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Beata María de Jesús

Biografía

María de Jesús, Beata. El Letradillo. Tartanedo (Guadalajara), 18.VIII.1560 – Toledo, 13.IX.1640. Carmelita descalza (OCD) muy querida por santa Teresa.

Sus padres Antonio López de Rivas y Elvira Martínez eran ilustres hidalgos. Cuando contaba cuatro años murió su padre, y su madre en segundas nupcias contrajo nuevo matrimonio con Cristóbal Caba, nombrándose tutor de la pequeña a su tío Jerónimo.

Desde los días de su orfandad fue a vivir en Molina, donde frecuentaba la iglesia de San Francisco.

Planteándose el estado de vida, un confesor, el jesuita Antonio de Castro, que llegó a Molina, le propuso hacerse monja, decisión que finalmente hizo saber al confesor; así se lo manifestó a sus abuelos, a sus tíos y a su propia madre Elvira para la que María no contaba prácticamente nada, aunque tanto había batallado para que su hija se casase. Un pariente suyo le recomendó que: “Si hubiere vuestra merced de ser monja, no lo sea sino de las que funda la madre Teresa, que son muy santas. Y yo conozco a las de Malagón, que son gente celestial”. Entonces se decidió a escribir a la santa “suplicándole la admita en cualquiera de sus conventos”. Le respondió desde Toledo y le dijo que viniera, que ella misma le quería dar el hábito.

Para superar la oposición de los suyos, el 20 de julio de 1577 se presentó en Molina ante el corregidor y pidió que se le permitiera llevar a cabo su voluntad de consagrarse a Dios. Tenía diecisiete años, y en entrevistas sucesivas con el corregidor Diego Martínez de Soria Lerma, fue puntualizando los motivos válidos de su vocación de servir a Dios y su “voluntad de entrar en el monasterio que llaman de las Descalzas, en Toledo”.

Hechas otras escrituras necesarias, que afectaban a sus bienes abundantes de fortuna, llegó a Toledo el 11 de agosto de 1577. Con el permiso de la fundadora llegó un elogio suyo: “Que les enviaba una novicia con 5.000 ducados de dote y que ella diera quinientos mil por recibirla; que la mirasen no como a las demás, porque había de ser un prodigio”. Al día siguiente acudió a la catedral a saludar a la Virgen del Sagrario, poniendo en sus manos su vocación y su perseverancia. Hecho esto, llamó al monasterio de las Descalzas Carmelitas, se despidió de los familiares que la han acompañado y de su confesor el padre Castro, y entró en el convento.

Poco después las monjas, le dieron el hábito de la Orden, que por cuestión de días no pudo dárselo la madre Teresa, que había salido para Ávila la última semana de julio. A partir de entonces se llamará María de Jesús. Teresa de Jesús estaba al corriente, desde lejos, de los progresos en la virtud y en el espíritu de la Orden que iba haciendo María. Conoció también sus pruebas interiores, oscuridades y sequedades, y sus dificultades exteriores por falta de salud. La madre fundadora la tendría con gusto en su casa, aunque fuese enferma y en cama.

Profesó el día 8 de septiembre de 1578. El 18 de noviembre de 1579 llegó santa Teresa a Toledo. Era la primera vez que se encontraban Teresa y María, lo mismo que hacía un año se encontró María con san Juan de la Cruz, evadido de su cárcel toledana. Para María de Jesús estos encuentros con los autores del Carmelo fueron inolvidables.

Este primer encuentro con santa Teresa duró sólo unos días. Sintonizaron del modo más perfecto. Muchas veces la madre acercaba sus labios a la frente de María y estampando un gran beso le decía: “Ven acá, mi hija, que aquí tienes al Espíritu Santo”. Aparte de esta breve visita, volvió otra vez a Toledo cuatro meses después. Y esta vez tuvo que estar más tiempo de lo previsto, por razón de enfermedad.

La confianza de Teresa con María era muy grande y además de dejarle escritos suyos para que los leyera, en concreto el Castillo Interior o Las Moradas, le consultaba otros asuntos, quedando siempre admirada de su sabiduría y juicio ponderado. Y comenzó a llamarla “mi letradillo” (doctorcillo). En la comunidad le fueron encomendando, sucesivamente, los oficios de sacristana, enfermera, tornera o portera. Después a la nueva casa a la que se trasladaron en 1584, María fue designada maestra de novicias.

En julio de 1585 salió María de su convento de Toledo para ir, con otras religiosas, a fundar un nuevo Carmelo en Cuerva. Pero, a primeros de 1586 los superiores, tras reclamación de la comunidad de Toledo, concedieron la vuelta de María a su comunidad de origen para continuar ejerciendo el oficio de maestra de novicias.

En 1587 fue elegida subpriora de la comunidad y se la reconfirmó en su cargo de maestra de novicias.

Priora por primera vez en 1591 a los treinta y un años y por segunda vez en 1598. Y, después de unos veinte años de humillación (1600-1620), difíciles de entender por las acusaciones infundadas que se movieron contra ella y por las que fue depuesta de su oficio, todo lo cual llevó con singular elegancia y con santidad a toda prueba, la comunidad la volvió a elegir por unanimidad priora el 25 de junio de 1624.

En el último decenio de su vida (1629-1640) se la puede considerar, más que nunca, “crucificada con Cristo”. Elegida consejera de la comunidad por cuarta vez y ejercitando, según la posibilidad de sus fuerzas, el oficio de maestra de novicias, continuó siendo modelo para todas las religiosas de la casa.

