Cisneros, Bernardo de. Doro de Cisneros. Carrión de los Condes (Palencia), c. 1582 – Santiago Papasquiaro, Durango (México), 18.XI.1616. Misionero jesuita (SI) y mártir.
Este palentino de Carrión, aunque entró en la Compañía de Jesús en Salamanca, realizó su noviciado —lo que se conoce como segunda probación— en el de Castilla de Villagarcía de Campos. Estaba estudiando Filosofía cuando embarcó hacia Nueva España en la expedición de 1605 y concluyó ese período formativo en el Colegio Mayor de México, con los años de Teología, que le ocupó entre 1605 y 1610. Acababa de ser ordenado sacerdote cuando fue enviado a las misiones de los tepehuanes. Fue entonces cuando se estableció junto con el padre Juan del Valle en Santiago Papasquiaro, en la tierra que era de los indios xiximíes. Sus trabajos transcurrieron entre gentes que no recibían amistosamente la predicación evangélica, en medios geográficos hostiles. En una ocasión, Bernardo de Cisneros consideró que había que poner fin a la presencia de ídolos, especialmente en la ermita de Otinapa. Este gesto repelió a un indígena, lo que le condujo a asestarle tres puñaladas cerca del corazón.
Cisneros se recuperó del grave incidente y prosiguió con sus trabajos hasta la revuelta tepehuana de 1616. Se habían citado distintos misioneros jesuitas en el pueblo de San Ignacio, conocido también como Zape, para el día 21 de noviembre. Deseaban exponer una imagen de la Virgen María. Pensaron los indios tepehuanes que era una buena ocasión para dar el golpe. Sin embargo, los acontecimientos se precipitaron. El padre Hernando de Tovar transportaba en unas cabalgaduras ropas, alhajas de culto, además de otros objetos que eran necesarios para la misión. Los indios, que deseaban asaltarle, le esperaron en el pueblo de Santa Catalina y le dieron muerte. Tuvo lugar este hecho el 16 de noviembre.
Al día siguiente, asaltaron a tres pueblos donde vivían españoles. Al intentar defender la iglesia, murió atravesado por una flecha el franciscano fray Pedro Gutiérrez.
Acontecimientos similares se desarrollaron en Santiago de Papasquiaro, el poblado más meridional de los tepehuanes, distante de Durango unas treinta leguas.
Allí vivían los jesuitas Bernardo de Cisneros y Diego de Orozco. Al verse rodeados por los rebeldes, se refugiaron en la iglesia con los demás españoles que allí vivían y sufrieron un violento ataque de los indios.
Fingieron éstos luego la retirada y unos pocos el arrepentimiento y la reconciliación. Orozco decidió salir en procesión, portando el Santísimo Sacramento, todos se dirigieron hacia el cementerio. De pronto se vieron sorprendidos por el grito de guerra y rebelión. A Orozco le arrancaron la custodia y lo mataron a hachazos, mientras que Cisneros era atravesado por una lanza y recibía un golpe de macana en su cabeza. Luego los indios desnudaron los cuerpos y los despedezaron. Algunos españoles lograron sobrevivir porque los tepehuanes, embriagados después de la matanza, ya no se percataban de su fuga. Ellos fueron testigos de lo que había ocurrido. Casi al mismo tiempo, en el pueblo de San Ignacio, fueron sacrificados los padres Juan Fonte —superior de toda la misión de los tepehuanes—, Juan del Valle, Luis Álvarez y Jerónimo de Moranta. Perecieron junto a ellos diecinueve españoles más. Faltaba, para completar el grupo, el padre Hernando de Santarén, el cual había trabajado entre los indios durante veintidós años. Se dirigía hacia la cita de Zape del 21 de noviembre, cuando fue sorprendido en el camino por los indios y asesinado.
Tanto la Iglesia de Durango como la Compañía de Jesús consideraron que Bernardo de Cisneros era un mártir de los tepehuanes, junto con los otros siete compañeros asesinados. A ellos se refería el prepósito general Mucio Vitelleschi, cuando escribió al provincial de México, Nicolás de Arnaya: “Falta harán los ocho Padres lenguas martirizados por los indios tepehuanes.
Dios proveerá de nuevos y fervorosos operarios en su nueva viña, regada con la sangre de esos sus siervos, cuyos retratos y la relación de su muerte se ha recibido y leídose en el refectorio con universal consuelo de todos, por tener ocho hermanos más en el cielo. Vanse pintando en lienzo, para ponerlos con los demás, como es razón y VR pide”. En Durango se inició el proceso de beatificación, según le corresponde a la Iglesia local que acoge la muerte de un siervo de Dios. Un proceso encabezado por el nombre de Hernando de Santarén y compañeros mártires.
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Javier Burrieza Sánchez