años más que él, fue tratado por Gaspar de Guzmán casi como un hijo, pues tras la muerte en 1626 de su sobrino Enrique de Guzmán y de su única hija María, suplió en parte estas pérdidas afectivas con Diego. Como correspondencia a este trato, el futuro marqués adoptó el apellido Felípez añadiéndolo a los suyos imitando a su mentor, que lo había hecho también en honor del Rey. Fue además un destacado coleccionista de obras de arte.

Entre 1600 y 1621 sirvió sin interrupción en Flandes, donde fue paje y más tarde gentilhombre de la cámara del archiduque Alberto. Inició allí su carrera militar ascendiendo hasta el cargo de maestre de campo y más tarde ocupó en aquellos estados los puestos de capitán general de la Caballería y general de la Artillería de España. Vinculado al servicio en Flandes a comienzos del reinado de Felipe IV, volvió a Madrid. En 1623 viajó a Londres con Diego Hurtado de Mendoza, marqués de Lacorzana, ambos bajo los nombramientos de embajadores extraordinarios de la infanta Isabel Clara Eugenia y de Felipe IV, respectivamente.

De vuelta a España, cooperó en la organización de las defensas de Castilla, cuando parecía inminente un ataque inglés sobre Cádiz y en 1626 (año en que fue nombrado consejero de Guerra y Estado) acompañó al Rey y a Olivares en su viaje a la Corona de Aragón, donde ejerció de tratador en las Cortes de Monzón junto con Luis de Haro, el conde de Castro y el marqués de Valdonquillo, y en las de Barcelona junto con el marqués de Heliche. Su función consistió en recibir las quejas de los que se hubieran sentido ofendidos por los oficiales del Rey y cuantos pretendieran mercedes personales o comunes.

El 10 de abril de 1627 se le otorgó el marquesado de Leganés. En ese mismo año, casó con una dama de honor de la Reina, Polisena Spínola, hija del capitán general de los Ejércitos de Flandes Ambrosio Spínola, además de rica heredera. Inmediatamente después, partió a Bruselas como emisario personal del condeduque con la intención de hacer más comprensible el proyecto de Unión de Armas en Flandes, ya que la infanta Isabel Clara Eugenia se mostraba escéptica.

Tras sus encuentros con los distintos enviados de las provincias de los Países Bajos, su misión culminó con éxito a finales de 1627, al conseguir una contribución de doce mil soldados de Infantería pagados.

Volvió a España junto con Ambrosio Spínola y en el transcurso del viaje se entrevistó con Richelieu y Luis XIII. Una vez en Madrid, ocupó la presidencia del Consejo de Flandes y, en febrero de 1630, fue enviado de nuevo a Bruselas. Aunque su destino oficial era el de comandante de la Caballería y sustituto del capitán general de la escuadra de Flandes, desempeñó también funciones políticas en calidad de consejero del marqués de Aytona y enlace oficial de la infanta Isabel Clara con Olivares. Participó junto al cardenal infante Fernando en la batalla de Nördlingen (1634).

Su imagen de militar triunfador en el ejército de Flandes tiene reflejo en dos cuadros, uno de José Leonardo titulado La rendición de Juliers (1634-1635) y otro de Vicente Carducho, La expugnación de Rheinfelden (1634), ambos en el Museo del Prado.

Poco después de que Francia se involucrara definitivamente en la Guerra de los Treinta Años, los diplomáticos pontificios hicieron intensos esfuerzos para reconciliar a España y Francia. Mazarino, que había sido enviado a París por Urbano VIII en calidad de nuncio extraordinario, aprovechó la oportunidad del regreso de Leganés, procedente de Flandes en el mes de diciembre después de escoltar al cardenal infante a Bruselas, para concertar una entrevista entre él y Richelieu a su paso por París. La entrevista se produjo, pero no dio ningún fruto positivo.

Como gobernador de Milán desde 1635, tuvo que hacer frente a una guerra iniciada, contra todo pronóstico, con la ocupación de Breme por las tropas de Víctor Amadeo de Saboya y que hay que entender en el contexto de la última fase de la Guerra de los Treinta Años, con Francia como protagonista plena del conflicto continental. Leganés impidió que las tropas francesas, en coalición con las del duque de Parma, saqueasen Vogher, Tortona y Castelnovo, y al año siguiente hizo fracasar el asalto a Módena y a varias plazas fuertes del Placentino. En 1637 expulsó a los franceses de la Valtelina y ocupó gran parte del Monferrato y del Piamonte. Aunque las victorias fueron sonoras no resultaron decisivas. En el invierno de 1638 se ordenó a Leganés que mandara seis mil veteranos de Milán a Cataluña para iniciar desde allí una acción de invasión a Francia. Leganés se negó a dejar desguarnecido Milán y, aunque su actitud le valió el reproche de Olivares, sus éxitos militares en el norte de Italia en coalición con el príncipe Tomás de Saboya, que culminaron con la toma de Turín, le libraron temporalmente de una posible sanción. Muy pronto, sin embargo, el importante revés sufrido en la toma de la fortaleza de Casale, que obligó a Leganés a retirarse con grandes pérdidas por el ataque conjunto de tropas francesas y saboyanas al mando de Harcourt, le costaron el puesto en Italia. El 14 de mayo de 1641 inició su regreso a España. Su gestión como gobernador de Milán fue fructífera. Durante su mandato aumentó la recaudación fiscal en aquellos Estados y remozó varias fortificaciones, entre ellas las de Breme y Verceli, donde construyó un fuerte en la propia isla.

