Prieto Anguita, Miguel. Almodóvar del Campo (Ciudad Real), 1907 – Ciudad de México (México), 12.VIII.1956. Pintor, diseñador gráfico, escenógrafo, ilustrador.
Nació el manchego Miguel Prieto en el seno de una familia campesina e inició su formación en Puertollano (Ciudad Real), de donde pasó a Madrid. Se sostuvo aquí como pintor de brocha gorda mientras comenzó a estudiar Dibujo y Escultura en la Academia de San Fernando y en los estudios de Victorio Macho, Julio Prat y Julio Moisés, aunque luego su vocación le llevaría hacia la pintura, la escenografía y la tipografía. Su aplicación le valió, a su vuelta a Ciudad Real, la obtención de una beca de la Diputación y algunos encargos importantes, entre ellos el Retrato de la marquesa de Salinas (que le abrió la vía, no aceptada por su ideología, del retrato de encargo).
Le permitió aquello financiar su formación (también completada como escenógrafo en el Teatro Escuela de Arte que dirigió en Madrid Rivas Cherif) e iniciar su trayectoria en el Madrid del primer lustro de la década de 1930. Así, durante este período, en el que también se casará con su paisana Angelita Ruiz, acentuará su compromiso político-social y entrará en 1933 en la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (AEAR) de Madrid, evolucionando en lo estético — especialmente a partir de la Revolución de Asturias de 1934— hacia un realismo comprometido, pero sin olvidar los recursos surrealistas. Sus primeras menciones y apoyos le vinieron, especialmente, del crítico Manuel Abril, quien ya en enero de 1932 comentó “la gracia y la fuerza” de su pintura y grabados en su muestra individual en el Ateneo de Madrid.
Acaso por ello, Abril, que definirá su pintura como realismo “cilíndrico”, le incluyó en febrero de 1932 entre la representación madrileña de la muestra organizada por la Sociedad de Artistas Ibéricos en el Ateneo Mercantil de Valencia, y, en 1933, volvió a comentar sus avances y presencia en la colectiva I Exposición de Artistas Revolucionarios, promovida por la AEAR e inaugurada en el Ateneo madrileño. Paralelamente, se ligó directamente al teatro de guiñol, conformando durante una de las ferias del libro madrileñas una pequeña compañía teatral y de tertulia, a la que bautizó como La Ballena Alegre y en la que se integraron García Lorca, Alberti, M.ª Teresa León, Guillén, Cernuda y otros, aunque luego Neruda sugirió el nombre de La Tarumba, que será como se conozca su revolucionario estudio de guiñol desde 1935, año en el que representó El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín de Lorca y en el que Prieto también realizó un guiñol de fantásticas proporciones en el Teatro Español de Madrid. En la misma línea, el manchego tomó parte muy activa en las Misiones Pedagógicas y en el teatro ambulante de La Barraca encabezado por Lorca. Por otro lado, durante 1935 y 1936, colaboró en la ilustración de revistas como las madrileñas Octubre y El Tiempo Presente, la malagueña Sur o la valenciana Nueva Cultura.
Iniciada la Guerra Civil, Prieto, que junto a Ángel Ferrant y Gabriel García Maroto formó parte de la comisión encargada de reorganizar la enseñanza de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, ingresó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas madrileña y trabajó en su Taller de Artes Plásticas, especialmente — aunque también realizó carteles e ilustraciones— en su compañía teatral Nueva Escena, que puso en marcha un teatro de guiñol para el que Dieste y Alberti escribieron obras y el manchego realizó figurines y decorados. Mientras, también participó en revistas como El Mono Azul o Acero. Trasladado a Valencia en noviembre de 1936, siguió colaborando allí con la homónima Alianza valenciana y en la edición e ilustración de varias revistas, como El Buque Rojo, Línea, Vanguardia o Nueva Cultura (AIDC), y la realización de carteles. En 1937, no sólo firmó la famosa “Ponencia colectiva” del Congreso Internacional de Escritores contra el fascismo o tomó parte en el álbum colectivo, dirigido por García Maroto, Los dibujantes en la guerra de España y el posterior Álbum de Homenaje al General Miaja, sino que también ilustró el Llanto en sangre de Emilio Prados y el Romancero gitano de Lorca; expuso junto a otros destacados artistas en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París y viajó a la Unión Soviética con Rivas Cherif y Miguel Hernández; ya que, además, fue miembro de las Milicias de la Cultura y del Consejo Nacional del Teatro de la Dirección General de Bellas Artes. Se trasladó a Barcelona con el Gobierno y de aquí hubo de pasar a Francia, donde fue recluido en los campos de concentración de Argels-sur-Mer y Saint Cyprien (donde realizó algunos dibujos, luego expuestos junto a los de otros exiliados en la Maison de la Culture de París y su itinerancia en Londres y Estados Unidos).
