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Mariano Miguel de Reinoso Abril

Biografía

Reinoso Abril, Mariano Miguel. Valladolid, 8.V.1799 – 29.IV.1863. Militar, político, ministro.

Aunque la familia hidalga de los Reinoso era originaria de la villa de Herrera de Duero (Valladolid), lugar en el que se asentaba la casa solar y hacienda raíz, los padres de Mariano Miguel Reinoso Abril —Mariano Reinoso Pérez y María Lucía Abril Gómez—, al igual que los abuelos paternos y maternos, fueron vecinos de Valladolid, donde, a la par que administraban las importantes propiedades territoriales, se dedicaron al comercio. A esta actividad, en calidad de tercer hijo varón, quisieron dedicarle los progenitores, haciéndole estudiar al efecto idiomas, matemáticas y dibujo. Pero su inclinación por las ciencias exactas le hizo orientar sus pasos hacia el cuerpo de ingenieros militares.

Con este objeto, de una parte, amplió la formación en el ámbito físico-matemático, en el geográfico y en materias relacionadas con la arquitectura civil y militar.

Y, de otra parte, dado que para poder optar a la plaza de aspirante a ingeniero en la Academia Militar del cuerpo de Alcalá de Henares (Madrid) se exigía ser cadete u oficial del ejército regular o de la milicia, en 1816 ingresó en regimiento de ésta de la provincia de Valladolid. Graduado como subteniente y alcanzado el título de académico de mérito en Matemáticas en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de la Purísima Concepción de su ciudad natal, sin embargo, la solicitud presentada a principios de 1820 para ingresar en el cuerpo de ingenieros fue denegada al no contar con la certificación de nobleza por la línea materna.

Restablecida entonces la Constitución gaditana e inaugurado el trienio liberal, Mariano Miguel Reinoso se volcó en la actividad de la academia y, explicando gratuitamente lecciones de aritmética, álgebra y geometría, así como reformando el plan de estudios de la Cátedra de Matemáticas bajo su cargo, en junio de 1821 fue nombrado teniente director de esa materia y en noviembre vicesecretario general. Optando por el cambio político liberal, en 1822, hallándose el regimiento vallisoletano de la milicia en el que permaneció vinculado de guarnición en Burgos, fue integrado como oficial de la plana mayor de este distrito, que a la sazón mandaba el general Carlos Espinosa.

Nombrado al año siguiente, primero, comisionado en Navarra, con el objeto de conocer el estado de defensa en que se encontraba aquel distrito, y, después, secretario interino del anterior, siguió al mando de ese general a sus destinos en Madrid, Sevilla y Cádiz, desempeñando las funciones de ayudante de campo y oficial de estado mayor en la escolta de Fernando VII desde Sevilla a Cádiz y en el servicio de la primera división del ejército de la isla. El desenlace final al terminar el año, con el triunfo de las tropas realistas y el retorno al absolutismo, dejó a Mariano Miguel Reinoso en situación de licencia indefinida.

Dada su vinculación al liberalismo, ante la implacable represión entonces desatada, se trasladó a Santander al abrigo de la moderada tolerancia del general Longa. Reemplazado éste por el general ultrarrealista Moreno, fue desterrado al pueblo burgalés de Sedano.

El largo año que pasó aquí lo dedicó a la lectura y el estudio, además de a levantar un croquis del valle de ese nombre y a traducir el Diccionario de Física de Brisson. En 1825, negándose a purificarse, se resolvió su licencia absoluta de la milicia y retornó a Valladolid.

Aquí, hasta el final de la década absolutista fernandina, asumió la dirección de la firma comercial familiar, participó en la promoción en 1831 de una Sociedad de Seguros Mutuos contra incendios y continúo su labor educativa en la Academia de la Purísima Concepción, de la que a finales de 1828 fue director del ramo de matemáticas y a mediados de 1832 director general de estudios. Además, en 1829 estuvo en Madrid recibiendo lecciones de piano y armonía, siendo ya entonces, según su profesor B. Saldoni, uno de los guitarristas aficionados más afamados y distinguidos de la Corte. Y, en 1832, contrajo matrimonio con la poseedora de la casa de Seijos en Monterroso (Lugo), Dolores Salgado Viana, hija del brigadier Joaquín Salgado y de Josefa Viana, y nieta de José Joaquín de Viana, antiguo gobernador militar de la provincia de Montevideo.

