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Antonio Hernández Morejón

Biografía

Hernández Morejón, Antonio. Alaejos (Valladolid), 7.VII.1773 – Madrid, 14.VI.1836. Médico e historiador de la medicina.

Nacido en Castilla la Vieja inició sus estudios de Humanidades en Vich y Cervera para continuar su formación como médico en la Universidad de Valencia, donde desempeñó algún tiempo actividades como catedrático sustituto. Desde 1799 se dedicó al ejercicio de la profesión en diversas localidades de Levante (Beniganim, Onil) y ante la declaración de la epidemia de fiebre amarilla, como médico militar hubo de ocuparse del hospital militar de Menorca. Cuando se inició la invasión francesa, Hernández Morejón estaba ya en la Península y desde el primer momento se puso al servicio de las tropas nacionales como médico militar. En estos años su actividad más destacada se relacionó con la organización de la sanidad militar y la imposición de medidas preventivas frente a la fiebre amarilla, también en estos años ven la luz sus primeras publicaciones médicas. Al concluir la contienda fue nombrado protomédico del ejército de Aragón pero muy pronto se trasladó a Madrid, donde ocupó desde 1815 una de las cátedras de Clínica del Real Colegio de Medicina Práctica que desempeñaría con algunas vicisitudes hasta su jubilación en 1830.

Médico de Cámara, examinador en el Protomedicato, consultor de la Suprema Junta de Sanidad del Reino, y miembro de diversas academias, en 1823 fue separado de la cátedra pero su prestigio y la protección de Pedro Castelló facilitaron su reincorporación en 1827 y la superación sin más incidencias del reinado de Fernando VII.

Muy pronto manifestó Hernández Morejón una intensa vocación de bibliófilo que resultó determinante para la elaboración de su Biblioteca escojida de medicina y cirugía, uno de los títulos usados para denominar su conocida Historia bibliográfica. Esta afición se incrementó con la disposición de la biblioteca médica de su suegro, el catedrático valenciano Francisco Maceras, y se continuó prácticamente hasta el fin de su vida. El resultado de la lectura de un ingente volumen de textos fue la elaboración de numerosas fichas, resúmenes y capítulos de libros a los que su yerno, Juan Gualberto Avilés, dio forma editorial entre 1842 y 1852. Los siete volúmenes de que se compone la obra se inician en la colonización romana y concluyen en las décadas finales del siglo xviii. En total se reseñan mil doscientos diez autores en una revisión muy exhaustiva de cuanto médico o cirujano, con la inclusión de algún boticario, dejó obra escrita de contenido sanitario.

La revisión histórica de Hernández Morejón estuvo condicionada por el género historiográfico —el repertorio biobibliográfico— que adoptó como procedimiento para rememorar el pasado de la Medicina española. Los autores se suceden sin que algunos breves capítulos introductorios sean capaces de situar no ya el contexto cultural o político en que los autores se desenvuelven, sino el debate ideológico en que las doctrinas aparecen o se extinguen. Sólo la introducción que en el volumen segundo precedía a los autores del siglo xvi acredita por su extensión y el pormenor con que son analizados algunos asuntos (enseñanza, epidemias, hospitales...) las posibilidades que habría tenido Hernández Morejón para llevar a cabo un proyecto de más ambiciosos vuelos y más acorde también con las corrientes historiográficas más modernas. Mucho más breve es la panorámica que dedica al siglo xviii, también la etapa histórica en que más autores quedan sin recoger en el volumen séptimo y último de su obra. El estudio de los autores siguió siempre el mismo método y ante la ausencia de información de archivo fueron los textos impresos la fuente dominantemente empleada. De la lectura de las obras o de referencias indirectas en otros textos extraía algunos datos biográficos que informaban someramente, a manera de presentación, sobre el autor.

A continuación se enumera cada una de las obras con un resumen de su contenido y un juicio sobre su originalidad, trascendencia o validez.

