Sánchez de Lima, Miguel. Viana de Lima (Portugal), p. m. s. XVI – ?, 1580 post. Poeta.
Miguel Sánchez de Lima es un autor cuya biografía, como pedía Ovidio en Tristia, está en su obra; pero a diferencia de la amplitud en la que se proyecta e inventa el autor latino, en Sánchez de Lima se encuentra sólo un breve texto: El Arte Poética en Romance Castellano, que ya Bartolomé José Gallardo en su Biblioteca Española distinguía como “rarísimo libro”; señalando al autor en tanto que “Lusitano, natural de Viana de Lima” y precisando la impresión del Arte en Alcalá de Henares, por Juan Íñiguez de Lequerica, 1580. Apenas unas líneas le dedica Menéndez Pelayo en su Historia de las Ideas Estéticas ratificándolo en su calidad de portugués seguidor de Horacio del “que apenas se aparta un punto y cuya doctrina corroboran sus versos propios”. En sus Estudios y Discursos de Crítica Histórica y Literaria, escribiéndole a Pereda en marzo de 1877 sobre la biblioteca nacional de Nápoles destaca: “A los manuscritos citados [entre ellos descubre la carta autógrafa de Garcilaso al cardenal Seripando] siguen en curiosidad el de la Africana, poema del portugués Miguel Sánchez de Lima, soldado del rey Don Sebastián en la jornada de Alcázarquivir” y, por tanto, coetáneo del poeta Francisco de Aldana.
Efectivamente, hay algunos datos que pueden desprenderse de El arte Poética: Está dedicado a Juan Fernández Pacheco, marqués de Villena, de la que el autor se confiesa criado. En el soneto de Francisco Maldonado que le sigue éste certifica que el autor en “Lusitania fue nacido” y que “acá [¿Salamanca?] se hizo varón sabio y prudente”. En marzo de 1576, se concedía licencia para imprimir esta “obrecilla” que más que una Poética o una Retórica es una breve exteriorización de la asimilación del diálogo renacentista tan en auge en el siglo XVI y de las predilecciones de su autor por Garcilaso, Jorge Manrique, Figueroa, Petrarca, Virgilio, Homero o Montemayor, casando con su entender la poesía como aquello que “mata la necedad y destierra la ignorancia; aviva el ingenio, adelgaza y labra el entendimiento, ejercita la memoria”.
Contraria opinión le merecen los libros de caballerías “que no sirven sino para corromper los ánimos de los mancebos y doncellas”. Compuesto en tres diálogos, en el primero de ellos se “encuentran” dos amigos que discurren sobre qué es poesía y su excelencia; en el segundo, en el que continúan su platicar callejero Silvio y Calidonio, se declara el modo de las composturas que en España se usan. Finalmente en el tercero, se cuenta la historia de los amores de Calidonio y de la pastora Laudina, quien nominalmente evoca la Laura de Petrarca y la Diana de Montemayor. En él, narrativamente, Sánchez de Lima manifiesta una afición literaria ya decantada en su ejemplarizar con versos propios las composturas poéticas desde las italianizantes (compone un soneto a la muerte de Diego de Mendoza) a la difícil sextina inventada por Arnaut Daniel y los romances castellanos “que saben a aquella compostura antigua que tanto floreció”.
Obras de ~: Arte poética en romance castellano, Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1580 [ed. de R. de Balbín Lucas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1944].
Bibl.: M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en España, vol. II, Madrid, CSIC, 1940; A. Prieto, La prosa española del siglo XVI, Madrid, Cátedra, 1986; “Poética y diálogo renacentista en Castillejo (y) Sánchez de Lima”, en A. Rallo Gruss y R. Malpartida Tirado (coords.), Estudios sobre el diálogo renacentista español: antología de la crítica, Málaga, Universidad, 2006, págs. 377-402.
Antonio Prieto