Pereira, Gómez. Medina del Campo (Valladolid), 1510 – 1558 post. Médico y filósofo.
Hijo de comerciantes afincados en Medina del Campo, Antonio Pereira y Margarita de Medina, nació el médico Gómez Pereira en la villa castellana de Medina del Campo en 1510, prolongándose su existencia al menos hasta los años centrales del siglo xvi.
Tuvo Gómez Pereira tres hermanos, el mayor Francisco, y Juan y Gonzalo nacidos entre 1505 y 1515, además una hermana de nombre Ana. Con sus padres Antonio y Margarita, vivió su abuelo Gómez García Pereira, de quien tomó el nombre Gómez Pereira.
Al parecer era descendiente de familia de conversos, con ascendencia y vínculos con Portugal. Se sabe que su padre Antonio fue hombre de baja estatura, que marchó a Portugal con motivo de la expulsión de los judíos españoles en 1492, decretada por los Reyes Católicos. Sin duda el origen portugués parece remontarse a su abuelo, quien, como otros mercaderes portugueses, acudían a las ferias de Medina del Campo, estableciéndose definitivamente en esta villa castellana. Su madre Margarita de Medina murió hacia 1515, quedando Gómez Pereira bajo el cuidado de Ana de Ávila, sobrina de Margarita. Durante estos años cursaba Gómez Pereira estudios en Artes y Medicina en la Universidad de Salamanca, donde a la sazón dictaba docencia, con influjo nominalista, Juan Martínez Silíceo, posteriormente elevado a cardenal, de cuyas enseñanzas se orientó Gómez Pereira en las corrientes nominalistas que influirían decisivamente en toda su obra y el pensamiento crítico que más tarde desarrolló el médico con enorme originalidad.
En Salamanca, Gómez Pereira tomó contacto con el galenismo tradicional, anterior al humanismo y cargado de influencias avicenistas. Tras finalizar sus estudios, Gómez Pereira regresó a su villa natal, Medina del Campo, donde serán publicadas treinta años más tarde sus dos obras, y donde al parecer permaneció como médico y comerciante hasta su muerte, acaecida sin duda con posterioridad a 1558.
Casó con Isabel Rodríguez, residiendo el matrimonio en la villa de Medina del Campo en la famosa Rúa. En este domicilio familiar del médico y comerciante, convivió con su hermano Juan y la esposa de éste, María de Habán. El ejercicio profesional de Gómez Pereira en la medicina tuvo notable éxito social, de quien se decía a la sazón que era “muy buen médico y afamado así en la villa de Medina del Campo como en otras partes”.
La situación holgada de Gómez Pereira y su familia le sitúan en el entorno comercial y burgués de Medina del Campo en la primera mitad del siglo xvi, hecho que ha sido documentado por Narciso Alonso Cortés, llegando el médico a realizar estimables inversiones en censos reales, intervenir en el tráfico de vino y bodegas, incluso alquilar alojamiento a los mercaderes llegados a Medina durante las ferias. Se sabe, gracias a este aporte documental, que Gómez Pereira mantuvo continuados pleitos de índole económica y mercantil, ante el corregidor de Medina y posteriormente en la Chancillería de Valladolid. Este entorno le sitúa alejado de la esfera universitaria y por tanto explicaría en alguna medida su actitud abierta a la crítica frente a la tradición galénico-aristotélica. La lejanía de su actividad profesional también abona la rareza de su obra, que contrasta, por su originalidad, con el ambiente general de la medicina española del siglo xvi.