En los casos en que no puede acceder a la obra pero tiene noticia del texto a través de otras publicaciones reproduce únicamente una breve anotación bibliográfica sin resumen del contenido. Morejón que conocía algunas de las obras histórico-médicas europeas con una revisión del pasado menos encorsetada (menciona reiteradamente la versión francesa de la historia de la Medicina del alemán Kurt Sprengel), prefirió la elaboración de un repertorio empujado por la inexistencia de bibliografías de la Medicina española y el criterio historicista con que contemplaba el pasado. En efecto, formado todavía en la tradición médica ilustrada estaba convencido de que la historia de la Medicina no era un saber erudito, sino que sus saberes permitían entender mejor los problemas de la Medicina actual. Este historicismo que Bujosa considera la nota que mejor define su pensamiento encontraba su refrendo en el estudio de textos y autores del pasado. Morejón no sintió de manera tan clara como los hombres de la generación anterior la necesidad de salir al paso de las exclusiones que algunos autores europeos habían hecho de la cultura española y que habían dado lugar a la primera polémica de la ciencia española, pero no estuvo ni mucho menos exento de una intensa pasión nacionalista. En cualquier caso el rigor y la abundancia de noticias desplegadas en su obra, le han otorgado una pervivencia que sigue haciendo todavía en muchas ocasiones inevitable su consulta.

La obra de Hernández Morejón no puede entenderse sin relacionarla con la actividad histórico-médica de Joaquín de Villalba (1752-1807) y Anastasio Chinchilla (1801-1867). Del primero conoció parte de los manuscritos que a su muerte quedaron inéditos y que deberían haber servido para la preparación de su enciclopédico proyecto historiográfico. Sobre Villalba elaboró un minucioso estudio que Avilés no publicó, muy condicionado por su obsesión de presentar a Hernández Morejón como el iniador de la historiografía médica en España. De igual modo suprimió las numerosas menciones a Villalba que Morejón, tan riguroso siempre, hacía en sus manuscritos de noticias extraídas de la Epidemiología Española. En otro lugar hemos demostrado que la sospecha de utilización por Morejón de los materiales de Villalba es falsa y se fundamenta en unas insinuaciones de Luis Comenge repetidas sin más averiguaciones por la tradición historiográfica posterior.

Con Anastasio Chinchilla las relaciones fueron más directas y no exentas de tensión. En efecto, entre 1828 y 1830 Chinchilla trabajó como amanuense de Morejón pero se distanciaron como consecuencia de la falta de promoción que Chinchilla no creyó encontrar a su lado. En realidad, aunque Hernández Morejón continuó sus trabajos bibliográficos casi hasta su muerte (se conservan anotaciones suyas de 1835), lo fundamental de su obra estaba concluido en 1820. El inicio de la publicación por Chinchilla de su propio repertorio biobibliográfico, los Anales históricos de la Medicina en 1841, despertó la irritación de Juan Gualberto Avilés que le acusó de haberse aprovechado de los materiales de Hernández Morejón para la elaboración de su obra. Desde ese momento el enfrentamiento entre las dos posiciones fue adquiriendo un tono cada más violento. Avilés dio comienzo a la publicación de los inéditos de Morejón, reordenando materiales y ajustando los apuntes de su suegro a sus necesidades editoriales. Chinchilla por su parte aceleró la publicación de sus cuadernillos corrigiendo cuando le parecía conveniente, y casi siempre con acritud, errores o interpretaciones de los volúmenes de Morejón que se adelantaban a los suyos. El intento que algunas voces alentaron desde el Semanario de Medicina de agrupar los escritos de ambos autores para la elaboración de una sola obra conjunta no prosperó y la acusación de apropiación y plagio continuó azuzada por el celo de Avilés y la habitual acrimonia de Chinchilla. Un examen detenido de los manuscritos de Hernández Morejón, y los repertorios de ambos autores permite descartar la existencia de esa apropiación, durante tantos años lugar común de la historiografía y la bibliofilia españolas.

