Barea Ogazón, Arturo. Badajoz, 20.IX.1897 – Faringdon, Berkshire (Reino Unido), 24.XII.1957. Escritor y crítico literario.
Aunque nacido en Badajoz, donde su padre, Miguel Barea Medrano, era “agente de quintos”, toda su infancia transcurre en Madrid, ciudad a la que, con sólo dos meses, lo había llevado su madre, Leonor Ogazón Romo, una modesta lavandera.
Vive su infancia —narrada en La forja, primer volumen de la trilogía La forja de un rebelde— entre la abundancia del piso de unos tíos y la pobreza de la buhardilla familiar en el barrio de Lavapiés. Su educación en las Escuelas Pías, donde lo admiten como alumno pobre gracias a sus méritos académicos, se completa con las estancias vacacionales en los pueblos de sus padres, Brunete y Méntrida, las tierras del pan y del vino. La muerte inesperada de su tío en 1911 trunca sus aspiraciones de convertirse en ingeniero y lo lleva a trabajar como aprendiz en un taller de bisutería y después como meritorio en el Crédit Lyonnais, aunque pronto logra ascender e ingresa en el sindicato de oficinistas de la Unión General de Trabajadores (UGT). En este trabajo se mantiene durante tres años. Tras pasar por una agencia de patentes, consigue un empleo de viajante para un vendedor alemán de diamantes, lo que le proporciona la oportunidad de conocer gran parte de España y de Francia, además de un excelente sueldo. Gracias a eso y a la herencia de su tío, tiene ocasión de montar, con sus hermanos, su propia fábrica de juguetes cuando sólo cuenta dieciocho años. Tras el fracaso del negocio, obtiene el puesto de secretario del director de Motores España, en Guadalajara, lo que le facilita un conocimiento muy directo de los entresijos de la industria española de la época.
Durante el servicio militar, de 1920 a 1923, le toca intervenir en la guerra de Marruecos, episodio histórico que relata en La ruta, segundo volumen de la trilogía.
Esta dura experiencia —que le permite conocer personalmente a muchos de los generales que años después protagonizarán la sublevación militar contra el gobierno de la República— le provoca serios problemas de salud que arrastrará Barea durante el resto de su vida y que contribuirán a su prematura muerte por infarto, ya que el corazón le queda debilitado por el tifus que contrae en África, y su sistema nervioso sufre una primera crisis que se repetirá, agravada, a lo largo de la Guerra Civil y, después, bajo los bombardeos aéreos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1924 se casa con Aurelia Grimaldos, con la cual tiene cuatro hijos. En 1934 comienza una etapa de activismo sindical en la UGT, lo que le supone una tensión constante con su vida profesional. En 1935 se instala con su familia en el pueblo de Novés, en Toledo, donde reside hasta las elecciones de febrero de 1936, pero sigue trabajando en Madrid; desde su oficina de la calle de Alcalá es testigo de los disturbios callejeros entre falangistas y obreros, y de los acontecimientos históricos que desembocarán en la Guerra Civil, cuyos preliminares y desarrollo se recogen en La llama, tercer volumen de la trilogía. Tras los primeros momentos de confusión, en los que Barea participa en la organización de la defensa de la Casa del Pueblo y en el asalto al Cuartel de la Montaña, se le encomienda la jefatura de la Oficina de Censura de Prensa Extranjera del Ministerio de Estado, por lo que se instala en el edificio de la Telefónica en la Gran Vía, donde tiene como ayudante a la que pronto se convertirá en su segunda esposa: Ilsa Kulcsar —de soltera, Pollak—, una socialista austríaca llegada a España para colaborar en la defensa de la República.
Cuando el Gobierno se traslada a Valencia, Barea se pone a las órdenes de la Junta de Defensa de Madrid y sigue desempeñando su trabajo de censor, incrementado a partir de mayo de 1937 con el encargo del general Miaja de reorganizar las emisoras de radio, y con sus charlas propagandísticas como La voz incógnita de Madrid, a través de la EAQ, que se podía sintonizar desde cualquier parte del mundo. Durante el verano sufre un agravamiento de su enfermedad nerviosa, a causa de los bombardeos y el exceso de trabajo. Las tensiones con la burocracia gubernamental y sus diferencias con el PCE lo llevan a dimitir como jefe de la censura en septiembre de 1937. En noviembre deja también su trabajo en la emisora de radio y abandona la capital con Ilsa, acusada de troskista.
Tras breves estancias en Alicante y en Barcelona, consiguen salir de España el 22 de febrero de 1938. Se habían casado legalmente una semana antes, en cuanto les había sido posible hacerlo, ya que Arturo había obtenido el divorcio de Aurelia el año anterior e Ilsa acababa de enviudar tras la muerte repentina de su primer esposo, Leopold Kulcsar —Poldi en La llama—, un agente checo del Comintern cuya influencia les facilita la salida del país. Ese mismo mes de febrero, el manuscrito de Valor y miedo —que reunía algunos de los relatos escritos por Barea durante los bombardeos del año anterior— había sido aceptado por Publicaciones Antifascistas de Cataluña para ser publicado. Salido de la imprenta durante el verano, él lo recibirá en París a finales de año.
