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Pedro Jorge Guillén Álvarez

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Biografía

Guillén Álvarez, Pedro Jorge. Valladolid, 18.I.1893 – Málaga, 6.II.1984. Poeta y catedrático de Literatura Española.

El poeta y profesor universitario Pedro Jorge Guillén Álvarez nació en Valladolid el 18 de enero de 1893. Fue el hijo primogénito de Julio Guillén Sáenz y de Esperanza Álvarez Guerra. Se desconoce el origen del apellido Guillén, pero no el arraigo de los ancestros del poeta en la villa de Montealegre (Valladolid) como hidalgos vinculados al castillo-fortaleza del que fueron alcaides. En 1500, Alonso Guillén pleiteó ante la Real Chancillería de Valladolid en defensa de sus intereses patrimoniales y de rango. Hasta mediados del siglo xix, la familia se mantuvo en Montealegre.

A mediados de ese siglo, Patricio Guillén, abuelo del poeta, se trasladó a Valladolid, conservando en la villa de Tierra de Campos residencia y bienes raíces.

Julio Guillén, padre del poeta, fue un empresario que en tiempos de la Restauración impulsó en Valladolid la renovación de la burguesía tradicional.

Intervino activamente en la política liberal española —coincidiendo ideológica y políticamente con Santiago Alba—, al tiempo que procuró para su familia bienestar y educación dentro de un humanismo conciliador. Esperanza Álvarez, madre del poeta, fue hija de Laureano Álvarez, uno de los defensores de la identidad federal de Castilla en la Primera República Española. Poseía una sólida formación religiosa que aplicaba en la vida práctica y familiar con una gran liberalidad. Su rectitud, su apuesta por las libertades y su sensibilidad literaria fueron elementos decisivos en la formación del futuro poeta.

Jorge Guillén realizó sus estudios primarios en la academia privada de Valentín Alonso, un exfranciscano con formación clásica. En 1909 concluyó susestudios de bachillerato en el instituto Zorrilla de Valladolid, cuya fundación se debió al empeño político de Alba y del propio Julio Guillén. Todos los intentos por hacer del adolescente un futuro hombre de negocios fracasaron. La impronta humanista y literaria se impuso por encima de cualquier otra orientación.

En consecuencia, Julio Guillén, ese mismo año, en medio de una España convulsionada por el proceso y ejecución de Ferrer, envió a su hijo a un internado suizo de Friburgo, regentado por religiosos oratorianos.

Allí aprendió francés y se aficionó a los estudios humanísticos. Su regreso a Valladolid en 1911 clausuró la etapa de formación inicial.

En el período comprendido entre 1911 y 1917 —etapa juvenil—, Guillén perfiló su formación universitaria.

Se licenció en Filosofía y Letras en Granada en 1913 y vivió en Madrid en la primera Residencia de Estudiantes en la calle de Fortuny. El joven Guillén encajó perfectamente en aquel ambiente de paz y recogimiento. Aquí conoció a la mayoría de los grandes mentores de la nueva España, y de aquí arrancó su decisión de convertirse en un hombre de letras.

Los aires krausistas que soplaban en la Residencia, unidos a las recomendaciones de Ortega, empujaron al joven Guillén a trabar conocimiento con las nuevas corrientes que informaban el pensamiento europeo.

Viajó a Alemania en 1913, con estancias en Halle y Múnich, permaneciendo hasta el estallido de la Gran Guerra un año más tarde. Durante el período de 1914 a 1917 se instaló en Madrid, estrechando lazos con las instituciones que mejor respondían a las premisas de su indagación: la Residencia de Estudiantes —momento concreto en el que se relacionó con algunos de sus compañeros de generación—, el Centro de Estudios Históricos, la Biblioteca Nacional y el Ateneo.

Fueron años formativos y de relación con un mundo vario que el futuro poeta fijará como caudal decisivo.

En 1917, Jorge Guillén se estrenó como docente con un lectorado en la Sorbona. La estancia se prolongó hasta 1923, tiempo capital que sustentó el sueño de la juventud cifrado en dos grandes pasiones: el inicio de la creación poética y la concreción amorosa.