En marzo de 1939 se creó en París la primera Junta de Cultura Española, de la que entró a formar parte, y el 6 de mayo, junto a otros miembros de esta Junta (José Renau, José Bergamín, Emilio Prados, Josep Carner, José Herrera Petere, Antonio Rodríguez Luna, Roberto Fernández Balbuena, Eduardo Ugarte, Rodolfo Halffter y otros), salió con apoyo mexicano del puerto francés de Saint Nazaire, en el trasatlántico holandés Vedamm, con destino al país azteca, a donde arribaron, tras pasar por Southampton (Gran Bretaña), Halifax (Canadá) y Nueva York, el 27 de mayo.
En México, en el campo de acción socio-política, fue presidente de la Unión de Jóvenes Patriotas Españoles (fundada ya en el exilio), ingresó en 1947 en el Partido Comunista de España (PCE), fue miembro del Consejo Español de La Paz y miembro fundador de la Unión de Intelectuales Españoles en México, a cuya junta directiva perteneció hasta 1955. Mas en México, dejando aparte su labor docente como catedrático de Diseño en la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sobre todo desarrolló su triple faceta creativa de pintor, diseñador gráfico y escenógrafo. Inició la primera en 1939, por invitación de David Alfaro Siqueiros, quien le invitó —al igual que a Renau, a Rodríguez Luna y a algún otro pintor español refugiado— a participar en su mural colectivo para el Sindicato de Electricistas, Retrato de la burguesía; aunque, tras esta experiencia, no se volvió a enfrentar a la actividad mural hasta 1953, fecha en la que ejecutó el mural El hombre contempla el cielo en el Observatorio Astrofísico de Tonanzintla (Puebla). No obstante, pintó mucho desde su llegada, especialmente retratos (como los de Antonio Machado, Miguel Hernández, su esposa e hijos, Emilio Prados, Juan Rejano, Luis Fernández, Sara Montiel, Trinidad Soler, Alfa Henestrosa, Fernando Benítez, Jesús Martí, Ana María Cano o Aurora Suárez, entre otros), composiciones y paisajes, además de numerosos dibujos para ilustrar cuentos, ensayos, poemas y novelas (como los dibujos para los cuentos de Alberto Quintero, Herrera Petere o Sánchez Barbudo, publicados en 1940 en la revista Romance; los realizados en 1945 para La esfinge mestiza de Rejano o en 1947 para La Celestina, ambos en la editorial Leyenda; los de 1944 y 1954 para los poemarios de Rejano El Genil y los olivos y Canciones por la paz, etc.). En conjunto, su pintura, de un realismo ilustrado, social y reflexivo, fue evocadora y nostálgica, con tintes doloridos, tiernos y románticos sobre la España perdida e indagadores sobre el nuevo país, predominando la composición de ritmos curvos, el dibujo de formas vigorosas y precisas, los colores expresivos e intensos y la pincelada suelta.
Realizó varias muestras individuales importantes en la capital azteca: las primeras en septiembre de 1941 y mayo de 1944 (23 y 48 obras), en la Galería Arte y Decoración, y, la tercera, en noviembre de 1948 (50 obras) en el Museo Nacional de Artes Plásticas (a las que siguieron dos retrospectivas póstumas: una en ese mismo museo, en noviembre de 1956, y otra en su domicilio de la calle Elba, en mayo de 1961).
Igualmente participó en otras tantas colectivas, destacando la de artistas exiliados españoles inaugurada por la Junta de Cultura Española en marzo de 1940 y las primeras conjuntas de mexicanos y españoles (la “Hispano-Mexicana” de la Librería Cristal en agosto de 1940; la de la Galería Arte y Decoración en diciembre de 1941 y la “I Exposición Conjunta” o “contrabienal antifranquista” del Bosque de Chapultepec —de la que fue organizador— en febrero de 1952). Aunque también participó en 1942 y 1943 en los Salones, tanto de Grabado como de Pintura, de la Galería Arte y Decoración; en junio de 1954 en la exposición “Artistas huéspedes” del Salón de la Plástica Mexicana; en octubre de 1949 en la exposición de la Sociedad para el Impulso de las Artes Plásticas —a la que perteneció— en Galería de Arte Moderno y en 1944 y 1948 en las exposiciones benéficas celebradas en Arte y Decoración, el Palacio de Bellas Artes y la Galería Mont-Orendáin.
