Álvarez Chanca, Diego. ?, s. xv – Sevilla, 1515 post. Primer médico en el Nuevo Mundo, cronista y escritor.
Se desconoce el lugar de nacimiento del doctor Diego Álvarez Chanca, aunque siempre es mencionado como “natural de Sevilla” y para ello se cita como fuente el encabezamiento que puso el fraile de la Mejorada, tal vez fray Antonio de Aspa, al copiar la carta que en febrero de 1494 desde la Española envió al cabildo de la ciudad hispalense en la que narraban los seis primeros meses de su estancia en el Nuevo Mundo: “porque un doctor Chanca, llamado, natural de Sevilla...”, olvidando que al terminar de trasladar la carta, el mismo fraile menciona a Chanca como “notarial” de Sevilla, esto es, como persona notable o conocida en la ciudad. La única fuente coetánea que cita al galeno es Andrés Bernal, quien en sus Memorias del reinado de los Reyes Católicos al narrar la visita médica a Guacanagarí especifica que estaba allí “el doctor Chanca, médico, vecino de Sevilla”. Bernal, que le conoció, le llama bien a las claras “vecino” y no “natural” de Sevilla.
La primera documentación conocida del doctor nos lo presenta como físico real. Una anotación del contador Gonzalo de Baeza del 12 de junio de 1491 indica que se le habían entregado 30.000 maravedís a cuenta de su sueldo anual en pago a los servicios prestados a la princesa Isabel, a la que, quizá, acompañó a Portugal cuando casó con Alfonso, el hijo del rey Juan II; pues sólo en aquel tiempo pudo Chanca haber visto al rey Alfonso de Portugal curar las escrófulas con sólo tocar con sus manos a los enfermos de este mal: una anécdota que refirió el doctor en su libro sobre el mal de ojo. Un año más tarde, Chanca recibió el resto de su quitación.
Por despacho de 23 de mayo de 1493 se dispuso que fuese en calidad de físico en la segunda armada que Colón preparaba para las Indias; a petición del propio interesado, los Reyes atendieron el ruego de su médico y le mantuvieron el salario que como físico real tenía en la corte. No contento con ello, a los tres meses de llegar, Chanca consiguió de Colón un aumento de sueldo: 50.000 maravedís anuales; sin embargo, no obtuvo otro plus que pretendía cobrar: un día de sueldo al año de toda la gente que formaba parte de la colonia. La vida de Chanca en las Antillas no debió de ser fácil: crisis de autoridad del almirante, motín de Bernal de Pisa, grave enfermedad de Colón, enfrentamientos constantes con los nativos y una carencia grande de alimentos, unido a las nuevas enfermedades que aquejaban a los españoles, le hicieron sin duda ansiar volver a Sevilla. Debió de regresar en septiembre de 1494, en el mismo convoy que traía a Castilla a los disidentes Pedro Margarite y fray Bernardo Buil, pues desde 1495 figura afincado en Sevilla y recién casado con una viuda rica, Juana Fernández, que aportó al matrimonio dos hijos habidos de su anterior unión con Alonso López de Trasierra: Inés y Alfonso Guillén. Al morir Juana, en 1507, los hijos pusieron pleito al padrastro que, indignado de que le hubieran quitado “la dote”, aprovechó para hacer testamento y excluirles del mismo, haciéndoles pagar una deuda que él y Juana habían contraído años atrás en Salamanca con Diego de Ledesma a quien habían comprado una casa: 7.000 maravedís que ordenó que fueran satisfechos “la mitad de mis bienes y la otra de los bienes de la dicha mi primera mujer”. A los pocos meses de enviudar casó en segundas nupcias con Ana de Zurita que le entregó en dote 200.000 maravedís, dos pares de casas colindantes en la collación de San Vicente, 40.000 maravedís en ajuar y joyas, 20.000 en diecisiete bueyes y heredades. A cambio ofreció el doctor en arras “500 doblas corrientes”.
