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Agustín del Cañizo García

Biografía

Cañizo García, Agustín del. Madrid, 13.VII.1876 – 3.X.1956. Médico, catedrático, internista.

Hijo de Juan del Cañizo Miranda, médico, licen­ciado en Filosofía y Teología, creció en un ambiente de gran nivel intelectual, hecho que tuvo luego su trascendencia por su elevada formación crítica. In­fluido sin duda por su padre, decidió estudiar la ca­rrera de medicina, lo cual hizo en la facultad de Ma­drid, donde fue un estudiante brillante y alumno interno, por oposición, en el Hospital de San Car­los en la cátedra de Patología Quirúrgica que regen­taba Alejandro San Martín Satrústegui, uno de los grandes de la medicina de esos momentos. Acabada la licenciatura en 1900, ingresó en el mismo hospital como médico de guardia y comenzó a trabajar como médico asistente en la cátedra de Patología y Clínica Médicas del que sería su maestro, el gran clínico Ma­nuel Alonso Sañudo, y en la que llegaría a ser jefe de Clínicas.

Decidido vocacionalmente por la carrera univer­sitaria y asesorado por su maestro y su padre, estu­dió fuera de España. Pensionado por la Junta para la Ampliación de Estudios se desplazó a Berlín con la idea de trabajar en nuevas técnicas de diagnóstico, y más concretamente en las exploraciones relacionadas con rayos X, auténtica novedad en esos años y de las que se pensaba podrían ser de una enorme aplicabili­dad en medicina. En 1901 obtuvo por la Universidad Central el grado de doctor tras la defensa de la tesis Breves consideraciones con motivo de algunos casos de poliomielitis anterior aguda del adulto.

En 1905 ganó por oposición la cátedra de Pato­logía y Clínica Médicas en la Universidad de Sala­manca. Durante sus años de estancia en Salamanca trabó amistad con figuras muy destacadas, como Mi­guel de Unamuno y José Giral, relaciones que a la postre le crearían problemas acabada la Guerra Civil. A pesar de ser ya catedrático, no buscó el acomodo sino que, por el contrario, siguió profundizando en conocer más intensamente de forma directa cuanto de nuevo llegaba de los países por entonces más avan­zados en medicina. Así, entre 1911 y 1913 fue pen­sionado de nuevo para desplazarse a Berlín, en esta ocasión para ampliar estudios en el área de las enfer­medades del corazón, otro campo donde se estaban produciendo avances importantes y que cultivaría a lo largo de su vida con especial dedicación. En 1931, mediante concurso de traslado, obtuvo la cátedra de Patología y Clínica Médicas en la Facultad de Medi­cina de Madrid. Durante la Guerra Civil, cuyo esta­llido le cogió en Segovia, fue destinado al Hospital de la Misericordia y como consultor de otros hospitales de dicha ciudad. Además de esta actividad, colaboró muy activamente con el Colegio de Médicos de Sego­via, impartiendo conferencias a los médicos segovia­nos interesados en ampliar estudios. Acabada la gue­rra fue sometido a un expediente depurador acusado de republicano y amistades adictas al bando perde­dor, y aunque fue propuesta su rehabilitación a la cátedra, se le limitó su actividad sin poder ocupar nin­gún cargo de naturaleza directiva. Este hecho gravitó fuertemente en Agustín del Cañizo que le impidió un desarrollo armónico con su valía, si bien siguió en la cátedra hasta su jubilación.

Destacó como clínico y docente además de por su carácter bondadoso y dialogante. Como clínico lo fue dentro del estilo más clásico, pero dotado de los conocimientos más modernos de la medicina de su tiempo. Ante el enfermo fascinaba al estudiante por su capacidad de observación e intuición, realizando la exploración clínica con una minuciosidad impre­sionante. Gracias a todo ello y a su capacidad de pro­fundizar en la historia clínica, realizaba diagnósticos que muy pocos por entonces se atrevían a hacer. Sin embargo, a la historia clínica y al dato exploratorio siempre le dio el valor justo, sin menospreciar los avances tecnológicos que se hacían presentes y que había vivido de primera mano en Alemania. De él puede decirse que fue uno de los introductores del pensamiento anatomoclínico en la medicina española y que tanta repercusión tuvo en la visión de la medi­cina clínica.

