Heredia, Pedro Miguel de. El Molar (Madrid), 15.III.1579 – Madrid, 23.III.1655. Médico.
Hijo de Juan Miguel y de Florentina Heredia, fue el tercero de seis hermanos. En 1594, a la edad de quince años, iniciaba su formación en la Universidad de Alcalá de Henares. Estudió en el Colegio Trilingüe, obteniendo la licenciatura y el doctorado de Medicina en 1607 y 1608, respectivamente. Ejerció de médico durante once años en la villa madrileña de San Torcaz. En 1619 regresó a la Universidad de Alcalá en calidad de profesor de Anatomía. Un año después pasó a ocupar una de las cátedras menores de Medicina, y en 1623 la cátedra de Prima, permaneciendo en ella hasta el año 1643, fecha en la que fue nombrado médico de Cámara del rey Felipe IV.
Al margen de su actividad docente, alcanzó un gran prestigio como médico práctico.
En relación con su producción científica, aunque existen noticias acerca de la circulación de obras manuscritas o impresas cuando todavía vivía, como ocurre con un tratado de Fiebre maligna, citado por Alonso de Burgos en su Tratado de peste de 1651, la única obra impresa que se le conoce son los cuatro volúmenes de su Operum medicinalium, editados en 1665, ocho años después de su muerte, en la ciudad francesa de Lyon. La edición de la obra fue preparada por Pedro Barea de Astorga, alumno de Pedro Miguel, quien recopiló, no sin dificultades, los diversos escritos que tras la muerte de aquél se encontraban dispersos entre sus discípulos. El primero de los volúmenes está dedicado al tema de las fiebres, el segundo recoge el comentario a treinta y ocho historias hipocráticas, el tercero se ocupa de las enfermedades agudas, y en el cuarto se abordan las enfermedades de las mujeres y otras cuestiones diversas. La obra alcanzó una segunda edición en 1673, momento en el que se añadieron dos nuevos tratados sobre la cura de las fiebres difíciles y la expurgación, y sucesivas reimpresiones, aparecidas tanto en Lyon como en Amberes.
La última de ellas en 1698. Estas cifras son un claro exponente de la importancia de la obra y del interés que suscitó.
Pedro Miguel de Heredia ha estado considerado una de las grandes figuras del galenismo moderado que surgió en la España de la segunda mitad del siglo XVII.
Una corriente que antecedió al movimiento novator aparecido en el último tercio de aquella centuria y que permitió la introducción efectiva de la medicina y la ciencia modernas en nuestro país. La Universidad de Alcalá había llegado a convertirse, en el siglo XVI, en el principal centro español del galenismo humanista.
Sin embargo, cuando Pedro Miguel inició sus estudios, la escuela médica complutense no pasaba de ser un mero reflejo del retorno al escolasticismo impuesto por la Contrarreforma, al mismo tiempo que presentaba un ambiente cerrado a la introducción de elementos innovadores. En las primeras décadas del siglo XVII, Alcalá se había convertido en el escenario por excelencia del galenismo contrarreformista, caracterizado por su oposición y rechazo, no sólo a cuestiones que habían constituido a lo largo del siglo XVI rectificaciones a la patología galénico-tradicional, sino también a las distintas novedades que se venían produciendo en el seno de la medicina europea. Frente a este contexto institucional, el pensamiento médico de Pedro Miguel se encontraría situado dentro de un galenismo de transición, en el que sin abandonar el esquema y los supuestos básicos de la doctrina galénica, acepta muchos de los elementos de las corrientes modernas. Nuestro autor se encontraba ante dos posibilidades, una ciencia antigua, sólida y probablemente errónea; y una ciencia frágil, incierta y rechazada, pero probablemente verdadera. Desde una posición ecléctica, contribuyó al proceso de introducción de la ciencia moderna al realizar un intento de conciliación entre lo clásico y lo moderno, entre lo antiguo y lo nuevo.