A partir de entonces se ve a Chanca vivir permanentemente en Sevilla, siempre en la colación de San Andrés, en la calle de la Pellejería, acompañado de su mujer y de dos sobrinos, Álvaro y Beatriz Chanca, hijos de su hermana Leonor, fallecida; un gran número de criados y criadas y dos esclavos: uno negro, Juan de Zafra, y otra lora, de nombre Florentina. A partir de 1508 comenzó a enviar mercaderías a las Indias; hasta entonces la documentación privada del médico no indica negocios de ultramar. Los documentos se refieren, bien a préstamos, a ventas o arrendamientos de bestias y tierras, dentro de un ambiente que parece claramente peninsular. En 1509 formó compañía con el boticario Juan Bernal para surtir de carne de membrillo a la Española. En su testamento de 19 de octubre de 1510, en el que para nada menciona a las Indias, se atisban sus nuevas actividades.
La duquesa vieja de Arcos, Beatriz Pacheco, le había hecho merced de cien fanegas de trigo y “un libramiento”, agradeciéndole, quizá, un servicio médico al convento de Santa Clara de Carmona, donde vivía.
Con los boticarios residentes en Cádiz, Jerónimo Barón y Jerónimo Castellón, debía de enviar fórmulas y recetas a las Indias según se desprende de la cuenta que le adeudaban: veintitantos mil y 1.600, respectivamente.
Un comprador de vino, Francisco Sánchez, le adeudaba 8.250 maravedís; el doctor Escobar, cinco ducados y medio de oro, y Violante Mexía tres ducados. En el Archivo de Protocolos de Sevilla abunda la documentación concerniente a sus negocios indianos: despachaba no sólo drogas y medicinas, sino todo tipo de mercaderías, desde vino y harina hasta carne de membrillo o camisones que eran enviados a través de su criado Zafra y recibidos en Santo Domingo por el boticario Ordoño Ordóñez.
Quizá tuvo Chanca algún problema con la Inquisición, pues su sobrina no fue aceptada como monja en el convento de Santa Clara de Moguer, “por ciertas cabsas que me han ocurrido e por estorvos que al dicho monasterio han venido”; aun así dotó el doctor a Beatriz con 20.000 maravedís. Tal vez los recelos del Santo Oficio se debían a las actividades del médicocomerciante que, además, se dedicaba a escribir libros sobre alquimia y el mal de ojo.
Se suele relacionar a este hombre singular con el siguiente pasaje de Pedro Mártir de Anglería: “a cierto médico eximio de Sevilla, a quien la autoridad del prelado y juntamente la codicia del oro le indujeron a dejar la vida tranquila de su patria, cuando estaba durmiendo con su mujer, le buscó la fuerza del rayo y se le quemó la casa con todos los muebles; atónitos marido y mujer, casi desnudos y medio quemados, apenas escaparon”. Este incidente ha dado pie a suponer que Chanca regresó a las Indias con Pedrarias Dávila en 1514, dado que el texto de Mártir en el que incluye esta anécdota se refiere al Darién. Ninguna otra fuente lo avala. Lo que sí es seguro es que hasta 1515 Chanca siguió enviando mercaderías a las Indias, actuando, en fin, como un comerciante. Se desconoce la fecha de su muerte.
Fue Chanca un autor prolífico. En febrero de 1493 envió desde la ciudad de la Isabela una carta al cabildo de Sevilla, que hoy es considerada una crónica indiana, y que se encuentra copiada en un códice de treinta y tres hojas que guarda la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, ocupando de las páginas 17 a 31. En su carta, que el copista no transcribió en su totalidad, solicitaba Chanca al cabildo hispalense que se ocupara, o se siguiera ocupando, de los intereses económicos de su familia. Esta directa relación con el ayuntamiento podría indicar que el médico, de alguna manera, era un empleado a sueldo de la ciudad.
Sin embargo, el doctor no figura en ninguna nómina municipal.
La larga narración que el físico escribió a sus paisanos no tenía el propósito de historiar acontecimientos.