Después del viático y la unción de enfermos, entregó su espíritu al Señor el 13 de septiembre de 1640, hacia las diez de la mañana. Tenía ochenta años de edad y sesenta y tres de vida religiosa. Está enterrada debajo de la reja del coro del monasterio de Toledo, pudiendo ser vista también desde el presbiterio de la iglesia.

Alma de fe profunda, heredera del espíritu de santa Teresa y de sus grandes devociones a san José, a la Eucaristía, a la Virgen, alcanzó un altísimo conocimiento de Jesús: con su devoción a la Preciosísima Sangre y al Sagrado Corazón.

En las celebraciones litúrgicas de los misterios se comportaba “como si real y verdaderamente pasaran entonces, no hablando del que estaba ocupada como de cosa pasada, sino que actualmente era”, dice una de sus compañeras. Su participación en la misa y en el rezo litúrgico era de lo más activa y aquí encontraba, sobre todo en la misa, el medio más esencial para llegar a la unión con Dios.

Su fama de santidad era ya muy grande durante su vida. Santa Teresa ya se atrevió a decir: “María de Jesús no sólo será santa, sino que ya lo es”. Sobre la heroicidad de sus virtudes se pronunció oficialmente la Iglesia el 22 de junio de 1972. A pesar de la fama de santidad que nunca decreció en la Orden, su proceso de beatificación y canonización no se inició sino en 1914, aunque se habían recogido muchas declaraciones a raíz de su muerte. Introducida la causa en 1926 y, seguidos todos los demás trámites legales, Pablo VI la proclamó beata el domingo 14 de noviembre de 1976. En la homilía de la beatificación la calificó de “figura espiritualmente cautivadora”, “formada en la escuela de santa Teresa de Jesús”, con una “vida centrada en Cristo”, “atenta a las necesidades del mundo y de la Iglesia”. “Mirándola a ella comprendemos qué valor representa para la Iglesia de todos los tiempos la vida contemplativa; [...] y el testimonio de Sor María de Jesús, carmelita, que vivió 63 años dentro de los muros de un monasterio de clausura, nos convence de una verdad fundamental: que los valores cristianos más significativos se juegan en la interioridad del ser humano, allí donde “el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos inenarrables” (Rom. 8, 26), y su ejemplo impulsa a circunscribir a sus justos límites la importancia de la actividad externa, aunque se trate de actividad apostólica, ya que, a nivel sobrenatural, ésta no cuenta más que en la medida en que se encuentra llena de amor teologal”.

Después de estos acentos, añadía Pablo VI: “Nuestro corazón se llena de gozo al proclamar hoy Beata a María de Jesús López de Rivas, carmelita, discípula de santa Teresa de Ávila, cuyo camino de perfección siguió con extraordinaria fidelidad. Por ello se alegra el Carmelo, se regocija Toledo, exulta España y exulta la Iglesia”.

 

Obras de ~: Declaración acerca de san Juan de la Cruz, Toledo, 1614 (en Biblioteca Mística Carmelitana [BMC] 26), págs. 452-454; Declaración autógrafa sobre la cárcel del santo y su huida, Toledo, 1614 (en BMC 13), págs. 361-362; Epistolario de la Sierva de Dios Sor María de Jesús, carmelita descalza, ilustrado con notas históricas, ed. de Joaquín de la Sagrada Familia, Vicepostulador de la Causa, Toledo, 1919 (además de 84 cartas, contiene otra documentación).

 

Bibl.: F. de Acosta Oesa, Vida prodigiosa y heroicas virtudes Venerable Madre María de Jesús, religiosa carmelita descalza del convento de San Joseph y Santa Teresa de la Imperial Ciudad de Toledo, Madrid, 1648; M. de San Jerónimo, Reforma de los descalzos, t. V, Madrid, 1706, págs. 754-803; J. de la Sagrada Familia, La Sierva de Dios María de Jesús, Toledo, 1919; Positio, Introducción de la Causa, Roma, 1924; S. de Santa Teresa, Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, t. IX, Burgos, Monte Carmelo, 1940 (dedica todo el cap. 28 [págs. 779-823] a la beata. Se publicó también aparte, Burgos, Monte Carmelo, 1949); J. F. del Niño Jesús, “La correspondencia epistolar de santa Teresa en relación con la madre María de Jesús (Rivas)”, en Monte Carmelo, 72 (1964), págs. 149-183; Apostolicae Sedis, sobre las virtudes, Roma, 1967; S. de la Sagrada Familia, María de Jesús, el “letradillo” de Santa Teresa, Burgos, Monte Carmelo, 1974; V. de la Cruz, Vida y mensaje de María de Jesús, “el letradillo” de Santa Teresa, Burgos, Monte Carmelo, 1976; VV. AA., “Nuestros Venerables”, en Revista de la Postulación de los Descalzos de Castilla, n.os 88-89 (1976); Pablo VI, “Fidelidad a la vocación contemplativa: la beata María de Jesús López y Rivas, carmelita descalza: homilía de Pablo VI en la ceremonia de la beatificación”, en Vida Religiosa, 41 (1976), pág. 389; Milagros, 68 (1976), págs. 530-553; Decreto de beatificación, 69 (1977), págs. 252-255; Homilía de Pablo VI, 68 (1976), págs. 717- 721; V. Macca, “María de Jesús (María López Rivas)”, en Los Santos del Carmelo, Madrid, 1982, págs. 378-382; J. Vicente Rodríguez, Novena a la beata María de Jesús, con introducción biográfica, Madrid, 1990.

 

José Vicente Rodríguez, OCD

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