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Juan Legaz

Biografía

Legaz, Juan. Ochagavía (Navarra), c. 1535 – Toledo, 4.XII.1591. Operario jesuita (SI), consultor del Santo Oficio y humanista.

En Juan Legaz nació una vocación sacerdotal muy temprana, por lo que renunció a su patrimonio familiar en favor de sus hermanas. Inició su formación intelectual con la omnipresente Lengua Latina por espacio de tres años, continuando un año y medio en Cánones en la ciudad de Huesca. Se sintió atraído por un humanista valenciano como era el maestro Pere Joan Nunyes, conocido como humanista y filósofo erasmista. Hasta sus lecciones acudió Juan Legaz con el fin de escuchar su curso en Artes, aunque el maestro le llamó la atención sobre la necesidad de estudiar, previamente, Retórica y Lengua Griega. A pesar de la ausencia de Nunyes, Legaz participó en el mencionado curso en Artes, aunque en aquel primer año fue admitido, en febrero de 1557, en la ciudad de Valencia, donde se había establecido una de las primeras fundaciones de los jesuitas en España. Dentro del Instituto ignaciano fue recibido por los padres Diego Mirón y Juan Bautista Barma.

Tras la segunda probación o noviciado en Valencia, Legaz inició su carrera docente como profesor de Latinidad en Gandía, entre 1557 y 1559, además de Murcia, en los años siguientes hasta 1565.

Un año después, se encontraba en Plasencia como maestro de novicios, lector de mayores y consultor.

Después, prosiguió su formación en Teología, repartidas las lecciones en Alcalá en 1567 y en Ocaña en 1568, casas todas ellas de la provincia de Toledo.

Fue remitido, después, a la casa de probación de Villarejo de Fuentes, en Cuenca, donde ejerció los oficios de ministro en 1569 e incluso las propias de rector, a partir de 1571. Como tal recibió a Francisco de Borja, prepósito general de la Compañía de Jesús, aunque en aquel último viaje que realizó a España, acompañando a un legado pontificio. Juan Legaz se había distinguido como hombre de gobierno dentro del Instituto ignaciano, en la misma provincia de Toledo, tanto en Oropesa como en Córdoba. En algunas casas fue el primer rector, como ocurrió en el colegio de San Ildefonso de Toledo, entre 1581 y 1587, pasando entonces como operario a la casa profesa de la Ciudad Imperial desde 1587, distinguiéndose como confesor y sustituyendo como viceprepósito al superior de la misma, Antonio Marcén.

Fue llamado para responder a las cuestiones propias de la fundación del colegio de Pamplona, aunque no aceptó encargarse de su rectorado. Ejerció como consultor del Tribunal de la Inquisición de Toledo y Córdoba.

El Consejo de Guerra, en noviembre de 1569, solicitó al provincial de Toledo que fuese un jesuita el que se encargase de atender la vida espiritual de un tercio alojado con sus veinte compañías en La Rioja y compuesto por cuatro mil hombres. Estos militares se habían distinguido, a juicio de las autoridades militares, por sus abusos. El provincial pensó que Juan Legaz era el hombre adecuado para responder a ese deseo, viéndose auxiliado por un hermano coadjutor.

Estas compañías —llamadas “Banderas de Francia”— fueron destinadas, en principio, a prestar ayuda al rey Carlos IX contra los hugonotes o protestantes franceses.

Después pasaron a la Guerra de Granada contra los moriscos, obedeciendo las órdenes del hermanastro de Felipe II, Juan de Austria. Ante la enfermedad del obispo de Guadix, Melchor Álvarez de Vozmediano, el padre Legaz se responsabilizó como administrador de todo el ejército, en lo concerniente a los hospitales de campaña. Incluso, se vio más limitado en el trabajo cuando fue el único sacerdote que podía administrar los sacramentos y atender a los enfermos y heridos, después del deterioro de salud del padre Julián de Oviedo.

Se entrevistó en Córdoba con Felipe II en 1570, comisionado por Juan de Austria, con el fin no sólo de informarle del transcurso de la guerra sino para insistir en la reforma que había que hacer en las costumbres de oficiales y tropa, opiniones que también pudieron escuchar los consejeros. El Monarca se mostró entusiasmado ante el trabajo realizado y le ofreció al padre Legaz el obispado de Córdoba o cualquier otro que, hallándose vacante, fuese de su interés. Los jesuitas no podían aceptar este tipo de “promoción”, pues sus Constituciones lo impedían, aunque también los superiores eran conscientes de que la Iglesia no podía verse privada de algunos de sus “mejores hijos”.

Fue nombrado Juan de Borja embajador ante el emperador Maximiliano II en 1576 y pretendió éste contar con el padre Legaz en su nuevo destino. El prepósito general Everardo Mercuriano impidió este proyecto debido a la mala actitud que había demostrado el Emperador —primo y cuñado de Felipe II, por otra parte— hacia los jesuitas españoles, además de la mala experiencia al haber vivido en la Corte vienesa años antes Diego de Avellaneda. No fue lo único que vivió Legaz con la aristocracia, pues tuvo que auxiliar a Lorenzo Suárez de Figueroa, duque de Feria, con el fin de pacificar sus estados.

Destacó como hombre de humanidades y así fue requerido para formar parte de la comisión que tenía que examinar las disposiciones tomadas en la Ratio Studiorum de 1586. Se hizo partícipe de las conclusiones del grupo y junto con el padre Jerónimo de Burgos, se ocupó de lo que se había establecido en el terreno de las humanidades. Sin embargo, estas propuestas no fueron conocidas en Roma porque la Inquisición recogió todos los papeles relativos a la Ratio.

Había conocido cómo en Alcalá de Henares los profesores de Artes y Teología presidían los ejercicios académicos ordinarios y consideró que era una costumbre que había que hacerla cotidiana en el colegio de Córdoba cuando fue rector del mismo. Según expuso por carta a Francisco de Borja, lo contrario se mostraba perjudicial. Se mostró como un destacado jesuita en el terreno del confesionario y en las aulas, adecuado para cargos de gobierno y de notables cualidades sociales, a pesar de su carácter flemático. Sin embargo, Juan Legaz no fue nunca un cortesano, ni manifestó un comportamiento aulicista.

 

Obras de ~: “Monumenta Historica Societatis Iesu”, en Monumenta Paedagogica, 1557-1572, vol. III, n.º 108, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1974, págs. 377-382 y 505-506; “Monumenta Historica Societatis Iesu”, en Monumenta Paedagogica, 1573-1580, vol. IV, n.º 124, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1981, págs. 476-479; “Monumenta Historica Societatis Iesu”, en Monumenta Paedagogica, Collectanea ad Rationes Studiorum (1582-1587), vol. VI, n.º 140, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1992, págs. 300, 314, 322, 335, 364, 373, 378 y 391; Archivum Romanum Societatis Iesu, FG, ms. 77/3.

 

Bibl.: F. Sacchini, Historiae Societatis Iesu pars tertia sive Borgia, vol. III, Romae, Manelfi Manelfii, 1649, pág. 240; B. de Alcázar, Chrono-Historia de la Provincia de Toledo, vol. II, Madrid, Juan García Infanzón, 1710, págs. 261-263 y 637; F. de Borja Medina, “La Compañía de Jesús y la minoría morisca”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 57 (1988), págs. 1-136; “Legaz, Juan”, en Ch. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico Compañía de Jesús, vol. III, Madrid- Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 2322-2323.

 

Javier Burrieza Sánchez

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