Su labor como escenógrafo fue también importante, aunque no la retomó hasta 1952, fecha en la que el director artístico del Teatro Universitario, Carlos Solórzano, le invitó a participar en la primera temporada de la institución en el Teatro del Seguro Social.
Puso así en escena su primera pieza, No es cordero que es cordera, adaptación de León Felipe de la obra de Shakespeare; a la que, tras su éxito, siguieron muchas otras: La prueba de las promesas, de Ruiz de Alarcón; El proceso, de Kafka; Seis personajes en busca de autor, de Pirandello; De este agua no beberé, de Musset; Edipo rey, de Sófocles; Enterrad a los muertos, de Irwin Shaw; El Hechicero y Los Justos, de Camus. Para el crítico teatral Miguel Guardia, en escenografía, Prieto “lo hizo todo: la escenografía realista, corpórea; la sintética; la imaginativa pero casi realista y la imaginativa fantasiosa. Y todo lo consiguió: el ambiente de la obra, la funcionalidad del escenario, la poesía, el misterio, en suma, la perfecta composición”. Esta labor, además, la completó el manchego con la realización de decorados y numerosos carteles de gran formato para la Ópera de Bellas Artes, la Comedia Francesa, el Ballet Ruso del marqués de Cuevas, etc.
Finalmente, donde realmente dejó un sello imborrable en el nuevo país fue en su labor de tipógrafo y diseñador gráfico. De hecho, sólo con unos meses en México, en febrero de 1940, con otros exiliados fundó y entró a formar parte del comité editorial de la revista quincenal Romance (1940-1941), dirigida por Rejano y donde Prieto comenzó a desplegar algunos rasgos de su estilo gráfico, caracterizado por el gran equilibrio en la disposición de los espacios, integrados con la tipografía. Luego, también con Rejano, fundó la efímera revista Ultramar (1947), de la que fue director artístico; así como participó estrechamente en otras tres importantes revistas fundadas por los exiliados: España Peregrina (1940), Nuestro Tiempo (1949) y España y la Paz (1951), y colaboró en otras, como Litoral (1944) y Las Españas (1946). Por otro lado, en 1947 fue llamado para ponerse al frente de la joven Oficina de Ediciones del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), empezando así su verdadera proyección como tipógrafo y diseñador gráfico. Para el INBA el manchego —que desde 1950 contó, primero como ayudante y tras su muerte como continuador, con el pintor de origen español Vicente Rojo— diseñó cuidados catálogos, libros, revistas, programas, invitaciones, carteles, entradas, etc.; pero entre su numerosa producción para la institución, destacan las logradas ediciones del catálogo de Diego Rivera, cincuenta años de labor artística (1949), el Canto general de Pablo Neruda (1950), la Arquitectura popular de México de García Maroto (1954) y la revista México en el Arte, órgano de difusión del INBA. Por otro lado, Prieto también diseñó otras importantes publicaciones periódicas, como la revista médica Sipnosis (1950), la revista Universidad de México y, sobre todo, el mítico y brillante suplemento cultural y dominical del diario Novedades, México en la Cultura, aparecido en 1949 bajo la dirección editorial de Fernando Benítez y la artística de Miguel Prieto, quien lo dotó de un diseño de belleza inédita en el periodismo del país, convirtiéndose en el modelo fundamental de la prensa cultural y el mundo intelectual mexicanos.
A Miguel Prieto, así, se le ha reconocido en México, especialmente, su papel pionero como fundador del arte del diseño tipográfico en el país, algo que ya se comenzó a apuntar tras su temprano fallecimiento.
Posteriormente, Fernando Benítez le caracterizó como “el iniciador del moderno diseño gráfico mexicano”, mientras su discípulo Vicente Rojo destacó que, tan sólo con los dieciséis años que llegó a vivir en el país, “logró, sin proponérselo, sentar en México las bases del diseño gráfico en el campo de las publicaciones culturales” y Cuauhtémoc Medina concluyó que, en México, “Prieto fue el fundador de la tipografía de la segunda mitad del siglo XX y, a pesar de su muerte prematura en 1956, fue el diseñador más importante de los años cuarenta y cincuenta en el campo de la prensa cultural”.
Obras de ~: Escritos: “Gutiérrez Solana, español del desaliento”, en Ultramar, México D.F., n.º 1 (julio de 1947); “Arturo Souto, un pintor en plenitud”, en Las Españas (México D.F.), n.º 6 (29 de septiembre de 1947), p. 8; “Palabras de Miguel Prieto”, en Novedades (suplemento México en la Cultura, n.º 160), México D.F., 2 de marzo de1952, pág. 2.
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Miguel Cabañas Bravo