Abierta de nuevo con la muerte de Fernando VII la vía liberal, si bien tímidamente, mediante Estatuto Real de abril de 1834, Mariano Miguel Reinoso se sumó a su defensa, frente a los carlistas, desde las filas de la milicia urbana de Valladolid capital. Siendo uno de los prohombres de la ciudad y de los más ardientes valedores de este instituto, fue nombrado jefe del segundo batallón y, tras designación como prócer del comandante marqués de San Felices, asumió el puesto, al que seguidamente agregó el de subinspector de la milicia de la provincia. En calidad de tal participó en junta de sanidad establecida en verano con ocasión de la epidemia de cólera y en las juntas de armamento y defensa instituidas en los dos años siguientes para hacer frente a las incursiones carlistas de Basilio García, el canónigo Batanero y el general Gómez.

En éstas destacan los informes que elaboró para la fortificación y defensa de Valladolid, y de reforma del reglamento para el ejercicio y maniobra de la infantería del Ejército, solicitado por el general Manso.

Además de esta actividad, tuvo tiempo para dedicarlo a las instituciones culturales vallisoletanas, a la Academia de la Purísima Concepción, de la que desde abril de 1835 fue su secretario general, y a la Sociedad de Amigos del País, en la que en calidad de socio de número no sólo promovió las enseñanzas gratuitas, sino que además impartió con gran éxito las lecciones correspondientes a la Cátedra de geografía.

Contrario al pronunciamiento militar como mecanismo de cambio político, tanto más cuanto que ya se ubicaba en la opción moderada del liberalismo, disintió del acceso al poder de la tendencia progresista, con el triunfo de la movilización revolucionaria que, consumada con la rebelión de la guarnición de La Granja en agosto de 1836, trajo consigo la recuperación transitoria de la Constitución de Cádiz. Sustituida ésta por el Código político más transaccional de junio de 1837 y convocadas elecciones legislativas para octubre fue cuando se produjo su enfrentamiento con el ministro de la Gobernación Diego Antonio González Alonso, ocasionado por las críticas vertidas por éste en las Cortes a la milicia nacional vallisoletana por su retirada ante la llegada de la columna carlista del general Zaratiegui, componente de la expedición real. La dureza de la defensa llevada a cabo por Mariano Miguel Reinoso, mediante un manifiesto, denota a todas luces que no sólo estaba en juego su honor y el de la milicia (que elevaría asimismo su queja), sino también un puesto en el Congreso por la provincia, que consiguió.

Sumando este escaño a los de la mayoría alcanzada por los moderados, Mariano Miguel Reinoso comenzó su actividad parlamentaria que, en esta primera ocasión, prolongada a lo largo de dos legislaturas, tuvo una destacada actuación, ocupando el cargo de secretario (interino, cuarto y primero), formando parte de las comisiones fundamentalmente relacionadas con los presupuestos y contribuciones, e interviniendo en los principales debates desarrollados sobre estos temas. Por esta labor se mantuvo su candidatura por Valladolid en los comicios legislativos de julio de 1839, pero no tuvo éxito ante el avance general de los progresistas. En cambio, los votos sí le fueron propicios en las elecciones municipales de noviembre, convirtiéndole en alcalde de su ciudad natal entre el 1º de enero y el 4 de febrero de 1840. Duró poco como primer munícipe porque, repetidos los comicios generales en enero de 1840, con el objeto de que el gobierno moderado de Evaristo Pérez de Castro, mantenido desde los anteriores por la prerrogativa regia, lograra la mayoría parlamentaria que le faltaba, obtuvo al igual que sus correligionarios acta de diputado, pero mediante un proceso electoral plagado de irregularidades, de las que no escapó el distrito de Valladolid.