Coincidieron estos años con la proliferación de los movimientos de vanguardia, que Guillén estudió con gran interés y distancia. Estéticamente se sentía más próximo a Baudelaire o a Valéry, con quien intimó a partir de 1921. En 1918, el joven profesor perdió la timidez poética y escribió su primer poema, del que no se conserva referencia. En 1919, en unas vacaciones organizas por Julio Guillén desde Valladolid hasta la Bretaña francesa —aprovechando que el hijo residía en París—, conoció en Trégastel a Germaine Cahen, quien dos años más tarde se convirtió en su esposa. A partir de ese instante preciso, el mundo del poeta se ordenó y la palabra tomó la iniciativa de una relación jubilosa hasta dar con su forma feliz y habitable.

Había comenzado la redacción de Cántico, una tarea que el joven profesor, discretamente, prolongó durante varios años, y que compatibilizó con una meritoria labor crítica en diversos periódicos y revistas españolas. Con el nacimiento en París de su hija Teresa, el 28 de diciembre de 1922, se cerró el tiempo juvenil del poeta.

En junio de 1923, regresó a Valladolid para hacer su doctorado y opositar a cátedras de universidad. El retorno se vio empañado por dos hechos luctuosos: el golpe de Estado del general Primo de Rivera el 13 de septiembre y la muerte de Esperanza Álvarez, su madre, cuatro días después. Julio Guillén, como albista señalado, fue investigado y la policía registró la casa en medio del luto familiar. En 1925 se doctoró en Madrid con la tesis Notas para una edición comentada de Góngora, y el 2 de septiembre de este mismo año nació en París su hijo Claudio. Un año más tarde consiguió la cátedra de Literatura Española en la Universidad de Murcia, de la que tomó posesión el 1 de febrero de 1926.

Tres hechos literarios definen su estancia en Murcia.

El primero, la aparición de Verso y Prosa como revista que, dirigida por Juan Guerrero, tuvo en Guillén un colaborador indispensable. El segundo, la articulación de la llamada Generación o Grupo del 27 que para el poeta se explicaba bajo un denominador común: amistad y poesía. La publicación de la primera edición de Cántico, en diciembre de 1928, cerró felizmente el periplo murciano. Su aparición, concretada en setenta y cinco poemas, fue saludada por Azorín como la inauguración de “una época en la evolución de la lírica española”. Es una poesía de gran rigor formal —de aquí la recurrencia a encuadrarla como pura—, pero también de una humanidad triunfante y amorosa dentro del diseño de un mundo bien hecho y bien sentido.

En febrero de 1929 se cerró la Universidad de Murcia y el poeta-profesor, hasta 1931, fijó su residencia en la Universidad de Oxford como lector. Poco antes había publicado en la Revista de Occidente la traducción del Cementerio marino de Paul Valéry. La amistad con Salvador de Madariaga y con T. S. Eliot, la composición de nuevos poemas para la ampliaciónde Cántico, junto con el derrumbe de la dictadura y el advenimiento de la República, fueron los acontecimientos más cercanos y destacables en los dos años de su estancia en Inglaterra.

Regresó a España y se incorporó a la Universidad de Sevilla en virtud de una permuta que hizo con su amigo Pedro Salinas. La evolución de la política nacional no satisfacía del todo a Guillén, pero su apuesta por los ideales de la República y del institucionismo le situaron, sin militancia en partido alguno, al lado de su amigo Manuel Azaña y, en consecuencia, compartió con otros intelectuales los postulados de un republicanismo liberal, humanista y moderado. En junio de 1933 se produjo la sonada ruptura con Juan Ramón Jiménez, que nunca acabó del todo. Poéticamente, Jorge Guillén continuaba en estado de gracia, y en enero de 1936 apareció la segunda edición de Cántico con cincuenta nuevos poemas y con un matiz diluido, pero inquietante, ante el futuro incierto que se avecinaba.

El estallido de la Guerra Civil sorprendió a Jorge Guillén de vacaciones en Valladolid. De inmediato decidió evitar a los hijos las consecuencias del desastre.

