Cepeda y Ahumada, Lorenzo de. Ávila, 1519 – 26.VI.1580. Poeta, escritor, regidor del cabildo, tesorero, teniente de gobernador, alcalde.
Alonso Sánchez de Cepeda y su esposa, Beatriz Dávila de Ahumada, procrearon nueve hijos: Hernando, Rodrigo, Teresa (santa Teresa), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.
Todos los varones partieron para las Indias, contagiados del espíritu de aventura y caballería de la época. Ausentes sus hermanos mayores, Teresa intimó mucho con Lorenzo, cuatro años menor. Por fin él y Jerónimo, en calidad de hijosdalgo, con sus armas y caballos, se enrolaron en 1540 en la hueste que llevaba a las Indias el comisario real Cristóbal Vaca de Castro, enviado por Carlos V a remediar la guerra civil, declarada entre los conquistadores, el marqués Francisco Pizarro y el adelantado Diego de Almagro.
Llevaba una instrucción de cuarenta y nueve puntos, y otros encargos, además del título de gobernador de la Nueva Castilla, como sucesor de Pizarro.
Tras una penosa navegación, llegaron a Nombre de Dios, y luego a Buenaventura y de allí, por tierra, a Popayán, donde se enteraron de la muerte y asesinato de Francisco Pizarro en 1541. Prosiguieron a la villa de Quito, donde Vaca de Castro, el 26 de septiembre de 1541, elevó a la villa a la categoría de ciudad, de acuerdo a la cédula de 14 de mayo de ese año.
Juntamente cumplió el encargo de precisar los límites de la nueva diócesis de Quito, que se separaría de la del Cuzco, y se extendía desde Pasto hasta Piura.
Lorenzo y Jerónimo marcharon a Piura y Trujillo, siguiendo a Vaca de Castro, cuya autoridad no fue reconocida por los almagristas; lo cual ocasionó la batalla de Chupas, en la cual intervinieron Lorenzo y Jerónimo.
Y más tarde en la pacificación de los indígenas de la isla Puná, que se sublevaron y dieron muerte al obispo dominico Vicente Valverde, que pasaba por sus costas.
Desde allí, los dos hermanos se dirigieron a Pasto, jurisdicción de Sebastián de Benalcázar.
Muchas quejas llegaron a la Corona sobre el maltrato al indígena, que para remediarlo dictó las llamadas Leyes Nuevas, en 1542, que, entre otros capítulos suprimían el servicio personal, y lo sustituían con el salario; y despojaban de encomiendas a casi todos los españoles. No fueron bien recibidas estas leyes, de manera que para imponerlas, Carlos V designó a Blasco Núñez Vela, avilés, como primer virrey del Perú; lastimosamente persona autoritaria e intransigente.
Tan pronto como llegó al Perú, ocurrió la revuelta que encabezó Gonzalo Pizarro; en Quito, se enfrentaron las tropas del virrey y de Pizarro. Los hermanos de santa Teresa, Hernando, Lorenzo, Jerónimo y Antonio, acudieron con sus armas a prestar ayuda al virrey; pelearon en la sangrienta batalla de Iñaquito, donde murió el virrey y los cuatro hermanos fueron heridos: Antonio recibe un arcabuzazo mortal en la cabeza; Hernando, un lanzazo en el vientre; Lorenzo se ocultó hasta convalecer de sus heridas; con peligro de la vida, según dice, logró refugiarse en Popayán, donde sirvió a Benalcázar en la pacificación de los indígenas. Al tener noticia de la llegada del presidente Pedro de La Gasca, destinado por Carlos V para pacificar al Perú, acudieron Lorenzo y Jerónimo a ponerse a las órdenes del nuevo gobernador y dar la bienvenida a su hermano Agustín llegado con La Gasca.
Le acompañaron al Perú, donde combatieron en la decisiva batalla de Jaquijaguana, 9 de abril de 1548.
