Pérez-Eguía Madrigal, Joaquín. Madrid, 7.XII.1898 – 15.II.1988. Periodista, político, abogado y escritor.
Nieto del litógrafo y editor orensano Vicente Pérez Eguía. Hijo de Juan Pérez-Eguía Casanova, empleado de Hacienda y hermano de la conocida corresponsal de ABC Sofía Casanova. Su abuelo abandonaría a la familia, desapareciendo sin dejar rastro en un viaje a América en 1865. La familia Casanova, con dificultades económicas, se trasladó desde La Coruña a Madrid, en busca de nuevos horizontes, en 1876.
Su primera juventud la pasó en San Fernando (Cádiz), donde fue aprendiz de marino, fracasando en su intento de ingreso en la Armada entre 1914 y 1918. En este periodo consiguió, no obstante, trabajar como administrativo, descubriendo que su vocación le inclinaba más a las letras que las armas. Tras licenciarse de la Armada y gracias a su tía, logró una plaza de mecanógrafo en la administración de ABC.
Posteriormente, entre septiembre de 1920 y febrero de 1923, desempeñó el puesto de representante de la Casa de máquinas de escribir Yost en Córdoba, con mejor sueldo. Una década después, fue acusado, en sede parlamentaria, por su colega José Antonio Balbontín (1893-1977) de haber sido despedido por quedarse con el importe de las ventas (ABC, 16.III.1933). Trabajó también como periodista en diversos medios locales, como La Voz (1920-1936), donde llegó a ser redactor jefe y el Diario de Córdoba (1849-1938). Contrajo matrimonio con su novia de juventud, enferma de tuberculosis, de la que enviudó enseguida, tras perder a su primer hijo. En Córdoba, gracias a su labor periodística, entró en contacto con la sociedad más progresista de la ciudad. Sobre todo con quien sería su mentor, Joaquín García-Hidalgo Villanueva (1890-1936), reconocido masón e intelectual progresista que tuvo una enorme influencia en él. También frecuentó a destacados socialistas cordobeses como Fernando Vázquez Ocaña (1898-1966) y Gabriel Morón (1896-1973). Con la intención de prosperar en este ambiente, ingresó en la Logia Tolerancia de Linares (Jaén) el 15 de enero de 1927. No tuvo, sin embargo, compromiso efectivo, causando baja, por inasistencia e impago de cuotas, el 19 de marzo de 1928. Poco después, regresó a Madrid, donde contrajo matrimonio eclesiástico el 13 de julio. Enseguida nació su hijo, Juan. Por aquellas fechas, su tía le había conseguido de nuevo un trabajo en la capital, ahora como administrativo en el Banco Urquijo, lo que le permitió llevar una vida algo menos bohemia que la del periodista. Gracias a su mentor cordobés, Joaquín García-Hidalgo, también instalado entonces en Madrid, tomó contacto, en las postrimerías de la Dictadura primorriverista, con el círculo político de figuras republicanas tan relevantes como Álvaro de Albornoz, Marcelino Domingo y Félix Gordón Ordás. Se adentraba, así, en la política del nuevo Partido Republicano Radical Socialista, necesitado de perfiles jóvenes y combativos. Con la proclamación de la República y la convocatoria de elecciones constituyentes, fue designado candidato del partido en Ciudad Real, obteniendo el acta en la candidatura encabezada por Eduardo Ortega y Gasset. Trabajó también en la secretaría particular del ministro Álvaro de Albornoz, primero en Fomento y luego en Justicia.
