Sánchez, Alonso. Mondéjar (Guadalajara), 1545 – Alcalá de Henares (Madrid), 27.V.1593. Sacerdote jesuita (SI).
Hijo de labradores, a los dieciocho años quiso ingresar en la Compañía de Jesús (1563), pero no fue admitido hasta dos años después porque los superiores no veían clara su vocación y pensaban que carecía de la resistencia física necesaria en la vida de un jesuita. Para demostrar que esto no era cierto hizo a pie una peregrinación a los santuarios marianos de Guadalupe, Peña de Francia, el Pilar y Montserrat. Al fin fue aceptado en el noviciado el 18 de junio de 1565 y se distinguió por su fervor y espíritu de penitencia. Terminados los dos años de prueba, en los que mostró cierto afán de llamar la atención y otros detalles que no “encajaban” en la espiritualidad ignaciana, fue sometido a una dura experiencia: se le ordenó “que con sotana parda” fuese al Colegio de Plasencia para asistir a la primera clase de Gramática en la que tuvo como émulo a un niño de excelente memoria que le corregía la más leve falta en tiempos verbales y declinaciones, burlándose de sus fallos y tratándolo como si fuera de su misma edad. Así estuvo seis meses, soportados con paciencia y alegría, y, satisfechos de su comportamiento, los superiores lo enviaron a estudiar Teología en Alcalá, donde pronto se distinguió como excelente alumno, buen latinista y orador, y buen poeta en latín y castellano. Terminados sus estudios, hizo profesión de tres votos y se ordenó sacerdote. Unos años después fue elegido rector del Colegio de Navalcarnero, pero su excesiva rigidez y fervor molestaron al arzobispo de Toledo a cuya diócesis pertenecía el Colegio y fue trasladado a Caravaca, donde estuvo casi cinco años dando clases de Gramática. En este tiempo lo trató de cerca el padre Hernando de la Cadena, que dio sobre él un informe al padre general de la Compañía fechado a 21 de marzo de 1574. En él pondera sus virtudes de humildad, pobreza y castidad y su espíritu de mortificación. También celebra sus cualidades humanas y lo resume todo diciendo: “Es para mucho más de lo que ahora hace”. En Caravaca se dedicó de lleno a su trabajo como profesor, en el que demostró sus dotes pedagógicas, pues sus alumnos adquirían una formación más sólida y profunda que la que tenían otros maestros. Se hizo también patente su espíritu de oración y mortificación un poco ajeno a la espiritualidad de los jesuitas. Este problema le acompañó toda la vida, pero no fue óbice para su destino a Nueva España en 1579, donde fue rector del Colegio Seminario de San Pedro y San Pablo en Puebla de los Ángeles. De nuevo su espíritu de oración y penitencia produjo cierta alarma que llegó hasta Roma y el padre general escribió al visitador de Nueva España, padre Juan de la Plaza, advirtiéndole de los riesgos entrañaba para la Compañía: dejación del confesionario, de la catequesis y de la predicación, y de los estudios propios de ésta, por lo que debía advertir al padre Sánchez que moderase sus penitencias y obedeciera a su superior, sin olvidar que no se pertenecía a sí mismo y debía amoldarse al espíritu que el fundador quiso que tuviera la Compañía.
En 158l fue destinado a Filipinas en unión del padre Antonio Sedeño, el estudiante de Teología Gaspar de Toledo, que falleció en el viaje, y el hermano coadjutor Nicolás Gallardo. Iba también en el mismo barco un grupo de franciscanos y al llegar a Filipinas se hospedaron en los conventos de esa Orden. En la casa de Manila, que todavía era de madera, estuvieron los jesuitas unos tres meses. La noticia de su llegada a Manila tardó en ser conocida en México, pero ya en el Catálogo de la provincia de Nueva España, hecho en Aranjuez en mayo de 1583, figuran en Filipinas los citados jesuitas.
Cuando Felipe II obtuvo la Corona de Portugal, el gobernador de Filipinas, Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, consideró al padre Alonso Sánchez como la persona idónea para llevar esta noticia a las colonias portuguesas en China; en marzo de 1582 salió de Manila con esta misión y logró que las autoridades lusitanas, tanto civiles como eclesiásticas, aceptaran pacíficamente al nuevo Rey. Tras el éxito de su misión regresó a Manila en abril de 1583, pero a fines del mismo año embarcó de nuevo para China en compañía del oficial de Real Hacienda Juan Bautista Román, que iba por noticias de una nave enviada desde Nueva España, que había arribado a aquel país. En este viaje Alonso Sánchez concretó el plan de trabajo misionero que, según él, se debía realizar en China y a su regreso a Manila, el 20 de junio de 1585, escribió sendas relaciones de estos dos viajes.
