Torre, Francisco de la. ¿Salamanca?, ¿p. m. s. xvi? – ?, 1588. post. Poeta.
Del poeta se ha conservado únicamente un volumen de Obras (Versos líricos y Bucólica del Tajo) editado en 1631 por Quevedo, quien declara que se trata del bachiller Alfonso de la Torre (muerto en 1460); tal identificación ya considerada errónea o cuando menos inverosímil por sus contemporáneos (en 1536 Manuel Faria y Sousa la criticaba en su edición comentada de Os Lusiadas, publicada en 1639), ha dado lugar a una serie de fantasiosas hipótesis acerca de quién fuera el verdadero autor de los versos. Velázquez los edita en 1753 atribuyéndolos a Quevedo; Coster (1925) identifica al autor con Juan de Almeida, rector de Salamanca muerto en 1572, propuesta que Jorge de Sena recoge (1972), aunque se decanta después por Miguel Termón; A. Blanco (1982) defiende la autoría del jesuita Francisco de la Torre (1521-1582), que vivió en Toledo, Salamanca y Granada y que habría escrito su obra antes de 1555; por último A. Alatorre (1999) ha propuesto identificarlo con un homónimo de Santafé de Bogotá. Ninguna de estas hipótesis está respaldada, sin embargo, por documentos fehacientes, y sólo en fechas muy recientes han sido descubiertos dos documentos que atestiguan la existencia de Francisco de la Torre: el primero, un manuscrito más antiguo que el texto impreso que contiene a su nombre el libro III de las endechas (ms. 12936-9 de la Biblioteca Nacional de Madrid, se da noticia en M. L. Cerrón Puga, El poeta perdido y en la edición de la Poesía completa 1984); el segundo, la concesión de licencia de impresión de “un libro intitulado los bersos líricos y adónicos y la bucólica” y el privilegio de venta por diez años concedido por el Consejo de Castilla en 1588 a “Francisco de la Torre, vecino de Salamanca” (Archivo Histórico de Simancas, Libros de Relaciones de la Cámara de Castilla, n.º 23, fol. 180r), documento catalogado por A. Rojo Vega (1994) y puesto de relieve por I. Colón Calderón (2002).
En la dedicatoria a Ramiro Felipe de Guzmán, Quevedo reivindicaba “las obras de Francisco de la Torre, que por tantos años ha ocultado con malicia algún ingenio mendigo”, denunciando que su nombre hubiera sido cegado por “quien osó cargar su talento de obras tales, que ya que no dezían el dueño, le mostravan ladrón y no poeta” (fol. 7r), aludiendo a Fernando de Herrera. A continuación ilustraba las circunstancias del hallazgo del manuscrito: “hallé estos poemas por buena dicha mía, y para grande gloria de España en poder de un librero, que me las vendió con desprecio. Estavan aprovadas por D. Alonso de Ercilla, y rubricadas del consejo para la imprenta, y en cinco partes borrado el nombre del autor, con tanto cuidado, que se añadió humo a la tinta. Mas los propios borrones (entonces piadosos) con las señas parlaron el nombre de Francisco de la Torre, autor tan antiguo, que me advirtió el Conde de Añover [...] que hazía dél mención Boscán en la Estancias En el umbroso, y luzido Oriente, donde entre los grandes Poetas que celebra dize: Y el Bachiller que llaman de la Torre ponderando la grandeza de sus estilo y lo magnífico de la dicción de sus versos. Antigua edad a que se pone duda el propio razonar suyo tan bien pulido con la mayor lima destos tiempos, que parece está floreciendo oy entre las espinas de los que martirizan nuestra habla” (fols. 7v-8r). Sigue una carta “A los que leerán” que le sirve a Quevedo para, reafirmándose en la identificación con el bachiller, acusar abiertamente a Herrera, “doctissimo, y elegantissimo escritor”, de plagiario: “y que como se leerá en estas obras tuvo por maestro, y exemplo a Francisco de la Torre, imitando su dicción, y tomando sus frasis, y vozes tan frequente, que puedo escusar el señalarlas; pues quien los leyere, verá que no son semejantes, sino vno” (fol. 11 r-v). Siguen comentarios que ejemplifican el supuesto saqueo lírico perpetrado por Herrera.