Como diputado en las constituyentes, dentro de la conjunción republicano-socialista, su labor ha sido caracterizada como la de un auténtico saboteador y francotirador, como se definía a sí mismo. Se hizo famoso por sus interrupciones parlamentarias y no hay escándalo en el que no se viera envuelto. De hecho, ejercería como el auténtico jabalí de las Cortes por excelencia, en celebérrima expresión orteguiana. Asistió, por entonces, a alguna reunión de la Logia Parlamento. En junio de 1932 se examinó de ingreso del Bachillerato en el Instituto de Murcia, donde se presentó ante el Tribunal examinador luciendo insignias masónicas y un alfiler en la solapa con la cabeza de un jabalí (El Sol, 12.VI.1932). Su presencia en las páginas del diario de sesiones y de la prensa fue abrumadora. En especial, por su comportamiento histriónico, como referencia de la prensa satírica de uno u otro signo. Su trayectoria es inclasificable: del republicanismo izquierdista más anticlerical y demagógico pasaría, en breve plazo, a las posturas más reaccionarias, llegando a ser una auténtica celebridad en la prensa, por sus cambios de chaqueta y salidas de tono. De hecho, protagonizaría, a lo largo de 1932, numerosos pleitos judiciales –e incluso enfrentamientos físicos– por todo tipo de injurias y calumnias, con diputados derechistas tan conocidos como Pedro Sainz Rodríguez, Cándido Casanueva, José María Lamamie de Clairac y Melquíades Álvarez. El diputado carlista Joaquín Beunza (1872-1936) le llegó a apodar como el interruptor automático. Su experiencia quedó retratada en su libro En la brecha: relato, momento y personajes de mis interrupciones parlamentarias (1933).
Fue expulsado del grupo radical socialista en mayo de 1933, a raíz de la discusión parlamentaria acerca de los llamados sucesos de La Solana, cuando acusó solemnemente al ministro de Gobernación, Santiago Casares Quiroga, de “haber provocado la quiebra del Estado de derecho”. Esta grave aseveración aludía a su presunta permisividad frente a unos violentos sucesos –que tuvieron lugar el 19 de abril– que provocaron dos muertos, el terrateniente y antiguo sacerdote Julián García de Mateos Torrijos y un obrero socialista (ABC, 21.IV.1933). El 6 de mayo de 1933 se anunció en la prensa su separación de la minoría radical socialista. Expulsado de su partido, enseguida anunció su baja y, muy poco después, el 21 de julio se hacía pública la noticia de su ingreso en el grupo lerrouxista. Ahí se acabaría, según su propio testimonio, su relación con Albornoz, el partido y la masonería. Obtendría acta por Ciudad Real en las elecciones de noviembre de 1933 y febrero de 1936, dentro de las listas del Partido Radical y como integrante del Bloque de Derechas, “contra la Revolución y sus cómplices”. En realidad, actuaría durante la segunda legislatura como enlace del sector más derechista de su partido con la CEDA. Sin ir más lejos, el 28 de abril de 1934 la Juventud Radical pidió su expulsión del partido, por su asistencia al acto político de Acción Popular, celebrado el 21 de abril en El Escorial. En septiembre de 1934 fundó la efímera publicación Manos limpias, con el combativo subtítulo de Semanario republicano de lucha civil, desde el que arremete contra la masonería y las estrategias políticas de su antiguo partido. Sería denunciado, recogido y suspendido, por orden gubernativa, el mes siguiente (ABC, 24.X.1934). Sin embargo, su fama parecía imparable. En el diario La Prensa, de la lejana Santa Cruz de Tenerife, el periodista Félix Centeno afirmaba –con el revelador título de “Silueta de Pérez Madrigal. El jabalí número uno”– que “de la nada salió Pérez Madrigal, a quien hoy, fuera de Belmonte y Ricardo Zamora, no creo que le dispute la popularidad nadie” (22.XI.1935).