Convocado por el obispo fray Domingo de Salazar, dominico, el primer sínodo de Manila, el padre Sánchez tuvo en esta reunión (1582-1586) un destacado papel; sus buenas relaciones con el prelado, nacidas en la larga travesía Acapulco-Manila que hicieron juntos, determinaron su nombramiento como secretario de aquella importante asamblea, de la que salió un programa completo para la colonización y evangelización de Filipinas. Por lo que respecta a China, el padre Sánchez tenía ideas propias acerca de su cristianización, que pensaba sólo sería posible con el apoyo de las armas. Por eso, en un Memorial dirigido a Felipe II defiende la “guerra justa”, idea que chocaba frontalmente con la del jesuita padre José de Acosta, con el que coincidió en México el año 1587. También el obispo Salazar se mostró contrario a estas ideas de su amigo Sánchez.
Con la oposición del superior de la provincia de Filipinas Antonio Sedeño, el padre Alonso Sánchez fue elegido embajador de Filipinas ante Felipe II y ante la Santa Sede. Con esta misión salió de Cavite el 28 de junio de 1586 con su habitual acompañante, el hermano Nicolás Gallardo, y llegó a Acapulco en enero del año siguiente, continuando viaje a España, donde llegó a fines de septiembre. Llegado aquí, presentó al Rey las peticiones de todos los estamentos de Filipinas, contenidas en un Memorial general dividido en capítulos que se referían a cuestiones espirituales, asuntos que afectaban directamente a la ciudad de Manila, problemas relativos al comercio filipino, al desarrollo de la agricultura, a la defensa de los indígenas, a la fortificación de las islas y a entradas y pacificaciones.
Llevaba también otros tres Memoriales, uno de los soldados, otro de las ciudades y villas y uno de la Nueva Cáceres. Además un apéndice que resumía los puntos comunes de estos documentos y un Memorial del obispo Salazar, con cincuenta y ocho peticiones sobre temas tratados en el sínodo. Por fin, entregó al Rey una relación redactada por él del estado de Filipinas, para aclarar el contenido de los documentos de que era portador. Según su costumbre, Felipe II ordenó la formación de una Junta, para que estudiara toda esta copiosa información. A las deliberaciones de esta Junta asistió el padre Sánchez y los resultados fueron positivos puesto que la mayor parte de las peticiones fueron atendidas. Él tuvo también influencia decisiva en el nombramiento de Gómez Pérez Dasmariñas como gobernador de Filipinas.
Después de presentar su embajada al Rey, continuó viaje a Roma en el otoño de 1588 y permaneció allí hasta 1592, año en que volvió a España y se dedicó a recorrer casas y colegios de la Compañía para reanimar su espíritu misionero.
El padre Sánchez fue nombrado delegado por la provincia de Toledo para la Congregación General de 1593, pero falleció en Alcalá de Henares el 27 de mayo de ese año, cuando contaba cincuenta de edad y treinta de vida religiosa en la Compañía de Jesús.
Figura muy polémica, Alfonso Sánchez es criticado con dureza por el ilustre filipinista W. E. Retana, que le acusa de haber defraudado las expectativas de los españoles que vivían en las islas, quienes le confiaron la defensa de sus aspiraciones, mientras él sólo se ocupó de lo que interesaba a la Compañía de Jesús. Por el contrario, cronistas e historiadores jesuitas lo elogian con entusiasmo. El investigador José Luis Porras Camúñez formula un juicio más equilibrado y objetivo en la “Semblanza del padre Alonso Sánchez”, que incluye en su estudio acerca del Sínodo de Manila de 1582.
Bibl.: J. Montero y Vidal, Historia General de Filipinas, t. I, Madrid, Manuel Tello-Viuda e Hijos de Tello, 1887; F. Colin, Labor Evangélica, ministerios apostólicos de los obreros de la Compañía de Jesús en las islas Filipinas, Madrid, Ioseph Fernandez de Buendia, 1663 (reed., Barcelona, Imprenta de Henrich y Cía., 1900); M. Villarreal Pérez, Alonso Sánchez. Sus viajes y embajadas, Sevilla, Tipografía de El Correo de Andalucía, 1907; H. de la Costa, The Jesuits in the Philippines, 1581-1768, Cambridge (Massachusetts), 1961; A. M. Molina, Historia de Filipinas, t. I, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional-Ediciones Cultura Hispánica, 1984; J. L. Porras Camúñez, “Semblanza del padre Alonso Sánchez”, en D. de Salazar, Sínodo de Manila de 1582, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, 1988, págs. 117-140; Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, t. IV, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia Comillas, 2001.
Lourdes Díaz-Trechuelo y López-Spínola, Marquesa de Spínola