La Gasca gratificó a Lorenzo: “Por cuanto vos, Lorenzo de Cepeda habéis servido a S. M. con vuestra persona, armas y caballos en pacificación de los naturales; y bajo el estandarte del Virrey Núñez Vela, en Iñaquito, de donde salisteis desbaratado; y luego me disteis obediencia, hasta el valle de Jaquijaguana, es justo que seáis gratificado; en nombre de S. M. encomiendo en vos el repartimiento de indios que fue de Bartolomé Zamora, en Pintag”. Más tarde obtuvo del virrey Andrés Hurtado de Mendoza otra encomienda en Paute, Azuay.
El 18 de mayo de 1556 contrajo matrimonio con Ana de Fuentes, distinguida dama; se establecieron en Quito, en el barrio de San Marcos, en la casa que años adelante se convertirá en monasterio de Santa Catalina. Tuvieron siete hijos.
Santa Teresa amaba especialmente a Lorenzo y su esposa, como se lee en sus cartas; y el Señor, que había otorgado ya dones místicos a la reformadora del Carmen, le concedió trasladarse en espíritu a Quito, a la casa de Lorenzo; allí, ella conoció a su cuñada Juana y a sus hijos que estaban sentados alrededor de un brasero en una noche fría; los vio y oyó conversar; y se despidió bendiciéndolos. Santa Teresa refirió luego a Lorenzo este delicado favor del cielo.
Lorenzo residió por veinte años en Quito, donde ejerció honoríficos cargos: regidor del cabildo, en 1550, tesorero, teniente de gobernador, alcalde.
Era de los más adinerados, y usó de su fortuna con generosidad; obsequió el primer órgano a la catedral de Quito en construcción. Y luego socorrió a su hermana Teresa y otros deudos en España. El primero y cuantioso socorro a santa Teresa fue tan oportuno que parecía un milagro. La Santa estaba construyendo su primer monasterio reformado, y no tenía con qué pagar a los obreros, cuando llega un mensajero de Quito con el dinero suficiente. Ella lo agradeció efusivamente en una carta hermosísima que se conserva. Y comenta monseñor Manuel M. Pólit: “Con algo del oro de la conquista de Quito, que costó a veces sangre, se realizó en la Metrópoli una obra toda de amor”. Y en pago, dio comienzo un epistolario maravilloso y benéfico de Teresa con Lorenzo.
Mas también se presentó el dolor: Lorenzo perdió a su ejemplar esposa, Juana, que falleció en noviembre de 1547. Sin embargo, esto fue motivo de que Lorenzo se dedicara a una vida de piedad y oración, a la vez que a la educación de sus hijos. Brotó también su vena de literato, como comenta Marcelino Menéndez Pelayo: “El más antiguo de los españoles de quien sabemos que, pasado al reino de Quito, compusiese algunos versos, es Lorenzo de Cepeda. Además de la relación de la vida y virtudes de su mujer, escribió algunos versos de devoción” (1894: LXXXV).
Sintiéndose solo y deseoso de educar debidamente a sus hijos, resolvió volver a España; obtenidos los debidos permisos, renunció a sus cargos y se embarcó para la Península, en 1577, con sus tres hijos sobrevivientes, Francisco, Lorenzo y Teresa. Lorenzo volverá a Quito, será el tronco de la familia Cepeda. Teresita, en cambio, será la primera Carmelita americana, en España.
Lorenzo entró en una vida de notable virtud bajo la dirección de su santa hermana, hasta pensó en entrar en un convento. Teresa le disuadió; debía cuidar de sus hijos. Recibidos los sacramentos, se dispuso a la muerte y falleció cristianamente en Ávila, como se inscribió en la lápida de su sepulcro en la capilla adjunta a San José: “Falleció Lorenzo De Cepeda, A 26 De Junio Del Año De 1580, Es Fundador Desta Capilla Y Hermano De La Fundadora Desta Casa Y De Todas Las Descalzas Carmelitas”.
Bibl.: M. Menéndez y Pelayo, Antología de poetas hispano‑americanos, II, LXXXV, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1894, pág. LXXXV; M. M. Pólit Laso, Los Hermanos de Santa Teresa en América, Quito, Imprenta del Clero, 1932; F. Esteve Barba, Cultura Virreinal, Barcelona, Salvat editores, 1965.
Jorge Villalba Freire