Después de las elecciones de febrero de 1936, el 20 de marzo, protagonizó de nuevo una sonada pelea en las Cortes, ahora con la bancada socialista y con motivo de la discusión de actas. En julio de 1936 envió a su familia fuera de Madrid (Navas del Marqués, Ávila), mientras él se trasladaba a Pamplona, donde estaba el 15 de julio para ponerse a las órdenes del general Mola. Al estallar la Guerra, se unía así a la causa sublevada con auténtico fervor de converso, de acuerdo a su propia expresión. Redactó el Manifiesto del general Cabanellas, designado Jefe de la Junta de Defensa, a quien acompañó como asistente en su gira por la zona sublevada. El 1 de agosto se afilió a Falange en Burgos. Desarrolló una intensa labor de propaganda antirrepublicana. El diario El Sol de 7 de noviembre de 1936 llegaba a informar –erróneamente, pero dando cuenta de su relevancia política– de su nombramiento como gobernador de Burgos. Desde el 19 de enero de 1937 trabajó en Radio Nacional de España, en su flamante sede de Salamanca, donde fue autor de dos emisiones de gran notoriedad: El miliciano Remigio pa la guerra es un prodigio y Aquí la flota republicana…, en forma de charlas satíricas muy descarnadas y virulentas, con la voz de Fernández de Córdoba, en las que arremetía contra los milicianos con especial inquina. Publicó simultáneamente diversas obras de corte histórico y periodístico, dando a la luz, en numerosas ediciones, a lo largo de la Guerra, una prolija literatura, dedicada al Caudillo y con fines propagandísticos. Consiguió el canje de su mujer y de su hijo, detenidos en Castellón, a cambio de una hija del líder comunista José Díaz. En la edición madrileña del diario ABC de 31 de julio de 1937 se informa al respecto de que “ser familia de Pérez Madrigal es una desgracia y no un delito”.
Al final de la Guerra, obtuvo el título de Derecho, por méritos patrióticos. Inició una titubeante carrera teatral. Dirigió la colección editorial de novela corta La Novela del Sábado, entre Sevilla y Madrid (1939-1940) y se encargó de poner en marcha la editorial Ediciones Españolas, también primero en Sevilla y luego Madrid. Entre mayo y agosto de 1941 lanzó en Madrid la publicación ¿Qué pasa? Semanario Político-Carlista de actualidad. Su carrera ascendente se vio truncada, sin embargo, cuando fue encausado –en abril de 1940– y, finalmente, procesado por el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC) entre julio y septiembre de 1941. Aunque sería absuelto, en última instancia, de todo cargo, tras interceder a su favor –por los indudables servicios de propaganda prestados a la causa– el propio Serrano Suñer y diversas autoridades eclesiásticas –en un tribunal presidido por el general Saliquet– y haber denunciado a numerosos diputados masones (Expediente de retractación 249. TERMC. Centro Documental de la Memoria Histórica), desde entonces, se desentendería de la primera línea política, probablemente también porque el nuevo régimen no se fiaba demasiado de él. Sin embargo, prestaría todavía destacados servicios, como periodista y escritor, a la propaganda oficial. Fue partícipe de los medios de información del Movimiento, adentrándose en el carlismo y defendiendo, desde entonces, posturas ultracatólicas cada vez integristas. Redactó los nueve volúmenes de sus Memorias de un converso (1943-1952), para tratar de justificar, según sus propias palabras, su juventud irreflexiva. Trabajó de nuevo en RNE (1945-1948), tras constituirse el gobierno de la República en el exilio, en emisiones pensadas para denigrar al exilio de México y que darían como resultado los cinco volúmenes de su obra Itinerarios de la infamia (1948). Simultanearía una –ya referida– discreta actividad teatral con el ejercicio de la abogacía, como gran especialista en pleitos por injurias y calumnias. Entre 1950 y 1952, por ejemplo, defendió al crítico de ABC Alfredo Marquerie en su querella por injurias contra el premio nacional de literatura de 1948 Juan Antonio Zunzunegui, quien sería finalmente condenado por el Supremo (ABC, 15.X.1952). Desde 1948 colaboró semanalmente en el diario Madrid de Juan Pujol. Tenaz e incansable publicista, en 1955, durante unos cursillos de cristiandad, experimentó una ferviente conversión religiosa que le condujo al más radical integrismo preconciliar. En esta línea, en enero de 1964 refundó la revista integrista ¿Qué pasa?, ahora como Semanario independiente, aunque se asombre la gente. Como portavoz de la Asociación de Cruzados Voluntarios y con algunas interrupciones, siguió en la calle hasta julio de 1981. Su ideología tradicionalista se acentuó, aproximándose aún más si cabe al carlismo. Desde esta publicación ejercería, de hecho, como azote del clero al que consideraba progresista, tras el Concilio Vaticano II. De hecho, sería denunciado en octubre de 1969 –en un proceso en el que se defendió a sí mismo– por injurias a un sacerdote de Salamanca y por el que fue condenado en sentencia firme en 1973 por el Supremo “por injurias graves y con publicidad, a la pena de un mes y un día de arresto mayor, cinco mil pesetas de multa con arresto sustitutorio de dieciséis días e indemnización de cincuenta mil pesetas al ofendido” (ABC, 18.III.1973). Su última obra, autoeditada, había visto la luz en 1970. Falleció en Madrid, a los 89 años, el 15 de febrero de 1988.