Tampoco lo animaba la idea de publicidad; si hubiera querido otra cosa, nada le hubiera resultado más fácil que escribir una nueva relación, o copiar aquélla con las interpolaciones necesarias, a su vuelta a Sevilla. A diferencia de los otros cronistas que enviaron sus noticias al mismo tiempo (Guillermo Coma y Miguel de Cúneo), Chanca es más fresco y espontáneo y sus lagunas son fácilmente completadas por los otros relatos. Los tres autores sólo podían exponer primeras impresiones, ya que el espacio transcurrido desde el inicio del viaje, 25 de septiembre de 1493, y el envío de las cartas, febrero de 1494, fue muy corto y escaso el tiempo de estancia en cada una de las islas que fueron avistando. Relata Chanca la navegación sin dar importancia a los nombres que el almirante iba poniendo a las diversas islas que descubrían, aunque sí tuvo cuidado en reseñar que en la Española había cinco provincias y que citó por sus nombres; se detiene en anécdotas ocurridas a la marinería; se sorprende con la gran montaña de la Guadalupe... Lo que caracteriza a su relato y lo diferencia de los demás es su postura ante lo desconocido; destacó continuamente la disconformidad de lo hallado en las Indias y lo europeo y distingue, o intenta distinguir, entre genero y especie —como ya hiciera en buena medida Colón en el Diario de su primera navegación—.
Cuando se refiere a la utilidad, no da nunca la impresión de estar pensando en el comercio, sino más bien en la exuberancia y en la diversidad: “hay árboles —dice— de lana, de algodón, de cera, de trementina...”, pero nunca cuantifica el monto que podría reportar su explotación. Su condición de físico le inclina a señalar los efectos que sobre el cuerpo humano producen los nuevos productos encontrados, y quizá por ello se interese más por la flora que por la fauna, si bien es interesante señalar que menciona siempre, cosa que los demás cronistas pasan por encima, la existencia de abundantes peces, muy especialmente en los ríos que rodean a la ciudad de la Isabela. Como médico le alarma el hábitat de los indígenas: “tienen sus casas tan cubiertas de yerba o de humidad —dice— que estoy preocupado como biben”; también su profesión le hace sentirse horrorizado por la dieta de los indios, que comen culebras, gusanos y arañas, llegando a decir: “me parece es mayor su bestialidad que de ninguna bestia del mundo”. El tratamiento que los indígenas reciben por parte del físico va desde la admiración hasta el estupor, pasando por la burla con que describe la forma en que se peinan o maquillan, aunque estas apreciaciones son simples descripciones. Aun cuando el caudal de información es aparentemente extenso, Chanca se dejó en el tintero otros temas que no quiso tratar; así, por ejemplo, su entrevista con el cacique Guacanagarí, despachada con celeridad, o el desastre de la Navidad. En ningún momento censuró al almirante e, incluso, llegó a considerar, contra toda evidencia, como idóneo el lugar elegido para la fundación de la nueva colonia. Chanca sabía muy bien que en los navíos que traían su misiva a la Península venía también una carta de Colón a los Reyes en la que, entre otras cosas, el almirante solicitaba un sustancial aumento de sueldo para él: obviamente no osó criticar ninguna de las decisiones de su paladín en la Corte.
Esta misiva, que no fue publicada hasta el siglo xix, resultó ser una crónica excepcional que no tuvo rubor en copiar casi al pie de la letra el cura de los Palacios en el capítulo que dedicó a narrar el segundo viaje colombino.
Pese a que la crónica era conocida a través de Bernal, no aparece citado Chanca como fuente de información en ninguno de los historiadores primitivos de Indias y fue ignorado por los posteriores. Tampoco fue llamado a deponer en los Pleitos Colombinos, a pesar de haber sido testigo de excepción de los primeros meses de la colonización del Nuevo Mundo.
En 1500, según señaló Menéndez Pelayo sin citar su fuente, publicó Chanca su primer libro conocido, un tratado de Alquimia, que no ha llegado a nuestros días, al que siguió en 1502 otro sobre el mal de ojo, Tractatus de fascinatione editus a magistro Didaco Alvari Chanca, doctore atque medico Regis Reginaeque, escrito también en latín. Chanca, siguiendo el método escolástico, dividió el libro en dos partes, una teórica y otra práctica.