La operación de enviarlos a Francia con los abuelos maternos fue muy compleja y terminó en cárcel para el matrimonio Guillén en la ciudad de Pamplona acusados de espionaje. Los pases de frontera delataron la actividad sospechosa de una judía francesa y de un español liberal, lo que llevaba consigo juicio sumarísimo con pena de muerte. Julio Guillén, un superviviente de la dictadura de Primo de Rivera, diseñó el modo eficaz de salvar a su hijo. Aportó firmas —arzobispo de Valladolid, políticos, falangistas y hasta familiares cercanos al mismísimo Queipo de Llano— confirmando que el encarcelado no era más que un poeta dedicado a su cátedra y a su familia. Como consecuencia, el 19 de agosto, fecha en la que fue asesinado García Lorca, Jorge Guillén fue liberado.

Aunque el poeta salvó la vida —hizo gestos de normalidad suprema, incorporándose a su cátedra de Sevilla, y traduciendo el alegato de Paul Claudel en torno a los "mártires de la Cruzada"—, nada aseguró su futuro profesional y la supervivencia de la familia. Expedientado y reducido a la condición de sospechoso perpetuo, Guillén decidió en 1938, aprovechando que su amigo Pedro Sainz Rodríguez era ministro de Educación en el Gabinete de Franco, solicitar los requisitos oportunos para salir de España. A primeros de julio de ese mismo año abandonó el país. Había comenzado para el poeta la etapa del exilio.

Se reunió en París con su esposa e hijos, pero la estancia duró poco, ya que no corrían buenos tiempos para los republicanos españoles en la Francia hospitalaria.

Por influencia de Pedro Salinas consiguió un semestre de docencia —curso 1938-1939— en la Universidad norteamericana de Middlebury. En Nueva York tuvo los primeros contactos con los compañeros del exilio al otro lado del Atlántico. El más impactante de todos ellos fue el encuentro con el padre de Federico García Lorca.

En mayo de 1939, Jorge Guillén fue nombrado profesor asociado de la Universidad de MacGill, Montreal (Canadá), en donde permaneció un curso completo dedicado a las tareas docentes y a la organización del departamento de español. Con la familia al lado, el poeta, que tenía una entereza castellana a toda prueba y una capacidad enorme de abstracción, recuperó también el impulso poético. Pero en la reconquistada felicidad —que para Guillén se cifraba en tomar el pulso positivo de lo cotidiano— irrumpieron muy pronto signos inquietantes: aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad de su esposa Germaine. Al curso siguiente, Jorge Guillén fue nombrado profesor en Wellesley College, Massachusetts, plaza que ocupó hasta la fecha de su jubilación en 1958.

El exilio para Guillén no tuvo connotaciones dramáticas.

Su talante positivo le hacía emerger de las catástrofes y su parquedad castellana —necesitaba muy poco para vivir, y lo hizo modestísimamente hasta el final de sus días— le proporcionaba una adaptación sin problemas a cualquier circunstancia.

En América inauguró “un tiempo sin prisa” al que adaptó su ritmo vital y poético, y también el histórico más externo. Guillén pensó desde un principio que había dictadura para rato y que su estancia en Nueva Inglaterra sería prolongada. Vivir con la plenitud lo que guarda el mundo y cumplir con el plan de la obra, eran sus objetivos inmediatos. La familia, su labor universitaria y la poesía necesaria centraron todo ese tiempo. Por el humilde apartamento de Norfolk Terrace pasaron en un corto espacio de tiempo —hasta 1947— los incidentes gozosos y dolorosos: las vicisitudes de los hijos, la ocupación nazi en Francia que llevó a varios familiares de Germaine al exterminio en campos de concentración, la tercera edición de Cántico publicada en México en 1945 y también el vacío de la nada. El 23 de octubre de 1947 fallecía en París, víctima de un cáncer de pecho, Germaine Cahen. La vitalidad poética se mantuvo también inalterable en el exilio. En 1950 apareció la cuarta edición de Cántico como “fe de vida”, publicada en Buenos Aires, dando entrada a un “tiempo de historia” en el que se daban cita las fuerzas negativas del mundo y del hombre. En el verano de 1949, Guillén realizó un viaje relámpago a España debido a la precaria salud de su padre. En su patria ideó la construcción de su libro Clamor. Frecuentemente se ha enfrentado Cántico con Clamor, pero en la poética guilleniana no cabe tal pugna porque en la concepción del poeta la vida es varia y refleja a un tiempo lo íntimo y lo social.