Ya antes, ocasionalmente, Arturo Barea había realizado breves trabajos periodísticos para la Agencia España de París. De hecho, su vocación literaria lo acompaña desde la infancia: con diez años ejerce de colaborador habitual de la revista del colegio, Madrileñitos; con dieciséis empieza a participar en los concursos literarios de las revistas y, junto con su amigo Alfredo Cabanillas —que llegará a ser redactor jefe de El Heraldo de Madrid al inicio de la Guerra Civil—, asiste a las tertulias literarias de los cafés Fornos y Lion d’Or. Durante su etapa de soldado publica algunos poemas en El defensor de Ceuta y gana algún dinero escribiendo cuplés y pasodobles para las artistas del café cantante de la ciudad, además de algún que otro premio literario por sus relatos de la guerra de Marruecos. De vuelta a Madrid, mientras trabaja como empleado de la oficina de patentes, establece el precedente inmediato de su actividad radiofónica y periodística escribiendo artículos técnicos y jurídicos para dos revistas profesionales, y edita una revista técnica publicitaria de la firma. Pero Barea empieza a escribir más intensamente en mayo de 1937, como consecuencia de la grave depresión provocada por los bombardeos. Tras la caída de Bilbao, en junio de 1937, redacta una charla para radiar la noticia que también publica en la Hoja del Lunes de Madrid.
Ilsa le va traduciendo sus relatos, que van siendo publicados en distintos países. En París, donde los Barea malviven de las traducciones y algunas clases de idiomas, Arturo empieza a escribir La forja. La amenaza de invasión por las tropas de Hitler y el curso de la guerra en España los llevan a abandonar Francia, rumbo al Reino Unido, el mismo mes que cae la República: marzo de 1939. Allí permanecerá el escritor hasta el fin de sus días, al principio en un pequeño pueblo, Puckeridge, en Hertfordshire, algo más tarde en Fladbury, una aldea cercana a Evesham (Worcestershire), donde vive durante tres años con su esposa —que trabaja en el Servicio de Escucha de la BBC— y sus suegros, y a donde acuden con frecuencia numerosos amigos y conocidos entre los que se encuentran no sólo refugiados y periodistas, sino también muchos intelectuales extranjeros —atraídos por su fama de cocinero— con los que los Barea discuten de política y de literatura.
A partir del mes de octubre de 1940 y hasta la víspera de su muerte, Barea desempeña una exitosa labor de comentarista de la BBC para las emisiones semanales destinadas a Hispanoamérica, en las que habla bajo el seudónimo de Juan de Castilla, no sólo para proteger a su familia en España, sino también por su vocación de representar a su pueblo. Totalmente ignorada esta faceta de Barea en España, le granjea, sin embargo, grandes simpatías en Hispanoamérica, donde, a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, es elegido varias veces por los oyentes como el locutor más popular. Tal es su éxito que, en 1956, la BBC lo envía durante dos meses de gira por Argentina, Chile y Uruguay, donde pronuncia numerosas conferencias, participa en múltiples actos sociales y firmas de libros, y concede varias entrevistas en todos los medios. Allí tiene ocasión de conocer a críticos y escritores, como Emir Rodríguez Monegal y Mario Benedetti. Desde esa fecha y hasta su muerte, Arturo Barea pasa a colaborar como corresponsal de La Nación de Buenos Aires.
En octubre de 1943, siguiendo a su esposa, que se había traslado con el Monitoring Service a Caversham, en las afueras de Reading, Arturo Barea se instala en Rose Farm House, cerca de Mapledurham, donde acaba de escribir su trilogía y donde recibe la visita del hispanista Gerald Brenan en un par de ocasiones. En esta época, en sus viajes semanales a Londres para las grabaciones de la BBC, toma la costumbre de comer los viernes en el Majorca, un restaurante del Soho regentado por anarquistas españoles, donde conversa sobre política y literatura en tertulias prolongadas.
Cuando Ilsa dimite de su puesto en la BBC, en 1945, los Barea se trasladan a Boar’s Hill, un barrio intelectual de Oxford, donde conocen a Salvador de Madariaga, que ejerce de catedrático en la universidad.
El 1 de junio de 1947 se instalan en Middle Lodge, en Buscot, cerca de Faringdon, al sur de Oxfordshire, donde transcurre la última etapa de su vida.
Desde la radio y varias publicaciones periódicas, Arturo Barea ejerce también una labor crítica reconocida internacionalmente, con ensayos sobre Hemingway, García Lorca, Unamuno, Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Madariaga, Sender, Alberti, Cela e, incluso, El Quijote. Entre 1941 y 1946 van apareciendo, en inglés, los tres volúmenes de su trilogía, que no saldrán en castellano hasta la edición argentina de 1951. Ese mismo año se publica, también en inglés, The broken Root (La raíz rota), novela que trata de las consecuencias de la Guerra Civil dentro de España y en el exilio, y que será editada en español por Santiago Rueda, también en Buenos Aires, en 1955.