Pues bien, las Cortes resultantes, en las que ostentó el puesto de secretario, estaban indicadas a implementar sin contemplaciones la reforma conservadora del sistema político. Pero no lo consiguieron, porque el primer paso en este sentido, la controvertida normativa local centralizadora, que por supuesto Mariano Miguel Reinoso respaldó, generó tal rechazo en las filas del progresismo que, desembocando en una movilización revolucionaria durante el verano, acabó provocando el traslado de la regencia de María Cristina al general Baldomero Espartero a lo largo de un trienio de dominio de esta fuerza política.

Desplazado de todos los cargos, incluido el que aún contaba en la milicia vallisoletana, de la que fue expulsado, se abrió para Mariano Miguel Reinoso un tiempo de silencio político, que lo cubrió ampliamente.

Primero, fue al siguiente año la promoción, elaboración del proyecto y reglamento de la Caja de Ahorros-Monte de Piedad de Valladolid, de la que sería uno de los directores. Después, apoyó a principios de 1842 la creación y participó en la comisión de reglamento del Liceo Artístico y Literario de esta ciudad castellana, del que fue elegido presidente. Luego, atendió de manera ejemplar a la solicitud de la Sociedad Económica vallisoletana, informándole sobre la reforma de las tarifas de derechos y arbitrios de puertas.

Además, por último, se ocupó del estudio teórico y práctico de la agricultura, ensayando nuevos cultivos y mejoras en las herramientas tradicionales.

Relegando a un segundo plano estas actividades, en el verano de 1843 se sumó a la amplia movilización antiesparterista, integrándose en la Junta provisional de gobierno de Valladolid y actuando como su representante ante la central de Castilla y, después, con el triunfo, de ambas en Madrid ante los generales victoriosos Javier Azpiroz y Ramón María Narváez.

Abierto entonces un abanico de posibilidades, renunció a la candidatura de diputado en favor de la alcaldía de su ciudad natal (del 31 de marzo al 5 de agosto de 1844), que, contando con el respaldo vecinal, empezó a ejercer a principios de 1844. Fue una prelación transitoria, hasta que el partido moderado se afirmó con fuerza en el poder ya iniciado el reinado efectivo de Isabel II, porque en los comicios de septiembre resultaba elegido por esa opción representante al Congreso por Valladolid. De esta manera, participó en el proceso de definición del nuevo régimen conservador, centrado en la Constitución doctrinaria de mayo de 1845, cuyo reforzamiento del poder de la Corona avaló. También apoyó la reforma fiscal del ministro de Hacienda Alejandro Mon, a pesar de no estar conforme en todos sus puntos, y, quizá por ello y sus conocimientos en la materia, posteriormente se le integró en las juntas para el arreglo de la deuda y para informar sobre las nuevas instrucciones de loterías.

Convertido en un miembro indiscutible de la familia moderada, tras volver a ser elegido diputado en los comicios de diciembre de 1846 por el distrito de Mota del Marqués (Valladolid) y ocupar el cargo de vicepresidente en la inmediata legislatura, en agosto de 1847 fue nombrado senador vitalicio y desde julio del siguiente año ostentó el título de caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Esta dignidad se le confirió a Mariano Miguel Reinoso por “los constantes y patrióticos esfuerzos que hacía diariamente por mejorar la agricultura en España”. Y es que en estos años se produjo una estrecha coincidencia entre su calidad de rico propietario territorial preocupado por el fomento de la agricultura y su actividad pública. Así lo pone de manifiesto, de una parte, sus nombramientos de comisionado regio para la inspección de la agricultura general del Reino, de presidente y secretario de la comisión de las juntas generales de agricultura y de miembro del Consejo real de agricultura, industria y comercio. De otra parte, los informes que elaboró para estas instancias sobre la carestía de las producciones agrícolas españolas o la enseñanza agrícola profesional y los artículos que entonces publicó sobre el arado perfeccionado de Hallie o una variedad de trigo chilena. Con todo, estas obligaciones no le distanciaron de Valladolid, donde, además de la vicepresidencia de la Junta provincial de agricultura, desde principios de 1850 ocupó la presidencia de la Academia Provincial de Bellas Artes, sucesora de la de la Purísima Concepción, y de la Diputación Provincial.