Conservó una situación de amistad y equilibrio con Venecia y en las controversias con la república de Génova sobre la sal del Finale llegó a un acuerdo temporal para conservar aquel derecho. También negoció la paz con Víctor Amadeo de Saboya en 1637.

Tras una breve estancia en Valencia, a la espera de la evolución de los sucesos de Cataluña, llegó a Madrid en el mes de septiembre de 1641. En abril de 1642 accedió al mando supremo de dieciocho mil soldados de Infantería y seis mil de Caballería destinados a combatir en la guerra catalana. Hizo su entrada por Aragón y estableció su campo de operaciones a la vista de Lérida.

En el enfrentamiento con el ejército francés dirigido por el mariscal La Motte, el 7 de octubre, las tropas de Leganés fueron derrotadas, perdiendo más de una cuarta parte de sus hombres. El marqués achacó aquel fracaso a la falta de abastecimientos. Se retiró a Fraga, cesando en el mando efectivo, y poco después fue prácticamente confinado en Ocaña. Fue considerado responsable del fracaso de la campaña militar de 1642 en la guerra de Cataluña, aunque, mientras el conde-duque permaneció en el valimiento, estuvo en una situación de caída en desgracia condicionada.

Tras el cese de Olivares, se le relevó oficial y definitivamente del mando, mientras una comisión judicial examinaba su gestión de la campaña aragonesa y la utilización que había hecho de los fondos del Ejército.

El marqués tardó un año en recuperar su buen nombre, pero, ante la escasez de comandantes, se estimó necesario su retorno para proseguir la guerra en la Península. La rehabilitación fue completa cuando en 1646 obtuvo el nombramiento de virrey y capitán general de Cataluña. Las tropas francesas comandadas por Harcourt (el vencedor de Casale) llevaban seis meses de sitio contra la plaza de Lérida; el marqués levantó el asedio y liberó la ciudad el 26 de noviembre.

Después de este éxito, el Rey destinó a Leganés al Ejército de Extremadura como capitán general, pero sus primeras operaciones contra Olivenza fracasaron.

También en este caso adujo mediante cartas y escritos que se hicieron más frecuentes a partir de 1648, la falta de dinero y pertrechos para explicar su fracaso.

Se retiró entonces a Badajoz, donde permaneció inactivo.

Murió en Madrid el 16 de febrero de 1655.

Hombre de gustos refinados, sus destinos políticos y militares en Flandes e Italia le permitieron realizar una fantástica colección de pintura que en 1641 se cifraba en mil cien cuadros, entre ellos obras maestras de Rubens, como La Concepción (Museo del Prado), o de Van Dyck, que retrató a su esposa. Contaba también con una representación generosa de maestros flamencos menores y de primitivos como Van Eyck, Metsys y Patinir o Van der Weyden. Sus pinturas italianas eran igualmente numerosas e incluían obras atribuidas a Tiziano, Rafael, Veronés y los Bassano.

Respecto a los pintores españoles, Velázquez, Ribera y Van der Hamen eran sus preferidos. Ante esta nómina, no es de extrañar que el conde-duque le reprendiera cuando conminó a todo su círculo a regalar objetos que “vistieran” el palacio del Buen Retiro recientemente construido y Leganés sólo mandó obras calificadas por el valido de segunda categoría.

 

Obras de ~: Señor Don Diego Felipez de Guzmán, Marqués de Leganés, representa a V. Majestad, puesto a sus Reales pies, que ha servido al Rey nuestro señor [...] quarenta y tres años continuos [...], s. l., 1643.

 

Bibl.: J. López Navío, La gran colección de pinturas del Marqués de Leganés, Madrid, 1962 (es tirada aparte de Analecta Calasanctiana, n.º 8, págs. 262-330); E. Zudaire Huarte, El Conde Duque y Cataluña, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1964; M. C. Volk, “New ligth on a Seventeenth-Century collector: The Marquis of Leganes”, en Art Bulletin, n.º 62 (1980), págs. 56-68; Q. y C. V. Aldea Vaquero, “Negociaciones diplomáticas de España con la corte de Baviera en tiempo de Saavedra Fajardo. Regesto documental (Homenaje en honor de R. García Villoslada)”, en Hispania Sacra, vol. XXXIII, n.º 68 (julio-diciembre de 1981), págs. 383- 490; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española (1512-1812), Madrid, Consejo de Estado, 1984, págs. 368- 369; Q. Aldea Vaquero, España y Europa en el siglo xvii. Correspondencia de Saavedra Fajardo, I. 1631-1633, Madrid, CSIC, Centro de Estudios Históricos, 1986, J. H. Elliott, El Conde Duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1990; F. Arroyo Martín, El marqués de Leganés. El favorito del valido, Madrid, Silex-Fundación Cultural de la Nobleza Española, 2017.

 

Carmen Sanz Ayán

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