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Francisco Javier Abadía y Aragorri

Biografía

Abadia y Aragorri, Francisco Javier. Barcelona, 1770 – Málaga, 16.II.1836. Militar de la Guerra de la Independencia, ministro.

Su familia procedía de Cariñena (Zaragoza), donde sus padres, Pedro Abadía y Vicenta Aragorri, gozaban de la condición de hidalgos y llevaban una existencia acomodada.

A los quince años ingresó en el Ejército como cadete del Regimiento de Infantería de Toledo, con el que durante sus años de estudio prestó servicios de guarnición en las plazas africanas de Ceuta y Melilla.

En 1793 intervino con el empleo de subteniente en la guerra contra la República Francesa, participando en el desembarco realizado en Tolón y en su defensa contra el sitio impuesto por el enemigo, realizando una valerosa salida de la plaza, por la que recibió el grado del empleo superior.

Al producirse la entrada de las tropas revolucionarias francesas en España, estuvo presente en la defensa de Balaguer y, una vez evacuada esta plaza, combatió en la provincia de Gerona en las acciones de Pont de Molíns y San Lorenzo de la Muga. Tras la caída del castillo de Figueras en poder del enemigo —el 28 de noviembre de 1794—, se retiró a Rosas, contribuyendo a su defensa hasta que el 2 de febrero de 1795 se consiguió evacuar a las tropas por mar, siendo entonces encargado por el general Domingo Izquierdo de la protección del embarque al frente de quinientos hombres, ejecutando esta misión con gran valor y cayendo prisionero del enemigo, en cuyo poder permaneció hasta la firma de la paz; como recompensa por su comportamiento recibió el grado de capitán.

En 1799 fue ascendido a primer teniente, tomando parte en 1801 en la guerra contra Portugal. En diciembre de 1802 obtuvo el empleo de segundo capitán y fue destinado al recién creado Batallón de Infantería Ligera de Monte Mayor, en el que coincidiría con el capitán José de San Martín, quien más tarde sería el libertador de Argentina.

En 1803 se le concedió el grado de teniente coronel y el cargo de sargento mayor de la plaza de Cádiz, siendo cuatro años después ascendido a coronel.

Al producirse la invasión francesa tenía el empleo de coronel, con el que, formando parte del Ejército de Andalucía, intervino el 16 de julio de 1808 en la acción de Mengíbar, que tuvo lugar entre este pueblo y Bailén, durante la cual se enfrentó en lucha cuerpo a cuerpo con un ayudante francés de coraceros, a quien hizo prisionero; el conde de Toreno, en su Historia del levantamiento, guerra y revolución de España escribe que en este combate “contribuyó en gran manera al acierto de los movimientos el experto y entendido mayor general don Francisco Javier Abadía”. Tres días después se encontró en la batalla de Bailén al mando de Reding, desempeñando el cargo de mayor general de la 1.ª División y contribuyendo con su experiencia a la victoria. Estas dos destacadas actuaciones le valdrían ser promovido al empleo de brigadier el 11 de agosto.

A continuación se dedicó a labores organizativas, siendo primeramente nombrado inspector general del ejército creado en Granada, y pasando en el mes de noviembre a Sierra Morena para organizar el que se debía formar con tropas procedentes de Extremadura, Tudela y las dos Castillas.

El 21 de diciembre de 1808, cuando era mayor general del Ejército del Centro, al mando del marqués de Palacio, fue ascendido a mariscal de campo, empleo que no sería efectivo, pues no quiso admitirlo, siéndole aceptada la renuncia.

En enero de 1809 intervino en la batalla de Uclés, en la que fue derrotado y deshecho el Ejército del Centro, cuyos restos se retiraron hacia Sierra Morena para reorganizarse, formándose con ellos y con tropas reunidas en La Carolina el Ejército de La Mancha, que se puso al mando de José de Urbina, conde de Cartaojal, y en el que continuó desempeñando el puesto de mayor general.

Mientras parte de este Ejército acudía a reforzar al de Extremadura, el conde de Cartaojal estableció su cuartel general en Ciudad Real y desde allí realizó incursiones hacia los Yébenes, siendo acosado por el general Sebastiani en las cercanías de Consuegra (Toledo) y obligado a regresar precipitadamente, resultando derrotado los días 27 y 28 de marzo en los combates librados en Ciudad Real, Santa Cruz de Mudela y El Viso del Marqués, sufriendo considerables pérdidas y siendo acusado de no haber dirigido correctamente los combates, originando con ello una gran confusión entre sus tropas, motivo principal de la derrota, por lo que el 4 de abril se le privó del mando del Ejército del Centro, que pasó al general Venegas, siendo doce días después prendido y encarcelado a la espera de verse sometido a Consejo de Guerra. Junto con Cartaojal, fueron también encausados el mariscal de campo Tomás Moreno —que había sido mayor general en la batalla de Bailén— y el brigadier Abadía.