De la misma manera que había ocurrido con los anteriores cargos locales, éste tampoco lo pudo concluir.

El 20 de octubre de 1851, el Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas fue sustituido por el de Fomento y, ante la negativa del titular de aquél, Fermín Arteta Sesma, a continuar bajo la nueva denominación por su separación de todo lo relativo a Instrucción Pública que pasaba al de Gracia y Justicia, se encargó la responsabilidad a Mariano Miguel Reinoso. Esta segunda etapa del Ministerio de Fomento, patrocinada por el presidente del Consejo, Juan Bravo Murillo, guarda muchas concomitancias con la primera desarrollada bajo la égida de Francisco Javier de Burgos; ambas se insertan en la senda tecnócrata autoritaria, de reforzamiento de la administración en detrimento del régimen representativo. En esta independencia de la acción administrativa de la intervención política coincide Mariano Miguel Reinoso, es decir, se ubica ya en la tendencia más conservadora del partido moderado; y también convenía con Juan Bravo Murillo en que en esos momentos el crecimiento de la riqueza nacional pasaba por el desarrollo del ferrocarril, “mejora esencial sobre todas las mejoras materiales”. De ahí que, además de en la organización interna del Ministerio, en su promoción se centrara lo fundamental de su labor, complementando la ley de febrero con otra de diciembre de 1851 y la real orden de agosto de 1852. Por ellas, intentando reconducir la hasta entonces fallida política ferroviaria, se afirmaba el carácter del ferrocarril como obra y servicio público mediante la acción fiscalizadora, tutela y apoyo económico del Estado, se adoptaba el modelo radial con centro en la capital declarando las líneas preferentes y, eso sí, se mantenía el sistema de concesiones puramente administrativo.

Si durante el tiempo que estuvo en Santander, entre el 26 de abril y el 7 de mayo de 1852, se encargó interinamente de la responsabilidad ministerial el titular de la Gobernación, Manuel Bertrán de Lis, igualmente con el mismo carácter lo hizo, si bien no ostentando ya esta responsabilidad, cuando el 15 de noviembre se aceptó la dimisión de Mariano Miguel Reinoso presentada por motivos de salud. Con ello se adelantaba en un mes a la caída del ejecutivo de Juan Bravo Murillo, ocasionada por el amplio rechazo que recibió su retrógrado proyecto de reforma constitucional. La división dentro de las filas del partido moderado, que aquí se puso de manifiesto, no dejó de acrecentarse por la continuación de las tentativas involucionistas y del despotismo ministerial utilizado para acallar las denuncias de corrupción en las concesiones ferroviarias, llevando al régimen a un callejón sin salida, que facilitó, tras la secuencia revolucionaria del verano de 1854, el retorno de los progresistas al poder.

Durante el bienio de dominio de esta fuerza política, Mariano Miguel Reinoso, como muchos de sus correligionarios, se exilió en Francia. A la conclusión de esta experiencia política retornó y, tras reordenar su situación económica, logrando en octubre de 1856 una cesantía anual de 30.000 reales y el abono de los atrasos de los dos años anteriores y reincorporarse a su escaño en la Cámara alta, publicó Política administrativa del Gabinete de Bravo Murillo, en el ramo de Fomento, una encendida defensa de su labor al frente de este Ministerio y, en particular, de la política ferroviaria, aseverando no sólo la legalidad, sino la conveniencia pública y económica de las concesiones efectuadas frente a la revisión y reordenación llevada a cabo con la ley de junio de 1855.