Entre las actitudes que reflejan su adscripción al eclecticismo y están presentes en su obra, se pueden citar su rechazo y censura a las sectas y las escuelas, su oposición a las llamadas cuestiones metafísicas, o la no aceptación de la infalibilidad de los clásicos. Con frecuencia muestra su emancipación frente a los mismos, aunque casi siempre estudiando cuestiones que éstos desconocían realmente, o problemas que se pensaba que fueron ignorados por ellos. Incorporó muchos de los cambios que se habían ido produciendo en la medicina europea a lo largo del siglo XVI. Entre las novedades renacentistas plenamente asumidas por Pedro Miguel, destacan la búsqueda de relación entre las manifestaciones de la enfermedad y las alteraciones morfológicas, la consideración de la historia clínica como observatio, o la asunción de la idea de contagio animado formulada por Girolamo Fracastoro. También fue importante su aportación al conocimiento de nuevas enfermedades o modos específicos de enfermar no advertidos por los tratadistas clásicos. En el conjunto de su obra destacan los capítulos dedicados al garrotillo (difteria) y el tabardillo (tifus exantemático).
Al situarse en una posición propia del llamado galenismo hipocratista, otorgó gran importancia a la observación clínica y asumió algunas de las actitudes que décadas después caracterizarían el empirismo sydenhaniano.
En su obra se apuntan elementos innovadores al considerar la enfermedad como un proceso activo, al diferenciar entre causa y proceso morboso, o al aceptar toda una incipiente iatroquímica, cuyos elementos tomó de Quercetanus y del ecléctico Sennert, entre otros. Pero fue en el apartado de las fiebres donde Pedro Miguel adoptó una actitud de mayor enfrentamiento con la tradición. Reconoció la participación del calor natural en la fiebre y, de acuerdo con autores como Altomare, Sennert o Gómez Pereira, negó el exclusivo carácter preternatural que venía otorgando al calor febril la medicina galénico-tradicional.
En aquel contexto, dedicó todo un tratado al análisis y estudio de la cocción y la putrefacción.
Al ocuparse de esta segunda cuestión, utilizó el concepto iatroquímico de fermentación. Formuló su propia teoría del foco pútrido en la que negaba las fiebres esenciales, y se opuso a la concepción de Galeno sobre las fiebres hécticas. Junto a criterios de clasificación de las fiebres basados en la doctrina humoral, utilizó otros que se basaban en síntomas clínicos. En el capítulo de la terapéutica, además de plantear actitudes cercanas al llamado neohipocratismo, incorporó el uso de drogas como la quina y muchos de los nuevos medicamentos químicos, como el antimonio. Desde su eclecticismo, intentó compaginar el humoralismo y los remedios galénico-tradicionales con la nueva iatroquímica y los medicamentos químicos.
Falleció en Madrid, el 23 de marzo de 1655.
Obras de ~: Operum medicinalium, Lyon, P. Borde, 1665, 4 vols. (2.ª ed. en 1673; reimprs. en 1688, 1679, 1685, 1688, 1689, 1690, 1691 y 1698).
Bibl.: V. Peset Llorca, “La doctrina intelectualista del delirio de Pedro Miguel de Heredia”, en Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina, 14 (1962), págs. 133-206; J. M.ª López Piñero, “Heredia, Pedro Miguel de”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Glick, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario histórico de la Ciencia Moderna en España, vol. I, Barcelona, Editorial Península, 1983, págs. 441-443; J. Bernabeu-Mestre, “Pedro Miguel de Heredia, Catedrático de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares”, en Anales Complutenses, 1 (1987), págs. 49-64; “tradición y renovación en el pensamiento y obra del Dr. Pedro Miguel de Heredia (1579-1655)”, en Dynamis, 7/8 (1987-1988), págs. 117-143; Tradición y renovación en la medicina española del s. XVII. Análisis de la obra del Doctor Pedro Miguel Heredia (1579/1655), Alicante, Servicio de Publicaciones de la Universidad (Micropublicaciones), 1988; “La aportación de PedroMiguel Heredia (1579-1655) al conocimiento y estudio de la angina maligna o garrotillo”, en M. Peset (ed.), Claustros y estudiantes, Valencia, Generalitat Valenciana/Comissió Vè Centenari, 1989, págs. 57-73.
Josep Bernabeu Mestre