La comparación cuantitativa de los dos repertorios permite un acercamiento más real a las tareas desarrolladas por uno y otro autor. Entre los dos repertorios se describen mil quinientos autores de los que seiscientos diez aparecen indistintamente en las dos obras, seiscientos sólo aparecen citados por Morejón mientras Chinchilla por su parte se ocupa de otros doscientos noventa. Sin embargo, hay que señalar que cerca de doscientos de estos autores mencionados por Chinchilla son posteriores a 1770 y se encuentran incluidos en el cuarto volumen de sus Anales. Así pues, son menos de cien los autores que pueden considerarse de elaboración exclusiva de Chinchilla mientras Morejón le supera en seiscientos. La comparación a la letra de autores de uno y otro repertorio no muestra un seguimiento tan imitativo como para asegurar esta dependencia. Además resultaba imposible copiar la multitud de notas, borradores, capítulos enteros que constituían los manuscritos de Morejón. Todo indica que Chinchilla pudo acceder a las listas de autores por siglos que tenía elaboradas Morejón y que todavía se conservan y sobre ellas, y hasta donde le permitían sus conocimientos, elaborar su propio repertorio. No puede ignorarse el volumen de la importante biblioteca médica de Chinchilla que él mismo menciona en sus Anales, donde no faltaban manuscritos y ejemplares duplicados, y que le permitía en ocasiones corregir o añadir precisiones desconocidas por Morejón.

El carácter póstumo de la Historia bibliográfica no se limitó, pues, a una simple demora temporal en la aparición de la publicación, pues Avilés intervino decisivamente en la elección de los materiales inéditos. Esta mediatización se advierte sobre todo en el volumen séptimo, interrumpido abruptamente sin indicación alguna sobre la conclusión de la obra. Avilés no consideró pertinente que viesen la luz los artículos dedicados a autores de finales del Setecientos, incompletamente elaborados por Morejón, insuficientes para formar un volumen por sí mismos y que Chinchilla trataba con mayor extensión en sus Anales.

La existencia de unos criterios comunes para la elaboración de unos repertorios biobibliográficos rigurosamente coetáneos y la filiación hipocrática de los dos autores dan un inevitable aire de familia a ambos textos, pero fuera de esas coincidencias el análisis interno de los textos, las características de los materiales empleados y el estudio de los manuscritos de Morejón hacen insostenible la acusación de Avilés. Hernández Morejón es siempre mucho más penetrante en sus juicios que el más superficial y apresurado Chinchilla, apenas capaz de ir más allá de un resumen acrítico de los textos originales. De igual modo Morejón contrasta opiniones con otros bibliográfos (Pellicer, Moles, Torres Amat Nicolás Antonio, Mut, Casiri, Ximeno) con más frecuencia que lo hace Chinchilla.

La polémica se puede entender hoy como una muestra de la sensibilidad romántica, empeñada en descubrir y defender prioridades en todos los ámbitos del saber y animada por un exaltado sentido de la individualidad que impedía valorar en sus justos términos cualquier contribución ajena. Los condicionantes de la competitiva vida profesional tampoco fueron ajenos a este celoso afán, muy burgués, por defender la obra propia frente a lo que se consideraba una apropiación desconsiderada, pues la vinculación a academias y sociedades científicas formaba parte también del indispensable cursus honorum de un médico de éxito.

La revisión historiográfica de Morejón es inseparable de su trayectoria intelectual como catedrático de Clínica. En efecto, su vinculación con el movimiento de la ideología médica francesa es, como ha señalado D. Gracia, completa y su Ensayo de Ideología Clínica el ejemplo más logrado de la asimilación entre los médicos españoles de este programa médico. El Ensayo se publicó en 1821 durante el Trienio Liberal, precisamente el momento político en que en una gran mayoría de los médicos españoles confluyeron los ideales progresistas de convivencia social y jurídica con una forma de entender la medicina definida por el movimiento de los ideólogos (Cabanis, Destutt de Tracy).

Morejón creía que el programa de Cabanis no había sido llevado a sus últimas consecuencias y que precisaba un desarrollo ulterior que él pretendía completar.