Dominó todos los campos de la medicina interna, si bien destacó fundamentalmente en el área de las enfermedades del aparato cardiovascular y respira­torio, donde realizó buenos estudios sobre miocar­ditis, enfermedad coronaria e hipertensión arterial. Como profesor, fue un estímulo constante para sus alumnos y discípulos por su dedicación, laboriosidad y línea de conducta. Vocacional absoluto de la me­dicina, transmitió a sus discípulos la necesidad de la dedicación al paciente, el estudio continuo, la mo­destia, el compañerismo y la necesidad de estar con­tinuamente haciendo una autocrítica del nivel de conocimientos. Analizó y profundizó en los debe­res y la responsabilidad del médico no sólo ante el enfermo sino ante la sociedad. Su capacidad crítica y buen hacer médico se lo transmitió a sus colabo­radores, creando una importante escuela, de la que salieron destacados médicos, tanto en Salamanca como en Madrid, algunos de los cuales llegaron a ocupar los escalones más altos de la Universidad es­pañola. Entre ellos destacan su hijo Jesús del Cañizo Suárez —que se hizo cargo de la cátedra tras su jubilación—, José Estella Bermúdez de Castro, Luis Felipe Pallardo Peinado, Nieves González Barrios, Teófilo Morato, Vicente Gaite Veloso y Darío Ca­rrasco Pardal.

Además del libro Terapéutica clínica de las afeccio­nes circulatorias, realizado con Jesús del Cañizo Suá­rez, es de resaltar su colaboración en el Manual de Medicina Interna de Teófilo Hernando y Gregorio Marañón —importante conjunto de volúmenes mé­dicos— donde escribió, además de los capítulos co­rrespondientes a las enfermedades cardíacas, el gran apartado de las “Nefritis” en el volumen que sobre Enfermedades del riñón firmó conjuntamente con Carlos Jiménez Díaz. Además escribió algunas monografías que fueron trascendentales en esos años, como las referidas a Las cardiopatías de la plétora y las Nefritis. Sus trabajos fueron de divulgación y con base en sus observaciones personales, destacando, en­tre ellos, el conjunto de artículos sobre enfermedades del corazón y vasos, tales como las miocarditis agu­das, angina de pecho, sus estudios sobre hipertensión arterial y sobre otros temas cardiológicos. Además, publicó diversos trabajos sobre el síndrome extra­piramidal, las nefritis y una interesante reflexión de cómo los médicos pueden ser responsables de algu­nas complicaciones que aparecen en ciertas enferme­dades.

 

Obras de ~: “Nefritis”, en C. Jiménez Díaz y ~, Enferme­dades del riñón, Madrid, Ruiz Hermanos Editores, 1934, en T. Hernando y G. Marañón (dirs.), Manual de Medicina Interna, Madrid, Fortanet, 1916; con J. del Cañizo, Terapéu­tica clínica de las afecciones circulatorias, Barcelona, Editorial Científico-Médica, 1941; Las cardiopatías de la plétora, Ma­drid, Enrique Teodoro, 1918; “De cómo las enfermedades pueden complicarse con el médico”, en Actas de las Jornadas Médico Españolas, Zaragoza, Artes Gráficas E. Berdejo Casañal, 1944; Estudio clínico y terapéutico de la hipertensión arterial, de sus accidentes y complicaciones, Barcelona, Buenos Aires, Salvat, 1942; con J. del Cañizo Suárez, Las mesoartritis luética, Bar­celona, Ediciones BYP, 1950.

 

Bibl.: J. M. Garrote y J. A. Gómez de Caso Canto, “Agustín del Cañizo García”, en Médicos Segovianos Ilustres del siglo xx, Segovia, Colegio Oficial de Médicos de Segovia, 1998, págs. 41-45; L. F. Pallardo, en Libro Homenaje a Don Agus­tín del Cañizo, Madrid, Librería Editorial Científico Española, 1946; M. Díaz-Rubio, Médicos españoles del siglo xx. Segunda serie, Madrid, You & Us, S.A., 2003.

 

Manuel Díaz-Rubio García

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