Obras de ~: En la brecha: relato, momento y personajes de mis interrupciones parlamentarias, Madrid, Zoila Ascasíbar, 1933; La república y la guerra: texto taquigráfico de la conferencia pronunciada el día 26 de abril de 1935, en el domicilio social del Partido Radical de Madrid, Madrid Castro, 1935; Augurios, estallido y episodios de la guerra civil: cincuenta días con el Ejército del Norte, Ávila, Sigirano Díaz, 1936; El Miliciano Remigio pa la guerra es un prodigio. Memorias de un miliciano rojo transmitidas por Radio Nacional de España, Ávila, Sigirano Díaz, 1937; Aquí es la emisora de la flota republicana. La Guerra a través de los partes rojos. Riesgo y desvergüenza de los navegantes, mangantes y mareantes del Mediterráneo y de su gobierno “ligítimo”, Ávila, Sigirano Díaz, 1938; Tipos y sombras de la tragedia. Mártires y héroes, bestias y farsantes, Ávila, Sigirano Díaz, Ávila, 1937; Disparos a cero, Madrid, Ediciones Españolas, 1939; Los que tienen razón, Joaquín Pérez Madrigal Editor, 1939; Grandeza y símbolos de Teruel, Ávila, Sigirano Díaz, 1939; Memorias de un converso (virutas de historia), Madrid, Instituto Editorial Reus, 1943-1952, 9 vols.; Itinerarios de infamia, Madrid, Editorial NOS, 1948, 5 vols.; El general Sanjurjo a presidio. Sucesos contemporáneos tomo I, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1955; Pérez: (vida y trabajos de uno), Madrid, Instituto Editorial Reus, 1955; Casas Viejas: palenque de sicarios. Volumen 2 de Sucesos históricos contemporáneos, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1956; España a dos voces. Los infundios y la Historia, Madrid, E.A.S.A, 1961 [alegato contra Gironella y sus dos novelas Los cipreses creen en Dios y Un millón de muertos]; El “escándalo de Munich”: ¿Jesús o Barrabás?, Madrid, E.A.S.A, 1962; Un millón de vivos: una novela de política o una política de novela, Madrid, E.A.S.A., 1963; Con Cristo vivo, frente a los “teólogos” de asalto, s.n., 1970.
Bibl.: J. Mansilla Escudero, Los diputados por Ciudad Real en la Segunda República, Ciudad Real, Diputación de Ciudad Real, 2015; J. L. Rodríguez Jiménez, “Las mentiras de un converso y falso masón: la aportación de Joaquín Pérez Madrigal a la teoría de la conspiración antiespañola”, en J. A. Ferrer Benimeli (coord.), La masonería en Madrid y en España del siglo XVIII al XXI, vol. 2, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2004, págs. 1303-1322; J. L. Ruiz Sánchez, “Joaquín Pérez Madrigal. De republicano, masón y anticlerical a furibundo franquista e integrista católico”, en J. M. Delgado Idarreta e Y. Pozuelo Andrés (coords.), La masonería hispano-lusa: de los absolutismos a las democracias, vol. 2, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2017, págs. 905-932.
Juan Carlos Sánchez Illán