Gómez Pereira solamente publicó dos libros, redacción que llevó a cabo a lo largo de varias décadas, hasta su impresión. El primero en orden cronológico corresponde al titulado Antoniana Margarita opvs nempe Physicis, Medicis, ac Theologicis non minvs vtile qvam necessarium (Medina del Campo, 1554), en la imprenta de Guillermo de Millis en 1554, obra que fue reeditada en Francfurt del Meno en 1610. La traducción castellana de José Luis Barreiro Barreiro, con la colaboración de Juan Luis Camacho, apareció con el mismo título Antoniana Margarita (Santiago- Oviedo, 2000), edición conjunta de la Universidad de Santiago y la Fundación Gustavo Bueno. El segundo texto de Gómez Pereira titulado Nova veraque medicina experimentis et evidentibus rationibus cmopobata (Medina, 1558) fue impreso en la oficina de F. del Canto. Ambas obras fueron reeditadas en pleno siglo xviii por Antonio Martín en Madrid en 1749.
La primera de las obras citadas constituye uno de los libros más famosos de la historia del pensamiento español, como lo prueba el interés que ha despertado entre historiadores de la medicina y de la filosofía, desde la segunda mitad del siglo xvi hasta nuestros días. A pesar de las críticas de Miguel de Palacios y Francisco de Sosa, o el desinterés de Descartes en la centuria siguiente por la obra del medinense, a finales del siglo xvii el obispo Pierre Daniel Huet se refería a Gómez Pereira como inmediato y claro precursor del cartesianismo moderno. Durante los siglos xvii y xviii no faltaron los escoliastas de la obra del médico medinense. Thomas Willis entre los anatomistas y neurofisiológicos ingleses y Pierre Bayle entre los enciclopedistas franceses se hicieron eco dedicando un artículo a Gómez Pereira en el Dictionnaire Historique et Critique. En el lado español mostraron un fervoroso interés en el siglo xvii el jesuita Rodrigo de Arriaga y el médico Isaac Cardoso, concedieron especial relieve al antiaristotelismo de Gómez Pereira.
La polémica de la Ciencia Española despertada con motivo de la crítica de la Encyclopedie encontró lugar abonado en los escritos de Benito Jerónimo Feijoo, Carlos Denina y Juan Pablo Forner. Esta réplica española motivó la reedición de las obras de Gómez Pereira, se dijo en 1749. Esta polémica alcanzó nuevo auge con la defensa acalorada de Marcelino Menéndez y Pelayo en su Ciencia Española.
La Antoniana Margarita comienza con la dedicatoria, en la cual el autor refiere que el título responde a su deseo de consagrarlo a sus padres, Antonio y Margarita.
Tras esta dedicatoria, Gómez Pereira se dirige a los lectores, señala que al publicar esta obra, tan nueva como contraria a las ideas reinantes durante tantos siglos, su propósito era demostrar lo que por espacio de treinta años, es decir desde 1524, había examinado Gómez Pereira y comprobado. Al ocuparse de la demostración distingue la demostración “matemática”, y la “médica”. En el primer caso, refiere, siempre hay una verdadera demostración, pero en la “médica” sólo se verifica cuando el mayor número de casos sea cierto. El propósito del autor, prosigue relatando Gómez Pereira, era demostrar que los brutos carecen de alma. Este planteamiento le concede una enorme originalidad en la historia del pensamiento español. Su sistema gira en torno a la tesis de la insensibilidad de los brutos que se resume en el axioma bruta sensu carent.
Este postulado lo defendió Gómez Pereira frente a los supuestos de la filosofía tradicional del aristotelismo y galenismo. Con sus argumentaciones, Gómez Pereira, que parte de los principios de la física aristotélica acaba por rebatir el pensamiento aristotélico. A través de una serie de silogismos Gómez Pereira, de forma deductiva, va desgranando los supuestos de su doctrina sobre la diferencia entre los brutos y el hombre.
Sin llegar a una concepción atomista, en el pensamiento de nuestro médico se establecen las bases del mecanismo animal. La Antoniana Margarita, a pesar de responder a los principios de la física aristotélica y del galenismo bajomedieval, fue más allá insinuando una nueva actitud crítica ante el pasado y abriendo una crítica frente a los autores antiguos.