La confusión con el bachiller es cronológicamente inaceptable pues Boscán (que hablaba de Alfonso de la Torre) lo colocaba entre Juan de Mena y Garci Sánchez de Badajoz, poetas notoriamente anteriores a Garcilaso de la Vega cuyo lenguaje poético había sido radicalmente alterado por éste. El propio Quevedo subraya la “maravilla” de que un autor tan antiguo escriba como un posgarcilasiano, pero tal extrañeza no le detiene a la hora de considerarlo modelo de Herrera, enzarzado como estaba en una operación anticulterana (encarnada en el sevillano) que se completa con la edición de las Obras de fray Luis de León llevada a cabo el mismo año de 1631. Del análisis de las fuentes italianas (Crawford), y atendiendo a su concentración en una antología de Rime scelte di diversi publicada por Giolito en Venecia en 1553 (ed. Cerrón Puga, con nuevas fuentes), se deduce que las poesías fueron compuestas después de esta fecha; gracias al nuevo documento del Archivo de Simancas se sabe ahora con certeza que son anteriores a marzo de 1588 (Colón Calderón). Queda abierto el problema de quién, entre Herrera y De la Torre, imitaba a quién, pues el sevillano había publicado su obra en 1582 (para Komanecky el imitador es De la Torre), y quedan sin explicación la causa de los borrones que han ofendido la memoria del poeta. Cerrón Puga ha hipotizado una censura inquisitorial que se justifica con el apéndice de traducciones del Brocense que Quevedo edita con las Obras de Francisco de la Torre, y que contiene además alguna de Juan de Almeida, Alonso de Espinosa y fray Luis de León (así como unas cartas cruzadas entre los traductores y un comentario sobre el encabalgamiento); todos ellos eran activos en la Universidad de Salamanca (el ambiente está bien descrito por E. Asensio), y al igual que los más famosos, el poeta Francisco de la Torre podría haber sido víctima del vendaval postridentino. Si como dice Quevedo fue Manuel Sarmiento de Mendoza (antiguo alumno del Brocense recalado en Sevilla como canónigo de la catedral) quien le entregó en Sevilla, en 1624, el manuscrito de las Obras de fray Luis de León (el más fidedigno testimonio de su poesía), puede que le entregara también el de Francisco de la Torre que, habiendo pasado a manos del Brocense (esto explicaría que estuviera unido a sus traducciones), Sarmiento habría salvado cuando, incautados los libros y papeles del gramático durante su segundo proceso inquisitorial (1600), se había ofrecido a llevarlos él mismo en persona desde Salamanca a la Cancillería de Valladolid. La hipótesis se asienta en la existencia de dos inventarios, uno anterior y otro posterior al traslado de los papeles, de cuya comparación se desprende que en el segundo (1602), faltan algunos textos de poesía mencionados en el primero. Si Sarmiento salvó el manuscrito de Francisco de la Torre, se comprende bien que Quevedo tratara de ocultar su procedencia inventando una falsa antigüedad, y que no se defendiera de los ataques de un Faria y Sousa. La reconstrucción ha sido tachada de invención novelesca por A. Alatorre, pero se observa que el documento de Simancas viene a confirmar el ambiente salmantino: no habrá sido el Brocense el encargado de solicitar la licencia de impresión, puesto que lo hizo el autor mismo, pero a sus manos (y después a las de Sarmiento) pudo llegar igualmente. En cualquier caso, los borrones (o damnatio memoriae) de los que habla Quevedo no han sido lavados y sigue, por tanto, intacta la sospecha de un tropezón o empacho con la Inquisición.
Las obras de Francisco de la Torre están divididas en dos libros de versos líricos (64 sonetos, 11 odas y 6 canciones petrarquistas); uno de versos adónicos (10 endechas); una Bucólica que Quevedo bautiza del Tajo (8 églogas). Imitador de Petrarca filtrado a través de Garcilaso y de los petrarquistas italianos, elige como soneto proemial uno que Francesco Maria Molza había dirigido a Annibal Caro, y traduce nueve sonetos pastoriles del florentino Benedetto Varchi (concentrados al principio del libro II), sirviéndose también para lo pastoril de la poesía neolatina de Andrea Navagero y de M. Antonio Flaminio; además pueden rastrearse fuentes de sus versos líricos en Giovan Battista Amalteo, Giovanni Guidiccioni, Fortunio Spira, Bernardino Tomitano, Torquato Tasso y otros. En la estela de Bernardo Tasso, ensaya odas horacianas empleando varias cuartetas (ABCd, llamada estrofa de la Torre; AbAb), liras garcilasianas (aBabB) y heptasílabos sueltos. Para los versos adónicos emplea redondillas menores de ritmo trocaico (salvo la II, que es un romancillo). Las églogas, muy garcilasianas, están escritas mayoritariamente en estancias de canción (II, IV y VI-VIII) cuyo esquema métrico y fórmula silábica son reelaboración personal de los modelos italianos (y lo mismo sucede con dos de las seis canciones); en las églogas I y V emplea las octavas reales y para la III elige la silva de endecasílabos. En su conjunto se trata de una obra lírica de altísimo nivel que, fiel a los preceptos su tiempo, se asienta en la imitación; el resultado es, sin embargo, una poesía profundamente personal que, trascendiendo el tratamiento de lo amoroso al uso y haciendo gala de un parco y sabio manejo de imágenes petrarquistas y referencias mitológicas, reflexiona sobre la pérdida, la soledad y la imposibilidad de amar en inolvidables versos de zozobra en el tormentoso mar de la existencia y de lamento a la noche con sus estrellas sordas.
Obras de ~: Endechas, Biblioteca Nacional de Madrid, Ms.12936-9 (letra y filigrana del papel c. 1630-1660); Obras del bachiller Francisco de la Torre. Dalas a la impression D. Francisco de Quevedo Villegas Cauallero de la Orden de Santiago. Ilústralas con el nombre, y la proteccion del excelentíssimo Señor Ramiro Felipe de Guzmán, Duque de Medina de las Torres, Marqués de Toral, etc., Madrid, en la Imprenta del Reino, a costa de Domingo Gonçález, mercader de libros, 1631 (ed. facs. New York, De Vinne Press, 1903); Poesías, que publicó D. Francisco de Quevedo Villegas ... con el nombre del Bachillèr Francisco de la Torre. Añádese en esta segunda edición un discurso, en que se descubre ser el Autor del mísmo don Francisco de Quevedo: por don Luis Joseph Velazquez, Madrid, en la Imprenta de Música de D. Eugenio Bieco, 1753; Del crudo amor vencido: Obras poéticas de Francisco de la Torre, desconocido lírico español del siglo xvi, ed. de J. R. Morales, Santiago de Chile, Cruz del Sur, 1943; Poesías, ed. de A. Zamora Vicente, Madrid, Espasa- Calpe, 1944, 19693; Poesía completa, ed. M. L. Cerrón Puga, Madrid, Cátedra, 1984.
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M.ª Luisa Cerrón Puga