La muerte en 1950 de Julio Guillén y la de Pedro Salinas, “el amigo perfecto”, en diciembre de 1951 supusieron un duro golpe que el poeta remontó con su acostumbrado vitalismo. Emprendió, antes de la jubilación, una dinámica actividad profesional y poética: clases en Wellesley, profesor visitante en distintas universidades, publicó Maremagnum —primer libro de Clamor—, realizó dos breves visitas a España y fue nombrado titular de la cátedra Charles Eliot Norton de Harvard, cuyas conferencias se publicaron después bajo el título Lenguaje y poesía. La jubilación académica en 1958 aportó una novedad inesperada para el propio Guillén. En octubre de 1958 visitó Florencia y conoció a Irene Mochy de Sismondi, con quien contrajo matrimonio, en Bogotá, el 11 de octubre de 1961.

Todavía dispuso el poeta de veintitrés años más para ejercitar su labor con vitales equilibrios. Dictó cursos entre 1961 y 1970 en distintas universidades y, sobre todo, perfiló el corpus de su obra poética bajo el título de Aire nuestro, integrado por cinco series: Cántico, Clamor, Homenaje, Y otros poemas y Final.

Cuando en 1968, con setenta y cinco años, publicó la serie Homenaje, pensó, razonablemente, que la obra había concluido. Pero a Homenaje siguió después Y otros poemas en 1973, y Final en 1981. Siendo ya un poeta universalmente laureado, España le concedió, en 1976, el primer Premio Cervantes, un galardón de transición con una ceremonia sin personajes oficiales de relieve. Franco había muerto y el poeta, al tiempo que recibía el Cervantes, hizo las maletas para instalarse definitivamente en España. Después de treinta y ocho años, el exilio había concluido.

El poeta se instaló en Málaga para agotar, serenamente, los últimos siete años de vida que le restaban.

El número 29 D del paseo Marítimo, modestísimo y acogedor, se convirtió en cita obligada para amigos, escritores y todo tipo de personas. Conversador incansable y agudísimo, sólo admitía un impedimento: “el límite del cansancio”. Lo que no impidió que prestara atención agradecida a homenajes, premios, doctorados honoris causa y también a una correspondencia diaria y copiosa que contestaba de su puño y letra.

La publicación de Final en 1981 cerró su producción poética. Tres años más tarde murió en Málaga, el 6 de febrero de 1984.

 

Obras de ~: Cántico, Madrid, Revista de Occidente, 1928; Cántico, Madrid, Cruz y Raya, 1936; Cántico —Fe de vida—, México, Litoral, 1945; Cántico —Fe de vida—, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1950; Clamor —Tiempo de historia—. Maremágnum, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1957; Clamor —Tiempo de historia—... Que van a dar en la mar, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1960; Clamor —Tiempo de historia—, A la altura de las circunstancias, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1963; Homenaje —Reunión de vidas—, Milano, All’lnsegna del Pesce d’Oro, 1967; Aire nuestro: Cántico, Clamor, Homenaje, Milano, All’lnsegna del Pesce d’Oro, 1968; Y otros poemas, Buenos Aires, Muchnik Editores, 1973; Aire nuestro. I, Cántico, Barcelona, Barral, 1977; II, Clamor, 1977; III, Homenaje, 1978; IV, Y otros poemas, 1979; V, Final, 1981; Aire nuestro. I, Cántico; II, Clamor; III, Homenaje; IV, Y otros poemas; V, Final, ed. de Claudio Guillén y Antonio Piedra, Valladolid, Centro de Creación y Estudios Jorge Guillén, Diputación de Valladolid, 1987; El hombre y la obra, ed. y prólogo de K. M. Sibbald, Valladolid, Centro de creación y Estudios Jorge Guillén, Diputación, 1990; Aire nuestro. I, Cántico; II, Clamor; III, Homenaje; IV, Y otros poemas; V, Final, ed. de F. J. Díaz de Castro, Madrid, Anaya y Mario Muchnik, 1993; Obra en prosa, ed. de F. J. Díaz de Castro, Barcelona, Tusquets Editores, 1999; Notas para una edición comentada de Góngora, ed. y notas de A. Piedra y J. Bravo, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2002; Cienfuegos y otros inéditos (1925- 1939), ed., est. y notas de G. Carnero, Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2005.

 

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Antonio Piedra

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