Su separación del Ejército supuso un duro golpe para su carrera, viéndose empeorada su situación cuando el 14 de abril la Junta Superior de Granada expuso a la Junta Suprema de Regencia del Reino que tanto ella como la Junta de Defensa y el mismo Ejército veían con dolor que continuase el brigadier Abadía con el cargo de mayor general, ya que era considerado como piedra de escándalo, acusándole de fomentar la intriga que había sembrado el desánimo en las tropas, a las que sometía a continuas reformas sin llegar nunca a conseguir el orden y la disciplina; además, se le consideraba sospechoso por la amistad que había tenido con el general Tomás de Morla, quien, tras rendir Madrid a Napoleón, se había pasado a su campo.

Dos días después de este escrito la Junta Suprema decretó su prisión incomunicada hasta que fuese juzgado, siendo trasladado a Úbeda convenientemente custodiado, donde permaneció durante mes y medio. No hallándose cargos contra él, al resultar infundados e insuficientes los presentados por la Junta Superior de Granada y la de Defensa de La Carolina, y encontrándose aquejado de una enfermedad, se le autorizó a trasladarse a Málaga, a la espera de ver si resultaba acusado en la causa que se seguía a Cartaojal.

Esta enojosa situación no impidió que por real orden de 27 de junio fuese recompensado con el ascenso a mariscal de campo por el mérito contraído en la retirada del Ejército de Andalucía a Sierra Morena, expidiéndosele el despacho con antigüedad de 21 de diciembre de 1808, día en el que había renunciado con anterioridad a este mismo empleo.

Al producirse la invasión de Andalucía, en enero de 1810, se dirigió al Campo de Gibraltar, del que en el mes de mayo fue nombrado comandante general, cargo que unió al de Jefe de las Tropas de la Costa de Málaga y de la Serranía de Ronda, rechazando en numerosas ocasiones los intentos de penetración del enemigo.

Por fin, en el mes de marzo de 1810 se dio fin a la causa contra Cartaojal, en la que solamente se le requirió como testigo, y en la que se reconoció que “no resulta la menor especie que excite la más leve duda sobre su conducta militar y opiniones; que es buen Oficial y buen servidor de S.M., lleno de patriotismo y zelo por el Real Servicio”.

En enero de 1811 fue nombrado subinspector de Infantería del 4.º Ejército, interviniendo en el mes de marzo en la defensa del puente de Sancti Petri y en la batalla de Chiclana, y siendo en abril comisionado por el Gobierno a los Cuarteles Generales de Castaños y Wellington, confiándosele al mes siguiente el mando del Ejército de Galicia. En el mes de agosto desalojó al enemigo de las plazas de Villafranca del Bierzo y Ponferrada, hasta las que había conseguido penetrar, causándole considerables pérdidas y persiguiéndole hasta Astorga.

El 23 de junio de 1812 fue nombrado ministro de la Guerra, cargo al que renunció, junto con el del mando del Ejército de Galicia, debido a su mal estado de salud. Una vez recuperado, en noviembre se le destinó al Ejército de Reserva que se estaba organizando en El Puerto de Santa María, aceptando al mes siguiente el mando de la 1.ª División de dicho Ejército. Durante el resto del año siguió sufriendo diversas enfermedades y recaídas agudas, que le impedirían prestar servicios activos.

En febrero de 1813 se le encargó la organización de los cuerpos destinados a Ultramar y meses después fue nombrado jefe inspector de los Cuerpos reunidos para este fin en la isla de León, encomendándosele a continuación el proyecto de instalación de un colegio militar y de una fábrica de armas en Granada. Pero una nueva enfermedad le impediría dedicarse a estos cometidos, por lo que solicitó a la Regencia del Reino pasar a la situación de cuartel, para poder dedicarse exclusivamente al restablecimiento de su salud.

Hasta 1814 no pudo retornar al servicio, siendo en el mes de octubre puesto al frente de la recién creada Inspección General de las Tropas Veteranas y de Milicias de Infantería y Caballería de América, con destino en la Corte.

Por real orden de 17 de junio de 1815 fue ascendido a teniente general, y con igual fecha se le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica, continuando en su anterior destino.