Conocedor Gómez Pereira de la filosofía nominalista de los “calculatores”, que había aprendido de su maestro Juan Martínez Silíceo en la Universidad de Salamanca, la obra del medinense se encuentra por ello alejada de los médicos humanistas y al mismo tiempo del galenismo y aristotelismo medieval. La modernidad y la actitud crítica, punto de partida de la modernidad, es patente en numerosas ocasiones a lo largo de la obra. Gómez Pereira subraya una y mil veces su protesta frente a los antiguos, afirmando no respetar en esta materia la autoridad de ningún autor.
Este talante abierto y moderno se halla en consonancia con su vinculación al estamento comercial medinense en el período brillante de esta ciudad castellana.
Ilustra, asimismo, de lo que hubiera sido la modernidad en Castilla de no haber quebrado la clase burguesa y mercantil apenas sobrepasados los años centrales del siglo xvi.
La obra de Gómez Pereira se fundamenta en una ruptura con los “clásicos”, actitud alejada del pensamiento avicenista y galenista de los claustros universitarios de Salamanca a lo largo del siglo XVI. A pesar de las cautelas, la tardanza y lentitud de su gestión, la Antoniana Margarita es un ejemplo de los que “como yo (refiere el autor) se esfuerzan en investigar la verdad”.
La tesis central de la obra es la naturaleza del comportamiento animal, estableciendo las diferencias con el hombre. El raciocinio de Gómez Pereira, como anticipó en su día Anastasio Chinchilla y retomó en el pasado siglo Laín Entralgo al compararlo con la estatua de Condillac, es que Gómez Pereira afirma que si los animales sintiesen, tendrían capacidad de juzgar y no se diferenciarían del hombre: “Si los brutos ejercitasen los actos de los sentidos exteriores como el hombre, al ver un perro o un caballo a su dueño, concibiría lo mismo que concibe un criado al ver al suyo, y así como éste a la vista de su amo afirma en el entendimiento que aquel es su amo, así el perro y el caballo deben afirmar en su mente, que aquel y no otro sujeto, es el dueño”. Desde el nominalismo Gómez Pereira apunta que si los animales estableciesen estas conclusiones deberían descender de las universales a las particulares. A renglón seguido reitera nuevos argumentos, semejantes al anterior, para acabar afirmando que la autoridad de Aristóteles en este punto ha sido causa de numerosos errores.
La publicación de la Antoniana Margarita (1554) no pasó inadvertida, suscitando una inmediata réplica del catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, Miguel de Palacios, que representa un ataque a Gómez Pereira, desde la postura académica, en sus Objectiones adversus nonnulla ex multiplicibus paradoxis Antonianae Magaitae (1555), como también el médico Francisco de Sosa, avecindado en Medina del Campo, en su Endecálogo contra Antoniana Magarita, en el que satirizaba la obra de Gómez Pereira. Entre los médicos áulicos el catedrático de Alcalá Francisco de Valles criticó las tesis de Gómez Pereira sobre la insensibilidad animal en la obra De Sacra Philosophia (1587), como el teólogo y pensador Francisco Suárez en su tratado De anima (1621).
A la fiebre, su naturaleza y procesos febriles infectocontagiosos, se refiere de forma monográfica Gómez Pereira en su segunda obra titulada Novae veraque medicinae (Medina del Campo, 1558), de la que se hizo en 1749 una edición conjunta con la Antoniana Margarita.
Gómez Pereira dedicó la Nova veraque medicinae al príncipe Carlos, hijo de Felipe II, dedicatoria en la cual el médico refiere sus conocimientos de física, pues al dirigirse al príncipe afirma: “Habiendo hecho en vuestra presencia y por mandado nuestro el esperimento mío de hacer ascender las aguas de los ríos y de las fuentes, cualquiera que fuere la profundidad, y por más escabroso que fuese el terreno, al punto que se quería, me acuerdo que vuestra excelsitud me pidió la esplicación de aquel ascenso, y le contesté que no podía entenderlo bien, sin saber física”.