Para ello consideraba fundamental el estudio del pasado médico, pues sólo así se podrían encontrar los principios reales de la medicina clínica. La alta consideración que le merecía Hipócrates le hacía reaccionar contra los sistemas médicos y presentarse como un fiel seguidor de lo más perenne en la obra del médico de Cos. Conocedor de los avances del pensamiento anatomoclínico (se le debe la primera descripción en España del fonendoscopio) sostenía que el nuevo movimiento a pesar de la espectacularidad de sus descubrimientos no era suficiente para responder a las preguntas acerca de la naturaleza de la enfermedad y la esencia del ser vivo. En esa línea su Ensayo advertía de la importancia de la medicina española por cuanto médicos hispanos habían sido los mejores intérpretes y defensores del pensamiento hipocrático y también en España el sano empirismo había dado lugar a contribuciones decisivas en el conocimiento de la enfermedad. La descripción de enfermedades epidémicas, los remedios de validez más indiscutida (quina, guayaco, mercurio), las prácticas sanitarias más efectivas (cuarentena, hospitales militares, hospitales para enfermos mentales) serían todos testimonios de cómo la Península Ibérica fue “la cuna de la medicina filosófica”.

A Morejón se debe también la más temprana lectura con criterios clínicos de la locura de don Quijote en un precedente que ha tenido larga continuidad.

Se trata de un breve ensayo que fue traducido por J. M. Guardia al francés y que además se incluyó en el tomo segundo de su Historia bibliográfica, en cual Morejón intentó llevar a cabo un análisis de la dolencia del hidalgo, que calificó de monomanía según los criterios nosológicos establecidos por el médico francés Philippe Pinel.

La biblioteca de Hernández Morejón fue adquirida en 1876 por el Estado español y depositada en la Biblioteca de la Facultad de Medicina, donde también se ubicó la de Anastasio Chinchilla. Esos fondos, constituidos por autores españoles y extranjeros, han contribuido decisivamente a hacer de la actual biblioteca histórica de la Universidad Complutense la más importante colección de textos médicos clásicos existente en España.

 

Obras de ~: Discurso crítico de la doctrina del Dr. Juan Brown, Valencia, Benito Monfort, 1803; Breve amonestación a D. Bartolomé Colmar, Murcia, 1812; Pensamiento de policía médica para extinguir el contagio de la fiebre amarilla, Murcia, Ramón Puchol, 1812; Juicio imparcial sobre la reunión de la Medicina con la Cirugía y relaciones de la farmacia con entrambas, Valencia, Yernos de José Esteban, 1813; Discurso económico-político sobre los hospitales de campaña, Valencia, 1814; Ensayo de ideología clínica o de los fundamentos filosóficos para la enseñanza de la Medicina y la Cirugía, Madrid, Imprenta de la Greda, 1821; Bellezas de la Medicina Práctica [...] en el Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha, Madrid, Tomás Jordán, 1836; Historia Bibliográfica de la Medicina Española, Madrid, Viuda de Jordán e Hijos, 1842-1852, 7 vols. (ed. facs., New York, Johson Reprint Corporation, 1967, 7 vols.).

 

Bibl.: L. Comenge, La Medicina en el siglo xix. Apuntes para la historia de la cultura médica en España, Barcelona, José Espasa, 1914, passim; L. S. Granjel, “Villalba. Hernánez Morejón, Chinchilla”, en Medicina e Historia, 72 (1977); D. Gracia, “Ideología y ciencia clínica en la España de la primera mitad del siglo xix”, en Estudios de Historia Social, 1-2 (1980), págs. 229-243; A. Carreras Panchón, Joaquín de Villalba (1752-1807) y los orígenes de la historiografía médica española, Málaga, Universidad, 1984; J. Fernández Sánchez, Historia de la Bibliografía en España, Madrid, El Museo Universal, 1987, págs. 173-176; F. Bujosa Homar, “Antonio Hernández Morejón”, en Filosofía e Historiografía Médica en España. Los supuestos epistemológicos de los historiadores clásicos de la medicina española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1989, págs. 59-89; “Las bibliotecas de Antonio Hernández Morejón y Anastasio Chinchilla (Manuscritos para la preparación de una Historia de la Medicina Española)”, en VV. AA., De Medicorum Scientia: Seis Disertaciones en torno al libro histórico médico, Madrid, Universidad Complutense, 2001, págs. 115-128; A. Belaústegui Fernández, “Antonio Hernández Morejón”, en El Norte de Castilla (Valladolid), 17 de julio de 2008, pág. 23.

 

Antonio Carreras Panchón

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