Póstumamente, en 1960, aparece en España, editada y prologada por Ilsa Barea y publicada por Ediciones Cid, una colección de catorce relatos escritos en el exilio y dispersos en varias revistas extranjeras: El centro de la pista.
En los años cuarenta y cincuenta, Barea recibe numerosas muestras de reconocimiento internacional, como su gira por Dinamarca en 1946, donde la trilogía lo había convertido en uno de los escritores españoles contemporáneos más conocidos (su oposición al régimen de Franco propicia que un grupo de intelectuales daneses llegue a promover su candidatura al premio Nobel). Otro ejemplo es su estancia en Pittsburgh durante un semestre de 1952 invitado por la Pennsylvania State University para impartir lecciones de literatura española de los siglos XIX y XX.
Arturo Barea fallece la Nochebuena de 1957 en su casa de Faringdon, a consecuencia de un infarto —aunque la autopsia revelará que también padecía cáncer—, nueve años después de haber obtenido la nacionalidad inglesa, lo que le había valido ásperas críticas desde España. Aunque fue incinerado y sus cenizas esparcidas por el jardín de su casa de Middle Lodge, el cementerio local guarda su memoria y la de su esposa en un monumento de granito erigido por iniciativa de sus amigos.
Obras de ~: “La caída de Bilbao”, en Hoja del Lunes, junio de 1937; Valor y miedo, Barcelona, Publicaciones Antifascistas de Cataluña, 1938; “A Spaniard in Hertfordshire”, en The Spectator, agosto de 1939; “Not Spain but Hemingway”, en Horizon, III, 17 (mayo de 1941); The Forge, trad. por sir P. Chalmers-Mitchell, Londres, Faber & Faber, 1941 (trad. por I. Barea, 1943); Struggle for the Spanish Soul, Londres, Scker & Warburg, 1941; “Unidad”, en Españoles, 6 (diciembre de 1941); “Lorca”, en Horizon, V, 27 y 28 (marzo y abril de 1942); “The Spanish Labyrinth”, en Horizon, VIII, 45 (septiembre de 1943); The Track, Londres, Faber & Faber, 1943; Lorca, the poet and his people, Londres, Faber & Faber, 1944 (Nueva York, Harcourt & Brace, 1949); con I. Barea, Spain in the post-war world, Londres, Fabian Publications 1945; “Las raíces del lenguaje poético de García Lorca”, en Bulletin of Hispanic Studies, Liverpool, XXII (1945); “Ramón Gómez de la Serna”, en Phoenix (otoño de 1946); “New writing in Franco Spain”, en London Forum (invierno de 1946); “Federico García Lorca”, en D. V. Baker (ed.), Writers of Today, London, Sidgwich & Jackson, 1946; “Realism in Modern Spanish Novel”, en Focus, 2 (1946); The Clash, Londres, Faber & Faber, 1946; The Forging of a rebel, Nueva York, Reynal & Hitchcock, 1946 (1.ª ed. en español: La forja, La ruta, La llama, Buenos Aires, Losada, 1951; 1.ª ed. en España: La forja, La ruta, La llama, Madrid, Turner, 1977); The broken root, Londres, Faber & Faber, 1951; “Ortega and Madariaga”, en University Observer (Chicago) (invierno de 1947); “The Spanish Mind”, en World off duty, ed. por A. G. Weidenfeld, s. l., 1947; R. J. Sender, The dark wedding, introd. de ~, Londres, Grey Walls Press, 1948; “An Andalusian Poet”, en Times Literary Supplement, 6 de mayo de 1948; “Impressions of Lorca”, en Times Literary Supplement, 11 de mayo de 1951; con I. Barea, Unamuno, ed. ingl., Cambridge, Bowes & Bowes, 1952 [New Haven (EE. UU.), Yale University Press, 1953; trad. del inglés al español por E. Rodríguez Monegal, Buenos Aires, Editorial Sur, 1959]; C. J. Cela, The Hive, introd. de ~, Londres, Gollancz, 1953; “A quarter century of Spanish writing”, en Books Abroad, XXVII (primavera de 1953); “Don Quijote”, en The Radio Times, Londres, 12 de febrero de 1954; “La obra de Camilo José Cela”, en Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, 7 (julio-agosto de 1954); La raíz rota, Buenos Aires, Santiago Rueda, 1955; Lorca, Buenos Aires, Losada, 1956 (ed. ingl., Lorca, Nueva York, Cooper Square, 1973); El centro de la pista, Madrid, Ediciones Cid, 1960 (ed. e introd. de M. Herrera Rodrigo, Badajoz, Diputación Provincial, 1988); Palabras recobradas. Textos inéditos, ed. e introd. de N. Townson, Madrid, Debate, 2000; Cuentos completos, ed. e introd. de N. Townson, Madrid, Debate 2001.
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María Herrera Rodrigo