Trasladado a Cádiz a finales de 1815, en el mes de agosto del siguiente año, cuando se encontraba en su domicilio, fue arrestado y conducido por el general Álvarez Campana, segundo cabo de Andalucía, a la Cartuja de Jerez, donde fue encarcelado; sus captores se llevaron de su domicilio todos sus documentos personales.

Posteriormente fue llevado a la Alhambra de Granada y de allí a Valencia, terminando encerrado en el monasterio de San Miguel de los Reyes, en las afueras de esta ciudad. En el mes de septiembre causó baja en el destino que desempeñaba, por haberse suprimido el cargo de subinspector general de Indias.

Tras permanecer en prisión cerca de seis meses y de contraer una grave enfermedad, pasó dos años confinado en la plaza de Peñíscola, residiendo más tarde en Benicarló y Alicante; durante estos años no fue interrogado ni se le comunicaron las causas que habían motivado su persecución, arresto y confinamiento, a pesar de haberlo solicitado reiteradamente.

Estando en Alicante en situación de cuartel, en octubre de 1819 le llegó la concesión de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, máxima condecoración española destinada a recompensar los méritos en campaña de los generales en jefe.

El cambio de régimen le permitió volver en 1820 a Málaga, desde donde hizo frecuentes viajes a balnearios próximos para tratar de restablecer su quebrantada salud, dedicando gran parte de su tiempo a tratar de averiguar dónde se encontraban los documentos que le habían sido arrebatados cuatro años antes, al ser detenido, los cuales no conseguiría recuperar en su totalidad. En el mes de diciembre se hizo cargo interinamente del gobierno militar de la provincia de Málaga, al cual renunció en abril del año siguiente, para pasar a ser en octubre jefe político de la provincia de Murcia, siendo relevado de este cargo en el mes de abril de 1821.

También en Murcia se vio envuelto en problemas debido a su oposición al Gobierno, siendo denunciado por un diputado, lo cual daría origen a que el Tribunal Supremo de Justicia, a solicitud de las Cortes, le abriese una causa. Contribuiría a empeorar su situación el que en el mes de agosto de 1823 fuese apresado de madrugada por un grupo de soldados de la Milicia Nacional a cuyo frente se hallaba el jefe político de la provincia, quien le hizo levantarse de la cama y leer una orden firmada por el general Riego por la que se aprobaba la petición del general en jefe del 3.er Ejército de que fuese deportado a Tánger por considerar perjudicial su permanencia en Málaga. Durante el viaje a esta ciudad fue rescatado por otra embarcación que le devolvió a tierra, pero no pudo retornar a Málaga.

Al recuperar Fernando VII su poder se mantuvo inexplicablemente la anterior prohibición, hasta que en enero de 1824 el Rey le autorizó a regresar a la citada ciudad.

A partir de entonces llevó una vida apacible y alejada del servicio activo, hasta que en enero de 1832 fue llamado a Madrid para estudiar la organización de los presidios del Reino, siendo en octubre nombrado comandante general en comisión del Campo de Gibraltar, y en diciembre capitán general de Granada. Todavía por estas fechas seguía tratando de recuperar los documentos de los que había sido despojado en 1816.

En agosto de 1833 dimitió del cargo de capitán general debido a su gravísimo estado de salud. Aún le quedó tiempo para informar en el mismo mes del estado alarmante de la Capitanía General de Sevilla al haberse declarado una epidemia de cólera morbo en Huelva, y del peligro que existía de que se extendiese a la de Granada, dejando en suspenso la renuncia hasta que pasase el peligro, siendo reemplazado en el mes de noviembre y nombrado consejero del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

En abril de 1834 fue nombrado vocal de la Sección de Guerra del Consejo Real de España e Indias, cargo del que le sería admitida la dimisión en el siguiente mes de octubre, siéndole fijada su residencia de cuartel en Granada, donde fallecería dos años más tarde.

Estuvo casado, siendo fruto del matrimonio una hija llamada Petra Abadía Hoppe. Fue un experto, valeroso e instruido militar que destacó sobre el campo de batalla y en tareas de carácter organizativo; dispuso de una valiosa biblioteca que en 1810, con objeto de formar la suya, cedió al Colegio Militar de la isla de León, antecesor de la actual Academia de Infantería de Toledo.

 

Fuentes y bibl.: Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid), Expediente personal de Francisco Javier Abadía Aragorri, Célebres: caja 1, exp. 1.

J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998.

 

José Luis Isabel Sánchez

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