Restablecido de esta manera, para Mariano Miguel Reinoso, el honor personal y del apellido familiar, se alejó progresivamente de la actividad pública, para disfrutar en su tierra natal de las pingües rentas que le reportaban sus propiedades rústicas y comerciales —cifradas en 1847 en casi 94.000 reales y en un pago de 8000 reales de contribución directa— y para poder colmar su afán por el conocimiento, no sólo de los avances agronómicos, sino también de la poesía, de las lenguas —C. González García-Valladolid señala entre sus obras un Diccionario de Vascuence— y, por supuesto, de la música, siendo el autor, según B. Saldoni, de la melodía conocida como El Himno de Espartero. A este respecto, a su muerte se compuso en su homenaje un himno patriótico llamado Himno Reinoso, además de dar su nombre a la calle en la que vivió de la capital vallisoletana.

 

Obras de ~: A la nación española, el Comandante de la Milicia Nacional de Infantería ~, Subinspector de la de la Provincia, Valladolid, 1 de octubre de 1837; “Arado perfeccionado de Hallie, comparado con el que comúnmente se usa en España, llamado timorero”, en Boletín de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, t. III (1848), págs. 32 y ss.; Informe presentado a las Juntas generales de Agricultura de 1849 por su comisión novena, sobre las causas que contribuyen a que muchas de nuestras producciones agrícolas sean más caras que las de otras naciones, y Memoria sobre los remedios de estas causas, escrita por el Excmo. Sr. D. ~, presidente de la misma comisión, y comisario regio para la inspección general de la Agricultura del Reino. Madrid, M. Rojas, 1849; “Trigo. Ensayo de una variedad procedente de Chile, y su comparación con el que se cultiva en Cantillana”, en Comunicación del Comisionado regio de Agricultura D. ~ al Director general del ramo, Valladolid, 24 de agosto de 1849 (Boletín de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, t. VIII (1849), pág. 100); “Informe acerca de la instrucción profesional de agricultura, presentado a la Junta del ramo de la provincia de Madrid”, en Boletín Oficial del Ministerio de Fomento, t. V (1853), págs. 267-269; Política administrativa del Gabinete de Bravo Murillo, en el ramo de Fomento; y demostración de la legalidad y conveniencia de las concesiones de ferrocarriles de aquella época, escrito desde 1853 a 1857, Madrid, Imprenta de Tejado, 1857.

Bibl.: Manifiesto de la Milicia Nacional de todas las armas de la ciudad de Valladolid, Valladolid, Imprenta de Aparicio, 1837; M. Ovilo y Otero (dir.), Historia de las Cortes de España y biografías de todos los Diputados y Senadores más notables contemporáneos, t. II, Madrid, Imprenta D. B. González, 1847, págs. 244-266; B. Antón Ramírez, Diccionario de bibliografía agronómica y toda clase de escritos relacionados con la agricultura, seguido de un índice de autores y traductores con algunos apuntes biográficos, Madrid, Imprenta y Esterotipia de M. Rivadeneyra, 1865, págs. 267-275 (reed. Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1998); B. Saldoni, Diccionario biográfico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles, vol. III, Madrid, Imprenta de Antonio Pérez Dubrull, 1868-1881, págs. 339-340 (ed. facs. Valencia, Librerías “París-Valencia”, 1995); C. González García-Valladolid, Datos para la historia biográfica de la M. L. M. N. H y Excma. Ciudad de Valladolid, vol. II, Valladolid, Imprenta y Librería Nacional y Extranjera de Hijos de Rodríguez. Libreros de la Universidad y del Instituto, 1894, págs. 291-294 (ed. facs. Valladolid, Maxtor, 2003); A. Bullón de Mendoza, Bravo Murillo y su significación en la política española. Estudio histórico, Madrid, Gráficas Valera, 1950; J. L. Comellas, Los moderados en el poder, 1844-1854, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1970; F. Alos y Merry del Val y J. L. Sampedro Escolar (coord.), 150 años del Ministerio de Fomento. Ministros de 1851 a 2001, Madrid, Ministerio de Fomento, 2001, pág. 23; J. A. Cano García, “Reynoso Abril, Mariano Miguel de”, en P. Carasa (dir.), Diccionario Biográfico de Alcaldes de Valladolid. Del absolutismo a la democracia. Alcaldes y vida municipal en Valladolid (1810-2010), Valladolid, Ayuntamiento, 2010, págs. 554-558.

 

Javier Pérez Núñez

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