Las dos primeras cuestiones discuten la posibilidad de la existencia de algo maléfico en un organismo sano. El tercero y cuarto capítulo están dedicados a las distintas maneras de causar el mal de ojo y a los sujetos susceptibles de aojamiento. La segunda parte, de carácter práctico, trata de la prevención de este mal: remedios profilácticos, diagnóstico y cura del padecimiento. En 1506 Chanca publicó su único libro escrito en castellano, un tratado sobre la pleuresía, Tratado nuevo, no menos útil que necesario, en el que se declara de qué manera se ha de curar el mal de costado en el que, entre otras cosas, recomendaba hacer las sangrías en el lado o mano correspondiente al lado enfermo, lo que le convierte en el primer médico que propuso practicar la flebotomía con un nuevo método. En 1514 Chanca publicó su libro más conocido, Comentum Novum in Parabolas divi Arnaldi de Vilanova, refutando las teorías de Arnaldo de Vilanova, sobre el retardo de la vejez y la conservación de la salud, poco después de que Ponce de León descubriera la Florida. En este libro, que fue financiado por Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, el médico dedicó en el prólogo un encendido elogio al mecenas.
No se trata, como en los casos anteriores, de una obra original, sino de glosas a los aforismos de Vilanova en su obra Parabolas medicationis. Con comentarios escuetos y sistemáticos, Chanca ilustró 344 parábolas arnaldianas, siguiendo, como lo hiciera en el Tractatus, el método escolástico: primero nombra al autor y luego repite el aforismo para a continuación exponer su sentido literal y sus consecuencias prácticas, ilustrándolo cuando lo considera necesario con referencias clínicas.
Obras de ~: Carta al Cabildo de la ciudad, 1494; Alquimia, 1500; Tractatus de fascinatione editus a magistro Didaco Alvari Chanca, doctore atque medico Regis Reginaeque, Sevilla, P. Brum, 1502; Tratado nuevo, no menos útil que necesario, en el que se declara de qué manera se ha de curar el mal de costado, Sevilla, J. Cromberger, 1506; Comentum Novum in Parabolas divi Arnaldi de Vilanova, Sevilla, J. Crombreger, 1514.
Bibl.: M. Fernández Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles, desde fines del siglo xv, t. II, Madrid, 1825, págs. 198-224; J. Olmedilla y Puig, Breves consideraciones históricas acerca del médico español de los siglos xv y xvi el doctor Álvarez Chanca, acompañante de Colón en su segundo viaje a América, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Ricardo Fe, 1892; P. Capparoni, “Il Tractatus di Fascinatione di Diego Álvarez Chanca”, en Atti e memorie dell’Accademia di Storia dll’Arte Sanitaria XIV, Roma, 1936, págs. 30-36; M. Menéndez Pelayo, Obras Completas, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1940-1967, pág. 261; A. Bernáldez, Memorias del reinado de los Reyes Católicos, ed. de M. Gómez Moreno y J. de M. Carriazo, Madrid, 1962, págs. 308 y sigs.; P. Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, t. I, trad. de A. Millares Carló, México, José Porrúa e Hijos, 1964, pág. 345; A. Tió, Dr. Diego Álvarez Chanca. Estudio Biográfico, Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertoriqueña, 1966; S. Arana Acosta, Los médicos en el descubrimiento del Nuevo Mundo y homenaje al doctor Chanca, San Juan de Puerto Rico, 1967; J. A. Paniagua, El doctor Diego Álvarez Chanca y su obra médica, Madrid, Cultura Hispánica, 1977; J. Gil y C. Varela, Cartas de particulares a Colón y Relaciones coetáneas, Madrid, Alianza Editorial, 1984, págs. 152-157; C. Varela, “Diego Álvarez Chanca, cronista del segundo viaje colombino”, en Historiografía y Bibliografía Americanista, vol. 19, 1985, págs. 35- 82; L. Gallinari, Diego Álvarez Chanca: medico di Cristoforo Colombo, Cagliari, Cop, 1992.
Consuelo Varela Bueno