En la dedicatoria al lector, Gómez Pereira confiesa la dificultad de desterrar del ánimo de los médicos las preocupaciones en favor de Galeno y Aristóteles. En el Proemio declara que el objeto de esta obra es hacer ver los numerosos errores en los que había incurrido Galeno. Esta obra, dividida en setenta capítulos, comprende dos grandes problemas, en los primeros capítulos aborda la naturaleza del calor febril, en tanto los restantes están dedicados a los procesos febriles como entidades morbosas, entre las que incluye numerosos procesos infecto-contagiosos. La Nova veraque medicinae rezuma una clara actitud crítica al galenismo y aristotelismo vigentes en los ambientes universitarios españoles de la primera mitad del siglo xvi, sin embargo no supone una ruptura total con Galeno.
Entre otros temas acepta la teoría galénica del pulso, aunque en lo tocante al calor febril Gómez Pereira muestra un claro distanciamiento de las doctrinas vigentes en el siglo xvi. Frente a la opinión heredada del galenismo bajomedieval, Gómez Pereira afirma la identidad entre el calor natural y la fiebre, ésta sólo se distingue por la cantidad. A juicio de Gómez Pereira la fiebre es un calor inmoderado que se engendra debido al esfuerzo del cuerpo. A pesar de aceptar la clasificación galénica de las fiebres, Gómez Pereira ofrece una versión moderna de la naturaleza del calor febril y de su origen. Tras enunciar en los primeros capítulos la opinión de los médicos antiguos, desde Hipócrates y Galeno a los tratadistas medievales como Rházes, Avicena y Averroes, y los médicos cristianos de la Edad Media, Gómez Pereira, mediante el raciocinio y el silogismo, siguiendo así el método escolástico, consigue probar que sólo hay un calor y no muchos, siendo todos de la misma naturaleza, diferenciándose solamente en la cantidad.
A renglón seguido Gómez Pereira estudia los procesos febriles, su clínica y terapéutica, capítulos a lo largo de los cuales desgrana numerosas referencias a su experiencia profesional en el tema de las fiebres y enfermedades infecto-contagiosas, hasta el punto de ocuparse de algunas epidemias acaecidas en España en los años centrales del siglo xvi. En su relato se ocupa de dar noticia puntual de las fiebres pestilenciales que ocurrieron entre 1545 y 1546, de la que relata el caso de Francisco de Cobos, secretario del Emperador Carlos V, Cobos, según refiere Gómez Pereira, murió de resultas de esta epidemia. El médico asimismo describe los contagios que reinaron en España entre 1550 y 1557, a los que denomina “calenturas catarrales malignas”, que cursaron con elevada mortalidad.
Esta epidemia de 1557, añade Gómez Pereira, se propagó desde España a Flandes y Alemania.
Gómez Pereira, galenista en el fondo y aristotélico en los puntos de partida, alejado del movimiento humanista, supo acertar a formular nuevos planteamientos, con clara actitud crítica al pensamiento aristotélicogalénico en relación con el movimiento animal, y el problema de las fiebres, novedades que le sitúan como uno de los precursores más tempranos del cartesianismo y del concepto moderno de fiebre, anticipándose a clínicos modernos como Thomas Sydenham.
Obras de ~: Antoniana Margarita, opvs nempe Physicis, Medicis, ac Theologis non mins vtile qvam necessarium, Medina del Campo, Guill. de Millis, 1554 (reed. Francfurt, 1610); Nova veraque medicina experimentis et evidentibus comprobata, Medina, 1555; Antoniana Margarita. Finis nova neraeque medicina, Madrid, Antonio Martín, 1749 (trad. de J. L. Barreiro Barreiro, C. Souto García; traslación y actualización lingüística de J. L. Camacho Lliteras, Santiago de Compostela-Oviedo, 2000).
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Juan Riera Palmero